El congreso: tercer día.
Seguimos en el congreso. Hoy será todo distinto.
EL CONGRESO: EL TERCER DÍA DEL CONGRESO.
Me equivoqué. Nadie llamó a mi puerta.
Me desperté con un poco de hambre. Normal. Eran las siete de la tarde. Mi sexo pedía guerra. Reclamaba el placer. Esta vez mis dedos jugaron en la ducha.
Me vestí y baje al bar.
Un café en la barra. Abrí el móvil. Dudé. Activar el programa ese de localizador... Introduje el número del móvil de Luis.
Ni en casa, ni en el trabajo... Una calle. Un número. Consulté el “google maps”. Era un domicilio particular. El teléfono de Rocío también era “de empresa”. Luis les contrató todos iguales. Metí su número... Sonrisa malvada. Su teléfono y el de Rocío indicaban la misma localización. Te cacé pensé....
Si llamo hora les jodo el polvete... me entró una risita malévola, tipo madrastra de Blanca Nieves.
-. Qué demonios, salgamos de dudas...
Era de suponer que no lo iba a coger.... Llegó al poco el mensajito: “Estoy en una reunión”. ¿Dónde? “En la oficina, te llamo luego... “
Bueno... Pues confirmado... Mira tú, de qué forma tan tonta “te pillé con las manos en la masa”. Encima has sido tú quien se empeñó en instalar estos programitas... y quien me obligó a aprender a manejarlos. Irónico.
Bueno pues ahora tengo dos opciones. O callar y aguantar cuernos o.... ¿y por qué voy a tener que divorciarme?: Si así llevo ya vete tú a saber cuánto tiempo y no ha pasado nada, pues seguimos igual.
Eso sí, ahora jugamos todos, pero con las mismas reglas para todos.
Lo que si que tengo claro es que no se va a enterar por casualidad ni me va a pillar “in fraganti”. Se lo voy a decir yo. En eso siempre me he diferenciado de él. Veremos qué cara pone cuando se entere.... está muy claro.
Si, les llevaré el regalito... Esperaré a que estén en la oficina, casi a la hora de cerrar.
Me sentaré a ver qué caras ponen cuando desenvuelvan el paquete. Fuera papel... Y zas, el gel lubrificante. Va ser divertido preguntar con voz ingenua si he acertado o no en el gusto, porque está claro que es el mismo “aroma”. No sabía si traerlo aquí o llevároslo a vuestro nidito de amor... Si, a vuestro picadero, el que tenéis en la calle...
Seguro que Luis se queda estupefacto. Sin palabras va a ser poco.
Volví la mirada hacia el otro lado del bar, buscando una silla. Quería seguir pensando en el plan. Enfrente del hotel, había una cafetería. Un grupo de los del congreso estaban allí. Bebiendo, celebrando algo.
-.¿Qué hago yo aquí sola pensando y bebiendo como una amargada por culpa de esos dos?
Me levanté.
Varios me saludaron aunque no nos conociéramos nada más que de vista. No tardé en integrarme. Creo que había las mismas mujeres que hombres. Pero uno me miró y sonrió. Guapete. Trajeado. Seguro de sí mismo. No estaba buscando nada en concreto. Pero su compañía no me desagradó.
Todos éramos del congreso… él esperaba a su amigo. ¿Te unes? ¿Una copa de vino? Si claro, por qué no.
Cambiamos de bar. A uno más tranquilo. Fuimos cogidos del brazo. Rozándonos de vez en cuando. Acercándonos incluso más de la cuenta.
Una agradable cena de “picoteo”. Sentados los dos juntos, haciendo que las piernas se rozasen, que los pies jugasen. Riéndonos sin parar. Y tuvo que llegar claro. El primer brindis. El primer beso. Y en cuanto el camarero se daba la vuelta, algún que otro morreo. Y por supuesto risas, risas y más risas. A la media hora más o menos llegó su amigo. Me le presentó. También del gremio claro.
