El Collar II

Belén va a tener que convivir con su nueva forma de ser durante un tiempo así que, quiera o no, va a tener que saber sobrellevarlo.

En ese momento, Belén sólo tenía una idea en la cabeza: tenía que comprarse ropa.

Había estado dándole vueltas mientras se duchaba y no sabía cuánto tiempo iba a durar esta nueva situación, así que tendría que buscar nueva ropa de su talla. Se enrolló una toalla alrededor del cuerpo para secarse, no se dio cuenta de que no había usado el amplio y mullido albornoz que usaba siempre, sino una pequeña toalla de baño que enrollada a la altura del pecho difícilmente tapaba su culo.

También comenzó a maquillarse ante el espejo. Solía maquillarse ligeramente al ir al trabajo, pero nunca un sábado por la mañana, día que ella tenía para estar cómoda y hacer tareas en casa. Y ahí estaba, dándose generosas capas de maquillaje, perfilándose los ojos y remarcando sus labios con un gloss rosa que tenía guardado en un cajón.

Se puso la misma ropa deportiva con la que Miguel la había encontrado en la cocina porque no había nada más que la sirviese, e incluso ese conjunto le quedaba ajustadísimo, su culo y sus tetas parecían capaces de reventar la tela en cualquier momento. Se puso también unas deportivas y se dispuso a salir de casa.

Se paró en el pasillo. La puerta de Miguel estaba cerrada.

(¿Por qué me paro a mirar la puerta de ese imbécil? ¡Todo esto es culpa suya!)

quieres que te vea

(¡No! Espero no cruzármelo hasta que todo esto acabe)

claro que sí, quieres que te vea, que te vuelva a recorrer con la mirada de arriba a abajo, volver a ver como su polla se endurece en tu presencia

(¡Tch! Ni en broma... Ese cerdo...)

Giró la cabeza apartando la mirada de golpe, pero no pudo evitar un estremecimiento ante ese pensamiento.

Cuando estaba a punto de salir de casa se detuvo. Estaba rara, le molestaban las zapatillas.

(¿También me han cambiado los pies? Si es el calzado más cómodo que tengo...)

Se maldijo a sí misma y volvió a su habitación, se descalzó y comenzó a probarse todos los zapatos que tenía. Uno tras otro eran descartados aunque le entraban perfectamente en el pie.

(No me quedan pequeños, ni grandes, ¿Por qué no me siento cómoda?)

Frustrada, lanzó el último par que se había probado a un lado de la habitación. Y entonces se acordó. Se dirigió a su armario y se arrodilló para alcanzar una caja que había al fondo, estaba en un sitio difícil de alcanzar porque tan sólo los había usado una vez, para la boda de una amiga. Se acordaba de cómo le dolían los pies al llegar a casa, incluso parte del camino de vuelta lo había hecho descalza, pero...

Belén bamboleaba su culo en pompa mientras intentaba alcanzar la caja. Las mallas que llevaba estaban tan estiradas que se notaba perfectamente el tanga que se había puesto, e incluso se clareaba un pequeño lunar que tenía en la nalga izquierda. Si Miguel hubiese estado viendo su postura no habría podido resistirse las ganas de azotar y morder ese tremendo culo.

Pero no estaba, y la chica no se daba cuenta del involuntario movimiento que hacía para exhibir su trasero. Seguramente podría haber alcanzado la caja de mejor manera con una postura más cómoda, pero...

(¡Ya está!)

Tiró de la caja y sacó unos zapatos rojos con un tacón de 15 centímetros. Se quedó embobada mirándolos durante unos segundos, dudando si era buena idea volverse a poner esos instrumentos de tortura.

(No pierdo nada por intentarlo...)

Se calzó los tacones, se puso en pie y...

(No me lo puedo creer... ¿Cómo es posible?)

Los tacones le quedaban como un guante, y no sólo eso, si no que no le producían ningún tipo de molestia. Se dio un par de paseos por la habitación con una soltura inusitada. Se paró frente al espejo.

(Esto no pega nada...)

Contempló el conjunto, el rostro maquillado, las mallas y el top de deporte y los altísimos zapatos de tacón... No pegada nada realmente, pero los tacones resaltaban su ya de por sí llamativo trasero. Se puso de espaldas y lo admiró, acariciándoselo lentamente sobre la tela.

(¿Cómo voy a salir así? Parezco una...)

puta

Se estremeció ante ese pensamiento. El brillante collar que llevaba al cuello destelló por la luz que entraba por la ventana.

