El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 9

Cuando Marc conoció a Mario...

Al acabar de comer seguimos jugando a la Play, los dos desnudos, como llevábamos ya todo el día. Esta vez, nos pusimos a jugar en serio con la consola y no nos estuvimos tocando tanto. Aunque los comentarios guarretes, la bromas relacionadas con pollas, corridas y culos, iban saliendo. Realmente lo pasamos bien con la consola, como dos colegas normales, aunque sin ropa y mirándonos las pollas de vez en cuando. Durante la tarde Diego me comentó:

  • Oye, para mañana te tendrás que poner algo de ropa para recibir a Marc.
  • Ah! Claro! Pues me visto, ya me quitaré la ropa cuando haga falta.
  • Sí… Ya… Creo que no me has entendido. Solo podrás llevar puesta una cosa de las dos que te voy a dar elegir.
  • A ver… miedo me das…
  • Puedes escoger entre mis pantaloncitos que uso para hacer gimnasia o el tanga de Paola.
  • Pero qué dices? Tus pantaloncitos me irán grandes, se me caerán todo el rato… y el tanga… es evidente que me veo ridículo con el!
  • Ridículo? Más que ridículo pareces un putón hambriento de polla, que es lo que eres.
  • Pero me va a ver Marc con eso puesto!
  • Es la idea. Ya sabes que las primeras impresiones son importantes, seguro que le caes muy bien si te ve así…
  • Eres un cerdo y un cabrón Diego!!
  • Y por eso me quieres… -y me selló la boca con un beso que duró no menos de cinco minutos en el que nos estuvimos comiendo la boca y tocándonos.

Cuando nos dimos cuenta ya era de noche. Nos decidimos a hacer la cena. Diego siguió aprovechando las oportunidades de sobarme el culo, arrimarme la verga por detrás o metérmela en la boca cuando yo estaba agachado. Pero como antes era más una especie de diversión muy subida de tono que una práctica exclusivamente sexual. Aunque debo añadir que la tarrina de queso de untar acabó vacía, y yo apartir de ese momento, renuncié a ese tipo de queso si no era untado en el pollón de Diego. Me hinché a queso y a polla mientras él seguía cocinando, aunque mantuvimos el juego de no corrernos. Yo ya estaba deseando volver a tragarme la cálida y saladita lefa de Diego, la empezaba a echar de menos de verdad.

El caso es que después de entretenernos haciendo la cena, finalmente cenamos, para más tarde apalancarnos en el sofá para ver una peli. A diferencia de otras veces, Diego me hizo un gesto para que me acercara más a él, indicándome que apoyara mi cabeza en él, pasando un brazo por detrás de mi espalda. Al principio de la película su rabo estaba en reposo, pero aún así llamaba mi atención. Yo iba mirando la televisión pero también admiraba su miembro viril. Poco a poco, fui bajando la cabeza. Cada vez que bajaba un poco daba besitos y lamía esa parte del cuerpo durante un rato. Primero su pecho, fuerte y terso, que se erizaba con el contacto de mi lengua. Luego su pezón que empezó a erectarse al acariciarlo igual que su polla, que empezaba a responder.

Mientras me dedicaba a su pezón, con una mano le cogí la polla y empecé a pajearle muy suavemente. Diego puso una de sus manos sobre mi pelo y me pasaba los dedos de manera muy delicada jugando con mis mechones castaños. La calentura de la situación iba subiendo a una velocidad moderada. Yo seguí mi recorrido por su cuerpo, mi lengua disfrutaba deslizándose por su piel. Pasé con cuidado por sus abdominales, repasando la forma de cada uno de sus cuadraditos. Al llegar al ombligo empecé a lamer alrededor del huequito que tenía un poco peludito. Estaba ya muy cerca de su polla y su fragancia me atraía. Estaba deseando volver a tenerla entre mis labios y darle una mamada profunda y placentera. Pero pasó algo inesperado. Diego me dijo:

  • Deja mi polla un rato. Quédate apoyado en mi pierna o en mi abdomen mientras te acaricio y vemos la peli. Quiero disfrutar de ti, no solo del sexo.

