El comienzo con Lucía (dulce despertar) (2)

Después de una noche intensa, al despertar...

Después de la intensidad de la noche, no quedamos tumbados en el sofá, tranquilos, mirado como pasan los programas en la tele, acostada en mi regazo, acariciando cada centímetro de tu cuerpo, haciéndote erizar tu epidermis como piel de melocotón. Me encanta acariciarte, sentirte, notarte, olerte, ver como tu cuerpo se estremece con el simple contacto de mis huellas dactilares. Esos suspiros que salen de ti a cada caricia recibida. Además de hablar tu cuerpo, tus dulces labios me dan la confirmación de lo que notas, de lo que sientes, me suplicas que siga, que no pare, que te gusta… que repita, pues te da tranquilidad y necesitas percibirlo y notarlo.

Después de estar largo rato así, sintiendo el tacto de las caricias, marchamos a dormir. Algo nerviosos por saber que tranquilidad nos propiciará la noche uno al lado del otro. La cama esta fría, pero el poder del abrazo surge efecto y en seguida la delicadeza de la noche se tercia en nosotros. Ya no hay frio y si mucho cariño. La noche ya esta completa. Pasión desatada durante la noche y el afecto de poder sentirte y notarte a la hora de acostarse, notar las palpitaciones de tu corazón en mi mano y el poder permitirme estar en una noche cálida al lado de alguien que me hace sentir vivo.

Estuvimos a cerca de volver a comenzar, pues mis mimitos a hacia tu persona te hacían enloquecer, pero la noche estaba ya muy avanzada y el poder del sueño y el cansancio del placer vivido, hizo rendirnos y caer dormidos.

La noche transcurrió sin ningún aspaviento, abrazados hasta la hora de despertar, y con pocas horas de sueño, tuvimos el dulce despertar de amantes que denotaba que traería alguna emoción más, pues el notar tu simple presencia a mi lado, me excitaba.

Mi cuerpo se ciño bien al tuyo y mi mano acariciaba todo tu ser. Me fascina acariciarte, saber que no duermes y sentir que cada caricia provoca un temblor en tu cuerpo, me alienta a no dejar de hacerlo. El intuir que mi pareja disfruta con cualquier cosa que le hagas, que vibra con cada roce y se emociona con cada suspiro. Las caricias comienzan a ser roces de pasión y la mano vuelve al punto de partida, tu corazón. Cerca de él, tienes el pecho que ya esta erguido en todo su esplendor y toda tu aureola y el pezón despunta por encima de la ropa. Parece como un terremoto, estaba tranquilo y en reposo, pero el roce de las caricias a perturbado la tranquilidad de tu pecho.

La respiración se hace penetrante, rozo tu pecho y doy círculos sobre tu aureola, que te excita sin más. Comienzas a perder la razón. Tus labios recogen las caricias de mis manos y tu boca absorbe mis dedos para saborearlos al tiempo que los lubrica para que las caricias en tu pecho sean suaves, sensibles y excitantes.

Mi cuerpo esta pegado a tu espalda y notas mi miembro erecto en tu cachetes, el cual esta rebosante por salir de mi ropa interior, mis manos se acercan a tu braguita y acaricia tus glúteos que al tocar, tiemblas como una hoja cuando la mueve el aire por las mañanas. Mis manos comienzan a arrastrar parte de tu lencería y vas notando como se arruga en el canal de tus nalgas. Las caricias siguen su curso, y hacen el efecto esperado, pues de tus partes nobles comienzan a salir una humedad que empapa tu ropa interior.

Tengo el poder en mis manos y no dejo de tocarte. Ahora le toca el turno a tu barriguita… es conmovedor poder tocarte, calmarte esas molestias tuyas de ese maltrecho vientre, y que con las simples caricias hace que desencadenen en tu cuerpo un súbito escalofrió del cual se desprende una gran ternura.

Tienes ganas de tocarme, de besarme, de olerme, y alargas tu mano a mi pene y comienzas a tocarlo por encima de mis boxers, el tacto de tu mano sobre mi, hace que mi punto de ebullición comience a superarse. Estamos los dos enloquecidos. Una de mis manos busca tus pechos, la otra roza tu clítoris, comienzo a manosearte, y me deslizo por todo tu culo el cual ahora me pertenece, levanto tus bragas para que tu sexo respire y note el aire. Das un pequeño gemido, un suspiro de placer. Creo que es el momento de dejarlo libre y bajo poco a poco bragas. Tu clítoris esta pletórico, estas empapada, y deseas que sea todo mío, que lo disfrute como tú lo estas haciendo.

