El comienzo (3)
Ahora Tatiana comienza a vivir nuevas experiencias, lo que la harà reconocer que puede lograr muchas cosas si se sabe comportar...y a veces, el sexo puede tener dos caras...
La noche de aquel domingo no pude dormir. La imagen de mi papito desnudo no me lo permitia y seguía sintiendo aquel vacío indescriptible en mi estómago.
Estaba vestida como en la mañana: una blusita de pijama y mi ropita interior, una tanguita muy pequeña.
Era ya casi media noche cuando decidí levantarme y dirigirme a su habitación. Estaba dormidito, como un ángel. Me quedé mirándolo un buen rato hasta que no pude más. Metí mi mano entre mi ropita interior y comencé a masturbarme. Así como suena, porque no era otra cosa lo que hacía. Me acariciaba mi clítoris, primero con un poco de torpeza, hasta que comencé a conocer mi cuerpo y mis sensaciones. Entre más lo hacía más me excitaba y empecé a imaginar a mi papito desnudo, con su pene erecto, introduciéndolo en mi boquita sedienta de su cariño.
Me imaginaba que lo lamía, lo besaba y lo chupaba como a un bombón, hasta casi tragármelo y que mi papito me acariciaba la carita diciéndome lo mucho que me quería. Era tal la excitación que sentía que mi papito se movió en un par de ocasiones y ni me inmuté. Si me hubiera descubierto en ese momento, creo que se lo hubiera pedido, que me dejara chuparle su hermoso pene. Pero no se despertó. Me comencé a desesperar...era como si quisiera meterme entre las cobijas y luego entre su ropa interior para besarle su pene, pero me controlé.
Me sentía un poco frustrada, pues entre más me acariciaba, más me excitaba y mi cuerpo sentía más calor. Llegué al punto de casi rasgar mi blusita, por el enorme deseo de estar desnuda. Terminé cansandome así que me fui a dormir.
Lo que sucedió a la mañana siguiente marcó la relación con mi papito, pues hice algo bastante lanzado, como decimos en Colombia. Me levanté a las 5:30, como lo hacía normalmente y me dirigí a la cocina donde estaba mi papito preparando algo ligero para comer. Se deben imaginar que lo hice sin ponerme nada...es decir, en ropa interior.
Le pregunté a mi papito cómo había dormido y me dijo que muy bien...cuando me vió, se quedó casi paralizado. No pudo evitar dirigir sus miradas a mi cuquita, lo que me gustó mucho.
Y tú cómo dormiste?
Mejor de lo que imaginas, papito...me voy a bañar.
Y me volteé dejándole ver mis nalguitas que, asumía yo, le encantaba mirar.
A partir de ese día se repitió la escena. Salía de mi cuarto en ropa interior sin ningún pudor, con la única intención de deleitar a mi papito, lo que él recibió muy bien, pues nunca me dijo nada al respecto y siempre se quedaba mirándome, sin duda, con deseos.
Así transcurrió el tiempo, sin nada nuevo que contarles. Los domingos eran de ver a mi papito masturbarse y luiego, en la noche, yo hacía lo mismo pensando en él y en que me metía su hermoso pene en la boca. Siempre que podía, caminaba en ropa interior. Con mis amigas, me comencé a comportar más inocente que nunca. Ellas hablaban constantemente de sexo y, en una ocasión, llegaron a hablar acerca de ver desnudo a algún hombre, pero nunca pasó de ahí. Yo simplemente me reía, como quien no quiere la cosa, pero dentro de mí, cada vez que se tocaba el tema, fantaseaba con mi papito y ya saben qué cosa.
Llegó el mes de noviembre y nos invitaron en el colegio a una integración de un fin de semana en Santágueda que, para los que no conocen Manizales, es un sitio de recreo a una hora de la ciudad. Manizales es frío, al lado del Nevado del Ruiz, el mismo que hizo erupción en el 85 y causó la tragedia de Armero...tal vez por eso la puedan reconocer.
Santágueda queda una altitud menor y es caliente. Es un sitio muy agradable, con cabañas y piscinas, y yo ya había ido con mi papito un par de veces, pero era muy niña entonces.
