El confinamiento con mi nuevo compañero de piso 17

Nos da hambre y pedimos comida a domicilio

Después de la sesión matinal nos levantamos los tres y estuvimos desayunando juntos. Los tres desnudos, claro. Las bromas y los comentarios de alto voltaje iban surgiendo, pero no hicimos gran cosa durante el desayuno, a parte de desayunar, claro.

Durante la mañana nos pusimos los tres a hacer cosas de casa. Yo me dediqué más a la habitación. Realmente las sábanas necesitaban ser cambiadas y lavadas con urgencia. Después de hacer algunas tareas, escuché que los dos machitos estaban en el comedor comentando nosequé de comprar por Amazon. No les presté mucha atención.

Cuando llegué al comedor estaban los dos riendo maliciosamente y mirándome.

  • Qué pasa? Que habéis liado ya?
  • Nada, nada. Ya lo verás es una sorpresa -me dijo Diego dándome un beso profundo y pasional.

Marc, mientras, miraba como Diego me metía la lengua todo lo que podía y que yo le correspondía. Ayer se reía de que nos besáramos Diego y yo, pero hoy estaba muy atento y se tocaba la polla mientras no nos quitaba ojo.

Para comer decidimos pedir comida a domicilio para no tener que cocinar que nos daba mucha pereza. Estuvimos decidiendo qué pedir y al final ganó comida china. Hicimos la comanda por internet y en la web decía que el repartidor llegaría en 40 minutos.

  • ¿Oye, no habéis tenido nunca fantasías con los repartidores? -Preguntó Marc.
  • ¿Qué dices tío? Jajaja, estás enfermo! -Me reía tomándome a broma su comentario.
  • !Oye, pues tiene su gracia! -Dijo Diego. Tú te atreverías a ir a abrir en pelotas?
  • Sí, claro, y con tanga! -Respondí, aún tomándolo a cachondeo.
  • Ya ves, mucho mejor, en tanga, ponte el de Paola! -Me dijo Diego ilusionado.
  • Jajajaja! Mira que os flipáis vosotros dos -definitivamente estaban burlándose de mí.
  • ¡Buah! Mario, tío, hazlo, a ver cómo reacciona el repartidor -me suplicó Marc.
  • ¿Pero estáis hablando en serio? ¿Queréis que intente seducir al repartidor?
  • Tú intentalo, y si no te mola le das con la puerta en las narices. Pero si te mola…
  • ¿Me estás diciendo esto de verdad, Diego?
  • ¡Vaaa! ¡¡Venga!! No te cuesta nada y nos echamos unas risas. Nosotros nos quedamos en el sofá mirando la escena en pelotas. Ya verás que morboso -suplicaba Marc.

Diego se levantó del sofá en ese momento y trajo el tanga de Paola. Me lo puse un poco a regañadientes y un poco morboso por la situación que habían imaginado estos dos pervertidos.

  • Te queda de lujo. Mira qué culo, Marc -Dijo Diego palmeando mis glúteos.
  • ¡¡Hostia!! Tenías esto y no te lo habías puesto antes? -Preguntó Marc excitado.
  • ¡Jajajaja! Cuendo te abrí la puerta a ti Diego me dijo que solo tenía dos opciones, o usar sus pantaloncitos que me van grandes o el tanga.
  • ¡Buaaaah!¡ Pues haber elegido el tanga! ¡Pero qué culito que te hace!

Marc empezó a jugar con mi culo, con el hilo del tanga, con mi agujerito, con su lengua.

  • Bueno, bueno, que os estáis calentando. -Expresé yo, aunque sin hacer nada para que pararan.
  • Mejor, así abres la puerta al repartidor con el tanga y erecto. Ya verás como nos reímos -aunque él y Diego ya se estaban riendo de imaginarlo.

Yo no decía nada. Realmente la situación era muy morbosa. Además disfrutaba de que Marc me tocara el culo y le alucinara mi cuerpo. Estuvimos entretenidos calentándonos entre los tres cuando picaron del timbre de la portería.

  • Corre, ves a abrir y esperale en la puerta con tu pose más sexy -me dijo Diego.

