El combate emocional.
¿Recuerdas? Justo después de cerrar la puerta, te tapé los ojos, sin explicaciones y sin ni si quiera un beso de bienvenida.
¿Recuerdas? Justo después de cerrar la puerta, te tapé los ojos, sin explicaciones y sin ni si quiera un beso de bienvenida. Te pedí lo innecesario, que confiaras en mi. Lo hiciste como siempre, sin espacio para la duda, con esa lucha interna de emociones que sucedía una y otra vez que cruzabas ese umbral. Excitación versus curiosidad. ¿Qué experiencia te esperaría al final de esa escalera que te hacía subir con los ojos tapados y los oídos llenos música? Fuel fandango creaba una atmosfera realmente ummmmmm.
Tu piel erizada no era respuesta de la temperatura, ligeramente más cálida que la que notaste a la entrada, no. Era síntoma de la aparición de una tercera parte en el combate emocional, el nerviosismo. Sabías que ya era imparable, no iba a parar hasta hacerte orgasmar.
Notaste como te solté las manos. Notaste como no me alejé de ti. Notaste como empecé a desnudarte. Notaste como te recorrí desde la cabeza a los pies. Notaste como levanté uno de ellos. Notaste como te hice introducirlo en la bañera.
El origen de la temperatura exterior ya estaba identificado. Tu sexo había encontrado rival como fuente de calor protagonista.
Te hice poco a poco bajar e introducirte en el agua, que estaba justo como te gustaba, algo por encima de lo fácilmente soportable.
Notaste como tus pies se deslizaban. Notaste como la espuma cubría la parte de tu piel no mojada, aún. Notaste como tu humedad se mezclaba con el agua. Notaste como tu deseo se disparaba. Notaste como el combate cesaba.
La banca ganaba, como siempre, todas las fichas del juego sabían que acababan en la bolsa que tenía bordadas las letras que componían la palabra PLACER. Sí, PLACER en mayúsculas.
Música, calor, atención, cuidados, una pizca de sufrimiento y... Una copa de nuestro vino, tu primera visión tras retirar la seda con la que cubrí tus ojos.
Todo es poco para ti, si obtengo mi recompensa... tu placer mientras que derramamos morbo cada vez.