Aquella integración era para los alumnos que eran deportistas destacados. Ese año eran el equipo de baloncesto que salió subcampeón en el intercolegiado y el grupo de porristas. Como dije antes, yo no era muy buena, pero por estar en el grupo, me llevarían también.
A mi papito no le agradó mucho la idea, ya que decía que yo nunca había ido a ningún lado sin su compañía, pero finalmente aceptó, a lo que yo respondí con un gran abrazo y un beso en su mejilla y le dije al oído:
- Gracias, papito. Te quiero mucho!
Nunca le había dicho a mi papito que lo quería y me sentí un poco apenada cuando lo dije, pero la verdad es que así lo sentía y no tenía nada de malo expresarlo.
- Yo también te quiero, mi vida! - respondió él. Era también la primera vez que me lo decía y no se imaginan lo que sentí al escuchar sus palabras. Eran como dulces para un niño.
Finalmente remató diciéndome:
- Pero debes prometerme que te portarás bien y que te vas a cuidar mucho. Nada de nadar sola ni de irte a jugar con tus compañeros lejos del grupo.
A todas las recomendaciones que me daba mi papito yo respondía con una gran sonrisa y un complciente:
- Te lo prometo, papito.
Llegó el fin de semana y, por fin, el viaje a Santágueda. Salimos el sábado a las 8:00 AM y llegamos pasadas las 9:00, pues había mucho tráfico.
Cuando llegamos nos repartieron en tres cabañas: Una para los hombres y las dos restantes para las mujeres, pues obviamente las porristas éramos más. En total, había 13 hombres y 32 mujeres. En cada cabaña había solo 8 camarotes, por lo que el compromiso nuestro era compartirlos. Yo compartiría camarote con Sandra que, como dije antes, era mi mejor amiguita.
Después de acomodarnos en nuestras dormitorios, teníamos programada una actividad de integración a las 11:00 AM. Cuando llegamos a las canchas, donde se llevaría a cabo, Sandra y Luisa comenzaron a hablar sobre licor y el deseo que sentían de tomar, porque, al fin y al cabo era un paseo, según sus propias palabras.
Yo nunca había bebido, ni siquiera una cerveza, pero al pensarlo me dieron ganas de probar. Ya saben ustedes lo que sucede a los 13 años. Uno quiere experimentar de todo. Sobre todo lo que hacen los amigos.
Sandra y Luisa ya habían tomado varias veces e incluso en alguna ocasión llevaron aguardiente Crystal al colegio, que es el licor de mi bella tierra caldense, así que les pregunté si no habían llevado en esa ocasión y me dijeron que entrar licor a Santágueda era muy difícil, por lo que nos tendríamos que aguantar las ganas...lástima!
Esa hora transcurrió en medio de juegos y rondas, típicas de los paseos de colegio en los que asisten profesores, que se las quieren dar de niños, como decíamos nosotras. Al medio día fuimos a almorzar y solo nos permitirían entrar en las piscinas después de las dos, cuando repozáramos.
...
Ya en la cabaña, me metí al baño y me puse el vestido de baño. Era azul con flores pequeñas, a mí me gustaba mucho, pero ya me estaba quedando un poco chico, pues lo había comprado hacía un año y había crecido y mis caderas se habían ensanchado notoriamente. No era una modelo, pero para los trece años, tenía un buen cuerpecito. Tal vez por eso mi papito se deleitaba tanto mirándo mis nalguitas. Se hoy en día, por experiencia, que a los hombres la parte del cuerpo femenino que más les gusta son sus nalgas, con muy pocas excepciones.
Salimos a nadar y Sandra me comentó que mi vestido me quedaba muy chico...que seguro todos me mirarían mucho, lo que no me desgradó. Simplemente le pregunté:
Me queda feo? Me veo mal?
No, para nada. Le queda my bonito, solo que un poco chiquito y de pronto al nadar se le baja y se le ve todo, amiga.
Yo nado con cuidado - le dije.
...
