El Congreso- Parte 1

Alina se va a un congreso con la empresa y se lo pasa en grande- Parte 1

Alina ya llevaba todo el día fuera de casa en un congreso de su empresa por Madrid. Como había vuelto hacía poco de su baja por maternidad no quiso negarse y tuvo que acompañar a su jefe, su mujer y varios compañeros a una feria de muestras donde exponían los fármacos que fabricaban. Manuel se quedó con su hija en casa no de muy buen agrado.

Severino, su jefe, era un hombre fortachón de 48 años, diez más que ella. Bajito, medio calvo y con una barriga prominente. Estaba todo el rato al lado suyo preguntándole nimiedades sólo para conversar con ella y, de paso, clavar la vista en el canalillo que ofrecía su vestido. No dejaba de ofrecerle copas que ella rechazaba, primero porque no quería beber con él y segundo porque su mujer, una arpía considerable enfundada en un traje de noche negro ajustado que no le favorecía sus minúsculos pechos ni su cadera raquítica, ya les había interrumpido varias veces con un mosqueo más que obvio.

Se iban sucediendo las ponencias de varias otras farmacéuticas entre canapés  y copas de champagne que a lo sumo llenaban con un dedo de caldo. Alina sostenía un canapé en la mano y miró la loncha de jamón y sonreía pensando en el basto de su padre Castellano de pura cepa diciéndole al mozo que si aquello era papel de fumar o algo y que le trajera un buen Ribera del Duero que el aguachirri ese no servía ni para aclarar la garganta, cuando una mano cálida se posó en su hombro.

Salió de su embelesamiento, se giró y topó con los ojos de Santiago, un compañero suyo, con dieciocho primaveras encima, el informático de la empresa que Severino se trajo como precaución por si no funcionaba el ratón o no sabía pasar los powerpoint en sus minutos de gloria.

-          ¿Qué tal la noche Alina?- Le preguntó. Era alto, con el pelo de media melena negro recogido en un moño, esbelto, de tez y piel morena, y bien atlético porque corría el rumor que perdía varias horas al día saltando como los conejos por el campo embutido en lycra de colores cantones y con unos cascos, lo que ahora se llaman runner.

-          Pues....brbrbrbrbr- Mascó el canapé raquítico.- Bien, algo aburrida- Agitó las manos buscando dónde limpiarse las migas, incluso miró su vestido azul como una toallita pero resistió la tentación de frotárselas ahí.

Santiago buscó en el bolsillo de su traje dos piezas negro que, junto a la camisa blanca, le quedaba como anillo al dedo, y sacó un pañuelo para dárselo. Ella se lo agradeció mirándolo y sonriendo, pensando que por suerte tenía un traje con bolsillos y no el conjunto rastrero para correr con el que lo imaginaba espantando mariposas por la calle al ritmo de Lady Gaga.

-          El próximo es Seve, a ver si acaba de una vez que quiero volver al hotel,  me tiene harto con sus imbecilidades. Mira que no saber ni ampliar la pantalla...Ah, por cierto, ya tengo tu portátil listo. Estaba hecho mierdas, el ventilador lleno de pelusa y el disco duro pasó a mejor vida. Huele a que lo pones encima de la cama, y así se joden en dos días.

“Si tú supieras” Pensó Alina recordando los buenos dedos que se hacía con ese trasto en la cama. “Disco duro....” Le vino un flechazo

-          ¡Mierda! ¿He perdido todo lo que tenía dentro?- Se asustó porque tenía una buena colección de fotos de familia, del embarazo, de su hija y también alguna guarrilla. Más que alguna, muchas, se corrigió a sí misma en sus pensamientos.

-          He conseguido salvar bastante cosa.- Santiago cogió una copa de un mozo que pasaba con champagne y se la bebió mirándola.- Fotos y tal, te las he dejado en una carpeta del escritorio

Sonreía y le guiñó un ojo cuando dio el sorbo y en el cruce de miradas ella se ruborizó. “Hijo puta, las ha cotilleado seguro” Sin embargo esa certeza o incerteza no la enfadó, más bien al contrario.

