El confinamiento con mi nuevo compañero de piso II

Primeros días de confinamiento, en casa, todo el día en gayumbos...

16 de marzo de 2020

Ya hacía dos días que estaba en funcionamiento el estado de alarma. Diego y yo nos habíamos tomado estos días como unas pequeñas vacaciones, aunque era raro ver las calles de la ciudad tan vacías. Era como un episodio de

The Walking Dead

.

Nos dedicamos a jugar a la

Play

, a ver alguna peli o serie. Comíamos de lo pillábamos de la nevera o de la pequeña despensa. Latas de conserva, patatas de bolsa, huevos fritos, y alguna verdura al horno, que se hace fácil y así no te sientes tan culpable de comer mierda.

A mí, la parte que más me gustaba era que Diego estaba casi todo el rato en calzoncillos. Yo también, por solidaridad. Llegó un momento en el que me acostumbré y dejé de mirarle todo el rato la polla. Pero al principio reconozco que me costaba estar los dos sentados en el sofá, prácticamente desnudos, y él con esa herramienta entre sus piernas. No me creo que no se diera cuenta de lo cachondo que me ponía.

  • Podríamos ir a comprar al hiper para tener para unos cuantos días, qué te parece? -Le dije a Diego.
  • Ah! Pues sí, pillamos el coche y nos acercamos por la tarde. Además, se nos están acabando las birras.
  • Sí, que no falten las birras. Iré pensando en cosas para comprar...

En el viaje hacia el hiper me sorprendió con una pregunta:

  • Oye, a ti te mola dar masajes?
  • Eh… masajes? Sí, no sé… -Cada vez flipo más con Diego!
  • Sí, de espalda y piernas…
  • Bueno, sí, sé un poco, pero no esperes que sea un virtuoso
  • Es que, verás… normalmente iba al gym, pero si vamos a estar confinados, tendré que hacer ejercicios en casa. Y después del ejercicio estoy acostumbrado a un masaje. A ti no te importaría?
  • No, yo te lo hago, pero no sé si sabré suficiente…
  • No te preocupes, yo te diré por donde has de pasar las manos…
  • Eh… sí, tú me indicas...

Diego soltó una sonora carcajada. No me podía dejar de sorprender de cómo de directo era mi compañero. No sabía si me estaba vacilando todo el rato y si me estaba poniendo su polla en bandeja. Yo no podía tener la polla más dura en ese momento.

Llegamos al hiper, cogimos comida y cerveza para parar un tren. Llegó un momento en que se separó para buscar algo. Unos minutos más tarde aparece con una botella de aceite

Johnson

. Me quedé boquiabierto.

  • Esto va de puta madre para los masajes. Ya verás, si te portas bien yo te daré uno a ti también.

No podía articular palabra. Este hombre me hacía tener la polla dura todo el rato. Estaba deseando llegar a casa y darle un masaje, y chuparle la polla, y el culo, y hacer todo lo que él me pidiera.

Cuando llegamos a casa y guardamos las compras rápidamente se quedó en gayumbos, se sentó en el sofá y encendió la consola.

  • Trae unas birras cuando vengas!
  • Vaaale!

Normalmente me molestaría esa actitud, pero a él le perdonaría todo. Estaba deseando estar sentado a su lado mientras él jugaba a la consola. Era el

Red Dead Redemption

2

. Una especie de

GTA

ambientado en el

Far West

. Entre diversas escenas, me llamó la atención un campamento en el que dos vaqueros estaban echando una siesta.

  • Cómo mola este juego, no? Qué realista!
  • Sí tío, está tope de currado.
  • Es muy inmersivo.
  • Ya ves! Te imaginas estar ahí en el campo tumbado, con la tienda, el fuego y todo? A lo

Brokeback Mountain!

  • Y se echó a reir mientras bebía media lata de cerveza de golpe.

Desde ese momento todos los comentarios, tanto míos como suyos, eran totalmente homoeróticos. Que si falta que te haga una paja un chico en el juego, no solo una tía… que sí follarían a saco entre sí los vaqueros de la época… Al poco rato me dice:

  • Con la tontería se me está poniendo la polla dura, mira -Y se coje la polla por encima de los calzoncillos, marcándola toda, enorme, jugosa, con parte del calzoncillo manchado de precum. Yo la miraba, con los ojos muy abiertos, salivando, pasando la lengua por mis labios. No podía decir nada.
  • Buah, me está dando hambre... Hacemos algo para cenar?

Era especialista en llevar la situación a un momento super sexual y después cortarlo de golpe. Yo me estaba volviendo loco. Por miedo al rechazo no hacía nada, pero es que todo el rato parecía que estaba a punto de meterme su polla en la boca.