Eran casi las cuatro y yo estaba acostada boca abajo sobre mi toalla, descansando y bronceándome, cuando se me acercó Juan Diego, uno de los del equipo de baloncesto y me saludó. Fue muy directo y me dijo que él y Sebastián, otro del equipo, me habían escuchado cuando hablamos acerca de tomar y que ellos tenían aguardiente, si yo quería.
Le dije que si no había peligro que nos descubireran, a lo cual él respondió que lo haríamos en la cabaña de ellos, donde no nos encontrarían, porque allá los profesores nunca van. Que ellos mantenían dando vueltas por la cabaña de las niñas, lo cual era cierto.
Entonces le propuse que le dijéramos a Sandra y Luisa, a lo que él me dijo que no, porque ellos no les caían bien a ellas. La verdad es que ninguna de las dos hizo nunca un comentario acerca de eso. Se lo hice saber y me dijo que habían tenido un malentendido y que preferían que no les dijera a ellas, que si quería así, que ellos tenían aguardiente...y añadió que también tenían cerveza en lata, por si no me le medía todavía al trago más fuerte.
Lo pensé un poco y acepté. En últimas, siempre he sido de experimentar cosas nuevas, desde muy niña y quería probar el licor.
Quedamos en encontrarnos en la cabaña de ellos en cinco minutos.
...
Cuando llegué a la cabaña de los muchachos, solo estaban Juan Diego y Sebastián, lo que me tranquilizó, porque no quería ser descubierta por nadie.
Entramos al cuarto donde ellos estaban acomodados y sacaron de sus morrales unas cervezas y una botella de aguardiente, ya descorchada, y me ofrecieron a beber de inmediato: El primer trago que me tomé en mi vida. Sentí que me quemaba la garganta y comencé a toser, por lo que Sebastián me ofreció de la cerveza que estaba tomando. La recibí y me di un trago. Sabía amarga, pero ayudo a pasar el mal sabor del aguardiente.
O sea que usted nunca había tomado? - preguntó Juan Diego.
No. Es la primera vez.
Ah! Fresca que el segundo sabe mejor. Tome!
Y me pasaron la botella de nuevo. No se por qué acepté tomar tan rápido, pero lo hice. Me eché otro trago, esta vez más pequeño y sentí como bajaba por mi garganta. Juan Diego tenía razón: el segundo trago supo mejor y pasó con más facilidad. Sebastián destapó una cerveza y me la dio.
Así continué por un rato, tomando aguardiente y pasándolo con cerveza. Ellos no lo hacían así que les pregunté la razón. Me dijeron que era porque no lo necesitaban, que era para mí, porque era a mí a la que no me pasaba el trago fácil.
Como no hacíamos nada, les propuse que jugáramos algo. Me dijeron que tenían cartas, que podíamos juagar algo con ellas.
Jugamos durante un rato y la verdad, ya me estaba sintiendo un poco mareada. Les pregunté si ellos tomaban solos o con sus amigos y me dijeron que esta vez lo havían solo, porque nadie más había colaborado para la compra del licor. Me pareción justo y me tranquilicé, pues la idea que vinieran los demás y me pillaran en esa habitación cerrada tomando con ellos dos no me agradaba.
Fe en ese momento cuando Sebastián comenzó a charlar conmigo.
Cuántos años es que tiene usted, Tatiana?
13, por qué?
No, por curiosidad.
Le queda muy bonito el vestido de baño, Tatiana -interrumpió Juan Diego.
Gracias - dije yo.
Pero cómo le queda por detrás?
Como estaba sentada en el piso de frente a ellos, solo me veían de frente. Yo me levanté inmediatamente y di una vuelta entera, muy despacito, para que me observaran. Ya recordarán los lectores que me agradabe mucho que me miraran y eo me recordaba a mi papito y cuando miraba mis nalguitas. En este caso no había mucha diferencia, pues dado lo pequeño del vestido, se me había tragado por completo, así que quedé como si usara una brasilera. Aproveché y me saqué la tanga muy despacio, y me la acomodé.
Volteé y les sonreí. Fe en ese momento cuando Sebastián me preguntó:
- Alguna vez le ha visto el chimbo a un hombre?
