El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 6

Diego lleva a Mario por una montaña rusa de emociones y sensaciones. La capacidad de sorprender de Diego parece no tener límite.

No soy consciente de en qué momento me quedé dormido. Estaba tan agusto con el contacto con el cuerpo de Diego que se acabó mezclando mi deseo por él con el mundo de los sueños. El caso es que me desperté con el sol entrando por las rendijas de la persiana de la habitación de Diego. Me costaba creerme que hubiéramos tenido unos momentos tan subidos de tono la noche anterior. Habría sido por el alcohol, suponía, lamentablemente no siempre sería tan sexual mi adorado compañero de piso. O, al menos, eso pensaba yo.

Estaba buscando mi ropa por el suelo de su habitación. Obviamente no había nada de mi ropa, solo encontré tirado por ahí los famosos calzoncillos de Diego. Eso me recordó que no podía vestirme si quería conservar sus calzoncillos. Y por supuesto que quería conservarlos. Esnifé su aún potentísimo olor antes de guardarlos en mi escritorio. Y me dirigí, en pelotas y semierecto, a la cocina para desayunar algo.

Allí estaba Diego, que sonrió al verme desnudo. Él llevaba puestos sus pantaloncitos de deporte. Se acercó hacia a mí y me dio una sonora palmada en el culo, a la que yo no me resistí.

  • Buenos días Mario ¿Cómo has dormido?
  • Muy bien, tu cama es muy cómoda, y la compañía era genial. -En ese momento acerqué un poco mis labios hacia los suyos.
  • ¡Eeeeeeh! Nada de besos, maricón. Que a mí no me molan esas mierdas.

Él se echó hacia atrás y me empujó un poco a mí hacia atrás. Esa reacción por su parte me molestó, la verdad. Menudo hipócrita, ayer comiéndome la polla y hoy va de machito.

  • Pues ayer no te molestaba tanto.
  • Como empieces así Mario, no vamos a volver a follar en la vida. A mí no me juzgas ni me recriminas nada.
  • Pues a mí no me insultes.
  • No te gusta que te llamen maricón, maricón? Parecía que te ponía más cachondo.
  • Depende de la situación, pero generalmente me molesta.
  • Pues te jodes, maricón.

De repente odiaba a la persona que tenía delante ¿Pero qué se había creido el puto homófobo este? Y pensar que ayer casi me lo follo. Menudo mierdas. Cogí un yogurt y sin mirarle me fui hacia la habitación.

  • Espera, no te vayas -me cogió de un brazo.
  • ¿Qué?
  • No te cabrees, tío, si te lo digo de coña.
  • ¿Yo no puedo juzgar que te mole follar conmigo pero tu puedes tratarme como una mierda y insultarme cuando quieras?
  • Más o menos…
  • Véte a la mierda.

Me volví a girar para irme. Él me estiró del brazo.

  • Que es broma tontorrón.

Me acercó a su cuerpo hasta que me abrazó muy fuerte. Yo tuve que dejar el yogurt en la encimera de la cocina para responder su gesto. Él iba bajando sus manos poco a poco por su espalda hasta que llegó a mi culo, el cual se dedicó a amasar con cariño, sus dedos anulares se movían entre mis glúteos buscando mi agujerito. Por delante, con mi polla notaba que la suya también se estaba poniendo dura. No sabía si esto iba a acabar en polvazo matinal.

  • No me tomes en serio cuando digo mierdas homófobas. ¿No ves que lo hago para picarte? No quiero que te enfades conmigo. -Y me dió un beso en la frente. Un beso más fraternal que otra cosa, aunque seguía hurgando mi culito buscando meterme sus dedos. Pérdoname, va.
  • Vale, te perdono, pero no me insultes a no ser que forme parte del jueguito que tengamos en ese momento.
  • Vale, maric… -Me retiré un poquito y le miré con mala hostia. ¡Jajajaja! Cómo te enfadas.

Y me dió un pico, un beso rápido que solo juntó sus labios con los míos durante un par de segundos. Pero a mí ya me pareció lo más dulce del día. Yo me quedé sin palabras.

  • Oye, he estado hablando con Paola. Dice que como ayer fue mi cumple hoy querría pasarse por casa y cenar con nosotros.
  • Pero Diego, tío, ¿el confinamiento?
  • Solo es una persona, y ella no ha salido de su casa en estos días. No pasará nada.
  • Bueno, pero pueden multarla por ir por la calle ¿no?
  • Eso sería su problema, ella sabrá. Pero tranqui, que no creo que nos traiga el COVID como invitado.
  • Pues como queráis.

