El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 20

Conociendo a los vecinos

Después de nuestra sesión de sexo apasionado Diego se fue a hacer la comida, no sin antes besarnos por última vez como si nuestras lenguas fueran el último dulce del mundo. Yo fui a recoger la terraza, que estaba llena de botellas de cerveza vacías. No me dio por pensar que estaba en pelotas y relleno de semen. Cuando empecé a moverme para recoger las botellas por el suelo, a agacharme y levantarme, facilité que la lefa que me había inyectado Diego fuera saliendo y escurriéndose por mis piernas. Por acto reflejo paré con mis dedos el reguero de lefa que bajaba y me metí en la boca lo que había recogido. Tenía ese sabor que tan loco me vuelve. No pude evitar sacudir un poco mi polla que ya estaba reaccionando y endureciéndose otra vez. En ese momento me di cuenta. En la ventana del vecino volvía a haber una silueta. Esta vez se le veía mejor. Era un hombre de unos 40 años, de piel oscura, seguramente de origen magrebí. Estaba mirándome fascinado. Se notaba un movimiento en su brazo aunque no le podía ver la polla porque le quedaba tapada. Yo estaba aún con las puntas de mis dedos en la boca, relamiendo la lefa que me salía del ano, sacando culito que justo quedaba en el ángulo de visión del vecino, que disfrutaba de las vistas. Yo no pude más que seguir pajeándome mientras intentaba hacerme el descuidado, como si no supiera que me estaban mirando. Pensé que igual que ese vecino me podrían estar viendo otros, pero me dio igual. La situación era tan morbosa que me limité a disfrutarla.

La escena continuó durante al menos cinco minutos. Parecía que ya había salido toda la leche de Diego de mi culo, y me la había tragado casi toda. Me fijé ya directamente en mi vecino, sonriéndole. En ese momento vi que su ventana quedaba manchada de un líquido blanco que empezó a salpicar en la parte baja del cristal. Me alegré de haber hecho la buena obra del día. Acabé de recoger la terraza y me metí en casa para seguir ordenando el apartamento. De la cocina ya venía muy buen olor.

Fui a la cocina y Diego estaba cocinando para los dos, desnudito. Con su culito llamando a mis manos para que le acariciara de nuevo. Lo hice, le agarré las nalgas por detrás y le acerqué mi polla morcillona, que empecé a restregar.

  • Huele muy bien.
  • Es el estofado.
  • Me refiero a ti, le dije besándole el cuello.
  • ¡Qué tonto, Mario! Jajaja.

  • ¿Oye, Diego, tienes un vecino de unos cuarenta años, de aspecto marroquí, argelino o así?

  • ¡Ah! ¡Sí! ¡El de al lado, es actor! Estará jodido ahora que han chapado los teatros.
  • Vaya… pues se ha hecho un pajote mirando como yo rebañaba tu leche que salía de mi culo en la terraza.
  • Miras que eres puto y calienta pollas -dijo besándome.
  • ¿Crees que le podemos conocer algo mejor?
  • No sé, intenta hablar con él en la terraza.
  • ¿Pero vive solo?
  • ¿Qué va, está casado.
  • Pues no nos vamos poner a gritar de ventana a terraza -me volvió a besar y sacó su culito restregándolo por mi polla. Seguro que se te ocurre algo, fijo que tiene pollón el moro.

Me quedé pensando y se me ocurrió escribir, bien grande en un papel "Ven, 4° 2°!" Y lo dejé en la mesa de la terraza preparado para cuando volviera a verle en la ventana. No tardó en volver a asomarse. Al parecer le tenía bastante cachondo, como para que se pasara buena parte del rato en la ventana tocándose. Jugué un poco con mi culito para que lo viera y luego cogí el cartel y se lo mostré. Me hizo un gesto con el pulgar hacia arriba y desapareció de la ventana.

  • Oye, Diego, que creo que viene. ¿Qué hacemos?
  • ¿Ponte el tanga para recibirle, no?
  • ¿Tan a saco?
  • ¿No te has estado tragando mi lefa mientras te veía? Más a saco que eso…
  • Tienes razón. A ver si nos mola, si no, vaya cagada jeje.
  • Bueno, si no nos mola le decimos que se pire y listo.