Me quedé perpleja. Chimbo es como se le llama en Colombia vulgarmente al pene. No se si en otros países se les llame igual. Sin embargo, la pregunta no me desgradó y le dije:
No, nunca. Por qué?
Quiere que le mostremos el chimbo?
Me quedé callada por unos segundos y luego le dije:
Por qué no!
Pero con una condición: Que usted también nos muestre su chimba.
Ah no! Eso no. Si quieren así, sí. O si no me voy ya.
La amenaza era seria. Es cierto que me agradaba que me vieran, pero sentía que de una manera tan brusca no se podían dar las cosas. Prefería el juego y las cosas despacito. Aún hoy lo siento así. Me gusta mucho la seducción y, sobre todo, jugar.
Ellos se miraron y finalmente aceptaron. Observé sus pantalonetas de baño y me percaté que ambos ya lo tenían erecto. Eso me pareció muy gracioso, pues mi papito primero se lo acariciaba y ahí sí se le ponía duro. Me dijeron que me sentara en el suelo otra vez, lo cual hice de inmediato. Se bajaron las pantalonetas y me dejaron ver sus penes. Eran distintos al de mi papito, pues eran peludos, lo cual no me acabó de gustar. Sin embargo, eran agradables. Sebastián lo tenía un poco más grande que Juan Diego, a pesar que eran iguales de estatura y corpulencia. Me quedé extasiada al verlos, sobre todo cuando Juan Diego comenzó a masturbarse como lo hacía mi papito. Eso sí que me gustó!
Bueno, Tatiana...cómo le parecen? - me preguntó Sebastián.
No se - le dije nerviosa.
Tranquila! Si quiere tóquelos.
En ese momento me sentí desvanecer. Sentía mojada mi cuquita y mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Y de nuevo aquel vacío en mi estómago y el calor en mi vientre. Por un momento dudé, pero luego simplemente lo hice. Agarré el pene de Sebastián, que era el que más me gustaba y lo metí en mi boca de una sola vez. Comencé a chuparlo como hacía con los bombones y descubrí encantada que Luisa tenía razón. Era muchísimo más rico chuparle el pene a un hombre que chupar bombón. Con mi mano izquierda lo apretaba y con mi boca lo chupaba, así que decidí ocupar mi mano derecha agarrando el pene e Juan Diego. El reacionó diciéndome que se lo chupara a él también, lo cual hice inmediatamente. Su pene tenía una forma un poco más alargada, y no tan gruesa como el de Sebastián y tenía un extraño sabor amargo. Pensé inicialmente que era tal vez por el cloro, pero luego me di cuenta que no era eso. Juan Diego se había orinado en la piscina y su pene conservaba parte de ese sabor. Sin embargo, debo decir que estaba tan excitada que no me importó aquello y continué chupándo los penes de ambos, un momento uno y al siguiente el otro.
Sebastián me preguntó:
- Todas las niñas de noveno son tan arrechas como usted?
Arrechas? Jamás me habían dicho eso. Por supuesto sabía el significado de la palabra, pero nunca pensé que alguien me lo dijera. Me sentía extraña, pero de nuevo no me importó. Simplemente sonreí y le dije:
- No se. Cómo voy a saberlo!
Estaba muy nerviosa, pero encantada por lo que pasaba. Mientras les chupaba sus penes, imaginaba que era mi papito el que me estaba metiendo su hermoso pene en mi boquita. Cerraba mis ojos y me lo imaginaba diciéndome: "te quiero mucho, mi vida". Y me comencé a sentir más mojada y más excitada.
- Y usted, Tatiana. Está muy arrecha? - preguntó Juan Diego.
La verdad es que en ese momento perdí el control un poco y le dije:
Sí, estoy muy arrecha. Por qué?
Qué tan arrecha está?- agregó Sebastián.
Mucho. Por qué?
Dígame qué tan arrecha está y le digo por qué.
Estoy muy arrecha. Eso es todo.