Acabé de comerme el yogurt mientras Diego se fue a su habitación. Yo ya ni me acordaba de que estaba desnudo. Ya me había acostumbrado. Empecé a pensar en la actitud dominante de Diego. No siempre me hacía tanta gracia, pero supongo que compensaba con los momentos más dulces que me ofrecía. Me vino Paola a la cabeza. Seguro que venía para follar con Diego ¿Para qué si no? No sabía si me hacía mucha gracia, a parte de lo de la pandemia, claro ¿Me estaba poniendo celoso?

El día siguió haciendo cosas de casa, recogiendo lo de la fiesta de la noche anterior, ventilando un poco el olor a sexo que aún se notaba, etcétera. Diego, de vez en cuando me veía agachado limpiando y se acercaba a acariciarme el culito.

  • Me gusta que estés desnudo. Me gusta mucho poder tocarte cuando quiera.
  • Joder Diego, me pones cachondo todo el rato, deja que te la chupe y me follas otra vez.
  • De eso nada. Ahora no toca. Los momentos de sexo los decido yo. Y si te pone cachondo que te toque ves acumulando deseo para cuando decida follarte. Así lo disfrutarás más.

En ese momento, aún situado él detrás mío y yo agachado, acercó su cara a mi culo y me dió un besito en cada nalga.

  • No te preocupes, que te volveré a follar pronto. Yo no me pierdo este culito. Me voy a duchar.
  • ¿Te ayudo? Podría restregarse la espalda, o lo que quieras…
  • No seas plasta, Mario. Ya habrá momento. Por cierto, te permito que te pongas ropa para cuando venga Paola. Pero con una condición…
  • ¿Cual?
  • Que no lleves gayumbos, y que te pongas unos pantalones a los que no tengas mucho cariño.
  • Bueno, vale.

El cabrón me fastidiaba llamándome pesado y negándose a mis intentos de seducción, pero a la vez hacía volar mi imaginación. ¿Para qué quería que fuera sin gayumbos? ¿Y lo de los pantalones? Joder, me ponía cachondo intentar adivinar sus planes.

Mientras él se duchaba yo me quedé en el comedor, me senté en el sofá encima de una de las corridas de anoche que ya se había secado y me corrí un pajazo de lujo pensando en lo de anoche, lo de hace un rato, y todo lo que podría llegar más tarde.

Me acabé corriendo aún bastante sobre mi pecho. Lo recogí y me lo tragué todo, recordando las guarradas que habíamos hecho Diego y yo. Después lo ordené y limpié todo, también las corridas secas, que afortunadamente se limpiaban bien del tejido sintético del sofá. Me duché y más tarde estuvimos haciendo vida normal hasta que se acercaba la hora en que vendría Paola. Todo este tiempo, por supuesto, yo seguía en pelotas, aunque Diego ya se había vestido con unos tejanos y un polo. Era bastante extraña la situación, pero a su vez totalmente morbosa. Estuvimos jugando a la Play un rato y, mientras era yo quien tenía el mando, Diego me iba tocando las piernas y dándome todo tipo de caricias que me la pusieron durísima. Yo aguanté el mando con una sola mano y llevé la otra a mi polla.

  • ¡Tsss! No te toques, hazme caso, disfruta de tener la polla dura, mira como estoy yo.

Efectivamente, llevó mi mano a su paquete y la tenía durísima también. En ese momento sonó el timbre de abajo.

  • Ves a vestirte, anda, guarrete. Y acuérdate de cómo has de vestir.

Cuando me levanté me dió una última nalgada y se fue a abrir la puerta. Era Paola. Cuando llegué al comedor ellos estaban ya en la parte de la cocina, dándose el lote. El comedor y la cocina del piso están en un mismo espacio y desde uno se puede ver fácilmente lo que pasa en el otro. Paola iba con un vestido rojo ajustado de una sola pieza que acababa en minifalda. Muy peli porno, pensé. Diego fue poco a poco subiendo su falda, ella, entre risas, se la bajaba otra vez, pero nunca bajaba más de lo que había subido Diego, su coñito cada vez estaba más expuesto. Tal y como estaban situados, Paola de espaldas a mí, Diego podía verme, pero ella no. Me puse en uno de los sofás, el que mejor me cubría para poder ver sin ser visto por Paola.

