El congreso: el segundo día.

Otra aventura.

EL CONGRESO: EL SEGUNDO DÍA.

Dormí estupendamente. Pensé que no iba a poder. Que mi conciencia no me iba a dejar. Todo lo contrario. De un tirón. Por la mañana aún tenía cosquillitas en mi coño. Ya no era mi vagina. Ni mi sexo. Era mi coño, pensé mientras me peinaba desnuda mirándome en el espejo.

Me vi radiante. Algo molesta por detrás. Dolorida no, solo molesta. Un par de pequeños moratones en el pecho izquierdo.

-. Parece que no se lo pasó mal con mis tetas, aunque se lo pasó mejor aquí debajo.

Por cierto, no llegue a tocarle lo suyo. No le cogí su pene. Ahora que lo pienso, me hubiera gustado”.

Boba. Cursi. Lo que hay que decir es que no le cogí la polla. No palpé el rabo que me metió y que me dio tanto placer.

-. Me he perdido el “pollón” que me dejó el coño irritado y llenó de leche, dije en voz alta riéndome y poniendo voz de tragedia. Eso sí… me he hartado de acariciar sus huevos. Lo uno por lo otro.

Durante la primera ponencia aún tenía ese maldito hormigueo y esa sensación de humedad entre mis piernas. Y esas molestias en mi trasero… Que todo hay que decirlo.

En ese momento vi a la del traje. La más “seria”. No paraba de moverse en la silla. Solo pude pensar que “o almorranas o a esta también la han dado bien dada por el culo, como a mi anoche”.

Menuda bobada. Sí, pero no pude evitar reír. Contuve la risa y bajé la cabeza para que nadie se diera cuenta.

No entiendo por qué me resultaba tan gracioso. Pero me la imaginaba trajeada, con ese respetuoso y formal traje chaqueta, con su cara de señora seria y responsable, de gran ejecutiva, sin pestañear mientras la colocan a cuatro patas, con el culito bien puesto para arriba, como yo anoche… Y gimiendo al recibir esos suculentos pollazos… Eso sí, sería e impasible. Sin cambiar de cara.

Aunque... a lo mejor de seria no tiene nada y es toda una loba en la cama…

Por cierto ¿Y Rocío, la “Secre” discreta y amable de mi “maridito”? ¿Gritará? ¿Soportará en silencio los ataques de Luisito?. Me la imagino apoyada en la mesa, y Luis por detrás pim, pam… ¿O no?. ¿Cómo se la follará ese cabronazo?…

Por un lado no quiero, pero por otro no me resisto a imaginar cómo lo harán. En su hotelito secreto... No. Luis es muy tacaño. Y el sueldo de Rocío tampoco permitirá esas alegrías... Será en su casa. En su cama…. Con velitas… Todo romanticismo… Besándola, acariciándola, desnudándola lentamente...

¿Y por qué no a lo bestia?… Si, como en las películas, arrancándola la ropa, sobándola los pechitos… tirándola encima de la mesa y abriéndola las piernas a lo bruto... El frenesí total, comiéndola a besos, arrancándola la ropa, sobándola como un loco, tirando los papeles al suelo…penetrándola con fuerza, levantándola del suelo con cada embestida, haciéndola gritar...

No. No lo creo. Mi Luis ni tiene imaginación ni “poderío” para eso…

A lo mejor ella sí. Las apariencias engañan. Puede ser morbosita la niña... Tiene un buen tipín. La lencería la tiene que sentar como un guante. Algo tendrá para haber seducido a luis.

O no. O es al revés. Ha sido mi Luisito el que la ha conquistado. El encanto del hombre maduro. Sensato. Sabio… La fascinación de las jovencitas por los hombre mayores… O a lo mejor no hay nada de nada. Con esa diferencia de edad puede ser solo sexo puro y duro. Luis a su lado no es más que un viejo verde. El acoso. La intimidación del jefe…

No sé… Pero el caso es que mi Luisito se la está calzando. La está dando lo que me quita a mí en la cama… y esa puta se lo está pasando en grande.

No bueno puta, no. Si, qué demonios. Una grandísima puta…

No. Las dos nos hemos acostado con hombres casados. Que bien clarito lucía el canas el anillito de casado. Y sabía que yo también lo era. Y bien que lo disfruté. Y no me sentí puta en el peor sentido de la palabra. Todo lo contrario. Disfrute como una loca…

No sé si Rocío pensará lo mismo. O si disfrutará también como una loca.

