El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 7

La velada termina de manera inesperada

Me coloqué como pude el delantal para que me tapara le cintura para abajo, pero ni me molesté en limpiar los restos de lefa que iban cayendo por mi culo y que manchaban aún mi pantalón por delante. Salí a la terraza y Diego y Paola ya estaban acabando de poner la mesa.

  • Te has puesto el… ¿Cómo se llama? En italiano es grembiule
  • ¿El delantal? -Dije yo.
  • ¡Ah, sí! El delantal.
  • Para no salpicarme con la vinagreta -miré sonriendo a Paola y pensando: “si tú supieras lo que estaba salpicando…”

Nos fuimos sentando en la mesa y cenamos de manera muy agradable. El vino iba lubricando las conversaciones cachondas, los toquiteos de Paola a Diego y viceversa. Tal y como estábamos sentados, yo estaba en frente de Paola, y Diego estaba entre los dos. Había momentos en que Diego me tocaba las piernas con disimulo. Hubo un momento en que Paola se levantó para ir a buscar más vino. Diego acercó su mano derecha a mi nariz.

  • Huelo esto, chaval

Acerqué mi nariz a sus dedos, olían a coño.

  • Le he quitado antes el tanga a Paola y durante la cena le he ido metiendo los dedos por el coñito. No veas como le gusta a la muy guarra.

Yo sonreí y saqué a lengua. No me interesaba especialmente el sabor a coño, pero metí sus dedos en mi boca y los lamí y succioné hasta que escuché que Paola ya se acercaba. Diego me miraba con esos ojos de estar cachondísimo. Paola abrió la botella de vino que acababa de traer. Diego propuso un brindis por el sexo libre y todos bebimos y reímos. Ya estábamos los tres bastante contentos. Después de beber, Diego nos preguntó:

  • ¿Y vosotros habéis tenido sexo alguna vez en un lugar público o con público?
  • ¡Qué dices, loco! Que tengo una reputación -respondió Paola.
  • Bueno, alguna vez -dije yo. Tenía un amigo que le encantaba que se la chupara en público. Muchas veces se la chupé en el cine, en un parque, en los lavabos de un restaurante.
  • Pero... ¿y con gente mirando? -preguntó Diego que ya se estaba tocando descaradamente el paquete.
  • No, eso no.
  • A ver, Paola ¿Tú me la chuparías con Mario delante?
  • ¡Noooo, claro que no!
  • ¿Cómo que no?

Mario se levantó de la mesa y se bajó los pantalones. Su polla, totalmente dura, quedó a medio metro de mí y de Paola. Ella empezó a reírse, pero no retiraba la vista del pollote de Diego.

  • Va, chúpamela, si a Mario no le molesta. ¿A que no Mario?

Yo ya estaba casi pajeándome por debajo de la mesa, aunque no me había sacado la polla la tenía totalmente erecta y me la frotaba por encima del pantalón. Paola, tal vez desinhibida por el alcohol, acabó accediendo y se empezó a lamerle poco a poco el capullo a Diego.

  • Muy bien putita, chupa, chúpame la polla.

Mientras decía eso, Diego no miraba a Paola, me miraba a mí. Yo estaba también cada vez más cachondo. Joder, para nada me esperaba que la noche llegara a este punto. Diego me hacía una señal con la mano para que me acercara a su polla. Yo, temeroso, me fui acercando hasta estar a pocos centímetros de su falo. Ya podía notar ese olor que tanto me embriagaba, aunque Paola se la iba metiendo poco a poco en la boca mientras veía de reojo que yo me acercaba.

  • Chúpala un poco y después te vas a dormir, que esta polla es para mí, no para ti maricón - me dijo Paola.

Yo no sabía como reaccionar, me sentí humillado por un lado pero cachondo por el otro. Miré a Diego y este asintió e hizo un gesto como diciendo: “yo no puedo hacer nada”. Más por Diego que por Paola accedí, pero decidí demostrar a Paola como se chupaba una polla de verdad. Me la metí todo lo profunda que pude y empecé a pajearle con mis labios fuertemente apretados contra su polla. Diego entendió el mensaje y me empezó a follar la boca a saco.

  • Eso, eso, así chupa una polla, tú sí que sabes perrito.

Paola, molesta, intervino y me forzó a separarme de la polla de Diego.

  • ¡Bueno, ya está, ya se la chupo yo, aparta marica!