Diego y Paola cada vez estaban más cachondos. Él se agachó y dejó su cara a la altura del coño de la chica. Acabó de subirle la falda y empezó a bajarle el finísimo tanga que llevaba. Jugueteó un poco con el coñito de la italiana y cuando ya le había quitado el tanga y lo sostenía entre sus dedos, subió, le dio otro beso, esta vez en la boca, y le bajó la falda de nuevo.

  • Así estarás más cómoda, dijo. Luego seguimos, vamos a preparar la cena, ¿no?

Paola asintió sonriendo. El cabrón de Diego jugaba con Paola como conmigo, nos encendía al máximo y después nos dejaba a medias hasta que a él le apetecía. Me encantaba. Vi como Diego guardó el tanga de Paola en los bolsillos de su pantalón.

Al rato aparecí por la cocina. Saludé a Paola a la distancia. Estuvimos un rato los tres de buen rollo preparando las cosas para la cena.

  • ¿Paola, puedes preparar la mesa de la terraza? Mientras Mario y yo acabamos las ensalada y vamos cortando las pizzas -dijo Diego.

Paola salió hacia la terraza y Diego vino hacia a mí. Yo estaba en un rincón de la cocina preparando la ensalada. Noté que Diego traía algo en sus manos.

  • No te muevas, vamos a jugar un poco, confía en mí.

Veo de reojo que lo que lleva en sus manos son las tijeras. De repente noto que coge  mis pantalones por el culo y recorta tela de mi pantalón a la altura de mi agujero.

  • Paola tiene que abrir la mesa, limpiarla y todo tenemos unos cinco minutos.
  • ¡Estás loco, nos va a pillar!
  • Te he dicho que confíes en mí. Tu vigila si viene.

Diego se agachó y empezó a buscar con su lengua mi agujero. No le costó encontrarlo. Yo le ayudé echando mi culo hacia atrás arqueándome un poco. Empezaba a sentir como su lengua perforaba mi ojete. No me esperaba para nada que Diego acabaría chupándome el culo, y menos aún delante de Paola y en esta situación. En ese momento escucho gritar desde la terraza a Paola.

  • ¡Diego!
  • Responde tú, me dice Mario, que yo tengo la boca ocupada.
  • Paola, Diego está ocupado ahora, dime a mí ¿qué necesitas? -Me costaba mucho intentar que no se me notara el gustazo que me estaba dando Diego por detrás.
  • ¿Abro la mesa o la dejo plegada? -Diego separó un poco más mis piernas, cosa que le permitió meter su lengua aún más profunda en mi culo.
  • Abre, abre, que nos gustará mááás
  • ¿Cómo dices?
  • Que estaremos más cómodos, que si no, no cabrán las cosas luego.
  • Vale. Si necesito ayuda os aviso.
  • ¡Muy bieeeen!

Diego, detrás mío, ya se estaba sacando la polla que debía de tenerla como una barra de hierro. Escupió en mi culo justo antes de levantarse y buscar con su polla mi culo.

  • Toma polla cerdo, me voy a correr dentro de ti con Paola a pocos metros ¡Ya ves qué morbazo!
  • Joder Diego, estás fatal de la cabeza, pero me encanta que estés fatal de la cabeza.

Me la metió de golpe y empezó a follarme a saco, como los conejos. No teníamos mucho tiempo y había que aprovecharlo. Yo estaba totalmente entregado a su polla, apoyado solo mis brazos en la encimera, con la ensalada casi en la cara, mientras Diego me ensartaba en su polla y me follaba con mucha fuerza. Yo tenía la polla tan durísima que me rozaba en los tejanos y me estaba haciendo daño. El roce del pantalón, las embestidas de Mario y el gustazo de tener su pollón en el culo hicieron que me corriera.

  • ¡Diego! Volvió a gritar Paola

En ese momento Diego empezó a correrse dentro de mí, su polla estaba todo lo dentro que podía estar.

  • ¡¡Diego!! ¡Que te estoy llamando!
  • Joder, que puta pesada que es, no me deja ni follar tranquilo -dijo Diego en voz baja. ¡Voy, un momento, que estoy hablando por teléfono!

Mientras Diego se iba vistiendo yo estaba aún medio colgado de la encimera, casi de rodillas en suelo, todo lleno de lefa, por delante y por detrás, agotado de la follada que me había metido Diego. Era lo más a saco que me había follado Diego hasta el momento.

  • Toma, ponte este delantal encima, que es muy grande y te tapará, pero ni se te ocurra cambiarte de ropa.

Diego acabó de guardarse el pollón en sus pantalones y salió hacia la terraza llevando las pizzas después de meterse el móvil en el bolsillo.

Continuará