El concejal y el bibliotecario (2/2)

El concejal y el bibliotecario ya han follado. ¿Qué pasará después?

A la mañana siguiente Pablo se despertó escuchando los ronquidos de Luis. No es que fueran exagerados, pero acostumbrado a la soledad el ruido le desveló. Alentado por la idea de un café optó por levantarse. Buscó unos calzoncillos limpios, se los puso y miró a Luis con una sonrisa antes de bajar. Éste apareció al rato totalmente vestido, como si tuviera prisa por marcharse.

-¿Dónde vas tan arreglado? -le preguntó Pablo tras darse los buenos días-. ¿Café?

-Gracias -Luis miró a Pablo de arriba abajo-. Si tuviera tu cuerpo también me pasearía en calzoncillos.

-¡Anda ya!

Ante aquel tierno e inseguro comentario Pablo tuvo el impulso de besarle, y aunque dudó, finalmente se acercó y sus labios se rozaron.

-¿Te das cuenta de lo que significa ese beso? -Luis recuperó el tono de broma.

-¿Que me gustas? -se atrevió a decir, creyendo innecesario andarse con rodeos-. ¿Azúcar?

Se giró para buscarlo y Luis se acercó por la espalda y le abrazó mientras decía que a él también le gustaba. Pablo se sintió realmente bien rodeado por los grandes brazos de su amante que le otorgaban una sensación de seguridad y protección. Pensó en frotar su trasero con el paquete de Luis, pero no quiso sexualizar ese afectuoso momento. Luis le besó en la mejilla y se apartó. Pablo metió pan en la tostadora y otra cápsula en la cafetera, y al girarse Luis estaba ya sentado en un taburete frente a la barra sin la camiseta puesta.

-Tenía calor -se justifica.

Desayunaron tranquilamente hablando de cualquier cosa, pero sin hacer referencia a lo acontecido la noche anterior. ¿Para qué si sus gestos de esa misma mañana ya lo decían todo? Mencionaron a la madre de Luis y lo que éste tendría que inventarse como escusa. Dudó en si Manoli iría a la sede del Partido esa mañana y vería su coche aparcado en la calle, aunque se convenció argumentando que tendría clientas para peinarse en su casa. En cualquier caso, ella no se conformaría con “en casa de un amigo”, sino que trataría de averiguar quién, cómo, cuándo y por qué. Se agobió un poco y Pablo le calmó con una escusa que parecía creíble.

-Va a ser verdad que los políticos sabéis mentir muy bien -bromeó.

Con pereza por tener que enfrentarse a su madre, Luis decidió marcharse con el plan de que volvería esa misma noche. Al abrir la puerta del jardín, vio que había cierto revuelo en la sede de Podemos. La cerró por dentro ante la mirada de Pablo, que esperaba en calzoncillos en la otra puerta. Esa estampa excitó al más joven, que volvió hacia la casa explicándole por qué no salía.

-Tendrán asamblea -explicó el concejal.

-Pues habrá que matar el tiempo -propuso Luis con una sonrisa pícara.

Besó a Pablo con la pasión característica que antecede a un polvo. Sin hablar subieron al dormitorio donde se sometieron al placer por segunda vez. Ahora no hubo penetración, pues Luis notaba algo de molestia en su trasero, así que después de mamarse las pollas, se pajearon el uno al otro mientras se besaban y acariciaban con la mano que les quedaba libre. Una ducha con el doble objetivo de limpiarse y refrescarse les resultó apetecible, y ambos se metieron juntos bajo el agua tonteando como dos críos con el jabón mientras se besaban cada cierto tiempo desplazando sus sonrisas cándidas y pueriles como dos quinceañeros enamorados.

La tarde transcurrió despacio pese a que uno discutía con su madre y el otro visitaba a amigos, a quienes les contó lo ocurrido. Se alegraron por Pablo, aunque no evitaron sorprenderse por la extraña pareja que hacían, si bien coincidían en que Luis era un buen chaval que había salido a su padre, el cartero del pueblo también fallecido y que todos recordaban como un buenazo campechano y divertido. Tras su visita Pablo se marchó al supermercado a comprar provisiones para la noche, pero Luis había planeado lo mismo y en el pasillo de las bebidas alcohólicas se encontraron, haciendo la consiguiente broma de que ambos pensaban nada más que en alcohol, cosa que no era cierta porque a veces esos pensamientos bajaban a la entrepierna. Los dos sintieron el impulso de besarse, pero el Mercadona un sábado por la tarde no es lo que se dice un sitio discreto. De hecho, cada vez que Pablo va ha de saludar a más gente de lo que le gustaría. Trató de persuadir a Luis de que no comprara nada y cada uno siguió con lo suyo.

Esta situación se dio durante las semanas sucesivas cuando se encontraban en la biblioteca, en el estanco o en algún bar. A veces quedaban entre semana, pero sobre todo disfrutaban el uno del otro los sábados y domingos, que pasaban juntos ya fuera en casa de Pablo o yéndose a algún otro sitio. Se comportaban como cualquier pareja que se está conociendo, ilusionados ambos y excitados por la idea de volver a verse cuando se despedían. En sus cabezas sólo había lugar para el otro. Así, Luis sobrellevaba el pasar el verano con su madre, mientras que Pablo se relajó en su trabajo, si bien cada vez que había Pleno y veía a Manoli la peluquera no podía evitar cabrearse. El que iba a ser el último Pleno antes de las vacaciones fue movidito, pues tocaba decidir sobre las fiestas de agosto. La Oposición puso pegas a casi todo, pero Pablo se defendía en que la mayoría de contratos estaban ya firmados. Veían un derroche que la banda de música tocara acompañando al Patrón en la procesión, pero no el dinero invertido en el montaje de la caseta de Podemos. Ese tipo de chorradas cabrearon a Pablo durante horas, incluso hasta cuando Luis fue a su casa. Allí tuvieron la primera discusión porque uno decía que el otro no lo entendía, y éste que el otro no era capaz de olvidarse del trabajo en ningún momento. El comportamiento a veces pueril de Luis que tanto gustaba a su amante, en este tipo de tesituras no era tan idóneo, y dando muestra de infantilidad, Luis optó por marcharse dando un portazo en vez de quedarse y arreglar las cosas.