(Tampoco tengo mucha más opción... es la única ropa que me puedo poner ahora mismo...)


Llegó al centro comercial tras un trayecto algo peculiar. No quiso coger el transporte público para evitar el contacto con tanta gente, así que tomó un taxi.

Casi fue peor.

Podía ver en todo momento como el conductor la miraba por el retrovisor, incluso en un momento dado lo ajustó para poder verla mejor a ella que a la carretera. Belén pasó todo el camino acalorada, en parte por la vergüenza y en parte por...

(¡Ya está, deja de darle vueltas!)

Notaba un cosquilleo constante que brotaba de su entrepierna sin descanso. Intentaba olvidarlo pero las miradas del conductor la habían calentado demasiado, se estaba volviendo loca, ¿En qué la estaba convirtiendo el hijo de puta de Miguel?

Se dirigió a la tienda donde solía comprar la ropa y las dependientas la saludaron con normalidad. Parecía que ellas no se daban cuenta de que se hubiese producido ningún cambio en ella.

Estuvo dando vueltas por la tienda, buscando alguna prenda que le llamase la atención. Se probó un par de conjuntos de falda y chaqueta, un par de blusas y unos pantalones y, aunque le quedaban bien, no acababan de convencerla.

(Son... no sé... algo... sosos...)

Se miraba en el espejo por delante y por detrás, admiraba su nueva figura.

(Pero aquí siempre me he comprado la ropa y nunca he tenido problema para encontrar algo que me gustase...)

Se desabrochó algo la blusa y juntó sus brazos al pecho para realzar su escote, sin darse cuenta, le estaba poniendo morritos al espejo.

Desesperanzada, salió de la tienda.

  • ¿No se lleva nada hoy? - le preguntó la dependienta.

  • No, hoy no me llevo nada... - Belén dudó si preguntar lo que le rondaba la cabeza, pero al final lo soltó - ¿Habéis... Habéis cambiado de proveedor o algo? Normalmente siempre encuentro algo que me guste, pero hoy...

  • No, seguimos trayendo la ropa del mismo diseñador - contestó solícita la dependienta -, lamento que no haya nada que le haya gustado. Si necesita alguna ayuda...

  • No, no, muchas gracias. Hasta pronto.

Belén salió de la tienda y comenzó a dar vueltas por el centro comercial.

(Tiene que haber algo distinto... No puede ser que no me haya gustado nada... siempre compro la ropa aquí, y nunca...)

Se paró en seco ante un escaparate, mirando embobada. Había varios maniquís vestidos con un compendio de minifaldas, shorts, tops, y demás prendas minúsculas. Los maniquís estaban algo más "inflados" que los de las otras tiendas, mostrando que sus prendas quedaban estupendas en un trasero y unos pechos "big size". Belén se llevó la manos a sus pechos y notó la presión que estaba soportando la tela de su top. A lo mejor aquí...

(¿Cómo me voy a comprar la ropa de esta tienda? Es tan... tan... vulgar...)

sexy

(No... esto no es sexy, esto es...)

  • ¿Puedo ayudarte en algo?

La voz de la dependienta la sacó de su diálogo interior. No se había dado cuenta de cuándo había entrado a la tienda, pero allí estaba, parada y rodeada de toda esa ropa tan...

sexy

  • ¿Hola? - insistió la dependienta, en un tono algo irrespetuoso.

  • ¡Ah!, si, disculpa... Estaba buscando renovar mi armario, pero no sé muy bien por dónde empezar...

Belén miraba abrumada todas las estanterías.

La dependienta vio enseguida el filón de la nueva clienta, parecía perdida y, si sabía jugar sus cartas, podría venderle lo que quisiera. Salió de la zona de cajas y se acercó a Belén. La pelirroja pudo observar entonces a la dependienta, estaba claro que la ropa que llevaba era de su propia tienda. Una camiseta de tirantes gris y rosa, con un enorme escote, que dejaba ver perfectamente el nacimiento de sus abultados pechos, y unos shorts de vaquero negro tan cortos que la tela del bolsillo se veía por el final del pantalón. Llevaba puestos también unos calcetines a juego con la camiseta y subidos casi hasta la rodilla. Por calzado llevaba unas zapatillas deportivas con tacón que Belén no había visto nunca.