Como disfrutaba yo de novia con Luis cuando me la clavaba como un campeón en los asientos de atrás del coche… O me llevaba a cines de barrio... No se me olvidará jamás...Cómo me sobaba... cómo me calentaba y cómo empezó a tumbarme en el suelo, entre las butacas y me dejaba el cuerpo para el arrastre…

Eso sí era jugar al Tetris… Era súper divertido. El precalentamiento. El decir que no aunque me estuviera muriendo de ganas por decir que si, por agarrarle la mano y llevármela al coñito… En pedirle que me follara… Pero sobre todo en enseñarle a soltar el sostén el corchete del sostén de una vez… No puedo evitar reírme. ¡Qué torpes son los tíos con los sujetadores!.

Eso si eran mete-sacas y nunca mejor dicho. El súper calentón de Luis después de estar media hora morreándome y sobándome los pechos de mil formas. La emoción de bajar la mano a mi entrepierna. El retirársela. Si, aunque lo deseara, tenía que retirársela tres o cuatro veces... Hasta hacer que cedía vencida. Luego todo contento por su victoria,  a tumbarme en el suelo. Nunca se daba cuenta de que cuando por fin me metía los deditos tenía el coño empapado. Claro que tampoco reparaba que después del primer día, en cuanto me decía mañana vamos al cine, yo me ponía faldas.

Empezaba a colocarme. Con mis pechos desnudos, las bragas por las rodillas y él subido encima de mi como podría. Sentir su polla aplastada en mi tripa. Dura. Durísima. Y separar las piernas todo lo que podía para que entrara en mí. Una auténtica lucha.

A veces no le daba tiempo a nada. Acercarla y nada más sentir mis “pelines”, casi sin penetrarme o solo a la primera embestida: zas. El semen salía disparado. Me mojaba toda la barriga o todos los muslos… según tocara... Pero no me importaba. Me gustaba. Caliente. Espeso… Era delicioso…Me hubiera gustado que me lo hiciera en los pechos o en la cara, pero no me atrevía a pedírselo… Muchas veces lo he pensado.  Tal vez no fuera el mejor sexo, pero si el más divertido.

Aún tengo las marcas de las cascaras de pipas clavadas en el culete.

Y el pensar en esos dos follando en vez de enfadarme me está poniendo lo de bajo incandescente. Va a ser verdad que el sexo está en la cabeza…

Rozo los mulsos… Me gusta. Si coloco la carpeta sobre las piernas… A ver… Miro a la derecha… nadie. Miro a la izquierda. Y adelante. Una sola caricia entre las piernas y tiemblo. Ummm. No me lo creo... creo que me estoy corriendo un poco... Aguanto la respiración. Disimulo. Procuro no moverme. Noto los pezones tensos. Duros. Voy a llegar...

Le busco en la sala. Le veo muy a lo lejos. Si pudiera me levantaba y se lo decía: Me encantaría que me follaras ahora mismo. Joder que guarra que me estoy volviendo… Voy a parar... o no respondo de mi...esta vez no creo que pueda controlarme tan bien como antes.

Me concentro en la conferencia.

Imposible. No puedo dejar de pensar en Luisisto y en Rocío. Por un lado me apetece venganza… Si, él me pone cuernos yo también… Pero… No. No es eso lo que busco. Ni lo que me apetece.

Después de la primera noche en vez de culpable me siento… no sé cómo decirlo… más excitada, más mujer…

Tengo que reconocerlo. No lo he hecho por venganza, por despecho. He sido infiel porque me ponía el hecho de serlo, y ahora lo que realmente me apetece es regalarme a un señor. Y si es a uno al que mi marido odiaría, mejor. Me ha gustado el sentirme totalmente diferente en unas manos que sólo van a poseerme una noche. Me ha vuelto loca el perder el control con una persona con la que se supone que no debería descontrolarme.

Aplausos. ¡Por fin!. La primera pausa. Ahora mismo me levanto y como pueda me hago la encontradiza. Este termina en la habitación. Aunque sea le agarro de la corbata y me lo llevo a rastras.

Camino por la sala como sonámbula, distraídamente, deseando que no se note demasiado dónde voy y a quien voy buscando. Cada paso que doy me noto más húmeda.

Un saludo. Un “tómate un café con nosotras”… Las chicas del grupo de trabajo del primer día. No sé cómo me voy a librar de ellas.