A Pablo le pareció que no había sido para tanto, así que se dijo a sí mismo que no daría su brazo a torcer ni pediría disculpas. Menos mal que Luis no es tan orgulloso, y al rato le escribió un mensaje lamentando haberse marchado de esa manera. Se reconciliaron y follaron. Como en agosto a Luis le tocaba hacer la suplencia en el Museo, estuvo yendo un par de tardes para que Toñi le enseñara mientras Pablo se quedaba en la biblioteca. El primer día la chavala le habló mal de su amante, pero Luis se mordió la lengua. El segundo ya no lo pudo evitar y le dio una contestación que ella no esperaba. Porque que te cuenten cosas de tu novio que además sabes que no son verdad, pues agotan la paciencia de uno. La hipocresía de la chavala llegó al punto de que llamó a Pablo para advertirle que Luis no servía para estar de cara al público porque era un borde. El concejal casi se rió, pero su respuesta fue que no había tenido quejas durante su estancia en la biblioteca, así que Toñi se cabreó dos veces.

Para las deseadas Fiestas Luis invitó a algunos de sus amigos de la capital que se alojarían en su casa. La primera noche Pablo tuvo que estar en la caseta de su Partido, a la que sabía que Luis no iba a ir. Recordaba que cuando era adolescente eso de la política daba igual, y se iba de caseta en caseta por la música que pusieran y no porque las banderolas de las puertas tuvieran una rosa o una gaviota. Menos mal que sus amigos pensaban como él y le acompañaron, alejándose de tener que aparentar pasarlo bien con gente del PP de otros pueblos a los que casi ni conocía. Decidieron irse a la carpa municipal, que era un sitio bastante más neutral. Allí vio a Luis, que bailaba y disfrutaba con sus amigos. Al principio Pablo sintió celos por verle feliz apartado de él, pero repudió sus propios pensamientos y acabó alegrándose. También tuvo envidia de las demás parejas, porque lo que más le apetecía era compartir esos momentos con él, y que se integrara en su grupo de amigos, bailaran juntos o se besaran sin que a nadie le importase. Cuando Luis se percató de su presencia se acercó a saludarle.

-¿Qué tal, jefe?

Como sus amigos ya conocían la historia, se los presentó pese a conocerse ya del pueblo.

-Me gustaría presentarte a los míos -dijo Luis.

Uno de ellos era un chaval realmente guapo, aunque demasiado “metrosexual” para su gusto. Se le notaba un cuerpo bien definido, tenía unos ojos preciosos y una cara que encandilaba. Su cabello rubio, aunque un tanto apagado por la laca, le daba un aire de extranjero que llamaba la atención. Vio en él alguien atractivo y “follable”, pero luego pensó en que Luis quizá creyese lo mismo y le fuera infiel porque era más joven, más divertido, más como él… Ante ese planteamiento se angustió y volvió con sus amigos. Luis, ajeno a las reflexiones del otro, presumía de novio ante ellos, buscando la confirmación de que era tan guapo como él les había descrito. Pablo se castigó acabando ya la fiesta para marcharse a su casa. Echó de menos a Luis esa noche, aunque éste no se olvidó de él casi ni un segundo y le mandaba mensajes a cada rato. A Pablo le devolvían la sonrisa, pero de manera momentánea. Al día siguiente más de lo mismo. Envió un mensaje de buenos días que no tuvo respuesta hasta horas más tarde, excusándose Luis en que estaba durmiendo porque se acostaron después del amanecer. Otra vez celos, pero otra vez los aplacó censurando su inexplicable comportamiento y deseándole a Luis que disfrutara del día.

Se arregló para irse a la Feria del Mediodía con sus amigos. Bebieron enlazando las cervezas con las copas. Era un día para emborracharse, casi que el más esperado del año por parte de todos. Parecía que durante esas horas todo estaba permitido, pues el alcalde acababa cantando o bailando, padres y adolescentes compartían minis de cerveza o calimotxo sin ningún pudor… Y en parte era gracias a Pablo, organizador de todo lo que acontecía ese día. Es verdad que algún amargado le echó en cara que ese año hubiera que pagar por la paella, una medida que Pablo tomó para que la gente no se peleara porque uno cogía cuatro platos a la vez o luego volvía para coger otros tantos. Aunque era un precio simbólico, alguno creyó que era otra manera de recaudar. Pero Pablo se doblegó al alcohol y su estado de embriaguez le hacía que todo le resbalara. Todo menos Luis, que llegó sonriente rodeado de sus amigos, el rubio guaperas incluido. Algo le volvió a punzar el estómago, así que se dio la vuelta y se fue al aseo. Sin embargo, María se percató de que el chaval parecía estar buscando a alguien, y cuando su mirada se cruzó con la suya, Luis sonrió feliz y salió corriendo hacia ella.