Fui a cambiarme y al poco rato picaban de abajo. Abrí pero fui a buscar a Diego que estaba sentado en el sofá. Me puse de rodillas a su lado y me puse a comerme la polla de Diego dejando la puerta del piso abierta. La idea era que, cuando llegara entrara, y que lo primero que viera fuera mi culo en pompa con el tanga puesto y mi boca siendo penetrada por el cipote de Diego.

Así fue. A los dos minutos escuché cerrarse la puerta, me giré y vi al vecino, sobándose el paquete con el pantalón puesto. Le hice un gesto para que se acercara y me despegué de la polla de Diego. Me di la vuelta dejando mi culito más cerca de Diego y mi boca a pocos centímetros del vecino que se acercó.

  • No tengo mucho tiempo, he dicho a mi mujer que bajaba a comprar.
  • Pues, ya sabes, aprovéchalo. Deja que Mario se encargue, que él sabe de estas cosas.
  • ¡¡Mmmm mucho gusto, Mario. Pero que mucho gusto!! -Y me dio una fuerte nalgada.
  • ¡¡Auuuch!! Encantado, pero trátame bien, que soy muy delicado.
  • Tienes razón, perdona.
  • Cómo te llamas, vecino, que nos hemos visto por la calle pero nunca hemos hablado.
  • ¿Jousef, me llamo Jousef, tú eres Diego, no?
  • Sí. Pero siéntate, ponte cómodo. ¿Quieres una cerveza?
  • No puedo beber… por… ya sabes, la religión…
  • La religión te permite que te la vaya a chupar tu vecino estando casado?
  • La verdad es que no…
  • Entonces tampoco pasa nada porque te tomes una birra…

A todo esto yo estaba sacando la polla de los gayumbos de Jousef. Era una polla larga como la de Marc pero más gorda, morena y circuncidada. Olía muy pero que muy bien. Cuando empecé a lamer el glande descubrí un nuevo sabor que me gustó mucho. Era como más salado que de costumbre. Diego, mientras, estaba detrás mío chupándome el culo y metiendo deditos. Lo íbamos a pasar muy bien con el vecino.

  • ¡Asíííí! ¡Cómo la chupa Mario!
  • Ya ves… tú disfruta, fijo que Mario hace cosas mejor que tu mujer.
  • Sí, por ahora ya la ha superado. Solo le falta tener tetas grandes.
  • Eso no lo tengo, no… -protesté, y después seguí chupando...
  • Vale, vale, pero chupa putito, chupa…
  • ¡Mmmmmph! -Jousef me introdujo una buena parte de su verga de golpe, consiguiendo que me atragantara.
  • ¡¡Ufffff!! ¡Qué bien, putito! ¿Oye, y qué sois, compañeros de piso?
  • Sí, bueno, somos novios…

Cuando Diego dijo eso lo flipé, pero como no supe reaccionar me limité a seguir chupando el vergón del vecino.

  • Pues que bien que seáis novios pero que compartáis vuestros cuerpos con otros. Si lo llego a saber antes…
  • ¡Mmmph! ¿Bueno, llevamos poco saliendo, no Diego? -Y seguí chupando.
  • Sí, desde hoy -interrumpió Diego el beso negro que me estaba haciendo para responder.
  • Mira que sois raros. Bueno, yo, mientras me la chupéis, como si sois hermanos…

Reímos los tres pero enseguida continuamos con nuestras labores ya asignadas. La verdad es que era toda una delicia chupar la polla del vecino. Era una polla muy atractiva y placentera de mamar, y él era muy agredecido. Me acariciaba el pelo mientras se la mamaba y una vez que me acostumbre a tener su verga en la garganta solo empujaba un poquito con la cadera, dejándome a mí gran parte del trabajo.

Diego, por su cuenta, siguió chupándome el culo hasta que se arrodilló detrás mío y empezó a meterme el cipote por detrás. Lo metía muy poquito a poco, con mucho cariño.

  • Oye, hoy no tengo tiempo, que mi mujer me espera. Pero otro día... ¿Podré follarme a Mario?

