El comienzo (4)

Ahor anuestra protagonista comienza a sentir de verdad y a conocer el mundo, tal vez no de la mejor manera...

Debo comenzar la cuarta parte de mi historia saludando a todos los participantes del grupo que han hecho crecer en mí el deseo de continuar escribiendo mis memorias.

A todos ellos, gracias....!!!

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El día siguiente a la integración en Santágueda fue una tortura para mí. No me sentía del todo bien y me acompañaba algo de culpa, no puedo negarlo.

Con todo lo ocurrido durante aquel fin de semana, tenía un enorme temor de ser el blanco de las burlas en mi colegio, si a Sebastián y a sus amigotes les daba por contar lo ocurrido. Decidí no ir a clases y cuando mi papito me preguntó la razón, le dije que había peleado con unas compañeras y que quería cambiarme de colegio.

Nunca he sido una persona caprichosa, es por ese motivo que siempre que yo expresaba algo, mi papito me prestaba mucha atención, porque entendía que no lo hacía por molestar, sino por una buena razón.

Lo que no calculé, es que mi papito llamó a mi amiguita Sandra, para preguntarle acerca de la supuesta pelea. Por supuesto, Sandra le dijo que no sabía nada, por lo que me vi en la obligación de mentir de nuevo, argumentando que ella no se había enterado y que yo prefería mantenerla lejos de mis peleas, porque me daba miedo que por su temperamento, que era bastante fuerte, se fuera a los golpes con otras personas.

Mi papito quedó satisfecho con mi explicación, pero no con la idea de cambiarme de colegio...

Charlamos mucho al respecto y siempre encontraba la misma respuesta de mi parte: que no deseaba regresar y que prefería estar en otro colegio.

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En fin...debo decir que, de nuevo, mi papito se comportó como un rey conmigo y me dijo que él intentaría arreglar algo, pero que no se comprometería y que si esa era mi decisión, él la respetaría. Pero me advirtió acerca de la posibilidad de repetir el grado, lo cual sería muy doloroso, pues faltaban únicamente veinte días de clase: tres semanas!

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Aquellos días me la pasé encerrada en el apartamento, recibiendo las llamadas de Sandra, Luisa y varias amiguitas y compañeras más, que deseaban saber, como era lógico, la razón de mis faltas a clase. Siempre las evadía con respuestas acerca de mi imposibilidad de contarles, por motivos más allá de mi control...

Claro. Estaba más allá de mi control la lengua de Sebastián, Juan Diego y sus amigos!!!

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El viernes mi papito llegó con una gran noticia: Había hablado con el director de mi grupo y este había accedido a darme el grado como aprobado, debido a mi excelente rendimiento durante todo el año y a que sólo faltaban ya dos semanas para terminarlo, así que, según sus propias palabras, no era justo que perdiese el año por menos de un mes.

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A la semana siguiente, mi papito me ofreció enviarme de vacaciones a Pereira que, para los que no conocen, es una ciudad a hora y media de Manizales, solo que un poco más cálida. La idea era que pasara algunos días en casa de mi tía Lida (su hermana mayor), a quien, a pesar de la cercanía, no había visto hacía más de seis años. Tampoco había visto a mi primo Javier quien ya debería estar hecho un hombre, pero cuya imagen se hacía borrosa en mi mente. La verdad es que no lo recordaba muy bien. Lo único que sabía de ellos, es que Lida se había casado de nuevo, con un hombre mucho menor que ella, que tenía una hija (Laura) como de mi edad. Según mi papito, ese ambiente me caería bien, para que nos viéramos de nuevo en diciembre y pasáramos la Navidad juntos, como siempre lo hacíamos.

Aquel fin de semana, mi papito me llevó a Pereira, donde ya dije, vivo hoy en día, pero que por esos días, solo sería mi morada un par de semanas, tal vez tres.

Cuando llegué a casa de mi Tía, me encontré con un ambiente familiar muy complaciente, donde todos daban la impresión de tratarse muy bien y respetarse. La cabeza de hogar era, sin duda, Lida, quien aventajaba a su esposo, Miguel, por más de diez años. Esto se ponía de manifiesto también en la relación entre Javier y Miguel. Javier tenía 22 años, según me enteré luego, pero la edad de Miguel nunca la supe, aunque calculaba que debía tener los mismos años que mi papito.