-Hola, ¿qué tal? -saludó a todos.

-¿Habéis visto a Pablo?

-Ha ido al baño.

-Pues le espero.

Carlos le ofreció cerveza y empezaron a hablar cordialmente hasta que Pablo llegó.

-Qué majos tus amigos -le susurró al oído.

-¿Y los tuyos?

-Por allí -Luis les buscó y al encontrarles vio que su madre estaba con ellos-. Se giró como escondiéndose, pero Pablo le dijo que ya le había visto.

Se despidió y se marchó. El concejal le siguió con la mirada hasta verle hablar con su madre, que de nuevo le miró. Se integró en la conversación de sus amigos y el tiempo fue transcurriendo. Miraba de vez en cuando a Luis, ahora sentando alrededor de una mesa que compartía con sus amigos, algún perroflauta y su madre. Ella se percató de que su hijo sonreía a alguien y buscó con los ojos para averiguar quién. Pablo se armó de valor y buscó consejo en  María y Carlos sobre si ir a estar con él, cómo comportarse, salir del armario de una vez… Carlos le animó, y ella todo lo contrario argumentando que no se veía a ninguna pareja gay besándose ni nada, por lo que lo veía innecesario. En parte tenía razón, así que dudó. Pero viendo que Luis estaba sentado dándole la espalda y ya no le miraba, aunque la madre no le quitaba ojo, se lanzó y echó a andar. Se colocó detrás de él, saludó a todos con un “hola”, se agachó y besó a su novio en la mejilla ante su sorpresa y el estupor de Manoli. El momento se volvió tenso, Manoli dijo algo que no llegó a escuchar y Luis reaccionó por fin girándose para que sus labios se rozaran. Pablo se quedó en cuclillas detrás de la silla de Luis y hablaron, pero la sonrisa que ambos esbozaban lo decía todo.

-No creas que lo he hecho porque voy borracho.

-Me da igual por qué lo hayas hecho. Sólo espero que mañana no te arrepientas.

-Te quiero -susurró.

-Y yo a ti, tonto.

Se besaron con cierto disimulo y Pablo volvió feliz y satisfecho hacia sus amigos, a los que vio de lejos mirándole mientras hacían gestos de celebración y victoria que llegaron a ruborizarle. Al atardecer la carpa se iba quedando más vacía, y la gente se agrupaba alrededor de mesas que crecían de tamaño para los nuevos agregados. Una de ellas era compartida por Pablo, Luis y sus respectivos amigos. Los más extrovertidos de ambos grupos se juntaban para hablar, drogarse o bailar. Uno de los amigos de Pablo llegó a liarse con una de las amigas de Luis.

-¿Qué te ha dicho tu madre?

-Me ha regañado un poco. Primero por la escenita, advirtiéndome que esas cosas no las debería hacer en público. Luego porque eras tú, ya sabes. Pero como es muy práctica, al final me dice que a ver si al menos me puedes enchufar en algún sitio, ja, ja.

-Ya, ya. Oye, ¿y estos quiénes son? -Pablo señala a gente que no conocía del día anterior.

-Esos estaban con mi madre, así que deben de ser del Partido -Pablo refunfuña-, y esas dos son amigas que han venido hoy. ¡Por cierto!

-Dime.

-Me da un poco de reparo pedírtelo.

-¿Qué?

-¿Se podría quedar alguien en tu casa? En la mía ya no cabemos todos.

-Sí, tú -le hace cosquillas.

-¿Y alguien más?

-Mmm, solo con el guaperas ese rubio no te voy a dejar, así que que se venga para tenerle controladito.

-¿Nico? Pero si es hetero.

-¿Seguro? Recuerda que tu radar no funcionó conmigo…

-Pues no sé, pero vamos que un tío como él no se fijaría en mí.

-O sea que es gilipollas.

-Ja, ja. No todo el mundo es tan bueno como tú.

-Tú sí que estás bueno -más cosquillas-. Yo creo que sí es gay -insiste-. ¿Te apuestas algo a que me lo ligo?

-Y luego soy yo el infantil. ¿Y si te lo ligas qué? ¿Ya me vas a ser infiel?

-Le dejaría con las ganas…

-Anda ya.

-¿Crees que no soy capaz?

-¡Pues claro que lo creo! Por eso no quiero que lo intentes.

-Oh.

-No te burles más de mí. Venga, vete a hablar con Nico y déjame un rato -Luis se hace el ofendido en tono de broma y Pablo busca por debajo de la mesa su mano para agarrársela.

-¡Venga, barbacoa en mi casa! -escuchan decir.

El ligón amigo de Pablo enardecido por el alcohol propone cenar en su cortijo. La verdad es que lo suele hacer cuando liga, asegurándose así de que al menos la chica va a estar en su casa. A Carlos, el mejor amigo de Pablo le encantan las barbacoas, y como en su casa no pueden hacerlas porque María dice que ensucian mucho y dejan un olor que tarda días en desaparecer, siempre que hay alguna por ahí él se encarga de prepararlo todo y cocinar. Se desperdigan en diferentes coches para ir a sus casas en busca de todo lo que sirva para la barbacoa, ya sea bebida o comida. A Luis le convencen para pasarse por la suya a por chaquetas por si luego refresca; Carlos ya se ha marchado para ir preparando, así que Pablo se dirige solo hacia su coche. Escucha su nombre y se gira. Ve al guapo amigo de Luis corriendo hacia él.

-Me ha dicho Luis que me vaya contigo por si no cabemos en el coche.

-Ah, vale.

