El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 5

Mario empieza a asumir su rol de perrito mientras Diego juega con su nueva mascota.

Estuvimos aún más de 20 minutos en el sofá, sin movernos, sintiendo cada uno el cuerpo del otro. Como yo no quería que el momento acabara no hice absolutamente nada arriesgado. De hecho, hacía mucho rato que mi polla estaba durísima solo de tener este contacto tan especial como físico con el cuerpo de Diego. Fue él quien, pasado el rato, dijo:

  • Perrito, coge tu premio y ves a mi cama, espérame allí como tú sabes, a cuatro patitas y ofreciéndome el culo. Yo voy enseguida.

Cogí sus calzoncillos, los que me había regalado a cambio de estar una semana desnudo para él, y empecé a ir hacia su habitación.

  • Espera. Ponte los gayumbos en la cabeza, con el olor más intenso pegado a tu nariz. Y ves a mi habitación a cuatro gateando, perrito.

Sonreí y para nada me negué a seguir su juego. Iba gateando sacando mi culo todo lo hacia fuera que podía. Llegué a la habitación y me puse en la postura que me había pedido. Pensé que esa postura iba a empezar a ser habitual para mí. Me corría de gusto solo pensar en todas las cosas que haríamos ahora que parecía que definitivamente se había roto el hielo. Mientras él llegaba, estuve tocándo mi polla que prácticamente chorreaba precum de lo cachondo que estaba. La fragancia de sus gayumbos penetraba en mi cerebro y despertaba mis deseos más lujuriosos. Tal y como tenía sus gayumbos en la cabeza me impedía ver nada, pero no me molestaba lo más mínimo. Escuché como venía por el pasillo. Iba diciendo.

  • Perritos Maaariooo. Ladra para que te oiga, que te traigo una comida muy rica.
  • ¡Guau, guau! Ladré desde su cama. Sentí como entró en su habitación segundos más tarde.
  • ¡Aquí estás! A ver, sube tu culito, que esta comida se da por detrás.

Le hice caso. Al momento noté como me ponía aceite en mi agujero. Seguidamente metió algo frío. No era muy gordo lo que introdujo, pero era bastante más voluminoso que un dedo suyo.

  • Mmmm… ¿que haces por ahí detrás? ¿Qué es eso que metes?
  • ¡Shhhh! Los perritos no hablan, los perritos hacen caso y disfrutan de lo que les hace su amo.

Siguió metiendo lo que fuera por mi culo. Realmente empezaba a gustarme, no sé qué sería, pero empezaba a estar bastante profundo. Empecé a gemir según él fue incrementando la velocidad.

  • Ya sabía yo que te iban a gustar las salchichas, perrito. Mira que eres cerdo.
  • ¡Guau, guau!
  • ¡Mira qué contento está el perrito con su salchicha!

En ese instante empezó a pajear levemente mi polla, acompasando el movimiento a la salchicha de frankfurt que me iba metiendo por el culo. Ya que lo estaba disfrutando decidí no interrumpir el momento, aunque no pude evitar qué pasaría si se rompía la salchicha dentro de mi culo. Confié ciegamente en Diego. No era para menos. Me estaba haciendo vivir los momentos más placenteros de toda mi vida sexual.

  • Vaya, perrito, tienes la polla muy dura y mojadita. ¿Quieres que siga jugando con tu colita?
  • ¡Guau!
  • Vale, un ladrido es sí, muy bien perrito. Pero separa un poquito más las piernas.

Diego continuó dándome placer, subiendo y bajando la piel de mi polla, metiendo y sacando la salchicha de mi culo. Hasta que dejó de mover la salchicha, simplemente la dejó medio metida. Seguía sin embargo jugando con mi polla. Yo hacía rato que intentaba no correrme, aunque la situación me lo ponía muy difícil. De golpe noto algo húmedo y caliente en mi polla. ¡¡Diego me estaba chupando la polla!!

