El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 8

Del desenfreno de la noche al desayuno por la mañana

  • Claro que no, Diego. Puedes contar conmigo siempre, para todo lo que quieras.
  • Joder Mario, después dices que soy yo, pero me pones cachondo todo el rato. ¿Cómo no voy a tener ganas de follarte?

Todo esto lo hablábamos mientras la polla de Diego seguía metida en mi culo. Se había ablandado un poco, pero no lo suficiente como para salirse sola. Sin embargo, empecé a notar como empezaba a ponerse dura otra vez. Diego empezaba a mover su rabaco dentro de mí mientras volvía a besarme con mucho cariño.

  • Mario, te voy a follar otra vez.
  • Fóllame sin descanso Diego, todas las veces que quieras. Mi culo es tuyo.
  • Vamos a probar algo nuevo. Chúpame la polla hasta que esté al máximo y después te sientas en ella y me cabalgas.

No lo dudé ni un instante. Me saqué su polla del culo y bajé hasta ella para empezar a lamerla. Su sabor era una puta pasada. Estaba buenísima la polla de Diego. Pasaba mi lengua por su glande, por su tronco, pos sus huevos. Me metía la mitad de su polla en la boca, lo que me cabía sin mucho esfuerzo. Pero eso no era suficiente para Diego. Empezó a mover su cadera para follarme la boca, pero poco a poco. Iba entrando cada vez un poco más. A mí me daba esa sensación que da cuando hace rato que chupas una polla sin abrir la boca, como un principio de náuseas. Pero no quería detenerme. No quería defraudar a mi macho. Mi nariz empezó a tocar su abdomen. Eso solo podía significar que tenía metida hasta la garganta la gran polla de Diego en todo su esplendor.

  • Bufffff, cómo te la comes Mario. Nunca me la habían comido entera como lo haces tú. Como sigas mucho así me vas a dejar seco.

Yo no podía ni quería responder. Diego me elogiaba con sus palabras, y las agradecía, pero no quería sacarme su rabo de la boca. Me limité a mirarle intentando sonreir, o lo más parecido que podía hacer dadas las circunstancias: seguir tragando polla y acelerar un poco mis movimientos.

  • La madre que te parió Mario. Tienes un don haciendo mamadas tío. Vas a hacer que me corra antes de tiempo -me saqué la polla de la boca para responder mientras empecé a pajear a Diego para mantenerlo tan cachondo como estaba.
  • Puedes correrte en mi boca y después te cabalgo ¿o me siento ya en tu polla?
  • Siéntate, que ya la tengo a tope de dura. Quiero ver como te mueves sobre mi polla.

Yo aún llevaba puesto el tanga de Paola, mi polla, durísima, salía totalmente por un lateral de la mini tela que no podía contener ni mis huevos. Me puse de rodillas dejando mi culo a la altura del falo de Diego. Puse la cabeza de su polla en mi entrada trasera y empecé a bajar poco a poco. Notando como la invasora iba entrando hasta el fondo de la cueva.

  • Hostia puta, Mario. Que calentito y apretadito lo tienes todavía. Y eso que te he follado dos veces ya esta noche.
  • Jejeje… Siempre está listo para recibir tu pollón, Diego.

Una vez la noté toda dentro me quedé un ratito empujando mi cuerpo hacia abajo. Moviendo el culito de lado a lado para que el rabo de Diego se acomodara en mi interior.

  • Mario, tío, voy a intentar durar pero es difícil. No te puedes imaginar lo maravilloso que se siente tener todo el rabo dentro tuyo.

No respondí nada. Simplemente decidí empezar a moverme de arriba a abajo, muy levemente. Diego empezaba a gemir de forma cada vez más intensa.

  • ¡Mmmmm! ¡Así, Mario, cabalga, cabalga! ¡Ooooh! ¡Jodeeer!

Yo fui acelerando cada vez más los sentones que daba en el miembro de mi amante. El roce del rabazo de Diego en las paredes de mi culo me llevaban al éxtasis a la velocidad de la luz. Mis movimientos eran cada vez más rápidos, me levantaba un poquito más y me volvía a sentar de golpe, escuchando como estaba llevando a mi macho a la gloria. No pudimos soportar a este ritmo ni cinco minutos más. En uno de los sentones Diego empezó a gritar de placer, me cogió de los hombros y me llevó hasta su boca. Se estaba corriendo dentro de mi culo. Noté como un manantial de leche inundaba mi interior a la vez que su lengua buscaba la mía y nuestros labios chocaban entre ellos. Yo también me corrí, esta vez en el pecho de Diego y un poco en nuestras barbillas.

Estábamos ambos agotados. Su polla salió de mi culo derrotada también. Una buena cantidad de leche acabó pringando nuestras piernas y mi cama.

  • Joder Diego, eres tan semental y follas tanto y tan bien que estamos dejando la casa chorreando de leche -me miró con ternura y se empezó a reir.
  • El mérito es también tuyo, Mario. No sabes lo cachondo que me pone tener tu culo a mi alcance. No vuelvas a usar ropa nunca más, por favor. Quiero tener la polla dura al verte durante todo el día y cuando me apetezca metértela por el culo.
  • Tus deseos son órdenes, Diego.

Me quedé abrazado a él, con la cabeza sobre su pecho.  El me acariciaba la cabeza y me dió un beso en la frente. Nos dormimos los dos en esa posición. Jamás en mi vida había descansado ni mi había sentido tan bien.