Pablo medita si Luis lo ha hecho intencionadamente o ha sido pura casualidad.

-Bueno, ¿qué tal? ¿Primera vez que vienes? -típica pregunta para romper el hielo.

-Sí, pero vamos, que es como todas las fiestas de los pueblos.

-Hombre, gracias. -Pablo se ofende, básicamente porque las ha organizado él.

-No te lo tomes a mal, pero reconoce que son todas iguales. No se rompen mucho la cabeza: paella, carpa, copas baratas, música comercial…

-¿Y qué propones tú? Así tomo nota para el año que viene -Nico se sorprende, pero se hace el vacilón.

-Hombre, si dependiera de ti…

-Bueno, soy el Concejal de Cultura, así que algo me compete…

-¿De qué partido? -pregunta quitándole cualquier importancia a su metedura de pata.

-PP.

-¿Y cómo se lleva ser de derechas y gay?

-Pues siendo consciente de que estamos en el siglo veintiuno en un país del primer mundo.

-Bueno, del primer mundo… -¿Y la Iglesia?

-Yo no tuve que comulgar cuando me afilié.

-Y no os dejan casaros.

-¿Cómo que no? ¿Y además a ti qué más te da?

-Porque soy bisexual y a lo mejor algún día quiero casarme con un hombre -Pablo piensa en que la apuesta hubiese quedado en empate.

-Ya hemos llegado. ¿Entras o me esperas?

-Voy a usar el baño si no te importa.

Nico entra al aseo y Pablo comienza a meter cosas en una bolsa.

-Así que este es vuestro nidito -Nico otea la casa.

-Ahora me saldrás con que es un símbolo opresor del sistema capitalista.

-Ja, ja. Yo no juzgo a la gente.

-Pues menos mal -masculla.

-¿Cómo dices?

-Nada, nada.

-Luis me ha comentado que igual dormimos aquí porque en su casa no hay sitio.

-Ya veremos.

-No creáis que vamos a hacer un trío ¿eh? -trata de ser gracioso, pero Pablo intuye demasiado descaro en el chico.

-No te preocupes, que no entras en nuestros planes.

-¿Y cómo que estás con él? -inquiere.

-¿Y por qué no?

-No sé, no pegáis mucho. ¿Cuánto lleváis juntos?

-Mes y algo.

-Ah, vale. Conmigo ha intentado ligar alguna vez.

-No me lo creo.

-¿Por qué no?

-Pues porque no.

-¿Crees que no soy su tipo? -Nico se lía un porro ante la reprobatoria mirada de Pablo.

-No, la verdad es que no lo creo.

-¿Tú sí lo eres?

-Estamos juntos, ¿no? Algo tendré.

-Sí, si eso es evidente -le mira de arriba abajo-. Lo que no está tan claro es lo que tiene él.

-Yo sí, y con eso me vale. ¿Nos vamos? -hace amago de coger las bolsas.

-Espera que me lo líe. Dime, ¿qué tiene Luis?

-Tú sabrás que eres su amigo.

-Tampoco tanto. Nos conocemos por Natalia más bien. Yo es que odio a la gente que no hace deporte, ¿sabes?

-¿No decías que no juzgabas?

-Eso no es juzgar.

-¿Y me dices eso mientras te haces un canuto? Un poco contradictorio, ¿no?

-Me relaja.

-A mí me relaja salir a correr -dice irónico-. Y follar con Luis. ¿Tienes novia? O novio…-pretende ser hiriente.

-No me van las relaciones.

-Sí, eso también es evidente. Acaba ya que nos vamos.

-Me van más los rollos de una noche -no se da por aludido-. Con una tía, un tío…

-Muy bien -Pablo se plantea que Nico está colocado, pues su soberbia no puede ser natural.

-A ver si esta noche cae alguna -insiste-, aunque si nos vamos a venir aquí… Bueno, contigo no me importaría.

Pablo le ignora y saca el móvil para mirar la hora.

-Debes de tener una buena verga -insinúa.

-¿Estás ligando conmigo?

-¿Ligando? Ja, ja -se levanta del taburete para buscar un mechero en los pantalones.

-No, no te lo enciendas. Vámonos.

-Joder qué prisas. Déjame ir al aseo otra vez.

Pablo aprovecha y sube al baño de su dormitorio. Tras mear se mira en el espejo y se fija que su camiseta tiene manchas de vino. Corre al armario para buscar una limpia y cuando acaba escucha a Nico subir por las escaleras.

-¿Hola?

-Ya bajo, pero no le da tiempo y se le cruza en el rellano.

-¿Qué haces?

-Tenía la camiseta manchada. Ya estoy listo, vámonos.

-¿Por qué tienes tanta prisa? -Nico se le acerca insinuante-. ¿Nos divertimos un poco? -le agarra de la cintura del pantalón, pero Pablo le aparta.

-¿Qué haces?

-Venga, no me digas que no quieres follarte a un tío como yo.

-Anda ya -le evita y comienza a bajar por las escaleras-. ¿Vienes o te quedas?

-¿Ni chupártela siquiera? -un escalofrío recorre la entrepierna del concejal.

La mamada no le resulta tan llamativa como follarse el culo de ese chulito cachas con delirios de grandeza. Se imagina también su verga, atraído por la idea de un tamaño mayor que la de su amante, lo que tampoco resultaría muy complicado. Pero no, se negaría a mamársela a ese niñato. Duda mientras le espera en la cocina de nuevo agarrando las bolsas.

-¿Nada, no? -le dice Nico. Sin esperar su respuesta se levanta la camiseta y deja ver unos abdominales muy marcados-. Tú te lo pierdes.