Se sentó en frente.
Tan pronto me tenía rodeada por la cintura y me pegaba a su cuerpo, como me tenía la mano sobre los hombros. Y de vez en cuando disimuladamente me rozaba los pechos. Disimuladamente al principio, porque luego me las metía unos meneos bestiales. El otro lo miraba y lo veía perfectamente. A mí me daba igual. No me importaba.
Distintos era poco. De la noche al día. El uno callado, discreto. El otro todo un loro. Educado frente a zafio pensé. El contraste total. Me lo estaba pasando muy bien. Me estaba despejando la cabeza y no pensaba para nada en Luis. Era divertido aunque de vez en cuando el amigo me gastaba bromas algo subidas de tono. El problema era el escoger al candidato. Estaba claro que tenía que ser de uno. Pero bueno, eso ya se vería luego. Ahora a disfrutar. Y no le di más vueltas.
Estaba apoyada en él. Con su brazo por encima de los hombros y la mano seguía reposando tranquilamente en mi pecho, jugando con él, acariciándolo “distraídamente”. Apoyé la mano en su muslo. Si tú tocas yo también, me dije. Y me acerqué a su paquete. No estaba mal. Eso promete me dije. La rima paquete - promete me hizo reír. O fue el vino. No lo sé.
Aquella no sé si era yo. Me lo estaba pasando genial. Riéndome. Olvidándome de Luis. Sin remordimientos. Sin “malestar” por saberme engañada. Y por engañar yo también claro.
Y lo mejor de todo es que me estaba empezando a gustar. Estaba excitada como hacía años, como cuando desperté al sexo y la mínima caricia me ponía a mil por hora. Y encantada de la vida por sentirme deseada.
De vez en cuando me acariciaba la espalda. Una de las veces, se “topó” con el tirante del sujetador. Me moví en la silla algo incómoda.
-. ¿Te molesta?
-. Un poco.
No me dio tiempo a más. Lo soltó. El primer tío que lo hace a la primera pensé.
Hacía algo de calor. Me quité la americana. Sé dónde miraba el amigo. Se le fueron los ojos de lado a lado. Ahora estaban libres.
Fui al baño. No solo me hacía pis, necesitaba parar un poco. Estaba ya que me moría. Me refresqué la cara.
Un mensaje de Luis en el móvil. Estaba viendo el partido de futbol con... los niños bien, con los abuelos. Le creí. Entre su familia y el fútbol ganaba el futbol. Ni siquiera creo que esté con Rocío, me dije. A esa ya se la ha cepillado antes. Ahora para el futbol estorba. En eso nos iguala...
El tipo aquel cuando llamó a su mujer estaba preocupado. Celoso. Machista. Pero por lo menos se preocupaba. Ni un simple qué tal estás. Este ni se inmuta, pensé.
Me miré en el espejo. Sonreí. Aproveché para quitarme el sujetador. Con. Sin. Con. Sin. Desde luego sí se notaba cuando lo retiraba. Ya no eran las tetas de una jovencita… pero parece ser que a estos les da lo mismo. Les tenía a los dos embobados mirando mis pechos. Y uno de ellos muriéndose de ganas por tocarlos. Me gustó esa sensación de dominio.
Nada más sentarme, volvió a colocar el brazo por encima de mis hombros. ¿Calor? Obviamente que sí. Acababa de quitarme la chaqueta. Asentí. Estaba intentando soltar un botón. Deja, ya lo hago yo. Y le dejé que me soltara un botón de la blusa. Aprovechó para darme un buen toqueteo a las dos tetas. Primero una, y a esta, “para que no tenga envidia”. Él se rio pero al amigo casi se le salen los ojos cuando separó los bordes de la blusa. No era un escote exagerado pero algo se veía. Creo que era la situación en si más que el escote. Bueno y a lo mejor también el ver que me había quitado el sujetador. Eso desde luego, era una señal inequívoca de que quería guerra.
Otra copa de vino. Resoplé.
