El concurso japonés (y 2)

Tras mi esposa, es mi turno.

Como resumen de la primera parte de este relato, mi mujer Luisa y yo fuimos de vacaciones a Japón. En Nagoya, nos robaron el dinero y los pasaportes. Los ladrones nos dijeron que nos lo devolverían todo a cambio de que mi mujer y yo participásemos en un concurso de televisión… erótico. La primer en concursar fue mi mujer, que fue follada y bien follada por un tal Kazuki. Ahora me tocaba participar a mí.

La dinámica del concurso era fácil: una mujer, en este caso, y un biombo con cinco agujeros, tras ellos cinco pollas. Yoshiko, la concursante, debía adivinar qué polla correspondía a la de su marido. Si lo adivinaba, premio en metálico y viaje. Si fallaba, como premio de consolación, se follaba a la polla escogida.

Después de un breve descanso, de haberme hartado de sashimi y sake, Iori me indicó que me fuera hacia el plató. Luisa me agarró del brazo y me suplicó que nos fuéramos ya. Podía leer en sus ojos lo avergonzada que estaba. Pero no supe interpretar si su vergüenza era por haberme puesto los cuernos o por haber disfrutado tan descaradamente ante mí. Intenté hacerle entender que su “sacrificio” no hubiera servido de nada si no íbamos en ese momento, ya que seguíamos sin los pasaportes y sin el dinero. Cabizbaja, se dejó caer en una silla. Mientras yo me iba a plató… loco para que Yoshiko, la joven participante japonesa, me la chupara.

Tras ponernos detrás de los biombos, nos despojamos de las batas azules y nos acercamos a la cortinilla. Una regidora nos iba dando las indicaciones. Yo no entendía nada, imitaba lo que hacían mis compañeros. La regidora estaba muy buena. Y no dejaba de mirarme la polla. Aquella mirada y el hecho de que mi polla fuera, con diferencia, la más grande del concurso, me la había puesto morcillona. Ya deseaba empezar.

Mientras la presentadora, Emiko, echa su discurso de bienvenida, corro discretamente la cortinilla que me tapa el rostro para ver a Yoshiko, la concursante. Es muy joven, bajita, morena y, dentro de los cánones nipones, se podrían decir que muy guapa. La han vestido con una especie de kimono muy cutre. No parece que tenga unas grandes tetas, pero tampoco son pequeñas. Está cabizbaja, parece muy avergonzada. De pronto, suena un gong y un mecanismo descorre las cortinas, dejando a la vista las pollas de los cinco concursantes.

Oímos unos murmullos femeninos de admiración. Más tarde, me explicó Iori, el delincuente que me hacía de traductor, que el plató se había llenado de mujeres, como una docena, que trabajaban en la cadena de televisión realizando otros programas, y que no se querían perder el espectáculo de una grande y dura polla occidental. Algo inédito en Nagoya. A mí me habían puesto el último de la fila. Así que me tocó esperar a que llegara mi turno. A mi izquierda, estaba el marido de Yoshiko. Me miraba con cara de odio. Era un cincuentón, calvo, que echaba tripita y que tenía la polla muy muy pequeña. Al empezar oír los gemidos de los otros concursantes (Yoshiko había empezado a “concursar”), el marido se giró hacia su izquierda y empezó a murmurar algo que no entendí a los otros concursantes.

La espera fue corta. Al cabo de pocos minutos, Yoshiko ya le estaba comiendo el rabo a su marido. Pero no se entretuvo demasiado. Al cabo de unos segundos, noté como sus manos, pequeñas y cálidas, me agarraban la polla. Noté sus labios y su lengua. Mi polla reaccionó al instante y se me puso como una piedra. Deseaba descorrer la cortinilla y ver cómo me la chupaba, pero no podía ir en contra de las normas del concurso, así que me dejé hacer. Para acabarlo de rematar, la regidora se puso detrás de mí y me empezó a acariciar la espalda y el culo y a besar el cuello. En inglés, me susurraba que estaba deseando comerme la polla. A la pobre Yoshiko no le cabía el rabo en la boca. Yo estaba muy excitado. Llevaba varios días sin follar y temía correrme en cualquier momento. Al parecer, Yoshiko ya había perdido la vergüenza y estaba disfrutando de la mamada tanto como yo. Su lengua recorría mi polla de arriba abajo, notaba sus labios intentar abarcar mi capullo mientras me pajeaba ferozmente o me acariciaba los huevos. Para tratar de distraerme, miré por un resquicio de la cortina que cubría mi cara y vi como las espectadoras estaban grabando la mamada con el móvil. Eso fue la gota que colmó el vaso de mi excitación. Ya no podía más y empecé a correrme. Incontrolables chorros de semen empezaron a salir disparados sobre la boca y la cara de Yoshiko. Grité de placer y sonó el gong. El auditorio rompió a aplaudir.