Pablo le pide que salga y se marchan.

-¿Cómo que habéis tardado tanto? -pregunta Luis al verle y después de darle un beso, pues ya no tienen que cortarse por la gente.

-¡Tu amigo es un gilipollas!

-¿Qué ha pasado? -vacila, pero no le cuenta detalles para no aguarle la fiesta.

-Olvídalo. Voy a la cocina a llevar esto.

Se besan otra vez y Luis vuelve con Carlos, si bien se plantea buscar a Nico, aunque prefiere estar de nuevo con el mejor amigo de su novio, del que no se ha separado desde que llegaron ayudándole en lo que le pedía referente a la barbacoa e intercalando con comentarios y anécdotas sobre Pablo. Al volver al jardín se queda con María para contarle lo ocurrido en su casa.

-La verdad es que el niñato tiene un buen polvo -responde ella.

-¿Me estás animando a ser infiel el mismo día que salgo del armario? Ja, ja.

-Los gays sois muy promiscuos, ja, ja. Fuera de bromas, Luis es un buen tío aunque no esté tan bueno.

-¡Qué perra con que Luis no es guapo!

-No he dicho que no sea guapo. Aunque con esa barba… y bueno, le sobran cuatro kilos.

-Carlos no es ninguna sílfide que digamos.

-Ya, pero a mí me gustan así, que haya donde agarrar para darle un pellizco cuando me enfado.

-Pues a mí me gusta Luis.

-Joder, si es que no me has dejado acabar, que te iba a decir que lo importante es que te guste a ti. Si además antes ha venido Carlos y me ha dicho que me iba a dejar por él porque es un tío de puta madre. Mírales riéndose. Así llevan todo el rato. Es verdad lo que dicen de que los gorditos son unos cachondos…

Pablo se queda pensativo por enésima vez ese día analizando el cuerpo de Luis y tratando de relacionar los comentarios de Nico y María. ¿Estará tan pillado como para no verlo? ¿Se habrá vuelto miope de repente? Ahora que ha manifestado su relación en público, ¿pensará la gente lo mismo? “Qué hará Pablo con ese. Y encima es de Podemos”. Se agobia y María lo nota.

-Pablo, ¿qué te pasa?

Su voz es más fuerte de lo que cree haciendo que todas las miradas se giren hacia ellos. Cuando lo hace Luis, corre hasta él.

-¿Qué ocurre?

A Pablo le cuesta respirar, se ahoga porque algo le oprime el pecho, sus palpitaciones se aceleran, siente el sudor recorrerle la frente. Abre los ojos apreciando la preocupación en la cara de Luis. Intuye a Nico y se cabrea de pensar que crea que él tiene algo que ver.

-Es normal después de lo que ha hecho hoy -se escucha por ahí-. Dejadle tranquilo para que respire.

Alguno de ellos se mantiene sobrio y cabal. Le hacen caso, pero Luis se mantiene a su lado. Poco a poco Pablo va recuperando el aliento y su respiración se normaliza. “Estoy bien, estoy bien”. La fiesta sigue y Carlos comienza a sacar comida del fuego. Al primero que le ofrecen es a Pablo, pero lo rechaza porque un montadito de chorizo en ese momento no le resulta muy apetecible. Alguien ha llevado un par de tortillas de patata, que aunque sean precocinadas se le antojan un bocado más apropiado. Luis le prohíbe beber más si no come, por lo que finalmente prueba la panceta y un par de salchichas. De vez en cuando mira a Nico de soslayo, viéndole cada vez más colocado a tenor de sus ojos vidriosos y su cara de embobado con la mirada perdida en algún sitio. Ponen música, la gente se anima y Pablo trata de olvidarse. Baila abrazado a Luis y esa protección que antes le hacía sentirse bien ahora no la percibe de la misma manera y eso que quizá sea el momento en que más la necesite, porque se siente frágil y algo confuso. No sabe por qué esa repentina sensación de debilidad y no entiende por qué los brazos de su novio no le reconfortan. Él le nota inquieto, pero Pablo finge contestándole que todo está bien.

Entre las copas Carlos se les une halagando a Luis casi de forma desmesurada, pero los tres se ríen. Algo de alegría se percibe en la cara de Pablo al ver que al menos su amante y su mejor amigo se llevan tan bien. A veces María se acerca y hace algún comentario sobre ellos para seguirles el juego del tonteo. En una Carlos se va tras ella y Luis se interesa en lo ocurrido con Nico.

-¿Por qué dices que es un gilipollas?

-Es un creído.

-Hombre, si yo tuviera ese cuerpo también me lo creería -a Pablo no le gusta nada este comentario.

-En mi casa me ha pedido que le folle -espera el cabreo de Luis, pero no llega.

-Tampoco pasaría nada. Es normal que te atraigan otros chicos más guapos que yo.

Al comienzo de su relación, esas palabras le causaban cierta ternura, pero determina que la inseguridad de Luis ya cansa y que puede que sea una estratagema para dar pena o algo así, y que esa sea su arma o un dudoso encanto para gustarle a los tíos. Admite que su pensamiento es algo cruel, y quizá fuera de lugar.

-¿En qué piensas? -le interrumpe.

-No quieras saberlo -su tono se vuelve severo.

-Cuéntamelo.

-Pues que estoy un poco harto del rollo ese de “pobre de mí, que feo soy, estoy gordo, la tengo pequeña…” -la verdad es que esto último sobraba, así que ahora sí debe llegar el enfado.