  • ¡Mmmmmm, síííí, chupa!
  • ¡O ladras como un perrito o paro de chupar, nada de hablar! -Interrumpió unos segundos la mamada para echarme la bronca por salirme del papel.
  • ¡Guau!
  • Eso es, pórtate bien, perrito y lo pasarás mejor.

Tras acabar de decirme eso se volvió a meter mi polla en la boca. Yo no podía aguantar más, estaba a puntísimo de correrme, de llenar la boca de Diego de mi lefa. Pero no estaba seguro de si quería que le avisara. ¿Cómo iba a avisarle con ladridos?

  • ¡Guauuuuuu, guuuuaaaaauuuu!

Él no hizo nada, solo siguió chupando. Era demasiado tarde. Empecé a eyacular cuando Diego aún tenía mi polla en su boca. La salchicha saltó sola al yo contraer mi culo en mitad de la corrida. Diego ni se inmutaba. Estaba recogiendo toda mi corrida en su boca, sin perder ni una gota. Cuando ya me había expremido completamente se levantó sin decir nada. Se acercó a donde estaba mi cabeza y me cogió por debajo de la mandíbula. Me quitó el calzoncillo de la cabeza, me abrió la boca y, a un palmo de mi boca, abrió la suya y dejó caer toda mi corrida, haciendo que esta cambiara de boca, de la suya a la mía.

  • Trágatelo todo, perrito. -Dijo cuando ya no le quedaba nada de lefa en la boca.

Claro que me lo tragué. Es cierto que prefiero el sabor de la leche de Diego, aunque la situación en sí misma no podía ser más morbosa y cachonda.

  • ¡No te acostumbres a que te la chupe, eh! Solo lo he hecho como premio por haberte tragado tan bien la salchicha.

Le sonreí sin decir nada, con los labios aún llenos de restos de semen que iba relamiendo según podía. Busqué por el suelo la salchicha, por curiosidad, y la ví a los pies de la cama. Había puesto un condón a la salchicha. Era más previsor y cuidadoso de lo que pensaba.

  • ¿Miras la salchicha, Mario? ¿Tanto te ha gustado? ¿Te la comerías cruda ahora que ha estado en tu culo?

Sin responder, pensando en mantener la situación morbosa, cogí por la punta del condón la salchicha e intenté sacudirla moviendo la cabeza para que la salchicha saliera de su funda.

  • Espera perrito, que te ayudo.

Pero creo que Diego no sabía lo que yo planeaba. Intuyó la primera parte de mi idea, sacando la salchicha del condón. Yo escupí el condón y él empezó a juguetear con la punta de la salchicha con mi boca y mi lengua, la acercaba pero después impedía que llegar a chuparla. Finalmente me metió en la boca una buena parte. Yo, sin morderla ni masticarla, solo aguantándola con los labios, la acerqué a su boca. Efectivamente, la segunda parte del plan le sorprendió.

  • ¿Qué haces, qué quieres?

Volví a pasar la salchicha con sus labios, que él mantenía cerrados. Al ver su resistencia imité el lloriqueo de un perrito y el se empezó a reir.

  • ¡Puto perro maricón!

Pero fue una de cal y una de arena, después del insulto abrió la boca y empezó, él sí, a morder y masticar la salchicha sin usar las manos. Solo se aguantaba de mi boca a la suya. Yo decidí empezar a hacer lo mismo. La escena acabó como “La Dama y el Vagabundo” pero, en lugar de un espagueti, una salchicha de frankfurt. No sé como la pudimos tragar sin atragantarnos, pero al final mis labios y los suyos se tocaron. Nos miramos a los ojos un instante, se veía la lujuria en nuestra mirada. Él puso una mano detrás de mi nuca para empezar a besarme de la manera más bruta y sexual que nunca me había besado. Me tumbó en su cama sin dejar de besarme. Me hizo flexionar las rodillas, sin que nuestras lenguas se separaran en ningún momento. Nuestras pollas, otra vez durísimas, empezaron a jugar entre ellas, por su cuenta, a la vez que nosostros nos tocábamos el pecho, la espalda, el culo… Jamás hubiera imaginado una situación tan sensual con Diego.