En ese momento Juan Diego se separó de nosotros y se dirigió a la puerta. La abrió y aparecieron tres muchachos más, también del equipo de baloncesto.
Me asusté muchísimo y dejé de chupárselo a Sebastián, ante lo cual él reaccionó diciéndome:
- Tranquila! No se preocupe. Simplemente que si está muy arrecha entonces chúpeles el chimbo a ellos también.
La sola idea era una locura, pero estaba tan excitada que acepté sin dudarlo. Solo les puse la condición que serían ellos y nadie más. Aceptaron y cerraron la puerta. Le pusieron seguro y se desnudaron completamente. Se acomodaron uno al lado del otro, en fila y yo me dediqué u buen rato a chupar, uno por uno, los cinco penes que tenía enfrente mío. Era una sensación alucinante. Cuando me cansaba de uno, me metía otro a la boca y podía lamerlos, besarlos y hasta ponerlos en mis mejillas, una sensación que aún hoy disfruto mucho.
Los otros tres yo no sabía ni cómo se llamaban, pero no me importaba.
Uno de ellos se apartó del grupo y se hizo justo detrás de mí y comenzó a tocarme las nalguitas. Me agradaba, pero lo separaba con mi mano y le dije a Sebastián que recordara el compromiso. Sebastián le dijo que me dejara a lo cual el dijo:
Usted cómo es que se llama?
Tatiana.
Buieno, Tatianita. Usted ya nos vio empelota a los cinco. Por qué no nos deja verla? Aunque sea solo el culito, sí?
Seguí chupando uno y luego otro cuando volví a sentir la mano de aquel muchacho en mis nalgas. Esta vez no hice nada y le permití acariciarme. Eso me excitaba más. De pronto, me bajó la tanga de un solo tirón. Yo estaba arrodillada, así que fue muy fácil para él hacerlo. Fe tanto el gusto que sentí, que no reaccioné y le permití seguir acariciándome. Como solo podía chupar uno a la vez, los otros cuatro se masturbaban, mientras yo les iba atendiendo por turnos. El que me bajó la tanga me comenzó a acariciar en mi cuquita suavemente. Movía el dedo alrededor de mi clítoris y me puso a reventar. Comencé a temblar y eso me recordó a mi papito, por lo que no me podía detener. Fe en ese momento que sentí algo tibio y lechoso en mi baja espalda y que bajaba lentamente por la comisura de mis nalgas. Era el semen del muchacho que había eyaculado sobre mí. La sensación solo logró excitarme más, así que yo misma comencé a masturbarme, mientras sentía la mano del muchacho refregarme su semen en mis nalguitas y en mi cuquita. Por un momento me concentré solo en el pene de Sebastián. Fue ahí cuando él me dijo:
- Chúpemelo más rápido que voy a terminar. Hágale, Tatiana -decía mientras me tomaba de la cabeza con fuerza y me la movía más rápido.
Después de unos segundos comencé a escucharlo gemir y, por fin, lo sentí en mi boca. Había terminado en mi boca y me decía una y otra vez que me lo tragara. Lo hice de un solo empujón, más por la presión que él ponía en mi cabeza, que por gusto propio. Meses después de esto escuché a una amiguita del connjunto decir que el sabor del semen dependía de lo que había comido el ho,bre el día anterior. Si esto era así, entonces Sebastián había comido salado. Cuando lo sacó de mi boca, su pene estaba limpio, brillante y con signos de debilidad. Fe entonces cuando reaccioné y me di cuenta que no tenía el sostén del vestido de baño y que estaba completamente untada de semen por todo el cuerpo. Estaba tan concentrada en el pene de Sabastián, que no me di cuenta que los tres que faltaban también habían terminado en mi cuello, en mi cabello y en mis senos y me refregaron por todo el cuerpo su leche. Uno de ellos se hizo detrás de mí y me abrió las piernas, yo lo permití, pues seguía masturbándome y no paraba mi excitación. De pronto sentí que me metió un dedo en mi culito, al igual que antes, de una sola vez. Me dolió hasta el carajo, así qe apreté instintivamente las nalgas y el me dijo:
Eso...apriete más que así le gusta más.