Flipé mucho de que le pidiera permiso a Diego para follarme, en lugar de a mí. Pero flipé más aún con la respuesta de Diego:

  • Eso que lo decida Mario. Pero si yo fuera él te propondría que por cada vez que te lo folles te tiene que follar él.
  • Ni hablar, a mí no me han follado nunca, yo soy hombre.
  • Pues entonces te quedas con las ganas, Jousef. Y yo también soy un hombre -increpé al vecino, aunque después se la seguí mamando con gusto.
  • ¡Jajaja! ¡Ese es mi Mario! Es más, amplio la oferta a mi mismo. ¿Quieres tener dos vecinitos que te la chupen y a los que te puedas follar? Pues prepara el culo, Jousef -dijo Diego riéndose y metiéndome la polla cada vez más profunda, todo a la vez.
  • Mira que sois cabrones. Bueno, ya veremos. Ahora sigue chupando, chico, que ya casi me vengo.

La conversación quedó de lado según Jousef aceleraba e intensificaba la follada de boca y Diego hacía lo propio en mi culo. Cuando ya esperaba los últimos empujones de Diego, se levantó y continuó pajeándose enérgicamente mientras venía hacia mi boca. Yo entendí lo que pretendía y me incorporé dejando la polla de Jousef y buscando la de Diego. El vecino se levantó del sofá y pronto estábamos yo de rodillas y Jousef y Diego de pie apuntando sus cipotes hacia mi boca y pajeándose a saco. A veces sus glandes se rozaban en mi boca porque yo les atraía con mi lengua que jugueteaba con sus suaves pero duros premios. En esos momentos los dos gemían y bramaban como dos machos a punto de correrse. Y eso fue lo que pasó pocos segundos después. Mientras yo me pajeaba y me metía algunos deditos por el culo, ellos, primero Diego, empezaron a expulsar grandes cantidades de lefa directas hacia mi lengua. Especialmente Jousef, que parecía una manguera de inagotable líquido del placer. Las últimas lefadas me cayeron en la cara y el resultado final fue mi cara rebozada de leche de macho riquísima que empecé a tragar sin dudar ni un segundo mientras empezaba a correrme por mi cuenta.

  • Bueno, tengo que irme, pero apuntaros mi número de WhatsApp y... ¿hablamos para la próxima, no?
  • Claro, tío. Y piénsate lo del culito, que te va a gustar -le dijo Diego dándole una palmada.

Jousef le miró extrañado pero sonrió después.

  • Bueno, me lo pienso.

El vecino se fue y quedamos Diego y yo que nos pusimos a comer después de darnos una ducha.

  • ¿Oye, qué te ha parecido el vecino? -Me preguntó Diego mientras comíamos.
  • Bien, su polla está muy rica.
  • Más que la mía.
  • No, tonto, más que la tuya no… -qué tonto, pensé, ya me hacía bromitas de ese estilo…
  • ¿Le volverías a invitar?
  • Si tú quieres, sí. Pero me ha gustado la propuesta que le has hecho. Si nos quiere follar nos lo follamos nosotros.
  • Ya veremos, a ver si se puede escapar de su mujer.

Seguimos picando y en ese momento sonó el timbre de abajo.

  • ¡Jajajaja, será Jousef, que quiere follar! -Dijo Diego riéndose.
  • ¡Seguro! Qué le habrá dicho a la mujer...

Fui abrir y me quedé esperándole en pelotas pero con la puerta cerrada. Cuando sonó el timbre de arriba abrí al momento.

  • ¡Jous…!

Para mi sorpresa me encuentro con un repartidor de amazon que me mira, flipando de que esté desnudo. Era bastante joven, delgado, la verdad es que con buen aspecto. Yo no me esperaba para nada que no fuera Jousef y me quedé congelado, con la polla morcillona y mirándole.

  • ¿Oiga, podría taparse, por favor? -Me dijo el repartidor.

Me coloqué tras la puerta de la cocina enseñando solo el torso, de forma que me cubriera un poco. El chico dejó un paquete en el suelo, me miró con desagrado y se fue musitando:

  • Menudos colgaos que tengo que ver con esta mierda de curro...

Continuará...