Yo hice caso. Me quedé con la puerta abierta, medio de lado enseñando mi culito en el tanga y también se veía mi polla durísima que chocaba irremediablemente con la minúscula tela. Si me hubiera visto algún vecino me hubiera muerto de vergüenza. En ese momento llega el ascensor a mi piso y veo salir al repartidor. Era un chico con mascarilla, alto, fuerte, moreno de piel, la verdad es que con un aspecto bastante sexy, parecía latino. Tenía puestos unos tejanos que le quedaban bastante ajustados, sobre todo de piernas y paquete. Él, al salir del ascensor despistado, empezó a buscar a qué puerta tenía que ir y entonces me vio a mí. Al principio se quedó parado sin moverse, me miró de arriba a abajo en los 10 metros de distancia que nos separaban. Decidí dar un pasito.

  • ¿Traes lo del restaurante chino? ¡Es aquí!
  • Ah! Sí! Dis-dis-culpe…

Realmente la visión de mí que tenía el repartidor rozaba lo grotesco. Yo de pie, en apoyado en el umbral de la puerta, de lado, con mis nalgas expuestas. Se quedó mirándome anonadado...

  • Ay! Claro, perdona que te reciba así… es que estaba desnudito con mis amigos y cuando has llamado al timbre me he puesto lo primero que he visto.
  • Ajá...

Se le veía intimidado por mi presencia y no hacía más que mirar hacia el suelo y solo me miraba de reojo. Alargó su mano que contenía dos bolsas con la comida y me dijo:

  • Serán 23.50€, se-se-ñor -casi no me miraba de la vergüenza, pobre...
  • ¿Señor? ¡Pero si debemos tener la misma edad más o menos!
  • Dis-dis-culpe, es la costumbre…
  • Tienes un acento precioso -le decía mientras buscaba el dinero de la cartera. ¿De dónde eres?
  • Venezolano señ…, venezolano.
  • ¡Uy! Venezolano, tengo entendido que sois muy calientes los venezolanos…

Él ya no sabía donde meterse. Me sonreía pero no me podía aguantar la mirada. En ese momento…

  • Ay! Se me ha caído la cartera. Qué torpe!

Me agaché a coger la cartera sacando el culo tanto como pude dirigiéndolo hacia él. Me fije desde abajo y el repartidor se quedó hipnotizado mirando mi culo, que quedó apenas a 10 centímetros de su entrepierna. Empezó a rozar su paquete con la mano, señal que se la tenía que colocar porque se le estaba poniendo dura.

  • Perdóname, soy muy patoso… -dije mientras me levantaba.
  • No se preocupe…
  • Cómo te llamas? Puedo preguntártelo?
  • Emilio, me llamo Emilio.
  • Te queda muy bien ese nombre Emilio.
  • Eh… gracias…
  • Perdóname, Emilio, te estoy haciendo perder el tiempo, debes de tener mucho trabajo…
  • Bueno, un poco…
  • Debéis de ir todo el día muy cansados de tanto trabajar. ¿No te apetece un descanso?
  • Es que…
  • Vamos, Emilio… -dejando las bolsas de la comida en la mesa de la cocina, que quedaba cerca.
  • Es que… me están espe...
  • Puedes descansar un poquito y te doy una propina -le dije estirando mi mano hacia su paquete que ya estaba abultado en el pantalón.
  • ¡Bueno es que… uff! Eso que tocas…
  • Te gusta que te lo toque Emilio?
  • Sí, pero no pu…
  • Emilio, porque no dices que has tenido un problema con la bici y me dejas que te ayude con ese cansancio un ratito… creo que lo agradecerás…

En ese momento yo ya estaba haciendo de putito absoluto pasando una mano por su paquete y la otra por su pecho fuerte. La polla de Emilio estaba respondiendo adecuadamente debajo de su ropa. Ya se notaba que su polla se había ido sola hacia un lado buscando espacio al estar creciendo por segundos. Emilio no tardó en poner sus manos en mi culo y sopesar el material con fuerza y de manera algo bruta.

  • ¿Qué quieres? ¿mi verga, putito? La verdad es que me vendría bien comerte ese culito que tienes. No sabes lo duro que me lo estás poniendo.

Yo le miré a los ojos y, sin apartar la mirada, fui bajando por su cuerpo hasta que mi cabeza llegó a la altura de su rabo, que ya amenazaba con reventar el pantalón.

  • Mmmm Emilio, vaya monstruo que tienes ahí dentro…
  • Vas a saber tú lo que es una verga venezolana, putito.