-          Muchas gracias Santi, qué haría yo sin ti- Le dijo ajustándole los botones de la camisa y el cuello de la chaqueta. “y contigo, si no fueras una nenaza vestida de fucsia saltacharquitos”

Una presencia les separó sin previo aviso. Severino les había visto y les interrumpió para llevarse de la mano a Santiago vociferando “Ya nos toca, ya nos toca”

-          Luego si quieres te lo llevo a tu habitación, me lo traje por si lo necesitabas, la cincuenta y seis ¿verdad?- Le decía mientras se alejaba y ella asintió buscando otro par de canapés con los que quitarse el apetito.

A pesar de sus miedos Severino expuso los nuevos productos con arte, gracia y vehemencia. Los powerpoint que preparó Santiago estaban muy bien y se molestó en cuadrar música y efectos de video exactamente con las palabras de su jefe. Todo el mundo aplaudió y se interesó por ellos, felicitando e interrogando al jefe.

Abrieron barra libre y Alina dio buena cuenta de ella a base de Gin-Tonic de Puerto de Indias, su preferido. El resto de compañeros también bebían animadamente, en especial su jefe. Santiago continuó una ligera y agradable conversación con ella, sobretodo cotilleos de compañeros y compañeras, concretamente sobre Lourdes, la contable, de muy buen ver y por lo animado que hablaba de ella tuvo que quitarlo ya definitivamente de la lista de gays, por muy runner que fuera.

-          Pues si te cae en gracia, ve y habla con ella, por ahí la he visto- Señaló con el copazo Alina.

-          ¡Qué va! No es mi tipo...- Respondió con mirada picarona y de nuevo le guiñó el ojo.

-          En tiempo de guerra todos los agujeros son trincheras.- Citó ella a su novio partiéndose de risa.

-          ¡Ni que estuviera tan desesperado! Que yo mojo ¿sabes?- Dijo indignado “Para mojadas mis bragas” Pensó ella que llevaba un rato calentorra por la bebida.- Si no tuvieras novio quizá hasta te tirase la caña....- Le miró con disimulo el escote.

-          Ni que estuviera aquí...- Susurró dentro de la copa dando un trago atenuando sus palabras por decoro con intención de hacerlas poco inteligibles. Paladeó el brebaje y con el dedo acariciaba el borde de la copa. Le miró a los ojos- ¿Decías que luego me traerás a la habitación el portátil?- Le insinuó. “Me arde el coño, si no eres un maricón puedes venir a jodérmelo más tarde” Le hubiera gustado decir, porque con aquella cara de bobalicón dio por sentado que no había entendido su comentario.

Daba igual. Severino, borracho como una cuba empujó sin querer o queriendo, vete a saber, a Santiago interrumpiendo de nuevo el coqueteo, con la mala pata que lo poco que quedaba del Gin-Tonic cayó en el escote manchándole el vestido. Los dos hombres dieron más importancia a aquel hecho que ella misma, criada de campo y no acostumbrada a tanto remilgo.

-          Perdona querida- Se disculpó con la máxima caballerosidad que el alcohol le permitía- Vaya te he manchado ese vestido tan bonito...que te...que...que te queda tan bien...-Miró tanto las tetas hinchadas de mamá pos-lactante que a Alina le entraron ganas de sacárselas y que se quedara a gusto de una vez viéndolas.

-          Da igual, ya me voy a la habitación- Dejó la copa en la barra. El barman, un jovenzuelo muy lustroso la invitaba a otra copa pero ella se negó- Luego nos vemos- Se despidió de los hombres, en especial de Santiago que seguía con cara de imbécil, seguramente creyendo que se refería al portátil

Era bien entrada la noche, paseó por el pequeño jardín del hotel donde celebraban el congreso para respirar aire fresco de camino a su habitación, más tambaleante de lo que hubiera querido. “Coño, si sólo me he bebido...bueno, vale, puede que me haya pasado” Y se dejó el  dedo gordo del pie contra un pedrusco. Se montó en el ascensor y con un ataque nervioso empezó a frotar la mancha en su escote como si pudiera limpiarla por arte de magia. Intentó pagar a la puerta como hacía con las tarjetas de crédito, hasta que se dio cuenta que había que meterla en la ranura. Solo le hubiera faltado equivocarse de habitación.