-Pero yo me siento así. ¿Prefieres que finja? Quizá soy un poco pesado, pero es que aún no me creo que esté con un tío como tú.

-¿Ves? Ya estás otra vez. Un tío como yo. Ni que fuera Mister España. Y además, te dije desde el principio que me gustabas, así que créetelo de una vez y no pienses que me voy a tirar al primero que pase porque esté más cachas que tú.

-Pero yo no te puedo pedir eso.

-¡Si es que no tienes que pedirlo! Si estoy contigo es porque me gustas y ya está. Y sí, obviamente me molan otros tíos, pero con el que me acuesto eres tú.

-¿Y si te cansas de mí?

-¿Y si te cansas tú?

-Eso no va a ocurrir. Por eso preferiría que si te molan otros para un polvo y ya está…

-¡¿Me estás animando a ponerte los cuernos?! ¿Y si me lío con otro que me gusta más que tú?

-Pero será sólo en la cama -sonríe seguro de sí mismo, porque al menos Luis reconoce que tiene muchas otras cualidades que no son las físicas.

Pablo se cansa de una conversación tan surrealista, así que se levanta y se pone una copa. Observa a Nico recostado y medio adormilado sobre una tumbona al lado de la mesa de las bebidas con la camiseta ligeramente arrugada que deja entrever su duro abdomen y el elástico de sus calzoncillos.

Su mirada se pierde en el gin-tonic mientras le da vueltas a los hielos con uno de sus dedos abstrayéndose de todo menos de Nico.

-Ven -le pide con voz firme.

El chico se levanta y le sigue dentro de la casa. Pablo entra a un dormitorio y pilla al anfitrión zumbándose a la amiga de Luis. Se mete en otro, espera que entre Nico y echa el pestillo. Se quita la camiseta y el pantalón y le ordena hacer lo mismo.

-Sabía que no te resistirías -dice chulesco.

Se deshacen de los calzoncillos y Pablo le observa con detenimiento. Su cuerpo no tiene nada que ver con el de Luis, ni siquiera con el suyo. Aparte de los abdominales marcados que ya había visto, su pecho es fuerte y musculado. No hay rastro de vello salvo en el pubis, aunque éste está bastante rasurado. Su cipote tampoco se atisba gran cosa, pero es más grande que el de Luis.

-¿Me la chupas o te rompo el culo directamente? -dice Pablo con brusquedad.

Nico se arrodilla y comienza a comerle la verga. Lo hace con cierta parsimonia, pero Pablo le empuja de la cabeza para que se la trague entera. Cuando lo hace impulsa su pelvis para follarle la boca con cierta violencia provocando que el otro se atragante y necesita sacarla para respirar.

-Tienes un buen rabo -celebra.

Pablo le ignora y repite sus gestos. Posa sus manos sobre el cabello notando restos de laca ya seca. Le agarra de él para inmovilizare la cabeza y penetrarle la boca a su antojo, con rápidos y secos movimientos que hacen mecer su huevos antes de chocar en la barbilla del otro provocando un eco que retumba en toda la habitación. Le da tegua a Nico y a sí mismo sólo durante unos instantes. Ahora se la mete hasta lo más profundo de su garganta y la mantiene allí hasta que los ojos de Nico le piden que pare porque necesita aire de nuevo. Pablo se coge su verga y le azota en la boca o en los mofletes o simplemente la desliza por toda su cara mientras Nico la busca para engullirla de nuevo. Le coge de los brazos para que se incorpore ocupando ahora su posición arrodillado sobre el suelo. Coge con una de sus manos el cipote ya endurecido, acerca la lengua e inhala el aroma intenso para comérsela poco después.

-Sabía que deseabas comerte mi polla.

El comentario le sirve a Pablo para levantarse y girar a Nico de cara a la pared. Se humedece un par de dedos que lleva al prieto y redondo culo luchando con ellos para apartarle las duras nalgas. Nico sabe lo que viene ahora, así que arquea su cuerpo para ofrecerle su ansioso culo. Pablo se la clava y el chaval emite un grave jadeo. Se lo está follando a su antojo, imponiendo su propio ritmo que se ha vuelto ya frenético.

-Oh, sí, no pares -le anima.

Pero Pablo se la saca de golpe llevándole ahora hacia la cama. Nico se tumba boca arriba, pero Pablo le gira y levanta su cuerpo dejándole de rodillas sobre el colchón permitiéndole apoyar los brazos. Así, el culo de Nico aparece respingón listo para ser perforado de nuevo. Y otra vez Pablo mete su polla sin compasión mientras le agarra de las caderas para empujarle contra sí. Nico sigue gimiendo e implorando más, desafío que Pablo acepta atizándole cada vez con más energía deseando correrse dentro del culo de aquel niñato. Pero le parece más humillante descargarle su leche mientras le mira, así que se despide de su culo, le vuelve a girar y se corre sobre sus marcados abdominales al tiempo que observa sus ojos de vicio y lascivia que parecen disfrutarlo casi más que él. Suelta sus últimas gotas, se viste y Pablo abandona a Nico dejándole pringado de su semen y se marcha sintiéndose como una mierda.

-¡Pablo! ¡Pablo!

-¿Qué? -por fin sale de su ensimismamiento por culpa de la voz de Luis, que ahora le zarandea.

-¿Te encuentras bien?

Pablo está confuso; siente su verga dura bajo el pantalón e incluso cree que se le han escapado un par de gotas. Echa un vistazo a su alrededor y Nico sigue durmiendo en la tumbona en la misma postura. Apenas queda más gente en el jardín.