¿Tienes más calor? Preguntó. La verdad es que hacía bastante calor. ¿Otro botón?.
Hubiera sido suficiente con que quitara su brazo de encima de mí, pero no dije nada. Otra vez la mano sobre mis pechos, pero ahora ya por dentro. No me negué. Ahora si te vas a poner bobo, pensé mirando al amigo. Con cualquier movimiento se me podían ver casi enteras. Eso si no me salían claro, porque entre los manoseos y tantos botones abiertos en cualquier momento…
No nos precipitemos pensé.
Un cachito de pan… Y al estirar el brazo, pues… se abrió. Lógico. Tenía que pasar. Bueno por debajo de la mesa yo ayudé un poco tensando la blusa. Y allí estaba: todo un pecho al aire y parte del otro. Boquiabierto. Pasmado. Babeando. Lo cubrí con calma. Dejando que se recreara.
El otro sonreía divertido.
¿Seguir en su habitación? ¿Otra copa? ¿Por qué no? Solo eran las diez y media de la noche.
Nos dirigimos los tres al hotel. Hasta que llegamos fue una especie de guerra silenciosa por apoderarse de mí. Por atraer mi atención. Si uno se arrimaba el otro más. Si uno me rozaba, el otro descarado me manoseaba. No digamos si uno me besaba… Sería divertido ver cómo terminaba aquello. Quien se iba a llevar el gato al agua… o mejor dicho, a la p…. a la cama. Me gustó ser el premio. Solo quedaba decidir quién sería el ganador. El momento se acercaba.
Entramos por separado. No cogimos el ascensor principal. Fuimos a los montacargas del final del pasillo. Nada más doblar en pasillo en cuanto nos quedamos solos, pulsó el botón de llamada. Y un morreo… pero ahora el morreo lo hizo sobándome las tetas descaradamente delante de su amigo…
-. No te preocupes, dijo, está casada,… dijo, como si el estar casada fuera sinónimo de poder hacer lo que te diera la gana sin consecuencias. Sí, la discreción absoluta. Se supone que una casada va directa al grano y no busca problemas. Lo era por supuesto. Aunque claro, también podía significar que estaba necesitada de sexo… Y acertaría también.
Me estaba comiendo con los ojos. Bastaba mirar su bulto en los pantalones.
¿Quieres probar? Y su amigo claro que quiso, por qué no iba a querer. Lo raro no era que quisiera o no probar mis pechos, lo raro era que yo me dejaba sobar allí y encima me encantaba.
-. Menudos melones... dijo mirándome como un auténtico salido.
Y sus manos directas, como flechas a mis senos. Sin rodeos.
Babeaba mientras me tocaba los pechos. Me gustó sentirme tan deseada.
Su “pedazo de zorra, qué buena estás” hizo que casi me corriera nada más oírlo.
Yo no decía a nada que no. Ni me importaba que me tocara las tetas delante de su amigo. O que me metiera la mano entre las piernas haciéndome retorcer de gusto en cuanto me tocó el coño. Y no digamos cuando su dedito empezó a jugar en el clítoris...
-. Está calada, se limitó a decir.
Llegó el ascensor. Entramos. Y su amigo no perdió el tiempo. Nada más cerrar las puertas y apretar el botón, fue directo a comprobar lo mojada que estaba. Y en un segundo, tenía cuatro dedos entre mis piernas. Cerré los ojos. Y me dejé caer contra la pared del ascensor. No pude contener un jadeo.
-. Guarrona… dijo su amigo mientras me soltaba los pocos botones que quedaban y abría la blusa de par en par. Los pezones estaban disparatados.
Un intenso morreo.
No sé qué piso tocaron. Desde luego más alto que el mío.
El ascensor se detuvo. Ni me movía. Aplastada contra la pared con su mano masturbándome y la otra estrujando mis tetas.