Aquel mozo de aire mejicano había traído sus enseres sanos y salvos, para sorpresa de Alina que no las tenía todas con ella cuando se los confió en la recepción del hotel. Rebuscó en la maleta y sacó un pijama que era de todo menos sexy, de tela fina, muy holgado y con estampados de Minnie Mouse hasta en el trasero. “Total, no cuento que vayan a follarme hoy” Pensó decepcionada mientras se quitaba el vestido y ropa interior, y se adentró en la habitación con él en la mano en busca del lavabo donde le dio un repaso a la mancha con agua y jabón. Aprovechó para mear y darse una ducha rápida.

Desempañó el cristal con la mano para verse la cara mientras se lavaba los dientes, fijándose en sus tetas y retirando un par de pelillos al lado del pezón derecho. Pensaba que la ducha le bajaría el calentón pero quedó plasmado que no cuando salió del lavabo desnuda sólo armada con el vestido en el brazo y una bocanada de aire frio le hizo poner la piel de gallina y congelársele el coño que llevaba rato palpitando y remojado en flujo caliente. Escasos segundos después se adaptó a la temperatura con alivio.

Normalmente dormía con bragas por higiene pero en su estado prefirió vestirse sólo con el pijama puesto que, a todas luces, iba a darse una autosatisfacción, y ¿Para qué perder el tiempo?

No tenía a su novio, no tenía ningún amante a mano. Su portátil, secuestrado. Se dejó su juguete en casa. “Mierda” Pensó, teniendo que conformarse con la minúscula pantalla del móvil. Iba a llamar a su novio para un rapidín por videoconferencia pero lo último que le faltaba era despertar a la niña por hacerse una paja, así que buscó una página conocida, eligió un video de su agrado, dejó el móvil en la cama apoyado en una caja de pañuelos que luego le harían falta y se recostó con la almohada en el cabecero abriendo bien las piernas. “Ya está amiguito” Se decía a sí misma metiendo la mano por el pantalón sin quitar ojo a la pantalla en la que una rubia perfecta se follaba a uno de sus actores preferidos de los 80.

No tenía prisa, quería disfrutar del calentón e intentar ver un buen rato de película, por lo que evitó el clítoris. Rozaba los pelos del coño, acariciaba los labios, sólo pasaba por encima del clítoris para decirle “Estoy aquí, no me he olvidado de ti”. Se metió un dedo primero, luego otro sin ninguna dificultad y empezó a salivar. Sacó la mano para ayudar a la otra a servirse un botecito del minibar que había dejado estratégicamente al lado suyo y al abrir el pantaloncito de Minnie subió una bocanada de aroma a coño muy muy intenso.

Le costaba ver la pantalla por la borrachera que llevaba, todo le daba vueltas y el cuerpo le ardía. Ese último trago de lo que rezaba ser un mojito pero fijo lo había mezclado el mismo mejicano que le subió los trastos acabó de rematarla. Volvió a meter la mano bajándose con el pulgar parte del pantalón y se clavó dos dedos de golpe, agitándolos en su interior. Su otra mano tiró el vaso de chupito vacío por la cama y se agarró a una teta. Alina oía más sus flujos resonando con los dedos que la propia película. “Lo que daría ahora porque me follaran como a una perra” pensó metiéndose un tercer dedo y con el pulgar acariciándose el clítoris, y tirando fuerte del pezón.

Llamaron con los nudillos a la puerta. Primero se cabreó por el corte pero luego cayó en la cuenta. “Mira tú por dónde, al final no va a ser maricón” Pensó recomponiéndose la ropa y yendo hacia la entrada, teniendo que volver antes de abrir porque se había dejado el móvil con la porno puesta.