A la mañana siguiente me desperté antes que él. Seguíamos los dos en pelotas, bueno yo con el tanga de Paola que me quité en ese momento. Me quedé un rato contemplando a Diego. Tenía una cara de malote de las que matan, con barba de tres días, moreno de pelo y un poquito de piel, no mucho. Empecé a pasar mis dedos por su pecho, que se sentía fuerte, musculado. Bajé hasta su abdomen, jugando con mis dedos como si fueran piernecitas que pasean por el cuerpo de mi Adonis. Acaricié las suaves colinas que eran sus abdominales y fui bajando por ellas poco a poco buscando el gran obelisco: su polla que estaba erecta, imponente, llenita de sangre. La erección matinal que tenía Diego me estaba volviendo a impulsar por el camino de la lujuria.

No pude resistirme y bajé mi cabeza hasta ella. Joder, me encantaba el sabor de su rabo. También el del precum que iba surgiendo y que yo me dedicaba a recoger con la lengua y saborear. Su polla no podía crecer más ni estar más dura de lo que estaba. Ya me estaba entreteniendo con todo su glande en la boca mientras lo acariciaba con la lengua. En ese momento Diego se despertó.

  • ¿Joder, Mario, ya estás mamando, de buena mañana?
  • Quiero mi leche del desayuno, espero que no te moleste.
  • Claro que no, chupa, chupa. Disfruta todo lo que quieras.

Obedecí su sugerencia y empecé a subir y bajar la cabeza para simular el movimiento de una paja con la boca, mientras con una mano reproducía el mismo movimiento en la base de su tronco y con la otra me hacía yo una paja.

Continué un buen rato. Su rabo no perdía forma ni dureza, y estaba aguantando bastante. Diego empezó a acariciar mi cabeza mientras gemía y poquito a poco iba haciendo presión con su cadera hacia mi boca.

  • Quita la mano, Mario

Ahora su polla estaba en contacto solo con mi boca y él aprovechó para empezar a hacer embestidas más fuertes, llenando mi garganta de rabo y follándome la boca ya todo lo duro que pudo.

Yo casi me asfixio, pero me encantaba la situación, mi boca utilizada por la polla de Diego era de lo mejor que me podía pasar. Noté como la dureza de la polla se incrementaba aún más y Diego enlentecía un poco sus movimientos. Señal inequívoca de que se iba a correr. No la sacó de mi boca. Tal y como estaba empezó a correrse y su leche a llenarme hasta que no había más espacio y empezó a salir por entre mis labios. Cuando dejó de convulsionar de placer me saqué su pollón de la boca, tragué la corrida que tenía y empecé a lamer por todas partes para recoger toda la lefa que había entre el falo de Diego, sus huevos y sus piernas. Sequí pajeándome mientras tanto y cuando estaba todo bien limpio me atreví a poner mis rodillas entre el pecho de Diego, apuntar hacia su cara, y correrme mirándole a los ojos. Él no se apartó, pero tampoco se movió, solo me mantuvo la mirada mientras sus cara se iba salpicando de la leche que mi polla iba escupiendo. Acabé de correrme y le había dejado la cara toda llena de mi semen. Él estaba serio. Empecé a pensar que no le había gustado cuando abrió la boca, sacó la lengua, y empezó a rebañar toda la leche que tenía a su alcance.

  • ¿Podrías ayudarme al menos, no? ¡Ya que te corres en mi cara límpialo, pedazo de guarro!

Esto lo dijo aún serio. Esperaba no haberle molestado, pero con Diego nunca se sabía. Empecé a pasar mi lengua por su cara, recogiendo tanta corrida como podía y manteniéndola en la boca. Cuando ya había limpiado una buena parte, me fui a su boca y nos fundimos en un beso muy apasionado que hizo que nuestras lenguas empezaran a nadar en la leche que yo hacía poco había expulsado. Cuando ya lo habíamos tragado todo, Diego me miró, aún parecía serio. Empezaba a preocuparme.

  • La has cagado, Mario -yo me asusté ¿por dónde me saldría este ahora?
  • ¿Por qué? ¿He hecho algo mal? ¡Perdóname, Diego! ¿Qué puedo hacer para arreglarlo?
  • No, ya no tiene solución.
  • ¿El qué, qué he hecho mal?
  • Para empezar me has entregado tu culo como nadie lo había hecho. Te he follado tres veces en una noche, contando que venía de mamadas e intentos de folladas con Paola. Después me despiertas con una de las mejores mamadas que nunca me han hecho. ¿Y ahora yo que hago? ¡No puedo asumir que de repente deje de pasar! Vas a tener que convertirte en mi esclavo sexual, Mario.
  • Eh… claro, pero yo ya contaba con eso ¿No? ¿Es eso? ¿Lo que he hecho mal es que lo he hecho todo demasiado bien?
  • Exacto. Ahora voy a necesitar como mínimo una mamada para despertar cada día y una follada para ir a dormir cada noche.
  • Pero Diego, a mí me flipa que eso sea así. Y durante el día podemos hacer también todo lo que quieras.

Diego me miró, superando finalmente esa seriedad que es tan intrínseca en él, me sonrió, me acercó a su boca y nos dimos otro beso, de los que ya empezaban a ser costumbre entre nosotros.

  • Quiero que conozcas a alguien Mario. Bueno, ya le has visto una vez, pero quiero que lo conozcas mejor.
  • ¿A quién?
  • Ya lo verás...

Continuará...