Emilio cerró la puerta de casa detrás suyo mientras yo empecé a desabrochar su pantalón. Una vez desabrochado un bulto dentro de sus calzoncillos empezó a reclamar mi atención.

  • ¿Todo esto es tuyo, Emilio?
  • Sí putito. Sácalo, saca mi huevo y chúpalo bien.
  • ¿Huevo?
  • La verga, putito, el huevo es la verga. Métetela en la boca y dale cariñitos.

Yo le hice caso. Saqué su enorme polla de sus calzoncillos. Casi no podía abarcarla con una mano. Era grande, gorda, con el capullo marroncito. Olía muy bien, a macho. Emilio era todo testosterona. La miré asombrado. Era uno de los rabos más grandes que había visto nunca. La empecé a lamer y Emilio empezó a gemir de gusto. Su verga cogía forma y dureza, convirtiéndose en un monumento impresionante. Era deliciosa de sabor. Las gotitas de precum que le iban saliendo las iba devorando vorazmente.

Desde el comedor, donde estaban sentados Diego y Marc, se veía todo lo que estaba pasando. Los amigos empezaron a mirar la escena divertidos, mientras empezaron a pajearse, cada uno con la suya, comentando como de bien se me daba tragar polla. Incluso una tan grande la de Emilio. Cuando ya llevaba un rato mamando rabo venezolando Diego y Marc se pusieron de acuerdo en acercarse.

  • ¿Hola, qué tal? -Dijo Marc. ¿Mario, se la estás chupando al repartidor? ¿Tanta hambre tienes? jajajaja
  • Pero tiene hambre de polla, porque la comida está aquí en la mesa -señaló Diego.
  • Vuestro amigo hace unas mamadas de verga impresionantes -les dijo Emilio, aún con la mascarilla puesta.
  • Pues no sabes lo que hace con el culo -le contestó Diego.
  • Eso veo, menudo trasero que tiene el amiguito. ¿Os lo habéis cogido mucho?
  • Bastante jeje -respondió Marc.
  • ¡Pues no me molestaría cogerle el culito eh!
  • Pues coge, coge, como si estuvieras en tu casa -le dijo Diego inspirándole confianza.
  • Espera que traigo el aceite de masaje… -Marc fue rápido a buscar el lubricante.
  • Y trae un condón si puedes… -pidió Emilio.

A los pocos segundos llegaba Marc con el kit de follada preparado. Yo alucinaba de que fuera a caberme todo eso en mi culo, me recordaba a mi primo Ángel, del que ya os hablaré algún día. Emilio no tardó nada en empezar a untarse los dedos de aceite e ir introduciendo alguno. Todo mientras yo se le chupaba. Bueno, a él y a Diego, que le faltó tiempo para acercar su polla y chocarla un poco con la de Emilio, como saludando. Yo ya iba de polla en polla cuando Marc nos dijo que estaríamos más cómodos en los sofás.

Fuimos al comedor los cuatro. Emilio me guiaba y me posicionó a cuatro patas sobre el sofá, mientras sus dedos husmeaban en mi culo. Delante de mí se colocaron Marc y Diego, con las pollas preparadas para que se las chupara.

  • ¿Y lleváis todo el confinamiento con el putito este?
  • Bueno, yo sí, Marc llegó ayer -respondió Diego.
  • Pues que afortunado eres tío. Así cualquiera pasa confinado en casa.
  • ¿Tú no tienes putito en casa?
  • No, bueno… vivo con tres compañeros, pero no somos maricos.
  • Claro, claro… le dijo Diego mientras veía como Emilio iba metiendo dedos en mi culo.
  • Deberías de convencer a uno de tus compañeros de que se dejara. A todos nos gusta más de lo que creemos o queremos aceptar, creeme… -le aleccionó Marc.
  • Eso o os vengo a hacer visitas, jeje. Por ahora voy a follarme a vuestro putito, si no os molesta.
  • Méteme la polla... Pero con cuidado, por favor, Emilio... ¡Que es muy grande! -Interrumpí la mamada que le estaba dando en ese momento a Marc para pedir un poco de piedad...
  • No te preocupes papi, que te trato con cariño, no quiero romper tu juguete.

Emilio se puso el condón y colocó la punta de su verga en mi culito. Se sentía potente, grande, dura, caliente... Me temía lo que venía en ese momento y busqué la mano de Diego para apretarla. Diego, sacó de mi boca la polla de Marc, puso la suya y enlazó nuestras manos.