Abrió la puerta más contenta, roja, despeinada, mal vestida y apestando a perra en celo de lo que hubiera deseado como mujer honrada pero todo prolegómeno en su estado ya era mero trámite innecesario y esos detalles, minucias.

Su sorpresa fue mayúscula cuando quién estaba frente a ella no era Santiago, sino Severino y una borrachera de cuidado.

-          Hola, no sabía si te encontraría dormida ya.

-          No, pero poco me faltaba...iba ya a dormir- Dijo cerrando poco a poco la puerta. Él la aguantó con la mano

-          Ya...ya veo...me gusta más el pijama que...que el vestido....jeje- Se le escapó un eructo que atufaba a Martini

-          ¿Querías algo Seve?-Preguntó con impaciencia Alina, deseosa de que se largase por si venía Santiago o para acabarse la paja.

-          Charlar unos minutos tomando una copa, si no te importa. La Loli se ha ido a dormir ya y no me dejará saquear el minibar en mi estado.

No preguntó, directamente abrió del todo la puerta y Alina tuvo que echarse atrás para que entrase sin arroyarla.

La habitación olía a coño, hasta ella lo notaba, y Severino pareció desperezarse al olerlo. Sonrió lascivamente.

-          ¿No te quedará alguna botellita de Martini?- Preguntó haciendo que retrocediese más y cerrando la puerta.

-          No sé, sírvete tú mismo.- Desistió, dejándole a su aire. Deambuló hasta la cama donde vio las sábanas revueltas, el móvil, las toallitas, la botellita y vasito tirados.

-          ¿Interrumpo algo?- Preguntó pero sólo le faltaba afirmarlo con certeza.- Anda, sírveme tú que yo no distingo unas de otras

Alina pasó a su lado hacia el minibar colocado en una pequeña mesita de madera que le llegaba a la altura de la cintura, lo abrió, rebuscó entre las botellitas y sacó una de Martini. Encima del aparejo estaban los vasitos de chupito; estaba llenándolo a la velocidad que le dejaba la minúscula embocadura cuando notó una mano en el trasero.

-          ¿Qué haces Seve?- Preguntó ofendida

-          Te hemos echado de menos en el laboratorio estos meses- Le dijo quitándole el vasito y dándole un sorbo- Yo sobretodo. Si te soy sincero antes de que te cogieras la baja tenía pensado darte un aumento y subirte el cargo a responsable de área, pero ya no me dio tiempo.- Le acariciaba el brazo hasta el cuello donde encontró carne. Estaba muy rojo por la bebida

Sabía que Severino era un cachondo con las mujeres en general y con ella en particular. Si en esta nueva era no recibió ninguna denuncia por acoso laboral fue, en primer lugar, por la considerable nómina de los empleados, en segundo por los pluses que de buena cuenta alguna se llevaba por “horas extra” con el jefe, y de tercero porque todas las chicas de la pequeña empresa eran de una quinta en la que esas tonterías de jefe machito se toleraba por ser con lo que habían crecido y, todo sea dicho, prosperado.

-          Venga jefe, tira para tu habitación que ya es tarde....

-          ¿Ya me echas?- Le dijo alargándole el vasito y haciéndole señas que lo rellenase. Ella se giró y volvió a rebuscar. Su jefe le volvió a tocar el culo pero esta vez se calló, presa del morbo, el alcohol y la excitación que aún tenía.- Yo que venía a ver si querías el puesto...- La mano pasó a encontrar carne en la cintura

-          Seve...esa manita

-          ¿Es que te gustaría más la de Santi? ¿Qué te crees que no os he visto tontear ahí abajo?

-          ¿Está prohibido o algo?- El brebaje caía casi gota a gota, como queriendo que ella estuviera dándole la espalda el máximo tiempo, que aprovechó para acariciarle el estómago y ombligo

-          Para nada pero contaba que una mujer casada como tú no perdería el tiempo tonteando con chavales. Más que nada que me hace dudar de mi decisión- Dijo apoyando su bulto en las nalgas.