-Se han ido casi todos.

Pablo da un trago, pero los hielos se han derretido y la bebida le sabe mal. Se extraña porque hace un segundo estaba moviendo los cubitos.

-¿Nos vamos? -le propone Luis.

-¿Y este? -señala al bello durmiente.

-Nos lo llevamos.

-En mi casa no se queda -sentencia.

-¿Qué más te da? Es solo una noche; que duerma abajo en el sofá.

-¡No! -repite tajante.

-Ayúdame a meterle en el coche al menos.

Le recuestan en el asiento de atrás y ponen rumbo a casa de Luis, pues determinan que le dejarán en su cama y él se irá con Pablo.

-Mi madre me mata mañana por dejar a todos estos e irme yo.

-Merecerá la pena, que tengo una sorpresa para ti.

-¿Ah sí? -pregunta curioso-. ¿Qué es?

-Si te lo digo ya no es una sorpresa.

-Dame una pista.

-Creo que vas a disfrutar -Pablo extiende su mano para rozarle el paquete a Luis.

Al abrir la puerta de su casa, todas las luces están encendidas. Imagina que las chicas se han perdido en el corto trayecto y acaban de llegar.

-Chsss, que vais a despertar a mi madre -les avisa.

-¿Qué haces aquí? -Manoli aparece borracha con una jarra en la mano-. Me han dicho que os ibais los tres a casa de ese -señala con desprecio a Pablo.

-Hemos venido a dejar a Nico, que mira cómo va.

-¿Y tú? -interroga la madre-. ¿Me dejas aquí al muerto y te largas a follar con tu novio?

-¡Mama! -le reprocha.

-Da igual, les he preparado daiquiri a las chicas -levanta con orgullo la jarra.

-Nico no os va a molestar -añade el chaval.

-No nos importaría que nos molestase, ¿verdad, chicas? -comenta la madre con descaro mientras ellas le ríen la gracia.

-¡Mamá!

-Joder, hijo, vaya humor. Y eso que eres el único que va a pillar esta noche… -las carcajadas suenan de nuevo.

Acompañan a Nico a su dormitorio, donde Luis muestra la preocupación por su madre dudando si irse o no.

-Ya has visto cómo está. Igual no debería dejarla sola.

Pablo desea que le acompañe, pero le entiende y le anima a quedarse.

-Me aguantaré las ganas de saber cuál era la sorpresa.

-Eso me temo… -se acerca y le besa antes de volver al salón.

Pablo se despide y se dirige solo hacia la puerta. Se gira antes de salir para mirar a Luis por última vez. Le sonríe con cierta aflicción.

-¿Pero no te vas? -grita su madre.

-¿Crees que te voy a dejar así?

-O sea que nos vas a cortar el rollo -las chicas protestan.

En el fondo sabe que su madre se pone muy graciosa cuando bebe y sus amigas se lo pasan bien con ella sin que ocurra nada más o haga algo censurable.

-¿Me puedo ir tranquilo? -se acerca a ella.

-Ve, anda -le susurra-. Sería una pena desperdiciar también a un tío como el concejal -ahora grita provocando la risa de las otras-. Te quiero, mariconcete.

Luis sale corriendo con las llaves de su coche en la mano, pero Pablo aún no se ha ido. Para su sorpresa, abre la puerta y se monta. Vámonos . Los dos sonríen.

-Vete preparando porque te voy a desnudar nada más entrar -amenaza Pablo.

-Yo quiero mi sorpresa -dice pueril.

-Todo a su tiempo, porque después de desnudarte te la chuparé hasta que se te ponga dura.

-Joder, si me estoy empalmando ya.

Pablo vuelve a rozarle el paquete notando su bulto. Restriega su mano sobre él ante la atónita mirada de Luis. Cumple su promesa, y nada más cerrar la puerta se abalanza sobre él, le besa y le desnuda. Completamente, nada de quedarse en calzoncillos aunque haya luz. Le empuja contra el sofá y se agacha para acercar su boca a la polla de Luis. Se la chupa con ganas provocando que el otro solloce. Su olor y sabor intensos después de todo el día le ponen a mil. Luis está también excitado, y las palpitaciones de su verga retumban en la cavidad bucal de Pablo, que se la traga saciando su irracional apetito. Se detiene para levantarse y quitarse la ropa. Luis se incorpora quedándose sentando en el sofá contemplando el cuerpo de su amante y deseoso de ser él ahora quien coma un trozo de ardiente carne. Pero Pablo se sienta sobre sus muslos para besarle con exacerbada pasión. Sus pollas se rozan y un calambre les recorre el cuerpo.

-Quiero que me folles -dice Pablo suscitando el asombro de su amante.

-¿Por qué?

-Porque te quiero.

-¿Pero por qué hoy?

-Para ver si te convences de una vez que me gustas, que quiero estar contigo y quiero que tú seas el primero que lo haga. ¿Me va a doler?

-Lo haremos con cuidado, aunque quizá esta no sea la mejor postura.