Estoy ansioso de saborear tu dulce golosina, pero mis ganas de comerlo supera con todo las ansias de saborearte y voy con todo, la lengua no deja ni rastro de tus flujos que los engullo con pura obscenidad y no puedes dejar de esconderte debajo de la almohada para tapar tus gritos, tus gemidos. Tienes ganas de más… estas desquiciada y suplicas que quieres más y más. Tus palabras son órdenes para mí, y no aflojo ni un apéndice, saboreo y relamo lo habido y por haber, mis dedos masajean tu puerta de entrada a las puertas del cielo, que introduzco con sumo tacto y juego contigo. Estas llegando al cielo y a punto de ver a los ángeles, te contraes y gimes de satisfacción al notar el orgasmo acercándose a tu cuerpo y en un santiamén explotas de sumo gozo, embadurnando mi cara de grandes dosis de tus flujos. Tus convulsiones me aceleran y no ceso en mi empeño de dejarte exhausta, mis manos y mi lengua siguen y siguen, ajenos a tus gozos, mis ojos no dejan de ver como te retuerces de placer y gusto, hasta que por fin ralentizo la marcha, y suavemente voy parando hasta dejarte extenuada y empapada de emociones y con la mirada perdida de una chiquilla joven que ha descubierto el placer del sexo.

Llegaba mi turno, quería que me tocaras, que me comieras, que me hicieras tuyo, deseaba penetrarte, ya que después de ver todo el placer experimentado en tu ser, quería sentirlo yo.

Me quite mi slip, y me cogiste con dulzura, tenias ahora el poder que hacia unos momentos había disfrutado yo de ti, ahora llevabas la batuta de dos enamorados jugando a un solo juego, el juego del amor, experimentando cada roce de tu boca en mi cuerpo, e inicias con tus labios y tu lengua un placer sublime en mi torso y en mi glande. Exquisita joya tu boca y tus manos haciendo que mi cuerpo entre en delirio, y como poseída por el dios de sexo esculpes con tu lengua toda la forma de mi miembro. Lentamente succionas todas las partes de mi ser, en tus dulces manos tienes el poder de satisfacer toda la sensibilidad que hay dentro de mi, de volverme loco con cada roce de tus manos, con cada caricia de tu lengua. Levantas la vista, y veo tu mirada lasciva, que me calienta mucho más de lo que estoy.

El desenfreno es total, tengo ganas de poseerte, de volverte a hacer mía. Te subes encima de mí y acaricias suavemente todo mi torso y acercas tu cara a mis oídos, susurrando que todo tu cuerpo va a ser poseído de nuevo por mi. Comienzo a tentar a la suerte y con la punta de mi glande comienzo a jugar con la entrada de tu éxtasis. El momento es inigualable, intuimos los dos que no debemos, pero el placer nos nubla la visión, y aunque solo es la punta de la lanza, el gozo es delicioso y nuestras miradas delatan placer y lujuria.

Estas hechizada y te pones en 4. Menudo tesoro. Una postura deseada por ambos. Agarro mi falo y lo introduzco en tu cueva, mis manos anhelan tocarte, te penetro una y otra vez, como poseídos por ángeles endemoniados, una mano te cachetea el culo, mientras el otro busca tu expandir tu agujero oscuro, solo el roce del dedo, hace que te erices del todo, otra palmada en la nalga hace que te excites más. El ritmo es frenético y los meses sin sentir ese placer hacen mella, sobre todo en mi, que mis ganas de poseerte hacen que mi explosión este próxima.

Ralentizo la marcha, y mientras suavemente voy te penetrando, lamo bien mi dedo índice, para que entré dulcemente en el orificio prohibido. Recibes una doble penetración, jamás lo habías sentido, ese agujero siempre dolió, pero sin saber porque, quizás por las ganas o el juego previo, habías sucumbido a ese nuevo placer experimentado. En cada embestida tus jadeos son mas sonoros, gritas que no paré, que siga y siga. Profundizo inevitablemente hasta el fondo, y el dedo abre las puertas de un nuevo concepto de placer oculto.

Aumento más el ritmo pues ya estoy del todo descontrolado, solo deseo perderme en tus curvas, tener el orgasmo deseado como momentos antes tuviste tú. No ceso y mi ímpetu hace que me corra como con poseso. Mis gemidos suenan en tus oídos como un dulce sonido de haber hecho las cosas correctamente. Al notar mi mecha como revienta dentro de ti, algo te hace estallar en el orgasmo más placentero que has tenido en años. Al final, los dos nos precipitamos sobre la cama al unísono provocado por una marea de placer conjunta.

Estamos agotados, mi flácido pene sale de dentro de tu cuerpo. Abatidos, nos tumbamos en la cama con una sonrisa jocosa. Me acurruco a tu lado, y te beso como en ningún momento anteriormente hice. Te abrazo y nos damos otro de los mayores placeres de la noche. Acostarme de nuevo a tu lado mientras yacemos agotados por el festín recibido en este grato amanecer.