Me instalaron en una habitación contigua a las de Javier y Laura, en el segundo piso. La verdad es que me sentí muy bien recibida por lo que al despedirme de mi papito, aunque me sentía mal por dejarlo solito, me consolé sabiendo que me tratarían de lo mejor.

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Un día de aquellos, todos se fueron, unos a trabajar y otros a estudiar, por lo que me quedé sola en la casa y sin mucho por hacer. Al empezar a sentir el tedio del desocupado, decidí buscar algo para divertirme. No pregunten por qué lo hice, pero fue lo único que se me ocurrió. Me metí en la habitación de mi primo a curiosear, con la idea que los hombres deben guardar interesante...La imagen de Javier, al volverlo a ver era totalmente nueva para mí. Lo veía como un hombre, muy serio y dedicado a sus estudios universitarios. Era grande de estatura y se dejaba el candado en su barba, por lo que parecía mayor. El día anterior había conocido a Diana, su novia, de 19 años y con un cuerpo que siempre he envidiado.

Como decía, estaba en el cuarto de Javier, mirando fotos y cogiendo cosas de su escritorio, como papeles de su universidad con escritos que no entendía.

Al no hallar nada que distrajera mi atención, me dirigía a su closet. Lo abrí y me encaminé directamente a su ropa, buscando su ropa interior. Lo hice por una razón muy simple: morbo. Quería simplemente descubrir lo que acaso esconden los hombres. Fue frustrante no hallar ninguna prueba de mis sospechas, pero continué buscando hasta que di con algo que me sorprendió y capturó toda mi atención. Era un vídeo cuyo solo título era suficiente para conocer toda la película. Se llamaba Esclavas del Placer...imagínense.

Obviamente, puse el vídeo en la videocasetera, y me dispuse a ver la película....no perderé el tiempo relatando lo que estaba observando, pues todos sabemos que este tipo de películas no tiene ningún tipo de trama. Era la típica en la que una mujer aparece en escena y tiene relaciones con un tipo...le da sexo oral, luego él a ella y finalmente, el resto. Sólo hubo una escena que me llamó la atención, en la que una secretaria les daba sexo oral a su jefe y a tres compañeros de trabajo. Eso me recordó mi paso por Santágueda y debo confesar que me puso a mil.

...

Me encontraba concentrada viendo el monitor cuando, de repente, apareció Javier por la puerta del cuarto. No me había percatado de su llegada hasta que fue demasiado tarde. Detrás de él, Diana, que me miraba sonriente. No pude disimular mi vergüenza y simplemente me levanté y salí casi corriendo de la habitación. "Qué pena" fue lo único que se me ocurrió decir.

Me metí en mi cuarto y me acosté, tratando de sobrellevar lo que había sucedido. Sentía un enorme calor en mi rostro, por lo cual se que estaba roja.

Unos instantes después, escuché que tocaban a la puerta y luego vi a Diana entrar con la misma sonrisa con la que había llegado.

  • No se sienta apenada –me dijo-. Es normal ver esas películas. Yo también las veo.

  • Sí, pero es que estaba en su habitación. Eso es lo que me avergüenza –repliqué yo.

  • Ah! No te preocupes, que Javier es lo más de fresco. Mira: te propongo algo. Para que veas que no es problema, te invito a jugar. Juguemos los tres.

Lo siguiente que sucedió fue darle la cara a Javier y recibir una tranquilizadora sonrisa. Me dijeron que jugáramos algo para relajarnos, aprovechando que no había nadie en casa y que no lo habría hasta la noche.

Diana propuso jugar "pico de botella", que es básicamente un juego con una botella, vacía o llena, generalmente de licor. La botella da vueltas y a quien señale su pico, ese cumple una penitencia, responde una pregunta o se quita una prenda, dependiendo de las condiciones.

Javier se mostró encantado y me miró. Yo dije que estaba bien, entonces las preguntas pasaron por las condiciones. Diana me dijo que sería yo quien pondría las reglas, lo cual acepté gustosa.

En ese momento, mi vergüenza se había esfumado y se había convertido de nuevo en excitación, al recordar las escenas de la película y al contemplar la idea de poder quitarme la ropa enfrente de Javier que si bien no me había llamado la atención antes, en ese momento me resultaba agradable. Además, la sola idea de mostrarme ante ellos, que eran mayores, me aceleraba el pulso.

Propuse jugar a prendas y que los perdedores cumplieran una penitencia que pondría el ganador.

  • Y cuándo se gana? –preguntó Diana.