Yo, me levanté, aún con el olor y sabor a polla en mi paladar. Estaba claro que Paola no daba señales de que yo fuera bienvenido. Diego sin embargo, no dejaba de mirarme y de morderse el labio inferior. No quería irme, pero me molestaba que Paola intentara también tratarme de forma despectiva y dominante.

  • Bueno, yo me voy a acostar
  • No tío, quédate. Paola, ya haremos esto luego.
  • No, tranqui, disfrutad.
  • Que no, que no te vayas, Paola, para.
  • ¿Cómo que pare? ¿No te gusta como te la como, prefieres como te la come el maricón? Pues me voy y que te lo chupe él.
  • Paola, no seas imbécil. Si te he dicho que vengas es para que lo pasemos bien, pero Mario también vive aquí, podemos hacer unas birras con él y luego ya haremos otras cosas.
  • Déjalo, Mario, no te preocupes. Pasádlo bien.

Paola no disimuló su alegría ante mi rendición y siguió chupando el rabo de Diego, que no había perdido su dureza en ningún momento. Fui a mi habitación, me quité toda la ropa con cierta indignación. Joder, cómo me habia puesto que me follara Diego en la cocina. Cogí los calzoncillos de Diego de mi escritorio y me los empecé a restregar por la cara. Hasta hace 10 minutos tenía la polla de Diego en la boca, me había preñado hace menos de dos horas, y me sobaba el culo siempre que le daba la gana. En realidad no podía quejarme. Yo era mucho más satisfactorio para Diego, y eso se notaba. Jódete, Paola, murmuré. Empecé a pajearme a saco recordando cada rincón del pollón de Diego, recordando la sensación que me produce tener su verga metida hasta el fondo de mi culo. Empecé a meterme dedos hasta que me corrí pensando que era Diego quien abusaba de mi culito. En lugar de tragármelo como la última vez lo limpié con los mismos gayumbos, para darles más consistencia. El relax de después de la paja y los efectos del alcohol hicieron que me quedara adormilado. Cuando ya estaba cogiendo el sueño me despertaron unos gritos:

  • ¡¡Joder, Diego, que me estás haciendo daño, si me quieres follar el culo ves más despacio…!!
  • Hostia puta Paola, no aguantas nada tía.
  • ¿Como que no aguanto nada? ¡Para empezar ya te he dicho que no me gusta que me follen el culo, pero ya que insistes, ves con cuidado!
  • Paola, va, guapa, aguanta un poquito, si te va a gustar.

En ese momento se empezaron a escuchar ruidos de la cama de Diego, estaba familiarizado con ese ruido, Diego se la estaba follando a saco.

  • Diego, que no, aparta, me estás destrozando el culo
  • Paola, un poco más que ya casi estoy
  • ¡Que no, mierda, quítate! ¡Córrete ya si quieres, pero sácala de mi culo!

No hubo respuesta, pero no parecía que Diego hubiera hecho caso a juzgar por los ruidos de la cama.

  • ¡Diego coño, que pares!
  • ¡Joder Paola!
  • ¡Joder nada, quita, me piro a mi casa!
  • ¡Paola!
  • ¡Que te jodan! Fóllate a tu amiguito si quieres, que él seguro que te aguanta todas tus mierdas.
  • ¡Por lo menos él se comporta contigo y te trata bien, tú has sido una gilipollas con él!
  • ¿Lo dices por no haber querido compartir tu polla? Mira, yo no he venido para estar con él, he venido para estar contigo. Si tienes fantasías de maricón no me llames.
  • Pues, mira, tal vez soy maricón, porque disfruto mucho más con él que contigo. Tú vas de actriz porno y no tienes ni puta idea de follar.
  • ¡¡¡¡NO ME VUELVAS A LLAMAR EN TU PUTA VIDA, VES A QUE TE COMA LA POLLA TU NOVIO!!!! ¡YA VERÁS CUANDO SE ENTEREN LOS DEMÁS DE QUE TE VAN LOS TÍOS!
  • ¡Que se enteren, homófoba de mierda! Casi todos mis amigos… -se notó que Diego decidió dejar la frase sin acabar por temor a posibles consecuencias.
  • Casi todos qué?
  • ¡Nada, pírate, venga, fuera!