Me cogió finalmente de los tobillos y empezó a alzarlos. Entendía perfectamente lo que pretendía Diego. Le ayudé poniendo mis pies en sus hombros, dejando el agujero de mi culo expuesto. Diego hizo puso cara de haber conseguido su objetivo, otra vez. Apuntó su polla hacia mi culo y la metió toda de golpe, sin cesar ni un segundo. Sentí todo el grosor, la humedad y el calor en mi interior. Era mucho mejor esta “salchicha”, estaba calentita y era más grande. Pero Diego no se movía. Seguíamos comiéndonos la boca como si no hubiera mañana mientras tenía todo su pollón dentro de mi culo, como esperando a que mi agujero se adaptara a su invasor.

No tardó en empezar a follarme el culo, mi lengua y la suya batallaban para mantenerse en la boca del otro. Entre besos y lengüetazos empezaron a sonar gemidos, tanto míos como suyos. Diego follando era un toro. Yo no podía soportar tal nivel de placer. No pasaron ni cinco minutos que yo empecé a correrme y a llenar mi abdomen de lefa. No me podía creer que aún me quedara líquido por sacar, había perdido la cuenta de las veces que me había corrido, ya no importaba ni eso. Diego, como si mi orgasmo hubiera sido un detonante, empezó a tener el suyo propio. Esta vez se sacó la polla y la puso mirando hacia mi cara, a un palmo de distancia. Empezó a salpicar toda mi cara y mi pecho de leche caliente. Algunos chorros cayeron en mi boca, que yo esperaba ansioso con la lengua fuera y la boca todo lo abierta que podía. Acabé cubierto de semen en las mejillas, la barbilla, por la nariz, por el pecho, y Diego hizo que mi pezón izquierdo jugueteara con su polla y recibiera las últimas gotas de su néctar.

  • Ni se te ocurra limpiarte, perrito. No te muevas, yo me encargo.

Cuando pensé que no podíamos mejorar el nivel de morbo, empezó a lamer su propia corrida que estaba repartida por mi cuerpo mezclada con la que yo mismo acababa de regar por mi abdomen. Iba recogiendo leche con su lengua y me daba un beso para que la compartiéramos. Cuando ya la habíamos tragado iba a recoger más y repetía la operación. Llegó a hacerlo cinco veces. Nuestras caras y bocas eran una mezcla de saliva y leche pura de macho.

Cuando acabó de recoger el semen, cuando no había más que tragar. Se metió en la cama sin decir nada, pero haciendo un gesto para que me acomodara a su lado. Al principio estábamos los dos mirando hacia el techo, tumbados uno al lado del otro, tan desnudos como llegamos al mundo. Se giró a mirarme a los ojos, yo le correspondí.

  • No te vayas a enamorar, perrito. Esto que hacemos solo es lujuria y desenfreno. Mientras sepas cuál es tu sitio y respetes quién manda aquí, te vas a hartar de polla, si es lo que quieres.

Tenía mil cosas que decirle y preguntarle, pero no quise romper el momento. Él apagó la luz. Poco después, se giró dándome la espalda. Yo también me giré y me acoplé detrás suyo, quedamos en posición “cucharita”. Mi polla volvía a crecer una vez más al estar tan y tan cerca de su culo. Era imposible que él no notara la presión entre sus nalgas. Per no se apartó, al revés, noté que mi polla iba encajando perfectamente en la raja de su culazo.

  • Hasta aquí podemos llegar hoy. Ni se te ocurra follarme sin mi permiso o te corto la polla. No te muevas, me gusta que nos quedemos en esata posición.

Y así quedamos durante mucho rato. Mi pecho contra su espalda, su culo contra mi polla, nuestras rodillas perfectamente alienadas y yo con una mano en su cadera.

Continuará