Cogió mi mano y me la colocó en su paquete. Aquello estaba que explotaba. Se bajó la cremallera. Se la cogí claro. Caliente. Dura. Tensa. Rígida.
-. Zorra… Me has puesto a mil en el bar… Calienta pollas… Te la voy a meter hasta por los ojos… So puta…Te voy a follar…
Me levantó la falda. Se pegó a mi cuerpo. La sentí rozarse con mis muslos. El otro le detuvo.
-. Vámonos a la habitación, que eres capaz de follártela aquí mismo.
Hubiera acertado. Me hubiera dejado. Salí medio desnuda del ascensor y caminé agarrada a la cintura por el pasillo, con las tetas al aire, balanceándose de un lado a otro. La habitación era “del calladito”. Él tenía la llave.
Luis cariño, pensé, otra noche que te van a crecer los cuernos… El león sin dientes se va a convertir en ciervo….
Entramos los tres en aquella habitación. Sabía perfectamente qué iba a pasar y cómo terminaría todo aquello. Desde luego que jamás me lo hubiera imaginado así. Pero bueno, tampoco podía imaginar que mi Luisito me la estaba pegando con su secretaria ni nada de lo que hice los dos días atrás.
Nada más cerrar la puerta, los dos se tiraron encima de mí como fieras. Cada uno a su modo. Con su estilo. Pero cada uno por un lado. Sin ceder ni un milímetro.
Casi me arrancan la ropa. Me desnudaron entera. Ellos también estaban desnudos. Lo hicieron solitos. Mientras uno me sobaba el otro se despelotaba. Ahora parecía que estaban coordinados.
Llamaron al servicio de habitaciones y pidieron champan. El botones esta vez sí tuvo que verme en pelotas, y si me apuras en plena faena Pero me daba igual.
Bailamos, nos tocamos... Uno por delante… Luego se cambiaban de posición… Sentía sus penes duros rozar todo mi cuerpo.
Me sobaban, me besaban, me acariciaban… Y yo lo mismo claro. Esta vez no me quedo con las ganas de tocarles las pollas. Y francamente. Les sobeteé los paquetes todo lo que me dio la gana. Hasta cansarme.
Estaba en la gloria. Y lo que más me gustaba. Se peleaban por cada centímetro de mi piel. No les importaba ni la celulitis, ni las tetas algo caídas, ni mi barriguita... Nada... Solo les importaba el poder hacerme suya. Cada uno a su modo. Eran muy distintos, pero tenían los dos en común una cosa: el ansia por poseerme, por hacerme suya, por follarme.
El “amigo” estaba mucho mejor dotado. Su pene durísimo. El calentón que se había cogido mirando en el bar le tenía alteradísimo. Me pareció justo.
Adelante… métemela tu primero le dije. Y no hubo que repetírselo dos veces. Fue el primero en entrar en mí.
Ansioso, bestia, baboso, machista, soez… No paraba de decir palabras mal sonantes, pero… súper excitantes…
Me volvía loca esa forma de moverse. Esas penetraciones tan intensas… Me llamó la atención el que me agarrara las nalgas y me levantara las caderas. Conseguía entrar muchísimo más en mí. Pero sobre todo, lo que me llamó la atención fue el que no cerraba la boca ni a tiros… No paraba de hablar, de insultarme, de decir groserías.
-. ¡Toma mi rabo!. ¡Muévete guarra!… ¡Te voy a comer esas tetazas!. ¡So puta!…
Y llegó. De nuevo esa sensación tan maravillosa.
-. ¡Esta puta se está corriendo como una cerda!, decía...
Y debía ser verdad… Mis caderas se movían descontroladas. Como locas. Mi orgasmo era constante… No paraba de jadear, de gemir, de retorcerme en la cama…
Hasta que le tocó correrse a él. Un súper empujón que casi me traspasa. Su cuerpo rígido. El pene endiabladamente duro. Y… ese líquido caliente. Esos espasmos. Esos gritos guturales… como si en cada impulso dejara la vida.