La noché pasó, nos fuimos a dormir. Me maté a pajas pensando en todo los momentos que me había regalado… En un solo día!!! Tenía que lanzarme… Qué era lo peor que podía pasar? Él estaba tirando dardos todo el rato, y yo, como un idiota, cohibido y sin saber qué hacer…

Duarante la mañana siguiente él se dedicó a hacer ejercicio en la terraza. Sin camiseta, con un pantalón diminuto. Yo hacía ver que leía un libro, pero estaba orientado hacia donde él hacía deporte y en realidad le estaba mirando el cuerpazo todo el rato. Según se iba ejercitando sus músculos se marcaban más, su tono de piel se hacía más atractivo. Yo empezaba a sobarme la polla por encima del pantalón. No podía estar tan cachondo todo el rato, me iba a dar un infarto. Al acabar su sesión, entra Diego al comedor, con el cuerpo sudado, con el pantaloncito con un bulto impresionante.

  • Ahora toca el masaje, te enrollarías, no?
  • Eh… Sí… Claro…
  • Pues va, trae el aceite, me voy a estirar en la cama.

No me lo podía creer, iba a estar sobando todo su cuerpo… Y él en pantaloncitos! Por mi mente pasaban todo clase de ideas…

  • No te importa que me quite los pantalones, no? Así es más cómodo!

No puede ser! Estaba totalmente desnudo, estirado en su cama, mirando hacia su armario que tenía un enorme espejo que reflejaba su cuerpo, con un perfil perfecto, musculado…

  • Empiezas o qué?

Tenía una erección más que notable, no sabía como acercarme sin que me la notara

  • Siéntate en mi mi espalda baja y empieza masajeando suave los hombros.

Madre mía! Me tenía que sentar en su culo! Y yo con la polla durísima. Me senté y empecé a extender aceite por su curtido cuerpo. Era imposible que él no notara mi erección contra su cuerpo. Llegó un punto en el que yo me dejé llevar y me empecé a recrear con los roces de mi paquete contra sus nalgas.

  • Eeeh! Mario, tío, no me vayas a follar!
  • Ah… Diego, perdona… pensaba que…
  • Pensabas qué? Que quería que me follaras? Creo que ha sido mala idea esto del masaje…
  • No, no, perdóname, no quería molestarte. Continúo el masaje como tú me digas.
  • Está bien, pero cuidadito con tu polla.

Continué avergonzado, al final resultaría que solo me quería poner cachondo pero que no iba a pasar nada. Me hacía ilusiones para nada. Continué masajeando, descartando ya intenciones sexuales por mi parte. Él estaba desnudo, y yo frotaba cada vez más fuerte su cuerpo, tal y como él me pedía. Continué por sus piernas y llegó un momento en el que se dio la vuelta, mostrando su polla y sus pectorales. Tenía la polla morcillona, o eso creo, porque era muy grande, pero no estaba dura. Le llegaba a una tercera parte de su muslo. Era impresionante. Ojalá pudiera metérmela en la boca.

  • Cuando acabes de mirarme la polla si quieres puedes seguir el masaje por el pecho.
  • Eehh… Sí, perdona.
  • Perdona, perdona… venga, sientate encima mío, pero no me la chafes mucho.

Me tenía que sentar prácticamente sobre su polla, exáctamente en su cadera. Menudo cabronazo, pensé. No podía ser que no estuviera haciendo todo esto a propósito. Me quería poner cachondo todo el rato y después me retiraba la miel de la boca. Eso, en sí mismo, aún me encendía más. Me hice el inocente, me senté sobre su cadera y empecé a masajear su pecho. Cuando podia iba acariciando sus pezones, con delicadeza, disimuladamente. Sus pezones se iban endureciendo y empecé a notar algo duro a la altura de mi culo.

  • Tío, me la estás poniendo dura con el masaje.
  • Jajaja! Sí?
  • Sí, al final no me voy a poder controlar y te vas a arrepentir.
  • No creo que me arrepienta.
  • Mira chaval, como enciendas el fuego del todo vas a tener un incendio que no vas a poder apagar.
  • Puedo arriesgarme.

Por primera vez era él quien se quedaba sin palabras. Pero algo le hizo arrepentirse de sus palabras.

  • Gracias por el masaje, voy a ducharme.
  • Oye, no te habré molestado, no?
  • No, tranquilo, todo guay. Mañana más, si quieres.
  • Sí, claro, encantado de ayudarte.

Se levantó de la cama y cogió una toalla. Me miró desnudo ya desde la puerta, sonriendo, con la polla aún algo dura, y se metío en la lavabo.

Continuará.