Hábilmente la chica hizo un recorrido guiado a su clienta por toda la tienda, no se dejó un solo estante por visitar y, mientras llenaba la cabeza de Belén con una verborrea incesante, no paraba de echar prendas y prendas a la cesta.

  • Esto es la última moda, todas las chicas lo llevan y los tíos se vuelven locos al verlo.

Decía mientras echaba a la cesta una prenda que a Belén no le dio tiempo a ver.

Tras una larga hora acabaron frente a los probadores.

  • Puedes tomarte el tiempo que quieras para probártelo, no tenemos prisa - decía la dependienta, contenta por cómo estaba llevando la venta.

  • Pero yo no...

  • ¿Algún problema? - preguntó ansiosa, no queriendo perder las comisiones que se iba a llevar.

  • Eh... no pensaba probarme tanta ropa, y la verdad es que no venía preparada... - Belén estaba algo abrumada.

La dependienta no entendía muy bien a que se refería.

  • ¿Preparada? ¿Qué más necesita para probarse ropa que su propio cuerpo...?

Belén bajó imperceptiblemente la mirada al escote de la chica y esta entendió. Le miró el pecho a punto de estallar bajo la malla deportiva.

  • Ya entiendo, no esperaba venir a comprar y no llevaba sujetador, y así no podría ver cómo le quedaría realmente la ropa...

Belén se sonrojó.

  • No se preocupe.

La dependienta miró sin ambages el pecho de Belén, como sopesándolo, después fue a la puerta de la tienda y puso el cartel de "Cerrado". Agarró a su presa por el antebrazo y la acompañó dentro del probador.

  • Tienes las tetas algo más grandes que yo, pero te debería servir...

  • ¿Cómo?

(¿Qué pretende hacer?)

La dependienta la llevó hasta el probador de minusválidos, que era más grande y así habría sitio para las dos, dejó la cesta repleta de ropa a un lado y se quitó el top, dejando ver el sujetador que llevaba debajo. Sin dar tiempo a Belén a reaccionar ante eso también se quitó este último, dejando ver a la mujer unas preciosas y enormes tetas, coronadas con un piercing en cada pezón.

La joven le tendió la prenda, pero Belén tenía los ojos fijos en los brillantes abalorios que se bamboleaban ante su cara. La dependienta no pudo ocultar una sonrisa.

  • ¿Te gustan? - le dijo.

  • E-eh... ¿Qué?

  • Que si te gustan mis piercing. Puedes tocarlos, no te cortes.

(¿Tocarlos? ¿Está loca? ¡No voy a tocarle las tetas!)

Pero Belén no apartaba la mirada. Lentamente levantó la mano, algo temblorosa, y acarició suavemente metal que atravesaba el pezón de la dependienta. Su cuerpo se estremeció al contacto. La dependienta se acercó a su oído y le susurró.

  • Tengo otro un poco más oculto, pero para tocar ese tendrás que esperar a que llegue mi hora de salida...

Belén dio un respingo, por la impertinencia, por los nervios, y porque la calentura en su entrepierna estaba empezando a ser superior a sus fuerzas. Salió de la situación de la única manera que se le ocurría, cogiendo el sujetador y metiéndose a un probador.

Podía ver en el espejo como tenía la cara arrebolada. Respiró hondo para serenarse.

(¿Qué me está pasando?)

Tras unos segundos se quitó el top y se puso el sujetador de la dependienta. Era de un color fucsia chillón y de encaje, y aunque le valía, parecía que sus tetas querían saltar al vacío.

(Tendrá que valer)

Se quitó también los pantalones, y entonces escuchó como la dependienta abrió la cortina. Belén se tapó rápidamente como pudo.

  • ¿Me acabas de tocar las tetas y ahora tienes vergüenza? - se rio la chica - Vamos, no seas mojigata, vamos a ver qué tal te queda todo.

Una tras otra Belén se fue probando todas las prendas. Nunca en su sano juicio se habría puesto una ropa como esa, pero parece que llevaba un par de días en los que se estaba volviendo loca, porque realmente pensaba que le favorecía.

Poco a poco se fue envalentonando y cogiendo confianza, y cuando ya llevaba la mitad del carro estaba haciendo posturitas ante el espejo y siendo jaleada por la dependienta. Ésta no se cortaba en acariciar efusivamente a su clienta con la excusa de comprobar el dobladillo de una falda, o de colocarle innecesariamente una camiseta. Para cuando acabaron, Belén estaba tan caliente que estaba segura de que su compañera de probador era capaz de oler el aroma de su sexo.