No pasó ni un minuto que escuché un portazo tremendo de la puerta de casa. Al cabo de un rato, pasos nerviosos por el piso, Diego gritando en el pasillo insultos hacia Paola y tirando cosas contra el suelo. Poco después apareció en mi habitación, abriendo la puerta, de un golpe. Me asustó el golpe y me giré para mirarlo mientras estaba su silueta en la puerta y se iba acercando. Iba totalmente desnudo, estaba super erecto. Según se aproximaba a mí iba entrando en la zona iluminada e iba percibiendo más detalles. Tenía con el capullo hinchado, purpúreo. Los huevos gordos y rojos. Los puños cerrados y los brazos levemente flexionados y con todos los músculos marcados. En uno de ellos sostenía una diminuta pieza de tela. Los pectorales también inflamados y con algún arañazo, seguramente de Paola. Parecía que venía de hacer un gran esfuerzo físico, y su rabazo parecía dispuesto a otra sesión.

  • Mario, estoy muy cabreado. Necesito follarte el culo como nunca te lo han follado.
  • Diego, puedes hacer conmigo lo que quieras, yo no te negaría nunca nada.
  • Toma ponte esto -y me tiró el tanga de Paola a la cara.

Me lo puse inmediatamente y alcé mi culo para que él viera cómo me quedaba. Por la parte del culo me quedaba genial, mis nalgas quedaban separadas por ese hilo tan fino de tela. Por la parte de delante era bastante raro. Mi polla y mis huevos desbordaban por tadas partes del tanga.

  • Mmmm, qué culazo que tienes. No sé porqué pierdo el tiempo con Paola.

Esa frase me hizo infinitamente feliz. Diego se acercó a mi culo y empezó a olisquearlo, apartó el hilo del tanga a un ladito, escupió, empezó a meter algún dedo, y finalmente iba pasando la punta de la lengua por él.

  • Aún hay restos de la lefada de antes en la cocina.
  • Ha sido brutal
  • Pues vas a flipar ahora. Ven aquí, cuélgate de mi cuello, deja que mi polla y tu culo se encuentren.

Me alzó como un muñeco, sin ningún esfuerzo, y yo quedé colgando de su musculado cuello. Notaba su polla que iba punteando espontáneamente la entrada de mi culo. Diego me miró a los ojos. El los tenía enrojecidos, no se le había ido el gesto de enfado de la cara cuando, mirándome intensamente, empezó a comerme la boca. Me metía la lengua hasta casi atragantarme. Me mordisqueaba los labios, me escupía en la boca, me besaba casi aplastando mis delicados labios.

  • Te voy a preñar, Mario.
  • Llámame perrito.
  • No, te llamo Mario, que es tu nombre. Follas como un dios, Mario. Aguantas todo lo que te hago y lo disfrutas al máximo. Por eso le das mil vueltas a Paola, ella no disfruta una mierda.
  • Diego…

Me calló volviendo a besarme. Mientras, con una mano iba orientando su polla hacia mi ano, que no tardó en invadir. Al principio suavemente, pero en cuanto entró la punta me metió de golpe el resto de su pollón. Empecé a gemir con su lengua en mi boca.

  • ¿Estás preparado, Mario? Cuando empiece no podré parar.
  • Puedes empezar, y ni se te ocurra parar.

Diego, moviendo su cadera y levantado todo mi peso para después dejarme caer en su rabo empezó a meter y sacar su polla de mi culo. La verdad es que me dolía, pero ahogué el daño que me hacía en los besos que me daba, que manteníamos en una altísima intensidad. Diego embestía mi culo con mucha fuerza, siempre asegurándose de que entraba hasta el fondo para sacarla y repetir la operación. El ritmo era impresionante, notaba un calor muy potente que venía de nuestros cuerpos, ya impregnados de sudor.

Despúes me tumbó en la cama, pero solo dejó de follarme durante dos segundos. En cuanto estuve tumbado de espaldas en la cama el continuó follándome, besándome, lamiendo mis pezones, volviendo a mi lengua. Era todo tan frenético que no podía ni tocarme, mis manos estaban en su espalda o en su nuca, aferrándome a él. Sin embargo empecé a correrme sin tocarme. Como siempre, Diego empezó a correrse al instante, dentro de mi culo. Mi corrida se fue esparciendo por mi pecho y el de Diego, que no dejó de besarme en ningún momento. Cuando acabamos de corrernos, nuestros besos salvajes se convirtieron en besitos dulces y tiernos.

  • No te vayas nunca, Mario, tú no -me dijo mirándome con sus ojos llorosos a apenas cinco centímetros de mi cara.

Continuará...