El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 19

Después de a tormenta llega la pasión

Volví hacia la terraza pero encontré a Marc en el comedor.

  • Marc, Diego está cabreado
  • ¿Por qué?
  • No lo sé. Me ha dicho que te vayas mañana. Duerme en mi cama, yo dormiré en el sofá.
  • ¿Cómo que me vaya mañana? ¿Este tío es tonto o qué? -Hizo amago de ir hacia su habitación, le puse una mano en el pecho.
  • Marc, dejalo, hazle caso. Ya hablaréis en otro momento. Tomamos una última birra, si te apetece, y nos vamos a dormir.

Marc aceptó, traje las birras y nos salimos a la terraza a tomarlas, aún en pelotas los dos.

  • Oye, yo conozco a Diego hace muchísimos años, desde el cole. No le había visto nunca así.
  • Creo que algo está cambiando en su interior. Le conoces desde que erais niños, pero ya no lo sois.
  • Pero si estaba tan agusto hace un rato ¿Qué ha cambiado?

Yo creía que sabía lo que había cambiado. Le había dicho a la cara que tengo sentimientos hacia él. Marc era tan básico y primario que no le había dado importancia al juego de la verdad.

  • Tranqui, Marc, ya se le pasará.
  • Oye, pues ya que no tiene importancia, podrías chuparme la polla mientras ¿no?
  • Joder, Marc, como eres. ¿No ves que se me ha cortado el rollo?
  • ¿Entonces no me la vas a chupar? -tenía su polla dura, la cogía del tronco y daba golpecitos con el capullo en la otra mano. Yo quería acabar lo que hemos empezado antes con tu culito.
  • Venga, Mario, con lo que disfrutas tú con cualquier polla, no me irás a hacer el feo ahora ¿no?
  • Miras que eres tonto del culo, Marc. Tienes la empatía de una mierda. Me voy a dormir al sofá. Quédate en mi cama.

Me fui sin decir nada más. Cogí una sábana y me estiré en el sofá. Me quedé con los ojos cerrados intentando dormir. Los apretaba muy fuerte, como si eso fuera a ayudar a dormirme antes. Me sentía triste. Quería saber lo que le pasaba a Diego. Retornaban las palabras que habían pronunciado Diego y Marc en mi cabeza: “¿Y conmigo es algo más?”… “con lo que disfrutas tú con cualquier polla”… Joder! Yo sabía lo que quería, sentir a Diego cerca a todas horas. El resto era puro morbo. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? Acabé durmiendo sumergido en mis pensamientos…

Por la mañana siguiente me despertó el brillo del sol que salía justo apuntando hacia mi cara. No había pensado en bajar las persianas del comedor. Miré por la casa y la puerta de Diego seguía cerrada. En mi habitación no estaba Marc, tampoco encontré su mochila ni nada suyo. Decidí vestirme, dado que se había ido todo el morbo a la mierda. Vi los gayumbos que Diego me regaló. Decidí guardarlos como recuerdo después de olerlos una última vez. Solo eso ya me la puso dura y me hizo recordar todos los momentos morbosos que había vivido con Diego, uno a uno. Sus besos...

Me puse unos tejanos, una camiseta. Fui a la cocina y empecé a hacerme el desayuno. Aún me sentía triste, no entendía qué tenía que pasar en ese momento. ¿Diego me iba a echar de casa? Solo pensar eso me dio un vuelco el corazón y empecé a llorar. Cuando menos me lo esperaba escuché:

  • ¿Qué coño haces vestido? -Era Diego, apoyado en el marco de la puerta de la cocina, desnudo, con la polla muy dura.
  • ¡¡Diego!! -Le miré aún lloroso, sorprendido, con alegría de verlo y de su comentario pero contrariado por sus palabras.
  • ¿Me haces un café?
  • ¿Esperabas encontrarme en pelotas? ¿Después de mandarme a la mierda ayer? ¿Después de echar a Marc de casa porque tu estabas enfadado?
  • Mario, no has entendido nada.
  • ¿Qué había que entender? ¿Qué te he hecho yo para que tengas ese cabreo conmigo? ¿Que dije ayer que te enfadó tanto?
  • No me enfadé contigo, tú no hiciste nada malo. Tú nunca me has hecho nada malo. Soy yo el que soy un puto machito que no puede admitir que un maricón se haya enamorado de él.
  • ¿Qué te hace pensar que esté enamorado de ti? -Intenté hacerme el digno.
  • ¿Sabes qué me hace pensar que estés enamorado de mí, Mario? Dijo Diego acercándose a mí poco a poco.
  • ¿Qué...?
  • Pues que yo me estoy enamorando de ti.