Le hice caso. Me hizo sentir como protegido. Su actitud dominante y su cuerpo en plena forma me hacían verle como a mi príncipe azul. Me acurruqué en su cuerpo y acabamos de pasar la noche como dos personas que se quieren y se lo demuestran. Solo nos movimos del sofá cuando me cogió de la mano para llevarme a su cama, donde nos volvimos a abrazar hasta quedar los dos dormidos.

Cuando desperté Diego no estaba en la cama. Le busqué y no le encontré, solo un papel escrito en la mesa junto con sus pantaloncitos y el tanga:

"Ya sabes, elige uno de los dos. Y nada de combinarlo con otras piezas de ropa ni complementos de ningún tipo. Sobre las 12 estaremos en casa. Para entonces quiero que estés preparando la comida para tres.

Ah! Y ni si te ocurra tocarte ni correrte antes de que lleguemos".

Pero qué cabrón que es! Iba a tener que ponerme uno de los dos, sin saber nada de Marc ni saber cómo reaccionar. Vale que con Diego había sido fácil, pero habíamos ido poco a poco!!

Elegí los pantaloncitos. Con el tanga se me quedaba toda la polla por fuera. Tenía que mantenerme un poco abierto de piernas y subírmelos todo el rato ya que no tenían cordón ni nada parecido.

A las doce suena el interfono:

  • Mario, soy yo! Sube Marc, que yo aún tengo que aparcar y sacar pasta del cajero.
  • Va-vale…

Iba a recibir yo solo a Marc vestido de esa manera!! Me estaba muriendo de vergüenza!! En fin, todo sea por contentar a Diego, suponía que valdría la pena.

En pocos minutos picó a la puerta del apartamento y salí a abrir. Marc era un chico atlético pero delgado. Tenía un aspecto algo más juvenil que Diego. Iba también con ropa deportiva, unos pantalones algo ajustados y una camiseta de manga corta que le hacía marcar uns buenos pectorales. Él, al verme en la puerta sujetándome los pantalones se quedó algo sorprendido y me miró de arriba a abajo. Yo estaba totalmente abochornado, notaba el color rojo de mis mejillas y casi no podía sostener la mirada a Marc. Él, algo incómodo, me ofreció la mano. Inconsistente me dio la derecha, yo tuve que cambiar de mano que sujetaba los pantalones para responderle el saludo.

Marc en ese momento miró por detrás mío donde había un espejo que le daba una visión trasera de mi cuerpo. Los pantaloncitos me iban tan grandes que tenía más de un cuarto de culo por fuera. El amigo de Diego, tragando costosamente saliva, dijo…

  • Mario, verdad?
  • Eh, sí, pasa, pasa… -entró y se giró para verme cerrar la puerta, sin perder detalle de mi culo.
  • Oye, si te estabas vistiendo algo, continúa. Yo conozco bien el piso…
  • Ah, no, ya estoy vestido… quiero decir, no puedo llevar más ropa que esta… -estaba tan avergonzado que no sabía donde meterme.
  • Ah! Y… siempre vas así de… con tan poca ropa?
  • Em… Has hablado con Diego sobre mí?
  • Esto… no… debería?
  • No te ha dicho nada? Ni de como iba a ir vestido ni nada?
  • Oye… perdona Mario, pero haces preguntas un poco raras… y vas así vestido… yo no sé si debería… -en ese momento se acercó más a mí, extendiendo sus manos hacia  mi culo, aunque sin tocarlo.
  • Marc, perdona, son cosas de Diego… siempre me mete… -mala selección de palabras, pensé. Me pone en aprietos con sus ocurrencias.
  • Bueno tío, vosotros sabréis… pero Mario, con esta ropa, y enseñando este culo… te importa?

No me dejó responder, se situó detrás mío y empezó a pasar su dedo por entre el elástico del pantaloncito y mis nalgas, sin tener especial cuidado en no tocar mi culo.