Emiko empezó a hablar. La regidora me tradujo que le preguntaba cuál de las pollas creía que era la de su marido. Yoshiko se mantenía en silencio, mientras que el auditorio de las “locas” gritaba:

-          ¡Go! ¡Go!- que significa número cinco en japonés, huelga decir que era mi número.

Si las miradas matasen, la que me clavó el marido me habría fulminado. yo, aún jadeante tras la tremenda corrida, ya solo deseaba marcharme al hotel, con los pasaportes y mi dinero. La diferencia de pollas entre la del marido y la mía eran demasiado evidentes como para que aquel jueguecito tuviera que continuar. Pero en aquel momento, se oyó un susurró de Yoshiko:

-          Go.

Y el auditorio femenino rompió a aplaudir. Incluyendo a la regidora y a Emiko.

Las cortinas que cubrían nuestros rostros se descorrieron y vi como Yoshiko me miraba y se cubría la cara con las manos (¿fingiría tanta vergüenza?), mientras su marido la gritaba. Busqué a Luisa con la mirada y la vi en el fondo del plató, derrumbada aún sobre la silla. Musiquita. Indicación de la regidora y descanso. Sin darme cuenta que seguía desnudo, me fui a buscar a mi mujer.

-          ¿Nos podemos ir ya?

-          Que va, que va, esto es un infierno, la chica me ha escogido a mí- traté de disimular mi excitación. Realmente, deseaba follarme a Yoshiko.

Luisa se bebió de un trago el vaso de sake que le acerqué. Iori me dio una bata y me pidió que me fuera a lavar un poco.

-          Aún te está chorreando leche, tío.

Me acompañó al vestuario, me dejó una bandeja con comida y una botella de sake y aprovechó para preguntarme cuánto tiempo necesitaría para recuperarme, que tenían que grabar la segunda parte. Yo le dije que en unos minutos ya me bastaría, pero le pedí que no sacaran a Luisa, que ya veía cómo estaba. Iori me respondió con un enigmático:

-          Tranquilo, ya me ocuparé yo de ella.

Me pegué una ducha, le di un par de tientos a la botella de sake, me zampé los sashimis que quedaban y salí al plató. Las espectadoras me estaban esperando a la salida y me sobaron todo lo que pudieron. No faltaron manos que me acariciaran la polla. Por unos momentos, me olvidé de Luisa y busqué a Yoshiko con la mirada. Allí estaba ella. Su marido ya estaba sentado en la silla y la regidora me rescató de las groupies y me llevó hasta el plató. Todo estaba preparado. Me coloqué al lado de Emiko, que echó un discursito de rigor y sonó el gong.