Se acercó hasta el punto que mis labios empezaron a besar los suyos. Era el beso más tierno, dulce, profundo y largo que nos habíamos dado nunca. Ni siquiera tocó mi culo, solo me abrazaba, no quería soltarme. Su polla dura, al chocar contra mi cuerpo, se quedó apuntando hacia arriba, pero no la movía morbosamente como habíamos hecho tantas veces. Toda su atención estaba centrada en ese beso.

  • Quiero que me hagas el amor, Mario. Luego te lo haré yo a ti.
  • Si a ti te parece bien podemos follar tanto como nos dé la gana con quien nos dé la gana, pero solo haremos el amor entre nosotros, en privado, en momentos que nos unan y que sean todo pasión.
  • Vale, yo encantado. Sabes que me gustas y que siento algo muy intenso por ti, pero no voy a perdonarte esos golpes de furia, esos cabreos y que echaras a Marc de casa.
  • Mario, te estoy diciendo que estoy enamorándome de ti.
  • Y no sabes cuánto me alegra oírte, no pienses que no. Pero lo mínimo que puedes hacer es llamar a Marc y prometerme que no volverás a herirme como anoche.
  • ¿Has llorado, verdad?
  • Sí.
  • Soy yo quien tiene que pedirte perdón. -Nos fundimos en otro beso igual de largo e intenso que el anterior. No volveré a hacerte daño.

Le miré a los ojos, sonreí, y empecé a entender que algo era diferente en Diego. Me miraba con los ojos brillantes, sonriendo, acariciándome las mejillas. No le daba importancia a su polla, aunque estuviera durísima contra mi abdomen manchando mi camiseta y notara que subía hacia mi ese aroma tan tentador para mí. Estuve a punto de bajar hacia ella para metérmela en la boca, pero Diego se me adelantó y fue él el que se arrodilló y empezó a oler, más bien esnifar, mi paquete.

Yo no dije nada, solo me apoyé hacia atrás, en la encimera de la cocina. Mi polla no tardó nada en estar tan dura como la de Diego. Él empezó a desabrochar mis tejanos con los dientes, sin usar las manos. Cuando desabrochó el botón cogió la cremallera con los dientes y la bajó. Mi verga dura ya chocaba contra los calzoncillos y aprovechó el espacio que quedó al abrir el pantalón para salir y chocar contra la nariz de Diego.

Empezó a dar besos a mi polla que aún estaba dentro de los calzoncillos. La posición de Diego y la gravedad favorecían que mi rabo desafiara la tela que lo cubría y estuviera totalmente apoyado en su cara cuando no estaba dentro de su boca, aún sin haberla sacado de los gayumbos. Diego mientras se estaba pajeando con una mano y acariciaba mi cuerpo con la otra. Me encantaba sentir el tacto de la lengua y los labios de Diego en mi verga aunque fuera a través del tejido. Yo me estaba poniendo tan cachondo que me quise bajar los calzoncillos, pero Diego no me dejó. Sin decir nada apartó mis manos de mi entrepierna y fue él quien, sin dejar de pajearse y de acariciarme, mordió el elástico de los calzoncillos y los empezó a bajar, liberando mi polla que golpeó su mejilla al salir.

Diego sacó la lengua y empezó a reseguir el tronco de mi polla con la lengua hasta llegar al glande. En ese instante, se lo metió en la boca y empezó a rozarlo dentro suyo a lengüetazos. Yo estaba ya perdiéndome en la lujuria, me encantaba mirar hacia abajo y ver como mi polla entraba y salía entre los labios de Diego y él disfrutaba de estar tan entregado a su sabor. Mi chico me estaba dando una de las mejores mamadas que me habían dado nunca. Y me gustaba tanto porque él también disfrutaba.

Sin dejar de mamar mi polla Diego cambió de posición y, en lugar de seguir de rodillas, alzó su culo, levantándose, pero dejando su culazo más accesible, y su boca en una posición más cómoda para que me la follara. Cogió una de mis manos y la llevó a su culo, que empecé a acariciar. Cada vez iba acercando más mis dedos a su agujerito, que ya parecía hambriento. La postura que teníamos ayudaba a empezar a follarle la boca mientras le iba introduciendo un dedo por el culo. Nuestro movimientos se acompasaron, y mi polla entraba en su boca a la vez que mi dedito exploraba su interior. De vez en cuando llevaba mis dedos a la boca para ensalivarlos y poder meterlos más fácilmente. Diego ya gemía gracias a mi acción en su culo. Mientras aceptaba que mi rabo fuera entrando en su boca y que me follara su garganta. No se quejó, tosió ni le dio arcadas en ningún momento. Diego había aprendido a recibir polla y dedos de una manera impecable.