Luis intentó levantar todo el peso de su amante para dejarlo caer después y recostarle sobre el sofá. Le colocó una pierna sobre el respaldo y apartó la otra con la mano. Él se puso de rodillas sobre el suelo y se acercó para lubricarle el ano. No era algo que hiciese habitualmente, por lo que casi se sorprendió al impregnarse del fuerte olor. Pero esto no le impidió seguir con el plan de lubricarle primero el culo. Pablo se estremeció al sentir la lengua en la parte más recóndita de su cuerpo. Dio un respingo por esa súbita sensación de placer, desconocida hasta entonces. El músculo de Luis se movía con destreza explorando lo que siempre le había parecido un rincón insondable incapaz de provocar las sensaciones que estaba padeciendo. El cosquilleo pasaba a un deleite que le recorría todo el cuerpo y le hacía gemir hasta llevarle casi al éxtasis. Cuando su esfínter fue acariciado por los gruesos dedos de Luis percibió un hormigueo que le llevó a imaginarse si tener una polla dentro de él sería lo mismo, y agradeció que la de su novio no fuera muy grande. Su respiración se aceleró al sentirla en la entrada de su ano, caliente y palpitante pidiendo permiso para explorarle.

-Avísame si te duele.

Y sí, al principio Pablo notó una molestia que casi le hace desistir; nada que ver con lo que la lengua le había provocado. Un sollozo hizo que Luis se apartara, pero Pablo le pidió que siguiera. Al irla introduciendo poco a poco volvió a creer que no sería capaz de soportarlo, pero Luis sabía por su experiencia que estaba entrando con relativa facilidad. Comenzó a deslizarla de nuevo hacia afuera empezando un mete y saca suave y pausado. La cara de Pablo iba cambiando, ya casi sin resquicio de temor y cada vez más rendida al placer de lo que debe ser una buena follada. Conocía los movimientos de las veces que él había taladrado tanto el culo de Luis como de otros y agradeció que su ritmo fuera tan delicado. Luis le miraba con cara de aprobación mientras Pablo le decía que lo estaba haciendo muy bien. Una vez acostumbrado a ese vaivén, quería experimentar algo más, o al menos sentirse follado desde otra postura. Se levantó, besó a Luis y se puso de rodillas en el sofá apoyándose en el respaldo. Puso su culo en pompa para recibir poco después la polla de Luis otra vez. Mientras le follaba, éste acariciaba su espalda, o deslizaba las manos al ritmo de sus comedidas embestidas por el pecho, el vientre o incluso su polla. Ambos movían sus cuerpos de forma acompasada y sensual. Pablo empujaba su trasero y volvía en círculo a adelantar su pelvis acompañado siempre de la polla de Luis que continuaba con su particular masaje.

Pero su mano  se detuvo en el palpitante cipote de Pablo con la intención de pajearle con la dulzura que el momento requería. Él se echó hacia atrás dejando reposar su espalda sobre el pecho de Luis, quien podía ahora besarle el cuello, lamerle los lóbulos de las orejas o comerle los morros si el otro se giraba. Pablo seguía gozando por tener una polla dentro de él y sus gemidos tenían una intensidad hasta ahora desconocida. Movía el cuello mientras Luis le besaba la nuca o sentía su aliento en sus oídos jadeante como él. Disfrutaba de cómo Luis le masturbaba, aunque a veces quiso apartarle para hacérsela él mismo a otro ritmo más veloz, pero aunque quería correrse, se propuso que lo haría gracias a las apacibles caricias de su amante si éste aguantaba. Pero fue el propio Luis quien avivó el ritmo de la paja porque él mismo estaba a punto de correrse. Pablo le pidió que lo hiciese dentro de él para alcanzar la experiencia completa. Así, un clamoroso resuello indicaba que Luis descargaba su leche y que Pablo fue capaz de sentir casi más que la suya, que ya salía disparada hacia los cojines del sofá estremeciéndose como nunca ante tanto estímulo que cada rincón de su cuerpo percibió. La mano de Luis le agarraba todavía su polla, ya algo flácida y húmeda. Le cogió de la muñeca y se acercó los dedos a su boca para probar su propia leche mientras miraba a su amante. Éste también lamió sus dedos saboreando el líquido que aún quedaba entre ellos y que luego compartieron en sus bocas con un tórrido morreo. Con él lo amargo se volvió dulce, y sus ardientes cuerpos se templaban al ritmo de sus besos, ahora delicados, pero igualmente cargados de erotismo.

No se despegaron el uno del otro hasta que Luis se marchó a la mañana siguiente para despedirse de sus amigos, que volvían ya a la gran ciudad. Tuvo una rara conversación con su madre, aunque llegó a la conclusión de que daba su bendición a la relación con Pablo. Un par de días después éste volvió al trabajo sabedor de que iba a ser la comidilla del ayuntamiento, ya que su salida del armario se había convertido en trending topic en el pueblo. Sin embargo, ninguno de sus compañeros hizo mención al tema, notando que su comportamiento con respecto a él no había cambiado en nada. Tampoco el de Diego, el dueño del bar al que iba a desayunar, y eso que a veces lo hacía con su suegra, pero tanto Manoli como él eran conscientes de que no se podían llevar bien, y ya no sólo por cuestiones políticas, pero hacían el paripé en beneficio de Luis. El contrato de éste se acabó, y aunque Pablo había determinado que echaría a Toñi del Museo alegando que llegaba tarde, Luis le pidió encarecidamente que no lo hiciera porque no quería que alguien pudiera recriminarle que lo había hecho para colocarle a él. Afortunadamente el azar quiso que Susana la bibliotecaria pidiera la baja por estar embarazada, por lo que Luis volvería a la biblioteca al menos durante unos meses. No tardó en mudarse a casa de Pablo, donde ambos comenzaron una dieta y se montaron un mini gimnasio porque Luis quería perder unos kilos a pesar de que Pablo le persuadía con gin-tonics y helado de chocolate que compraba en la nueva tienda de chinos que habían abierto enfrente y que aún conservaba el color morado del que sus anteriores inquilinos pintaron su fachada.