Por lo que pudo notar tenía un miembro considerablemente grande y gordo, más de lo que imaginaba podría tener un hombre de su estatura y constitución.

Alina dejó a un lado el vasito de Severino que cogió con rapidez y se lo bebió de igual modo. Para seguir con el momento sacó una de ese mojito rancio y se la empezó a servir para ella.

-          Vaya ¿Y si me interesase el puesto? ¿Qué debería hacer para seguir teniendo tu confianza?

-          Nada, nada en especial

Severino subió la mano del estómago hasta el pecho agarrándolo primero suavemente, y al no recibir negativa apretó con más fuerza. Metió la otra mano por el otro costado y agarró la otra. Pellizcaba ambos pezones y frotaba su bulto. Alina notaba sus flujos caer a goterones por sus pelos hasta sus muslos. Con el manoseo de las tetas se había ido recostando cada vez más en el mueble que tenía el minibar. Ardía en deseos de meterse la mano en el coño y mucho tuvo que reprimirse para no hacerlo. Su jefe se le apoyó en la espalda y le comenzó a dar mordiscos en la oreja.

-          ¿Nos vamos a la camita?- Le susurró

-          A la camita voy con mi novio...- Respondió con sutileza.- Tu venías a subirme el puesto ¿no?

Severino no era tan tontorrón como Sebastián y entendió su oferta. Dejó de tocarle las tetas para levantarle y quitarle la parte de arriba del pijama tirando sin querer al echarla al suelo varios vasitos que no se rompieron de milagro. Besaba su espalda encorvada encima del minibar y la acariciaba con una mano y a la vez con la otra se iba desabotonando la camisa. Cuando acabó de abrírsela llevó ambas manos a las caderas y le fue bajando el pantalón para descubrir que no llevaba nada debajo, excitándole más si eso era posible. No pudo resistir la tentación producida por su culo grandote y blanco y por el intenso olor a coño que emanaban sus partes, se puso de rodillas y empezó a darle lengüetazos en el trasero, apartando sus nalgas para llegar hasta el ano y más abajo, su delicioso y empapado coño.

Le comía el coño con fruición, deleitándose en cada lengüetazo que se metía entre sus labios o rozaba el clítoris, recogiendo con su cálida lengua los flujos que salían a borbotones. A Alina sólo había una cosa que le gustase más que le comieran el coño, y era dormir ocho horas del tirón...y en aquel momento tuvo sus dudas. “Mmm qué ganas tenía....” Se decía a sí misma.

Estuvo unos minutos dándole lengua entre el coño y el culo metiendo uno y dos dedos según le daba el venazo. Alina gemía de placer, no muy fuerte porque no quería que sus vecinos, compañeros suyos, se enterasen de cómo se ganaba el sueldo.

Severino dejó de comérselo, se puso en pie detrás de ella y pudo oír cómo desabrochaba el cinturón y la bragueta.

-          Qué rico tienes el coño...-Le susurró mientras notaba movimientos de su mano forcejeando  entre los pantalones con el paquete bien pegado a su trasero, aunque más le hubiera valido apartarse y sacársela como Dios manda. Total, ella no iba a ir a ningún lado- Y no creo que lo tuvieras así del pequeño magreo que te he dado en dos minutos...no...- Le mordió la oreja cuando por fin liberó la polla del pantalón y se la dejó entre las nalgas para que notase el pedazo de carne duro y caliente que tenía, a todas luces el más grande que había notado nunca- tú estabas así porque querías follar con el Santi...-Restregaba la polla por el trasero haciendo que ella se encorvase más presa del ansia de que se la metiera. Una mano se enganchó en las tetas pellizcándole los pezones y la otra bajó a la entrepierna a sobarle el clítoris- ¿A que sí?- Le volvió a morder la oreja y ella asintió levemente lamiéndose los labios de morbo- ...Pero dilo, dilo...-Le exigió.

-          Sí....-Suspiró ella

-          ¿Sí qué...? ¿Qué querías?

-          Que...que...

-          ¿Que qué? ¡Dilo!

