El complaciente marido de pili

Continuación de "PILI LA EXHIBICIONISTA"

No había olvidado que, al principio, me había dicho que a su casa no podíamos ir porque estaba el marido, así que pregunté:

-¿Pero no está tu marido?

-Creo que sí, pero dormirá profundamente, no te preocupes.

-Si no te preocupas tú. A mí no me va a pedir el divorcio, te lo aseguro.

-Venga, vamos.

Conduciendo yo, que iba un poco menos exaltado que ella, emprendimos el camino de su casa que, por cierto, estaba muy cerca de la mía.

Subimos, era un cuarto piso, y en el ascensor no separó la mano de mi entrepierna. No se preocupó mucho de hacer las cosas con poco ruido, por si el marido estaba durmiendo, sino que actuaba como si estuviésemos solos en la casa. Tampoco siguió el ‘protocolo’ clásico de “¿Esperas un poco que me ponga cómoda?” Sin más preámbulos se desprendió de la ropa quedándose sólo con el transparente sujetador y el minúsculo tanga.

-¿Quieres tomar algo? –Preguntó, y en so sí siguió las ‘normas establecidas’.

-Pues si tienes whisky…

-Claro, pero te lo tomas en el dormitorio mientras te hago una mamada, sigo muy cachonda.

-¿En el dormitorio? ¿Tu marido y tú dormís en habitaciones distintas?

Su respuesta fue una sonrisa indescifrable. Fue a preparar las bebidas y cuando vino me dijo:

-Anda, desnúdate, me debes muchos polvos.

Cuando estuve desnudo sopesó mi pene con la mano como calculando.

-¡Umm! Está en su punto para comérselo entero. Ven.

Me tomó de la mano para que la siguiese.

Cuando entramos en el dormitorio vi que el marido; o supuse que era él; dormía placidamente en la cama. No sabía lo que pretendía Pili, pero la verdad es que tampoco tenía el menor interés por averiguarlo. Las situaciones, cuanto más morbosas, más me atraen.

-Túmbate –Me dijo-. Voy a mamártela, quiero que te corras en mi boca.

Me pareció que aquello no era tan ‘improvisado’ como parecía, pero me importaba un pimiento, estaba como una moto. Así que me acosté boca arriba al lado del hombre y al momento ella tenía mi polla en su boca, lamiéndola, ensalivándola, succionándola…

El hombre parecía como si nada fuese capaz de despertarlo, y no porque ni ella ni yo nos cortásemos un pelo en nuestras ruidosas expresiones de placer. Pero al poco vi como él se ponía la mano sobre el pene y empezaba a masajearlo, luego dormido no estaba.

No tardó mucho en ser Pili quien le arrancase los calzoncillos y hacerle ella la paja mientras me la seguía chupando a mí.

-¡Mira Alfredo! –Dijo dirigiéndose a él- ¡Mira como se va a correr en mi boca!

Comprendí entonces que Pili tenía el marido ideal: a ella le gustaba el sexo en público, con espectadores participantes, y a él parecía gustarle serlo.

Pero tampoco estaba yo en ese momento para muchas especulaciones filosóficas. Pili había aumentado el ritmo y la maestría de su mamada y, efectivamente, al poco me corrí en su boca. Mientras se relamía complacida, Alfredo también vertió su semen en toda su espalda.

Se tendió entre los dos, para dejarnos recuperar fuerzas, sin dejar de acariciar nuestros miembros. Hizo unas ligeras presentaciones, pero ninguno, al menos yo, sabía qué decir.

-Ahora te voy a cabalgar –me dijo-. Quiero que Alfredo vea como me follas, como haces que me corra como una guarra.

En cuanto logró volver a ponérmela dura; cosa que no le costó mucho; Saltó sobre mí y se la clavó en el coño en medio de estentóreas expresiones de placer. Se movía arriba y abajo como si pretendiese destrozármela.

-¡Ah! ¡Mira cabrón! –Se dirigía al marido-. ¡Mira que golfa es tu mujer y que bien me folla éste! ¡Creo que deberías darme por el culo para castigarme, por puta!

Con admirable habilidad, Alfredo se colocó detrás de ella y logró metérsela en el culo casi al primer intento. Pili berreaba:

-¡Pollas, quiero pollas, cómo me gustan las pollas!

Con la corrida anterior tan reciente conseguimos estás mucho rato dándole el placer que pedía. Cando ambos nos corrimos de nuevo y nuestros penes se escaparon de sus agujeros a causa de la flacidez, ella, con la cara desencajada y el cuerpo sudoroso, volvió a tumbarse boca arriba entre ambos jadeando:

-Yo sigo cachonda. Quiero más. Chuparme uno las tetas y el otro el chocho.

Nos tuvo haciéndole ‘fantasías’ con las manos, con las lenguas, con sus juguete sexuales que sacó de la mesilla de noche, hasta bien avanzada la mañana siguiente. Parecía insaciable.

Cuando, totalmente agotado me despedí para volver a mi casa, besándome en la boca me dijo:

-Ha estado muy bien. Será un bonito recuerdo, porque probablemente no nos volvamos a ver nunca.

Yo me fui pensando que aunque la experiencia había sido deliciosa, tampoco lo lamentaba demasiado.

FIN

© José Luis Bermejo (El Seneka).