  • Cuando los otros dos estén desnudos.

La pareja que tenía enfrente se miró y se rió. Era claro que no solo les agradaba la idea sino que lo deseaban, así que nos dirigimos de nuevo al cuarto de Javier.

...

El juego era tonto. Simplemente poner una botella a girar no tiene emoción, pero lo que debía hacer quien resultase señalado le daba muchísima emoción. Para la mitad del juego, yo ya estaba en ropa interior, mientras que Diana no tenía sostén. Sus senos eran grandes y redondos, de envidia, como dije. Javier, en cambio, solo había perdido dos prendas y nos había casi engañado con sus zapatos y su cinturón. Dos minutos después, las cosas se pusieron más interesantes, pues Javier había perdido en tres ocasiones seguidas y ya estaba en ropa interior, al igual que Diana. Quien tenía la ventaja era yo, pues aún tenía mi sostén.

En la siguiente ronda debí desprenderme de él y los tres quedamos con tan solo una prenda. No podía dejar de observar el boxer de Javier, en el que se notaba un enorme bulto y algunas gotitas. Sabía lo que significaba porque además, yo también me sentía muy mojada.

Mi excitación llegó a su máximo cuando debí despojarme de mi única prenda, pues la botella volvió a ponerse enfrente de mí, rebeldemente.

Me levanté y me dispuse a desnudarme por completo, observando la reacción de Javier, mientras que Diana me miraba también con inusitado interés.

Me sentía muy excitada y no tenía problema en que me observaran, pues lo disfrutaba cada vez más. Además, el imaginarme el pene de Javier, debajo de su bóxer, aumentaba aún más mi deseo de que sucediera algo más. Deseaba que me lo metiera en la boca para chupárselo y sentir, de nuevo, aquel inmenso placer.

Finalmente, la suerte no nos acompañó a las mujeres, pues Diana también debió despojarse de su panty. Un panty cachetero con encajes que resaltaba la redondez de sus nalgas.

Lo siguiente que sucedió fue simplemente el resultado del juego. Se suponía que Diana y yo debíamos cumplir una penitencia que nos pondría.

Ellos se miraron y Javier le dijo a Diana:

  • Ya sabes lo que quiero que hagas!

Entonces, ella me miró y me dijo que me acostara. Lo hice sin preguntar, pero con bastante curiosidad por lo que Diana sabía y yo no. Lo que sentí luego es algo que no podría describir ni en mil páginas:

Diana me tomó las piernas y me las separó y se dirigió con total descaro y confianza a mis genitales y comenzó a succionarlos...mmm...qué rico!!! Jamás había sentido tal cosa. Diana se comportaba como una profesional y todo lo que hacía me encantaba. Me comencé a retorcer y unos pequeños quejidos se me escapaban, pues simplemente no los podía controlar. Se concentró un rato en mi clítoris y luego en mis labios. Los lamía, besaba, succionaba hasta mordía, pero con la suavidad que solo las mujeres tenemos en nuestra boca. Dos minutos después, ya estaba gimiendo como las protagonistas de la película y sentía que me estaban conduciendo al paraíso. Fe en ese momento que no pude controlarme más y le dije a Javier:

  • Métamelo en la boca...yo se o quiero chupar!

El simplemente sonrió y ni se me acercó. Sólo comenzó a masturbarse, mientras que Diana le miraba un poco y regresaba al lugar de donde yo no quería que saliera.

  • Por favor! Métamelo a la boca...le supliqué.

Entonces Diana se detuvo de nuevo y le dijo con voz dulce:

  • No la hagas esperar, amor!

Era increíble. Se suponía que eran novios...cómo era que se comportaban de esa manera? En realidad solo lo pensé por unos momentos, hasta que Javier se me acercó. Sólo imaginen la escena: Acostada boca arriba en la cama de mi primo, con su novia lamiéndome la cuquita y con Javier dirigiéndose hacia mí. Su pene era grande, mucho más que el de los muchachos del Tecnológico y, al igual que el de mi papito, sin nigún vello.

Cuando Javier me introdujo su pene en la boca fue la gloria. Treinta segundos después mis fuerzas me abandonaron y sentí que me caía por un abismo sin fondo. No era, sin embargo, una sensación molesta o atemorizante. Era, en realidad, la más deliciosa sensación que había conocido hasta ese momento...