-          Que me follara....que me follara toda la noche.- Los dedos masajeaban con exquisitez su clítoris casi llevándola al orgasmo

-          Vaya putada...pues lo tengo con los cojones pegados a otra labor, lo siento. Hubieran estado mejor aquí bien pegaditos no lo dudo- Susurraba separándose de ella y dejando de sobarla. Se volvió a agachar y Alina notó de nuevo la lengua en su coño y las manos forcejeando el pantalón del pijama que se había quedado anudando los tobillos. Ayudado por él se liberó una pierna, que su jefe levantó para que pusiera la rodilla encima de la mesita. Le dio otro lametón y se volvió a levantar, esta vez dejando dos dedos en el coño, entrando y saliendo, y el pulgar jugueteando en su trasero

Alina se moría de placer. El coño le palpitaba y chorreaba, solo deseaba que la jodieran. Oyó a Severino escupir y frotar, y no pudo imaginar para qué necesitaba lubricar más su polla si su coño abierto por el parto y lubricado como un tobogán de agua podría albergar la polla de un caballo sin demasiado problema. Echó la vista atrás como pudo llevada por la intriga y entre la barriga cervecera y su trasero vio la polla más grande y gorda que jamás hubiera visto, digna de un actor porno, y eso que no se había ni bajado los pantalones y sólo la tenía fuera por la bragueta. La pilló mirando con desesperación y volvió a pegarla a su trasero bien mojadita en saliva.

-          Querías que te follara....Querías que te follara...-Repitió volviendo a amasarle las tetas y a besarle y morderle la oreja. Sacó los dedos del coño y se acarició la polla dejando que todo el largo se rozase contra el vello y los labios, añadiendo el flujo a la lubricación que se había dado- ¿Ya sabe tu novio que eres así de puta? Pues mira estás de suerte, dudo que Santi tenga una así a mano- La frotó y ella por instinto movía el coño buscando que la penetrase de una vez

No se hizo esperar mucho más. Con un diestro movimiento de cadera insertó la punta del capullo abriendo todo lo que podía y más su interior. Abrió los ojos y apoyó los codos en la mesita de tanta sensación de presión, preparándose para lo que esperaba una dolorosa entrada. Severino se irguió y agarrando su trasero para levantarlo y que estuviera lo más perpendicular posible empezó a meterla. Alina aguantaba la respiración notando cada centímetro de la larga polla que le iba entrando. Sentía muchísimo placer y presión, pero por suerte no dolía. Cuando se sintió llena por completo y se empezó a relajar para darse de nuevo al placer Severino la sacó de su ensimismamiento

-          Venga, que sólo queda la mitad- La sacó y volvió a meter con algo más de rapidez y unos pocos centímetros más.

“Uff..uff.uff...” Respiraba galopante ella. Otra vez, retirada y embiste con más penetración, Alina no podía más de presión en su interior, le costaba respirar incluso para gemir o gritar y tenía sudores fríos por la espalda. Otra vez más. “Dios me va a matar” Pudo pensar en los pocos segundos de tregua cuando notaba vaciarse por dentro. Llegaba a notar cómo la punta del capullo se restregaba contra el cuello del útero. Otra vez más se la volvió a sacar y meter otro par de centímetros que no lograban traspasar a su útero y hacían que la punta apretase con fuerza su zona más sensible

-          Ale, ya está- Dijo deteniéndose.- Por eso me gustan las mamás, no tengo que atarme una toalla en la polla para follar. ¿Te gusta eh?- Alina asintió con la cabeza cerrando los ojos

Cuando se hubo acostumbrado a ese tamaño de polla Severino apretó con tanta fuerza su culo que le clavó las uñas. Empezó un lento vaivén, Alina la oía entrar y salir de ella por segundos. Poco a poco fue acelerando el ritmo hasta que se dejó llevar y la empezó a joder con ansia

-          ¡Para!...¡para!-Suplicaba ella entre gemidos y gritos. La mesa se tambaleaba a cada penetración chocando con la pared y ya poco le importaba que la oyesen.- ¡Me...me...duele!