Fue terminar de correrse en mi coño cuando su amigo, inmediatamente se puso encima de mí.
¿Me permites?, dijo con un tono cómicamente irónico.
Y naturalmente que permití que su amigo me poseyera. No le importó que estuviera “sucia” de su amigo. Allí mismo. Zas... Me gustó el ruidito de su pene chapoteando en la corrida de su amigo. Era la primera vez que lo hacía así. Me gustó. Me lo hacía bien el condenado... Con calma, lentamente, pero haciéndome sentir cada milímetro de polla que me metía... Obviamente le dejé que hiciera conmigo lo que le viniera en gana. Que me colocara como quisiera... que me acariciara a su gusto... Me estaba encantando su forma de follarme. Y también de permití que inundase mi coño haciéndome alcanzar el enésimo orgasmo. …
En ese momento se me pasó por la cabeza... Ay Luisito... si supieras cómo “te están follando” a tu mujer...
Estaba extenuada. Saciada de sexo, pero con ganas de morir empachada…
Por eso no me importó chupar su polla, si, dejar que la metieran en mi boca… Primero uno, detrás el otro, y luego, arrodillada, humillada, suplicante delante de sus herramientas, pasando de una a otra. Comparándolas. Besándolas. Lamiéndolas. Incluso permitiendo que el amigo me la encajara en la garganta como un animal.
Lo dijo bien claro: ¡so puta… te voy a follar la boca como si fuera un puto coño!.
Lamí sus huevos desde abajo hasta llegar a la punta de su polla y le sonreí.
-. Hazlo.
Y lo hizo. Claro que lo hizo...
Empujaba igual que cuando me la incrustaba entre las piernas. Me la metía todo lo profundo que podía, hasta provocarme arcadas, hasta asfixiarme…Me sujetaba la cabeza y movía igual las caderas.
Y el otro viendo cómo me trataba. Mejor dicho, cómo me maltrataba. Como me usaba. Sonriendo mientras hacía que con la mano le masturbara… Me daba igual….. Me gustaba…
Dejé que me pusieran a cuatro patas. Solo pensé “como en las películas” y volvía sentir como literalmente me la incrustaba en la boca. El otro ya la tenía lista. Uno por delante y otro por detrás...
Una mano en mi cabeza, la otra tratando de agarrar mis pechos... El otro agarrado a las caderas empujando con todas sus ganas... Y cuanto más empujaba el de atrás, más me atragantaba con el de adelante... y cuanto más empujaba el de adelante, más profundo sentía el pene de su amigo... El séptimo cielo.
Y volví a correrme claro. No tan intensamente como antes, pero volví a correrme.
Y cuando les tocó su turno, les dejé que de nuevo se vaciasen usando mi cuerpo. Uno en la boca. El primero.
-. ¡Toma puta!. Trágatelo todo!.
No era necesario ordenármelo. Lo estaba deseando. No dejé caer ni una gota. Me lo tragué todo, todo, todo. Como una campeona. Si me llega a ver Luis se muere... pero de envidia.
Cuando noté que el otro estaba a punto, bruscamente me dejé caer en la cama. Se salió de mí. Como si fuera un guion aprendido me coloqué de rodillas delante de él. Yo sola me levanté los pechos ofreciéndoselos. Llevaba toda la vida deseando hacerlo. Literalmente me duchó. Si, se puso enfrente cuando llegó el momento y comenzó a masturbarse a toda velocidad. Su semen salió disparado hacia mi cara. Hacia mis pechos...
Me va a costar trabajo olvidar su cara de felicidad. No dejé de mirarle ni cuando me extendía el semen por los pechos como si fuera la crema para el sol. Cuando estaba flácida, volví a metérmela entera en la boca.
Les hubiera dejado hacerme de todo. De hecho, hicieron lo que les dio la gana conmigo. Aunque me extrañó que ninguno me usara por detrás. Sí que ninguno me diera por el culito. Ya puestos...