  • ¿Te traigo algo más? - Dijo la dependienta haciendo números mentales de todo lo que había vendido.

  • Ehh... no... no... creo que con esto tengo de momento - contestó la pelirroja mirando el enorme montón de ropa acumulado - ¿Puedo llevarme esto puesto? - añadió, pensando en tener que volver a ponerse las mallas que tan apretadas le quedaban.

Llevaba unos ajustados vaqueros de tiro bajo que mostraban la tira de su tanga en cuanto se movía y una camiseta amarilla clarita con letras rosas enormes que decía "BUBBLE GUM".

  • Claro, pero antes tengo que pasarlo por la caja.

  • Ah, sí, por supuesto.

Belén acompañó a la dependienta a la caja y esperó pacientemente a que registrara todos los códigos de barras.

  • Ya está, sólo falta lo que llevas puesto - La joven se acercó a Belén y le desabrochó los pantalones -. Permíteme.

Belén no protestó, simplemente lanzó un revelador suspiro. Podía notar las manos de la chica manipulando la etiqueta y la alarma. No se le escapó que se entretuvo más tiempo del que le hacía falta.

  • Ahora la camiseta.

Unos después Belén estaba despidiéndose y cargada de bolsas, intentando apartar de su cabeza las sensaciones que le había producido la dependienta.

  • ¡Espera! - le dijo la chica -. Creo que tienes algo que darme todavía.

Se acercó a Belén y le acarició el brazo, la piel de la pelirroja se erizó.

(Oh, Dios, ¿Por qué me siento así? ¿Por qué mi cuerpo reacciona así?)

Los dedos de la dependienta subieron por su brazo y se enredaron en la tira del sujetador. Belén tenía la boca entreabierta y los ojos medio cerrados, se estaba dejando llevar.

  • Creo que esto es mío - dijo al fin la dependienta.

Belén volvió en sí.

  • ¡Perdón! ¡Yo no quería...!

  • No te preocupes, tengo otro en la trastienda, puedes llevártelo con una condición.

(¿Una condición?)

  • Que me lo devuelvas esta noche.

(¡!)

  • Suelo salir con mis amigas a un local llamado "Séptimo cielo", estoy segura de que si vienes lo pasaremos bien - dijo, guiñándole un ojo.

Esa chica le estaba tirando los tejos, ¿Que tejos? ¡Esa chica le estaba tirando encima la casa entera! A Belén no se le escapó el detalle de que podría haberla dejado directamente el sujetador que tenía en la trastienda en vez de haberse desnudado ante ella, estaba clara su intención, y estaba claro lo que quería hacer esta noche si aceptaba ir con ella.

(No, no, no, no puedo hacer esto)

si puedes, mírala, tan sexy, tan caliente, como tú

(¡Pero es una mujer! Y yo nunca...)

nunca, nunca... ¡tú nunca has disfrutado de la vida! siempre has sido una puta mojigata

(Eso no es cierto)

ah, ¿no?

(...)

sabes que tengo razón

(...)

llevas dos días dejándote llevar y has tenido sensaciones que no habías conocido nunca

(Esta no soy yo)

exacto, esta serías tú si rompieses la barrera de tu estúpida moral

(No es una barrera)

mírala, tan femenina, tan caliente, tan sexy... te está proponiendo pasar la mejor noche de tu vida y la vas a decir que no porque es una mujer

(Eso no es...)

piénsalo, imagina esos labios recorriendo tu cuerpo, sus manos descubriendo cada rincón, arrancándote cada gemido de placer

(...)

déjate llevar

pruébalo

conviértete en la zorra que siempre has negado ser

(No... le voy a decir que...)

si

  • Sí - la monosilábica palabra salió de entre los labios de Belén y quedó flotando en el aire como el humo de un cigarro. Belén no se acababa de creer lo que acababa de decir, lo que acababa de aceptar, lo que implicaba quedar con esa joven esta noche.

  • Perfecto, entonces allí nos veremos. Y no te olvides de mi sujetador o me tendré que quedar con el tuyo... - nuevamente la chica le guiñó un ojo.

  • No te preocupes, no se me olvidará - Belén sonrió con naturalidad, como si no fuese la primera vez que iba a tener una cita con una mujer.

  • Por cierto, mi nombre es Estrella.

  • Encantada Estrella, yo soy Belén.