Yoshiko Me acerqué a Yoshiko. En ese momento me di cuenta de lo bajita que era, medía menos de 1,60, me llegaba a la altura de las axilas. La despojé de su kimono, que en realidad no era más que una bata un poco más sofisticada y quedamos desnudos. El silencio en el plató era sepulcral. Su marido no miraba, al contrario que Emiko, que no se apartaba. Algunas chicas sacaron sus móviles para inmortalizar la escena. Empecé a besar a Yoshiko que se mostraba pasiva, se dejaba hacer, aunque me devolvía los besos. Sus tetas no eran muy grandes, calzaría una 85 o 90, pero sus pezones me encantaban, pequeños, oscuros, pero duros y tiesos como dos obsidianas. Los lamí, mordí y pellizqué hasta cansarme. Entonces ella se abalanzó de nuevo sobre mi polla y se la empezó a comer vorazmente. Le hubiera hecho un 69, pero era demasiado bajita. Así que me eché al suelo y me disfrute a disfrutar de una nueva mamada. Yoshiko se empezaba a comportar como una verdadera puta. Yo ya la tenía durísima y ella seguía empecinada en meterse todo el capullo en la boca, casi lo consiguió, pero se atragantaba. Decidí que ya le tocaba a ella disfrutar de mi lengua. La agarré en volandas y mi lengua asaltó su coñito. No iba depilado, pero no era muy peludo. Su coño estaba abierto de par en par. Así que mi lengua y mis dedos ya se lo encontraron totalmente lubricado. Cada vez que le acariciaba el clítoris, gritaba como una poseída, así que me entretuve en él hasta que se corrió. Ya había llegado el momento de follármela. Cómo lo deseaba. Me incorporé y desde el coño mi polla casi le llegaba a la altura de las tetas. No sabía cómo se la iba a meter toda. Ella miró mi polla con un cierto temor, pero lejos de cerrar las piernas, con sus manos abrió más su coño. La penetré muy lentamente. Yoshiko se retorcía, a medio camino del dolor y del placer. Una vez tuve el capullo dentro, empecé a dar vueltas, para agrandar la entrada y darle placer. Aproveché para mirar al público. Además de grabar, un par de chicas se habían sentado al suelo a masturbarse sin ningún pudor. La regidora se estaba masturbando de pie, apoyada en el biombo. Al fondo, vi como Luisa le estaba comiendo la polla a Iori. Aquella visión no sé si me excitó o cabreó, el caso es que el troncazo de mi polla penetró lenta pero inexorablemente hasta el fondo. Ahora sí que notaba que le dolía a Yoshiko, pero realizó una serie de movimientos pélvicos para acomodarse aquella gran tranca. Se la metí hasta el fondo. Yoshiko gritaba, reía y lloraba de placer. Empujó de uno de mis hombros dando entender que se quería poner encima. La obedecí y empezó a cabalgarme. Estaba lubricadísima, porque saltaba como una loca. Como podía, le agarraba las tetas o le acariciaba el clítoris. Encima de mí volvió a correrse. Cayó derrengada encima de mí. Pero aún no habíamos terminado. Ensartada en mi polla, nos pusimos de pie. Yoshiko no tocaba el suelo. Así que la agarré por el culo y ella a mí por los hombros y seguimos follando. ¡Se oyeron aplausos! Cuando ya no pude más, aparté a su marido de la silla y me senté en ella, aún con su mujer ensartada en mi polla. Allí ella fue moviéndose de nuevo y yo me podía dedicar a besarle las tetas. También podía ver cómo, en aquel instante, Iori se estaba follando a mi mujer: ¡le estaba petando el culo! Luisa estaba agarrada a la silla y Iori se la estaba follando ante mí. Podía oír los gritos de dolor de Luisa. Odiaba esa postura: ¡¡¡su culo era virgen!!!

Deseé petarle el culo a Yoshiko, pero sabía que no podía hacerlo, la hubiera destrozado, pero lo que sí podía hacer era ponerla a cuatro patas. Me volví a incorporar. Esta vez, nos separamos. Emiko nos dio un poco de agua. Indiqué a Yoshiko cómo quería que se pusiera y obedeció. En esta ocasión, no me costó metérsela. Estaba mojadísima. En esta ocasión mi ritmo era más rápido. Tenía ganas de correrme y, por las malditas normas del programa, no podía hacerlo dentro de Yoshiko, aunque me hubiera encantado. Ella se empezó a tocar el clítoris. Seguí follándomela, cada vez más rápido, hasta que se corrió. Estaba muerta. Apenas se podía levantar del suelo. Pero como yo ya tenía ganas de terminar, la ayudé a incorporarse y le indiqué que me la chupara. Sumisa y obediente, agarró mi pollón, que limpió a lametones. Mientras yo me masturbaba, ella me acariciaba los huevos. Al cabo de unos segundos, chorros de semen empezaron a caer sobre su cara y sus tetas. Me relamió el capullo y cayó rendida. Yo me quedé de rodillas jadeando.

Sonó el gong y Emiko apareció para despedir el programa. Se empezaron a oír los aplausos de nuestras espectadoras que, sin embargo, no taparon los gritos de fondo de Luisa y Iori. Los dos se habían corrido en ese momento. La regidora nos acercó a Yoshiko y a mí sendas batas. Yo me levanté y me fui tambaleando hacia Luisa, que se iba a su vestuario, desnuda y chorreándole el semen de Iori desde su culo por las piernas.

Fin de la historia: realmente, aquello fue el fin de la historia entre Luisa y yo. Iori me dijo que nos entregaría el dinero y los pasaportes a la noche siguiente. Quedamos a la hora de la cena en el restaurante donde empezó todo. Luisa se pasó el resto del viaje casi sin hablar y sin querer salir. No fue al restaurante aquella noche. Yo no sabía si estar cabreado con Iori o agradecido. El caso es que me devolvió lo robado y me invitó a cenar. También estaban algunas de nuestras espectadoras del programa. Os podéis suponer cómo terminó la noche… Pocos días después de regresar a España, Luisa me pidió el divorcio. No la he visto desde que firmamos en el juzgado. Han pasado ya tres años. Y ahora me he enterado que desde entonces ha visitado en varias ocasiones a Iori.