Mi primer orgasmo Fe increíble, además de inolvidable. Cuando recobré el sentido, Diana se encontraba extasiada, aún entre mis piernas, y Javier continuaba metiendo y sacando su bello ejemplar en mi boca. La sensación era única. Mis sentidos estaban más aguzados que nunca y poco tiempo después, me acompañó el siguiente orgasmo que me llevó de nuevo al paraíso. En todo momento, mis quejidos se ahogaban en el pene de Javier, lo cual no me molestaba. AL contrario, creo que me encendía aún más.

Diana dejó, de improviso, de realizar su fenomenal tarea y comenzó a subir por mi cuerpecito. Me besaba el ombligo, luego mis senitos, siguió por mi cuello, hasta que llegó a mi boca. Era una sensación extraña. Mi primer beso no fue con un hombre, como era de esperarse, sino con la novia de mi primo. Aún recuerdo el sabor de sus labios y su lengua, porque me la introdujo como si quisiera tragarme. Sabían a sexo, a lo que sabe una boca después de haber lamido y succionado tantos fluidos genitales como ella lo hizo conmigo. Un momento después, Javier le introducía el pene a la boca y lo intercambiaba con la mía de vez en cuando.

Sin embargo, se detuvo y se retiró por unos instantes, mientras Diana continuaba con su labor. Me dijo que me hiciera sobre ella, pues yo era obviamente más pequeña. Así lo hice y continuamos besándonos hasta que tomé la iniciativa. No estaba asustada, como podría estarlo cualquier niña de mi edad, sino encantada. Sentía que con Diana y Javier nada malo podría pasarme y no estaba equivocada. Comencé a besarle los senos como ella había hecho conmigo y a observar cómo Diana se retorcía a cada contacto de mis labios y mi lengua con sus pezones.

Javier se dirigió hacia su closet y sacó una cajita redonda que parecía una pomada. Inmediatamente supe lo que quería y de solo ver su enorme pene totalmente erecto, me sentía más excitada.

Se me acercó por detrás y le dije:

  • Hágalo pasito, por favor!

  • No te preocupes, cariño...no te lastimaré.

Me dijo que levantara mi culito para que pudiera tocarme y así o hice. Entonces comenzó a acariciarme de nuevo en mi clítoris con sus dedos, hasta que sentí que empezaba a meterme uno de ellos. Lo hizo suavemente, despacito y con bastante crema untada, por lo que no me dolió nada. Empecé a mover mi pelvis en círculos de manera instintiva y mi placer aumentaba. Javier metía y sacaba su dedo una y otra vez mientras me besaba con Diana y ella me acariciaba mis senitos y yo le devolvía las atenciones.

Unos momentos después, sentí como Javier me introducía otro dedo, esta vez en mi culito. Lo hizo como antes, con mucho cuidado y suavidad, por lo que tampoco me molestó. No era una gran sensación, pero si se acumulaba, no estaba mal ni desentonaba. Comenzó el movimiento de entrada y salida y ahí sí me gustó. El sentir sus dedos en mis paredes, tanto vaginales como anales era una gran sensación. No era comparables con lo que sentí cuando Diana me hizo llegar un par de veces, pero era fabuloso.

Ahora Fe Diana la que se retiró de mi lado, mientras yo me quedé ahí, en cuatro, lo que me recordaba la noche en que mi papito me dio aquel masaje y me miró con mucho morbo y deseo. Aquel recuerdo me encendió y comencé a decirles:

  • Denme más! Denme más!

Que me dieran más qué? Qué iba yo a saber...si tan solo era una niña. Eso es lo más increíble de todo. Que quería que me hicieran de todo, aunque no supiera que era de todo.

Fue en ese momento que Diana se acercó a mí con algo en su mano. Parecía como un pene, solo que más corto y delgado. Tenía como un cinturón. Diana se amarró el cinturón alrededor de sus caderas y comenzó a untarle crema.

  • Sólo relájate! –me dijo.

Javier se hizo a un lado y luego se subió a la cama. Se arrodilló enfrente de mí y me dijo que se lo chupara de nuevo. Era extraño. La verdad es que a esas alturas ya quería que Javier me lo metiera, no en mi boca, sino en mi vagina. Había escuchado que la primera vez dolía muchísimo y que no era nada agradable, pero hasta ese momento todo había sido espectacular, incluyendo el momento en que me metió sus dedos en mi cuquita y culito. Ahora sería Diana la que me penetraría...eso sí era raro!