No sé ni de qué hablan. Digo a todo que si pero mi pensamiento está en otro sitio. Y de repente, un teléfono que suena. Una breve discusión. Cuelga indignada. Es su marido… Que se enfada porque ella está en el congreso… que él piensa algo así como que su mujer solo ha venido a liarse con otros, a “pendonear” y que está que arde.... No soporta su enfado. Su desconfianza, su mal humor. Y ella que reprocha su machismo, sus absurdas sospechas...

Hay diversidad de opiniones. No me interesa. Las frases de las asistentes no me importaban lo más mínimo, pero me escucho diciendo que mi marido Luisito no creo que esté preocupado, estará tirándose a su Secretaria.

Me hubiera matado yo sola. La he cagado, pensé. Verás ahora…. Y todo lo contrario. Mi frase pasó de las risas de unas a la indiferencia de otras… y como no, a las reivindicativas…

-. Más tonta eres, haz tú lo mismo… pues anda que no hay tíos buenos sueltos por aquí… Y otras que asienten dando a entender que ellas lo saben muy, pero que muy bien.

Y la gallega que se agarra las enormes tetas: “esta carne no se puede desperdiciar”… Y las risas y miradas cómplices entre ellas.

Un nuevo rumbo en la conversación. Ahora pasamos a las risas, a los chistes de maridos engañados, de hombretones que solo lo son de palabra, de los que presumen y no duran ni un minuto...

Esto se está poniendo interesante. Ahora si me interesa...

Visto y no visto: el intercambio de anécdotas, de cotilleos, de teléfonos móviles que te dan direcciones: Espectáculos, ligoteos, Boys, hotelitos discretos donde ir con ellos...o dónde encontrarlos... Si, se sabían ¡hasta dónde había putos!...

Me reía con ellas. Me divertía. Alucinaba. Aquello no estaba mal. El grupo era muy divertido. Consiguieron que me olvidara de mi entrepierna.

Hasta que volvieron al “tema”... Las miradas cómplices, pícaras...El ultimo día... la gran fiesta en el hotel, y después, la escapada... Si... la leyenda verde... Era cuando muchas desparecían y se iban de fiesta... a discotecas... o a las  habitaciones... o a darse algún caprichito... Si te apetece venir... Si tonta, únete al grupo...

En ese momento sonó el timbre. La segunda ponencia... Salvada por la campana.

No le vi hasta después del coctel que daban antes de comer. Ni caso. Ni me saludó. Como si no me conociera.

Pues yo tampoco. Me puse a hablar con las del grupo de trabajo. La gallega me dio unas páginas web anotadas en un papel. Salas de fiesta interesantes, dijo. Solemos ir tres o cuatro chicas... nos hace falta una para el taxi. Y me guiñó un ojo.

Fui al baño. Un empujón por detrás. No le vi. Podía haber sido cualquiera. Pero sabía que era él. Su olor... Era él. Ni hola. Sus manos directas a mis tetas. Y su boca en mi cuello. Le dejé que me sobara. Llevaba todo el día deseándolo. Me excitaba su forma de tocarme por encima de la ropa.

Sentía su bulto entre mis nalgas… Una de las manos ascendió por detrás, me levantó las faldas y se metió entre las bragas tocándome las nalgas. Bajó por el medio. Desde atrás me tocaba el coño. Me masturbaba. Apoyé las manos contra la pared. Empujó las bragas hasta casi medio muslo. Pensé que me iba a follar. La sola idea hizo que me corriera un poco.

Me di la vuelta cuando él quiso. Abrió la blusa de par en par. Agarró los tirantes del sujetador y tiró de ellos hacia abajo. Volvió a sacarme las tetas. Las miro sonriendo. Me las levantó y jugó con los pulgares en mis pezones. Respondieron rápidos. Como si le estuvieran esperando. Hacía círculos recorriendo mi aureola. Y “el botoncito” se ponía… Ufff.

Fuera todo...

Me hizo sentar en la taza del W.C. Tuve que quitarme las bragas pagar poder sentarme. Me las “arrancó” de la mano y se las guardó.

Arrogante se desabrochó la bragueta. Allí le tenía. Delante de mis narices. Un pene durísimo. Desafiante. Me apuntaba amenazador. Ahora a plena luz, le examiné. Y le cogí. Le acaricié. Retiré la piel del glande con suavidad. Palpé sus venas.

No era gigante. Algo más grueso que el de Luis sí. Tal vez un par de centímetros más grande. Como mucho. Lo que si seguían llamándome la atención eran sus enormes cojones. Sin pelos. Ni uno, estaba depilado del todo. Miré hacia arriba como preguntándole  y ahora qué. Y tuve respuesta. Su mano en mi nuca acercó su rabo a mi boca. No sabía que hacer. Le di un besito.