Estrella le dio un beso en la mejilla a Belén, peligrosamente cerca de los labios, y se despidió de ella.

Belén se quedó allí plantada sin reaccionar mientras veía como Estrella se alejaba. Aún no se creía lo que acababa de pasar.

(Vamos, todavía tienes muchas cosas que hacer)

Se dijo, y salió de la tienda en busca de más compras que hacer.


Llegó a casa a media tarde, no había parado en todo el día y había comido fuera. Miguel no estaba, así que podría prepararse tranquila y relajarse un poco.

Después de estar en la tienda de Estrella se peinó varias zapaterías y, antes de irse, entró a una tienda de lencería, acordándose de que tendría que tener algo para ponerse además del sujetador de la chica.

No quería pensar en cuanto dinero se había gastado ese día, pero estaba segura de que nunca había derrochado tanto en un día de compras.

Comenzó a poner toda la ropa que se había comprado sobre la cama, emparejando lo que más o menos podría ser conjuntado. También emparejaba la lencería con los conjuntos de ropa. Se había comprado tanta lencería como para tirar toda la antigua y reemplazarla entera por la nueva. Un cargamento de sujetadores de encaje, de copa baja, sin tirantes, transparentes, de colores chillones - algo que siempre le había parecido vulgar y chabacano -, negros, rojos... Acompañados del mismo número de minúsculos tangas a juego, bragas brasileñas, culotes...

Estaba comenzando a elegir la ropa que se pondría esa noche cuando sonó su teléfono.

  • ¿Sí?

  • ¿Belén?

  • Si, soy yo.

  • ¡Hola! Soy Marcos, de tu trabajo.

(¡Marcos! Mierda... se me había olvidado...)

  • ¡Ah! Hola, Marcos, ¿Qué tal?

  • Bien. Te llamaba para ver si sigue en pie lo de esta noche.

¿Qué iba a hacer ahora?

  • Ehhhh, verás...

  • No me digas que lo habías olvidado...

La voz del chico le dio algo de pena, ¿Cómo iba a decirle que se había olvidado de él? Pero tampoco quería dejar de ver a Estrella...

  • ¡No no! Lo que pasa es que el plan ha cambiado un poco, ¿Conoces el "Séptimo cielo"?

Al final había quedado con llevar a Marcos al local donde había quedado con Estrella, no había sido capaz de decirle que no. Le dijo que habría algunas amigas suyas allí sin especificar mucho más. Ahora estaba esperando a que Marcos la recogiese porque primero la iba a llevar a cenar.

(Con un poco de suerte durante la cena se me ocurrirá algo...)

Cuando Marcos llegó con el coche y vio acercarse a Belén se le cayó la mandíbula al suelo. Lucía espectacular. Se había puesto un vestido negro ajustadísimo, con la espalda al aire y un escote infinito. El vestido acababa justo en el lugar en el que se iniciaban las medias a medio muslo que, según se movía la mujer, dejaban entrever el ligero que las sujetaba. Llevaba el pelo rojo suelto y con ondas que, sumado a un ostentoso maquillaje le daba un aspecto salvaje y felino que atrapaba y tenía los pies adornados con unos zapatos rojos de tacón alto.

Belén estuvo horas decidiendo qué ponerse, y una vez lo hubo decidido, estuvo otro tanto debatiendo consigo misma si debía o no ir de aquella manera. Al final, la nueva personalidad que la estaba dominando se impuso en la batalla, que terminó con Belén masturbándose con el vestido puesto, después de que la voz que escuchaba le llenase la cabeza de todas las lujuriosas posibilidades que se podían dar esa noche.

Poco a poco Belén asumía su nueva personalidad.

Rápidamente Marcos salió del coche para saludar a su compañera y abrirle la puerta del coche, abrumado.

  • ¡H-hola! Vaya, ¡estás espectacular! - dijo, sin poder ocultar la sorpresa en su voz.

  • Gracias - contestó lacónicamente Belén, aunque en el fondo se sentía halagada.

(Puedo ver el deseo en sus ojos, me está desnudando con la mirada)

¿no te gusta?

(Sí, sólo que es... diferente)

Le dio dos besos y notó cómo la mano de Marcos se apoyaba en la parte MUY baja de la espalda, fue sólo un par de segundos, pero el chico no perdió la oportunidad de comenzar con los acercamientos.

La mujer entró en el coche y esperó a que su compañero arrancara.