De cualquier forma, ya estaba estrenada. Veremos cuando se entere Luisito... con la importancia que siempre ha dado a eso de ser él el primero... ¡Ay cuando se entere que le han estrena el culo de su mujercita! ... Aunque vete tú a saber... A lo mejor ni le importa que me hayan desvirgado el culito...¿Cómo dijo el canas?.. ¡Ah sí! , que me hayan “partido” el ojete...
Desnuda paseé por la habitación y recogí la ropa. No me molesté en buscar las bragas. Sé quién las atesoraría como trofeo. Al menos por una temporada. Guardé el sujetador en el bolso de la americana.
Me medio peiné. Por si me cruzaba con alguien por el camino. Lo justo para llegar a mi habitación. Curiosa la sensación de ir “sin nada debajo”. Hacía años que no la sentía.
No podía dormir… dos y cuarto de la madrugada. Tal vez una ducha.
Llamé al servicio de habitaciones. Una botella de champan. Pequeña. Abrí al botones envuelta en una toalla. Era el mismo. Me dio igual que me viera así, que pudiera ver algo más que un generoso escote. Me gustó como me miró de reojo. Como miran los hombres a las mujeres a las que hacen top less en las playas.
Cuando volví con la cartera vi su bulto. Algo azorado trataba de evitar que se notara. Con esos pantalones de botones tan ridículos imposible.
Le miré sonriendo, sintiéndome halagada. Se puso colorado.
A lo mejor si tira de la toalla ni protesto, pensé. Lógicamente no lo hizo. Estaba trabajando. Bueno pues él se lo pierde…
Lo hice yo. Agarré de un extremo y la toalla voló por la habitación.
Salí a la terraza completamente desnuda. No apague la luz. Si me ven, pues me da igual. Me siento súper atractiva, súper sexi… y brindo por ti, Luis, por tus primeros cuernos, mientras acaricio despacio mi sexo, recordando a los desconocidos amantes, a esos dos que me acaban de follar como a una verdadera mujer.
Las tres y media de la madrugada. Un resplandor. Alguien sale a fumar a la terraza. Con la segunda copa, saludo al que está fumando. En la otra mano también tiene una copa. Sonríe. Devuelve el saludo con la copa. Un imaginario brindis.
Miro mis pezones. Sé que no están así solo por el frio. Otro trago. Me levanto. Me tienes que estar viendo entera. Por eso lo hago. Me apoyo en la barandilla del balcón, echando un poco el culo un poco hacia atrás, con las tetas colgando. Os gusta mirar guarretes…
Se mete a la habitación. Se habrá asustado digo en voz baja irónica dándome un golpecito a los pechos para sentir como tiemblan.
Uf. Esto ya es pasarse, pienso. Menudo desmelene. Vaya tres días. Me doy cuenta de que mi marido me engaña. Me vengo y le pongo cuernos. Al día siguiente me voy a la cama con dos tíos que no conozco de nada. Y ahora, acabo de venir de follar y estoy bebiendo desnuda en un balcón, a la vista de cualquiera, haciendo gestos y bobaditas a un tío que no conozco.
Mira… El fumador ha salido otra vez. ¿Tiene una bata?. No, es el albornoz de baño. Veremos cuanto tiempo tarde en abrírselo… me reí pensándolo. Y todavía queda un día de congreso... y la fiesta... porque no me la pierdo... Si Luisito... este año no me pierdo la fiesta de despedida...
Le miro. Lo estaba esperando. Se gira. Tiene el número de la habitación bordado en la espalda. En la mano el teléfono de la habitación. Era por eso. Ingenioso. Qué malpensada soy… Sonríe. Yo no tengo puesto nada, pero también sería fácil. Abrir la mano. Un cinco. Tres dedos. Y el índice. Quinientos treinta y uno.
Estate quieta me digo… no te pases…
Otro trago. Vacío la botella en la copa. No llega ni a la mitad. ¿Pido otra botella? Dejemos volar la imaginación.
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