Sin embargo, no me detuve a analizarlo mucho. Solo quería disfrutarlo y así lo hice. Me metí el pene de Javier a la boca, ya un poco desinflado, y comencé de nuevo a succionarlo, a lamerlo y a besarlo, como queriéndolo escurrir.

De pronto, sentí algo duro en mi cuquita, que tocaba a la puerta e intentaba entrar...y de nuevo las palabras dulces de Diana: "Sólo relájate, Tatiana. Esto te va a gustar."

Sentí como comenzaba a entrar aquel pene plástico en mi cuquita. Ahora sí sentía dolor, tal y como me habían dicho, pero era un dolor soportable. Además, en medio de mi excitación, solo quería que me lo metieran más. Diana era muy cuidadosa; lo metía un poco y lo dejaba en mi cuquita un rato para que me acostumbrara, según ella misma decía. Luego lo sacaba y lo volvía a meter, pero más profundo.

Sentía que me estaban rompiendo, pero quería más. Y si a esto le sumo que tenía el jugoso pene de Javier en mi boca, entonces podrán imaginar los lectores que no quería que Diana se detuviera.

En un momento le pregunté que tanto había entrado. Me dijo que la mitad, pero que poco a poco iría entrando más y más.

La mitad? Parecía que me había metido un bate de béisbol, lo sentía durísimo en mi vagina y a cada movimiento más me apretaba.

Fue en ese momento que pasó. Sentí un enorme dolor en mi vientre, como de desgarro y sentí que me arrancaban algo. Le dije a Diana que se detuviera y así lo hizo, mientras pasaba el dolor. Un minuto después, continuó con su labor. Me dijo que ya estaba todo adentro y que comenzaría a moverse cada vez más rápido.

Javier permanecía en silencio. Simplemente me observaba y me acariciaba con mucha ternura. Entonces le dije que me queria tragar su leche, a lo que él respondió diciendo que se lo chupara más rápido. Después le dijo a Diana que me lo metiera más duro, porque quería oírme quejar.

Así lo hice yo y así lo hizo Diana. Comenzamos a movernos más rápido y más fuerte, Diana penetrándome y yo chupándole el pene a su novio. El dolor que sentía había aminorado, pero no se había ido del todo, sin embargo ya no me importaba y continué moviéndome cada vez con más vehemencia y chupando cada vez con más ganas, hasta que escuché las palabras mágicas de boca de Javier: "voy a llegar". Y me agarró de la cabeza y me movía más duro. Después me daría cuenta que esa es una costumbre muy masculina.

Cuando sentí su leche caliente en mi boca, no dudé ni un segundo en tragármela. Era deliciosa y me producía un enorme placer.

Javier se retiró y se fue al baño, mientras que Diana seguía penetrándome con aquel pene plástico más y más fuerte. Me preguntó al oído: "Te gustó la leche de Javier?". "Sí", decía yo entre quejidos...y momentos después tuve mi tercer orgasmo en medio del dolor y la excitación.

Esta vez, no me desmayé, como en mis dos anteriores, pero sí caí sobre la cama.

Al levantarme, me di cuenta de la increíble escena. El pene plástico estaba todo ensangrentado, al igual que la cama de mi primo. AL revisar mi cuquita, había sangre también y sentía una enorme inflamación.

Diana me explicó de qué se trataba y me acompañó a la ducha de la que Javier ya había salido. Me preguntó si me sentía bien y me explicó todo lo que debía saber sobre el cuidado en la ducha al bañarme.

...

Al salir de la ducha, encontré a Diana y Javier haciéndolo como locos sobre la cama, ya sin sabanas ni cubrelechos y escuché, por primera vez, los excitantes quejidos de Diana, mientras era literalmente follada por mi primo.

Me senté a su lado y observé la fabulosa escena, para después unírmeles de nuevo pues, aunque me dolía como el demonio, me sentía de nuevo excitada y encendida.

Fe en ese momento que supe para qué se usaba aquel cinturón. Era lógico. Diana estaba en cuatro, y Javier la penetraba por su vagina con su pene y por su ano con el pene plástico amarrado a su cintura. De esa forma podía darle doble placer a una inquieta Diana.

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Así continuaron las cosas por varios días. Mi primo se escapaba, incluso, en las noches y se metía a mi cuarto que yo dejaba cerrado, pero sin seguro y entraba a encularme, como él mismo decía y me preguntaba: "Quieres que te encule, Tatianita?"