No era dolor lo que notaba. Era una sensación entre agradable y molesta cada vez que el glande le apretaba y rozaba el cérvix;  Le subía un calambrazo por la espalda que se repartía a brazos y piernas, cruzaba el espinazo y moría en su nuca, oídos y frente. Podía oír sus propios latidos acelerados de tanta sangre acumulada y de trasfondo a Severino diciendo “Qué coño, madre mía, qué coño”, dejándose llevar y follándola tan fuerte y rápido que tiraron todos los botellines y vasos del minibar junto a la lámpara, que al caer dejó una lúgubre iluminación en la estancia. La agarró del pelo tirando hacia él.

La sensación continuó y aumentó, dándole cada vez más placer que a diferencia del clítoris se extendía por todo el cuerpo. Gritaba pero no podía oír su propia voz, sentía tanto placer que iba a perder el sentido. “Me estoy corriendo” Pensaba pero no lo tenía muy claro, era un orgasmo mucho más placentero y extendido a los que estaba acostumbrada y no cesaba  como cuando le palpitaba el clítoris al acabar. Notó calor en su espalda y de nuevo la boca de su jefe en su oreja

-          ¿No querías polla?- Dijo, y ella asintió como pudo por tanto placer- Debiste elegir cama- Le susurraba sin dejar de joderla.- Yo solo venía a darte el puesto a cambio de una mamadita...y mírate.....mmmm....me voy a correr...mmm ¿Quieres que te preñe eh?

Se quedó muy quieto bien dentro de ella soltando todo lo que tenía dentro. Alina pudo por fin respirar y relajarse cuando la retiró al poco, quedando casi inconsciente del largo y continuo orgasmo.

Severino la dejó desnuda cayendo de rodillas frente a la mesita con las piernas abiertas y chorreando semen entre ellas, cogió un par de toallitas de la cama para limpiarse la polla y se fue diciendo que su mujer podría pensar mal si tardaba mucho más en volver. Añadió que el puesto era suyo, que se lo había ganado, y que ya harían números en Barcelona.

Alina se arrastró como pudo a la cama descompuesta, no era capaz de caminar ni de cerrar las piernas y aún tenía taquicardias del tremendo orgasmo que le había dado aquella polla. Tenía a su novio, ha tenido varios amantes y muy buenos, pero nunca antes con un solo orgasmo se había quedado tan molida. Miró el reloj del móvil, apenas llevaban media hora follando pero se le había hecho una eternidad. Observó su pijama por los suelos y el destrozo del minibar. “Mañana será otro día” Pensó y sin llegar ni a taparse bien con las sábanas se quedó profundamente dormida.

A la mañana siguiente se despertó por unos repiqueteos en la puerta. Con la boca seca de haber dormido babeando, un escozor tremendo en la entrepierna y dolor en todo el cuerpo cogió y se puso como pudo el pijama y se acercó a la puerta quitándose con el dedo una legaña como un portaaviones que le impedía abrir el ojo izquierdo. Entreabrió la puerta y allí estaba Santiago, el informático.

-          Hosti, no sabía que estabas dormida aún....son las doce y media ¿No has ido al buffet a desayunar?- Preguntó, y ella con una mueca de “¿Tú qué crees?” le negó. – Venía a traerte esto- Le entregó el maletín del portátil.- Ayer Seve me hizo trabajar hasta tarde en una mierda para hoy y cuando lo acabé y vine...a....verte....a....dártelo....estabas con compañía y no quise molestar

-          ¿Te enteraste?- Preguntó ruborizada

-          Yo y todo Madrid...- Respondió con sorna.

Alina aleteó la mano para que se fuera y la dejase morirse, pero sonriendo. Él se fue haciéndole una reverencia. Antes de cerrar la puerta una compañera abrió la de al lado donde daba la mesita, con cara de malicia y una risita de imbécil que no se aguantaba. Ella le devolvió la risita y cerró pensando para sus adentros. “Sí, tú ríete pero mañana seré tu jefa”