Sáquemelo que me duele -le dije. Y le tomé la mano y lo saqué de otro tirón.
Los demás soltaron a reír y me miraban como quien se burla de alguien.
Me sentí muy mal. Estaba arrodillada, con mi tanga en las rodillas y no sabía dónde estaba mi sostén. Me puse en pie, me subí la tanga y busqué por todos lados el top. Estaba sobre el camarote. Lo tomé me lo puse y salí corriendo hacia la puerta.
- Espere, Tatiana. No se vaya -dijo Sebastián-. Es solo que se bañe y ahorita nos la comemos.
Todos rieron más fuerte. No lo soporté y me fui corriendo. El problema es que estaba embadurnada de semen por todo el cuerpo, hasta el cabello, así que cogí una toalla de ellos y me la puse. Me fui corriendo hacia la cabaña donde yo debía estar. Entré y me dirigí inmediátamente a la ducha. Pasé sin saludar a Sandra que se quedó detrás de la puerta de la ducha preguntándome lo que me ocurría. Le dije que nada y le pedí que me pasara mi morral.
...
Cuando salí de la ducha, encontré a Sandra en el camarote envuelta en una toalla, dispuesta a bañarse. Me preguntó de nuevo lo que me sucedía, pero yo simplemente le dije que ya se me pasaría. Había estado llorando en la ducha y se notaba en mis ojos. la verdad es que me sentía sucia. No se imaginan la forma como me estregué por todo el cuerpo, tratándome de quitar el semen ya seco de aquellos muchachos. Sentía que me habían usado y que se habían burlado de mí. Me acerqué a Sandra y me recosté sobre el camarote. Tenía puesta mi ropa interior y la toalla encima, así que me la quite. Ella se acercó cariñosamente y me abrazó. Mi cabeza quedó sobre su pecho y ví cómo la toalla se deslizaba y me permitía observar sus senos. Debo decir que hasta hoy no he visto senos más hermosos que los de mi amiguita Sandra. Eran pequeños y firmes, sus pezones eran rosados y muy provocativos. En ese momenot dejé de mirar a mi amiguita como siempre lo había hecho. Sin embargo, todo quedó así, pues ella era mi amiga y no me atrevía a hacer algo más. Además, no estaba de humor para nada. Debo decir que la excitación no se había ido del todo. Es más, llegó a aunmetar un pco al observar a Sandra, pero no tenía ninguna intención de algo más.
...
Por lo que quedaba de sábado, no salí de la cabaña para nada y el domingo salí solamente para montarme al bus que nos llevaría de regreso a Manizales. No sabía cómo reaccionar al ver a Juan Diego, Sebastián y sus otros tres amigos, pero tenía que enfrentar la situación...
Cuando llegamos al bus, ya casi todos se habían montado, excepto Juan Diego y Sebastián, que estaban, sin duda, esperándome.
Subí presurosa al bus y Sebastián, detrás mío.
Yo estaba usando una pequeña faldita, así que subí con mucho cuidado.
Me dijo que me ayudaba con mi morral, cosa que no acepté. No pude ni mirarlo a los ojos. Me senté atrás, como normalmente acostumbraba, al lado de la ventana y Sebastián se sentó detrás de mí. Me dijo al oído que me tenía que ir al lado de él o contaría en todo el colegio lo que pasó la tarde anterior. Le dije que por favor no hiciera eso, a lo que él contestó que no lo haía si me iba con él. El bus era muy grande y nadie más se hizo en la parte de atrás. Cuando subieron Sandra y Luisa las miré y les sonreí...ellas se sentaron juntas más adelante. Los profesores siempre viajaban en el primer puesto.
Cuando el bus arrancó, Juan Diego y los otros tres muchachos, de los cuales supe después se llamaban Andrés, Julián y Juan Pablo, se dirigieron a la última silla. Fué en ese momento cuando comenzó Sebastián a hablarme:
Súbase la falda, Tatiana.
QUé?
Eso...que se la suba...hágalo.
Aquí?