Ya llevábamos un buen rato jugando en la cocina cuando empecé a correrme en su boca. Solo tenía el capullo dentro de su boca cuando explotó en semen que Diego se apresuró en almacenar entre sus carrillos, como los hámsters. Cuando ya había recogido hasta la última gota subió, me empezó a besar y compartimos la lefada que le había depositado con todo el cariño. El semen acabó mezclándose con nuestras babas y nos acabamos tragando todo el que no se fue escurriendo por  nuestras comisuras.

Yo no era consciente de en qué momento había pasado, pero ya estaba sin ropa más que mi camiseta que me quité en ese momento. Inmediatamente después, Diego se dio la vuelta, apoyando mi polla en su culo y empezando a restregarse.

  • Quiero que me metas la polla lo más bestia que puedas, Mario.

Busqué sus labios desde detrás suyo y empecé a penetrar su boca con la lengua mientras penetraba su culo con mi polla. Diego suspiraba de placer y su aliento cálido me hacía estremecerme a la vez que lo hacía él. Diego se apoyó con sus brazos en la encimera y sacó su culito hacia fuera. Yo le cogí de las caderas y de una, pero lentamente, le metí el cipote por detrás hasta que sus nalgas encajaron en la parte delantera de mis muslos.

  • ¡Aaaaaaaah! ¡Mario, cómo me mola sentir tu polla dentro!
  • ¡Uffff, Diego! ¡Qué calentito y prieto tienes el culo, vas a hacer que me corra enseguida!
  • De eso nada, ves retrasando, que quiero sentir esa polla dentro mío mucho rato.
  • Jejeje, pero si tú también estás a punto de correrte -dije cogiendo su durísima, gordísima y grandísima polla en mi mano y moviéndola levemente, lo que hizo que el se pusiera a temblar.
  • Noooo, no me la toques, que quiero correrme sin tocarme. Quiero que hagas que me corra follándome, no tocándome.
  • Tus deseos son órdenes para mí, Diego.

No me quería arriesgar a correrme, por lo que me vinieron bien esos días de ensayo en los que nos pasábamos el día con la el rabo duro y sin poder corrernos. Empecé a pensar si todo formaba parte del plan. En fin, le fui dando embestidas poco a poco, profundamente, hasta que sentía que me corría, en ese momento cambiamos de posición. Intenté guiar a Diego sin sacarle la polla hasta la mesa de la cocina y le empujé el pecho contra la superficie. Le levanté el culito y, agarrando fuerte de nuevo sus caderas profundicé y follé más su culo un rato más. Diego en ese momento empezó a correrse por sí solo. Yo quise frenar mi follada para no correrme, pero me fue irremediable aprovechar que su culito se estrechaba. Se sentía maravilloso. Me vino el éxtasis y me corrí estando mi polla al fondo de Diego. Los dos gemíamos y gritábamos. Diego escaló su cuerpo hasta mi cabeza, abrazándome y tocándome como podía sin girarse y nos volvimos a fundir en un beso como los que ya eran costumbre.

  • No me la saques, Mario. Sigue follándome. Enlaza dos sin sacarla, a ver si puedes.

Me limité a sonreir y a volver a mover mi polla dentro suyo, antes de que se bajara. No me costó demasiado. Todo era tan erótico y deseable que volver a tenerla dura era absolutamente inevitable.

  • Mmmmmm, ya me estás dando otra vez. Al final me vas a hacer adicto a la polla Mario. Voy a tener que notar tu palo perforándome cada día.
  • Mi polla es tuya, Diego, todo mi cuerpo es tuyo. Y tú eres mío.
  • Te quiero Mario… -Eso sí que no me lo esperaba. Me quedé congelado, con la polla dura pero quieta dentro suyo; fue él quien tuvo que volver a mover su culito para hacer que yo reaccionara.
  • Yo también te quiero, Diego.

Y continuamos follando durante mucho rato. No enlacé dos sino tres. Acabamos en el sofá cuando cambiamos roles y fui yo quien le hice correrse otras tres o cuatro veces. Se hizo mediodía y ni siquiera me había tomado el café que había empezado a prepararme esta mañana. Todo por follar como nunca había follado con Diego, con la pasión de dos amantes que se aceptan el uno al otro.

Continuará…