Durante el trayecto, Belén no perdía un detalle de los movimientos de Marcos. No paraba de echar rápidas miradas a los muslos y el escote de la pelirroja y, cuando cambiaba de marcha, rozaba "accidentalmente" su muslo, respondiendo al movimiento con un azorado ¡perdón!, pero repitiéndolo varias veces más. Incluso en una de las miradas fugaces a las piernas de Belén mientras ella se colocaba mejor en el asiento, Marcos tuvo que dar un volantazo por que se le iba el coche.

Belén se sentía deseada como nunca en su vida anterior. Conocía a Marcos de la oficina desde hacía dos o tres años, y nunca le había provocado un comportamiento así.

Al llegar, Marcos se bajó rápidamente a abrirle la puerta, para ser caballeroso, y para no perder la espectacular vista de sus piernas y escote al levantarse. Le tendió la mano y la sujetó ligeramente de la cintura para ayudarla a salir.

  • Jijiji, gracias - respondió Belén, guiñando un ojo.

(O no, otra vez esta risita de imbécil...)

Entraron al restaurante y todo el mundo se volvía para admirar a Belén, los hombres con deseo y las mujeres con envidia. Incluso alguna pareja empezó a discutir debido a una mirada demasiado indiscreta por parte del hombre.

La cena transcurrió entre comentarios banales y piropos de parte de Marcos, no se creía que la despampanante mujer que tenía delante fuese su compañera de trabajo, y menos que hubiese aceptado salir con él.

Belén estaba en una nube, la atención de su acompañante y de los camareros que la atendían la tenían embriagada. Las risitas imbéciles empezaron a prodigarse, así como pequeños gestos de flirteo: comenzó a acariciarse el pelo, a lanzar miradas insinuantes, acariciaba la mano de Marcos cuando le acercaba el vino... Y poco a poco estos gestos de flirteo pasaron a ser directamente provocaciones sin decoro: se mordía ligeramente el labio, colocaba los brazos de manera que sus pechos sobresalían...

  • ...así que acabamos el viaje con las maletas de una octogenaria - estaba contando Marcos.

  • jijiji - Belén se reía de las anécdotas de su compañero -, ¡qué gracioso eres! Yo no sé lo que habría hecho en una situación así.

(ji... jijiji... sí que tiene algo de gracia... jijiji...)

Estaban llegando a los postres, así que la cena estaba cercana a su fin.

  • Y dime - comenzó a decir Belén, haciendo caracolillos con su pelo -, ¿Te pasan cosas tan interesantes en todos los aspectos de tu vida?

  • Bueno, en todos, todos... no... Por suerte nuestro trabajo es estable y tranqu... - Marcos se quedó mudo, acababa de notar como el pie de Belén comenzaba a acariciarle la pierna, subiendo lentamente desde la pantorrilla hasta el muslo. Miró a la mujer, que bebía de su copa de vino como si no fuera su pierna la que estaba moviéndose bajo la mesa - tranquilo... - finalizó.

La polla de Marcos se puso dura al instante, ni en sus mejores pronósticos había imaginado que la cena discurriese así.

  • Y... y a ti... - intentó continuar Marcos - ¿Te pasan muchas cosas interesantes en tu vida?

  • Digamos que hasta hace un par de días mi vida era algo más aburrida... jijiji

(No... no era aburrida... era...)

mojigata

frígida

coñazo

muermo

(No... no era... jijiji)

  • ¿Puedo retirar los platos? - el camarero se acercó a la mesa.

  • Eeeh... Sí, por favor - Marcos intentaba concentrarse, las medias que llevaba Belén hacía que sus caricias fuesen extremadamente suaves, incluso a través del pantalón que llevaba el hombre.

  • ¿Les traigo la carta de postres? - agregó el camarero.

  • Eeem - Marcos miró a Belén - ¿Te apetece tomar un posTREE!? - Marcos acabó la frase en un pequeño grito al notar como el pie de su compañera pasaba de su muslo a su polla, que acariciaba con una soltura tal que parecía hacerlo con la mano - ¡No! Eeeh... No, no queremos postre, traiga la cuenta, por favor.

Ahora Belén miraba fijamente a los ojos a Marcos.

  • ¿Pasa algo, Marcos? - preguntó la pelirroja, juguetona.

  • No, no - contestó este, mirando de reojo al camarero -, todo bieEN...