Sí, aquí. Queremos verla. Lo que pasa es que usted ayer nos dijo que estaba muy arrecha y nosotros queremos saber si usted es tan arrecha como para que haga lo que le digamos aquí, mientras llegamos a Manizales.
Quedé perpleja. Lo que Sebastián me estaba diciendo era increíble, pero a la vez, el temor de ser descubierta me empezó a excitar. Ya saben los lectores la manía que tenemos algunas mujeres de correr riesgos, pues eso nos enciende más.
A partir de ese momento era otra persona e hice lo que me pedió Sebastián.
Me subí la falda y les dejé ver mi ropa interior, que era la misma que tenía aquela mañana de domingo en que mi papito me vio en la cama dispuesta para él. Lo que sentí en ese momento no lo puedo describir...fue tal mi excitación, que me quité la brasilera de manera que nadie se diera cuenta y comencé a masturbarme delante de ellos. En últimas, qué mas daba que me vieran si ya lo habían hecho el día anterior!
Sebastián me empezó a tocar y a meter los dedos de su mano izquierda entre mis nalguitas y me preguntaba susurrándo: "Está muy arrecha?", a lo que yo respondía moviendo la cabeza. e vez en cuando parábamos, pues alguien se levantaba de su silla a hacer recocha, pero continuábamos de nuevo y yo estaba a estallar. En ese momento, Sebastián me preguntó:
- Tatianita, no le gustaría que nos la comiéramos entre los cinco?
Me lo preguntó tres veces hasta que yo le respondí que sí. NO estaba en mis cabales, solo me dejaba llevar por la excitación y por las palabras de Sebastián que me hacían enrojecer de solo imaginarlo.
...
Cuando llegamos a Manizales, uno de los profesores se levantó y dijo:
- Los que se quedan en el Terminal...ahí debía quedarme yo, pues vivía en Campohermoso (esto, para los que conocen Manizales). Me levanté rápidamente y me baje del bus, no sin antes despedirme de Sandra y Luisa y del resto de mis compañeras..."chao a todos", dije.
Cuando me bajé me percaté de un detalle: NO me había puesto mi tanguita de nuevo...Debí seguir hasta mi apartamento sin nada debajo de la falda.
Iba muy excitada por lo que había sucedido en el viaje de regreso y el hecho de no llevar nada en mi cuquita me hacía seguir pensando en cosas cada vez más calientes y excitantes, hasta volver una y otra vez a la imagen de mi papito. Quería verlo y abrazarlo, decirle lo mucho que lo quería y sobre todo, chuparle su pene para que pudiera descargar toda su lechita en mi boca, como lo había hecho Sebastián.
Me sentía un poco mal por eso, pues hubiera querido en ese momento que el primer y único semen que me tragara fuera el de mi papito, pero ya estaba hecho y mi papito no se enteraría.
...
Cuando llegué a casa, mi papito no había llegado. Recordé su partido de fútblo, así que me dediqué a esperarlo. Cuando sentí la puerta abrirse, me acosté boca abajo en la cama y me subí la falda, para que mi papito pudiera ver mis nalguitas, como tanto le encantaba. De nuevo, fingí estar dormida y me puse la cobija en la cabeza; solo que esta vez dejé un espacio para ver la reacción de mi papito.
Cuando llegó, se quedó parado en la puerta de mi habitación, observándome. Cinco segundos después, se bajó la sudadera, la pantaloneta y el boxer, muy despacio, como para no despertarme y comenzó a acariciarse su pene. El espectáculo era tan bello que, contrario a lo que los lectores se podrán imaginar, no hice nada. Solo me quedé observándolo, deleitándome con su hermoso pene y con la forma como lo acariciaba. Después de unos minutos, me volteé, y le dejé ver mi parte más linda, mi cuquita. Mi papito se detuvo por un momento, pero luego continuó y comenzó a hacerlo más y más rápido...unos instantes después, salió rápido y se metió al baño.
Al rato, regresó a mi habitación, me bajó la faldita, me cobijó y me besó en la mejilla. Luego dijo suavemente:
- Te quiero mucho, mi vida!
Y se retiró a su habitación.
....