  • No te preocupes perrito, que yo te cuido. Chúpame la polla que eso te tranquiliza. Chupa, chupa con cariño.

Ese momento tan tierno coincidió con algún reniego de Marc por apartarle y, especialmente, con que Emilio empezaba a profundizar en mi culo.

  • ¡¡¡¡Mmmmmmph!!!! ¡¡¡¡Mmmmffff!!!!
  • ¡Ssssh! Tranquilo, perrito. Chupa, chupa, que pronto pasará el dolor, ya verás -Diego me acariciaba el pelo mientras poco a poco empezaba a follarme la boca.
  • Oye pero déjame un poco a mí! -Pedía Marc.

Diego ni prestaba atención a Marc. Solo estaba pendiente de mí, de que Emilio no me hiciera más daño del necesario. Emilio, por su cuenta, según metía más trozo de su polla, iba dejando unos segundos para que me acostumbrara antes de empezar a joder mi culo. Pero el tiempo de benevolencia se fue transformando en lujuria incontrolada. Emilio ya casi estaba tocando mi culo con su pubis, casi la tenía toda dentro de mí, y ya sacaba bastante trozo de verga antes de volver a penetrarme, cada vez más rápido. Diego también aceleraba sus embestidas por mi boca. Yo no paraba de gemir, de retorcerme. El hecho de tener dos pedazos de rabos dentro mío me transportaba a un estado de placer absoluto que no hizo más que mejorar cuando Marc, ya aburrido de no poder darme polla, decidió empezar a chupármela poniéndose debajo de mi vientre. Cada vez mis sensaciones se iban exponenciando, el cipotón de Emilio me estaba acariciando por dentro y notaba como me producía un cosquilleo que estaba acelerando a marchas forzadas mi orgasmo. Probablemente mi próstata estaba absolutamente entregada a los roces a los que Emilio me sometía. En ese momento noté que el cuerpo entraba del todo en contacto con mi parte trasera. La había metido toda y yo me sentía fenomenal. No me podía creer que tuviera todo ese rabazo dentro mío. La excitación tomó el control en mi cuerpo y fui yo quien empezó a mover el culo y la boca para complacer, aún más, a Diego y a Emilio.

No pude hacer más que correrme llenando la boca de Marc. Al apretar mi culo debido al orgasmo Emilio empezó a sentir más prieto mi culo y, después de acelerar un poco más, sacó finalmente toda su polla, se sacó el condón y se empezó a correr en la parte exterior de mi culo. Diego, excitadísimo por la situación, también comenzó a llenarme la boca de su riquísima leche. Marc, que se pajeaba sentado en el suelo y aún intentando tragar mi lefa, empezó a correrse cuando la lefa de Emilio le llegó a salpicar en la cara accidentalmente.

  • ¡Buuuuf! ¡Qué bueno, chamos! -Dijo Emilio reincorporándose y empezando a vestirse.
  • Te ha gustado la propina? -le pregunté.
  • La mejor que me han dado. Cojo el teléfono del ticket y os escribo por si queréis que vuelva algún día, vale?
  • Apunta el tuyo aquí, que a lo mejor te llamamos nosotros… -le sugirió Diego.

Emilio dejó su númer de teléfono apuntado, se vistió, cogió el dinero del pedido, y se fue corriendo a seguir trabajando. Nosotros tres nos quedamos en el sofá, Marc aún en el suelo degustando mi lefa y la que le había caído encima que disparaba con fuerza el repartidor.

  • Qué morbazo de situación, no? -Preguntó Diego.
  • Me alegro de haberlo hecho, menudo tiarrón el Emilio este… hemos tenido suerte…
  • Suerte has tenido tú, que menuda follada te ha pegado… -dijo Marc con cierta envidia.
  • Pues nada, le llamamos y que te folle a ti también. Pero tú no aguantas el rabazo que tiene Emilio ni de coña, Marc. ¡Casi no lo aguantaba Mario! -le espetó Diego.
  • Todo es probar… como todo lo que hemos hecho hasta ahora… -Se defendió Marc.
  • Mira que te mola el mariconeo, chaval. Además siempre acabas bañado de lefa Marc, te vas a volver adicto… -le recriminó Diego.
  • Creo que ya lo soy...

Continuará