  • Pero estos pantaloncitos yo los conozco, son de Diego. Y te van muy grandes.
  • Eh… sí…
  • Tú no tienes el culazo que tiene Diego… aunque tu culito es muy bonito, Mario, es muy suave… -cada vez eran más de sus dedos los que empezaban a acariciar mis nalgas.
  • Marc, qué haces…?
  • Cómo que qué hago? Tu me estás ofreciendo esta preciosidad y yo la estoy aceptando con agradecimiento. Hay que ser educado, Mario.
  • Pero… Marc…

Empezó a empujar hacia abajo la única pieza de ropa que me cubría, dejándome totalmente expuesto. Solo mantenía sujeto el pantaloncito por delante de forma que solo me cubría la polla. Yo empezaba a excitarme. Y a juzgar por cómo se empezaba a tocar la polla por encima del pantalón, Marc también.

  • Oye, y con este culito en casa… no te ha follado ya Diego? Yo no me podría resistir…
  • Eh… jejeje… bueno…
  • Eso es que sí? Jajajaja, vaya cabrón el Diego.
  • Yo no te he dicho nada eh! Jajaja -dije mientras él estaba cada vez más cachondo y me magreaba el culo con más decisión.
  • Bufff… sabes… Diego y yo somos amigos desde niños. Siempre lo compartimos todo…
  • Todo?
  • Todo, Mario… todo…

Empezó a pasar sus manos por mi pecho, acercándome más a él.

  • Te gusta cómo te toco, Mario? Sientes mi polla dura detrás tuyo?
  • Sííí… -decidí no resistirme, Marc era tan sexual y cachondo como Diego al parecer.
  • Hazme un favor, Mario, baja un poco mis pantalones, que no quiero dejar de sobarte, tienes una piel muy suave...

Me estaba poniendo tan cachondo que le hice caso sin pensar. De un tirón los bajé sus pantalones y calzoncillos hasta dejar su rabo fuera, que saltó como un resorte en dirección a mi culo. Pero tuve un error de cálculo: al soltar los pantaloncitos para bajar los de Marc los que yo llevaba puestos se deslizaron por mis piernas, dejando mi polla, ya dura como un leño, en libertad.

  • Hostia, Mario, buen culo y buena polla. Creo que nos vamos a divertir mucho tu y yo. Espero que a Diego no le importe…
  • Creo que a Diego le va a encantar la idea…

Justo cuando Marc empezaba a jugar con el capullo de su rabo en mi agujerito, humedeciéndolo con el precum que iba saliendo de su polla, se abrió la puerta y entró Diego en casa. Nosotros en ningún momento habíamos abandonado el recibidor, estábamos a poco más de un metro de Diego.

  • Sabía que no te ibas a resisitsr Marc, hijoputa!! Jajajaja!!
  • Qué? Sabías que pasaría esto? -Pregunté
  • Claro! Marc no se puede contener cuando ve un culo!! Jajajaja.

A todo esto Marc no había parado de guarrear en mi culo.

  • Qué cabrón Diego. Qué bueno que está Mario. Anda que me lo habías contado… Te lo has follado a saco de veces, verdad?
  • Jajajaja!! Bueno, pero déjalo por ahora. Vamos al comedor y hazte un porro, que quiero poner al día a Mario antes de que hagamos nada.
  • Ponerme al día?
  • Sí. Es justo y necesario. Así podrás entender mejor cosas que van a pasar los próximos días.
  • Qué le vas a explicar, Diego? Que no se te vaya la olla, que hay cosas que no se pueden explicar!!
  • A callar, Marquitos!! Con Mario no tengo secretos.
  • No me llames marquitos!!!

Yo me recoloqué los pantaloncitos y Marc se volvió a meter la polla en sus gayumbos y fuimos hacia el sofa. Diego trajo tres cervezas fresquitas y algo de picar.

  • Pues verás, Mario, todo empieza en las vacaciones de Semana Santa de hace algunos años...