-. Nunca he hecho…

-. ¿No has chupado una polla? Preguntó en un tono de voz tranquilo, paternal. Sin burlarse.

Claro que había chupado un pene. El de Luis. Pues anda que no le gustaba poco. Lo que no había hecho nunca era una felación en unos baños públicos. Allí, donde pudieran sorprendernos...

-. No te preocupes, ahora vas a  aprender….

Ni me molesté en explicarle ni en contestarle nada. Me dejé llevar.

Lento, pero seguro de sí mismo metió su pene en mi boca y me fue indicando como hacerlo… Lamerla, chuparla, succionar… Guio mi mano para que mientras mi boca lamia su pene, acariciara sus enormes testículos… los mismos que con tanta curiosidad había lamido por la mañana.

-. Suave, despacio… los huevos… ahora la polla… cómetela… con ansia…así… muy bien… sigue…

Me dejé “enseñar”. Me daba igual.

Su respiración se iba agitando. Mi sexo humedeciendo. El suyo cada vez más duro.

De vez en cuando, la mordía. Sin apretar claro. Solo para sentir su dureza. Pero luego se la lamía con dulzura desde la base hasta el final. Y dejaba que la punta de mi lengua jugueteara con su capullo.

Me sujetó la cabeza y empujó. Me ahogaba. Hacía que casi me entrara entera. Alguna arcada. Me la metía hasta la campanilla… Y de repente se puso muy rígida. Sus manos agarraron con fuerza mi cabeza sujetándola por las sienes.

Sabía perfectamente que aquello iba a explotar. Que se iba a correr en mi boca. Traté de prepararme como pude.

Un espasmo. Y algo caliente y viscoso me inundó. Abundante. Cremoso, pero áspero. Me ahogaba cuando empujaba a tope. No me dejaba casi tiempo para tragarlo. No me dejó retirarme. Casi vomito. Tuve que chupársela hasta que su pene se fue lentamente desinflando…

Acababa de estrenar mi boca. La primera vez en mi vida que lo hacía a un hombre en un sitio así. Y encima me tragaba “obligada” todo su semen.

A mis cuarenta y… años… madre de dos hijos… casada desde los veinte… y como una vulgar mujerzuela haciéndole una felación a un desconocido en un baño público… Toda mi vida por el retrete… precisamente por el retrete, nunca mejor dicho. Como para echarse a llorar ¿verdad? Pues no. Todo lo contrario. No sé qué pensé, pero en vez de eso, lo que hice fue meter mi mano entre las piernas. Me apetecía. No podía aguantarme más. Me sentía más viva que nunca. Estaba mojadísima. Y tuve que masturbarme otra vez mientras me miraba sonriendo arrogante y chulesco.

Menuda estampa. Allí, en la taza de un wáter, con su sabor en mi boca, con las piernas abiertas y mi mano moviéndose como loca, metiéndome yo sola los dedos. Y mientras la otra mano jugaba con mis pechos, retorcía mis pezones...  Tratando de ahogar mis propios gemidos… Si… mis gemidos. Porque me estaba corriendo como una adolescente. Y él mirándome engreído, jugueteando con su pene flácido.

Se colocó sus pantalones y se fue dejándome allí prácticamente desnuda. Excitada, con ganas de más. Me arreglé como pude.

No fui ni a comer ni a la tercera ponencia. Subí a la habitación sofocada. Jadeante. Cada paso que daba me ponía malísima, solo el roce de los muslos desnudos me recordaba que no llevaba bragas y me excitaba más aún. No digamos la caricia de la blusa con los pezones...

Sé que él no tardaría en llegar. Me desnudé y me tumbé en la cama para esperarle. Abrí obscena las piernas. Mi mano volvió a internarse entre los muslos. No era suficiente. Necesitaba más. Un candelabro. Una gruesa vela envuelta en el gorro de ducha del hotel.

Precipitada. Rápida. Impaciente. Parando y escondiéndolo al menor ruido, cuando creía oír pasos por el pasillo… Al menos que no me pille así. Mordía almohada cuando me corría una y otra vez, sin importarme nada. Sin importarme que la puerta no tenía puesto el cerrojo y que lo mismo que podía entrar él podía entrar cualquiera... Incluso el chico del servicio de habitaciones...

-. Me da igual... seré del primero que entre...

Ahora vendrá, pensé.

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