El camarero trajo la cuenta en unos pocos minutos, y Marcos le dio su tarjeta. Belén no hizo amago de pagar y Marcos tampoco dio muestras de permitir que lo hiciera.

  • ¿Desean un chupito? - preguntó el camarero - Invita la casa.

  • No, no. No queremos nada - contestó Marcos. Iba a estallar, la situación era tremendamente excitante, pero si no acababa rápido iba a reventar. Quería salir del restaurante y evitar las miradas del lugar.

  • Yo sí - dijo Belén -, un licor de café, por favor.

  • Enseguida.

La mujer estaba disfrutando enormemente calentando a su pareja, veía el sufrimiento en su cara y podía notar la calentura que tenía con su pie: tenía la polla a punto de reventar. Llevaba toda la tarde luchando contra sus voces interiores y tenía la sensación de que nunca conseguía ganar esa batalla, además, eso la dejaba agotada. Había llegado a la conclusión de que si se dejaba llevar, si no se oponía a su nueva "yo", todo era más fácil.

(Y más... divertido)

Belén se tomó el chupito saboreándolo.

  • ¿Nos vamos? - preguntó.

  • Sí, por favor - farfulló Marcos.

Intentó ocultar la potente erección que tenía, pero no era posible, así que optó por acelerar y salir deprisa del lugar. Cuando llegaron al coche abrió la puerta nuevamente a Belén, respiró hondo e intentó relajase y después se dirigió a su asiento.

Por su parte, Belén se encontraba algo aturdida, de vez en cuando asomaban a su mente retazos de recato y entonces se daba cuenta de la manera en la que se estaba comportando y de lo lejos que estaba llegando. En esos momentos quería parar, salir corriendo y desaparecer de allí.

(¡Es un compañero de trabajo! ¿Con qué cara voy a ir a la oficina el lunes? ¡Acabo de sobarle la polla con el pie en medio del restaurante!)

no necesitas pensar tanto

(¡Es mi reputación la que está en juego! ¡Mi dignidad!)

¿dignidad? no necesitas eso para disfrutar

(¡No quiero disfrutar así!)

¿seguro? tu cuerpo dice otra cosa

Y vaya si lo decía, y Belén desgraciadamente era plenamente consciente de ello, podía notar como sus pezones estaban tan erizados que era imposible que no se viese a través de la tela de su vestido, y como el calor y la humedad brotaban de su coño. Cada mirada que era atraída por su cuerpo la llevaba un poco más a la locura, cada gesto nervioso de su cita, cada vez que veía el bulto que había crecido en sus pantalones...

(Esto... tiene que... terminar... no... no puedo... más...)

si, tiene que terminar, deja de resistir, deja de luchar contra ti misma

(Esa... esa no soy... yo, n-nunca seré así...)

la calma te llegará cuando te des cuenta de que ya lo eres...

(...)

(ya... lo... ¿soy?... no... o... ¿sí?...)

Marcos llevaba un rato conduciendo y hablándola, aunque Belén no le había prestado ninguna atención. Le miró mientras hablaba, realmente era guapo, tenía buen cuerpo y...

(y...)

Lo hizo sin pensar, mientras más avanzaba el tiempo más le costaba pensar, le dolía y hacía que sintiese mal. Llevó la mano a la entrepierna de Marcos y comenzó a acariciarle.

  • ¿Pero qué...? - preguntó Marcos, sorprendido - ¡Estoy conduciendo! - Belén comenzó a bajarle la bragueta y a sacarle la dura polla de los calzoncillos.

  • No te pensarás que me iba a quedar sin mi postre jijiji.

  • E-espera, espera que paro en algún lado.

Belén arañó ligeramente la verga del hombre, lo suficiente para hacerle dar un respingo.

  • Como detengas el coche me detengo yo también, ¿No quieres tener más cosas interesantes que contar? - dijo la pelirroja, guiñándole un ojo antes de meterse la polla en la boca.

Marcos redujo la velocidad pero no detuvo el coche, ni loco iba a permitir que aquél bombón parase con lo que estaba haciendo. Se acomodó como pudo y separó las piernas para facilitarle el acceso.

Por su parte, Belén estaba completamente concentrada en su tarea. En ese momento no había dudas, no había conflicto, no había pensamientos cruzados. Su mente estaba en calma y sólo había lugar para aquella deliciosa polla que tenía entre sus labios. La pelirroja chupó, lamió, mamó, tragó y disfrutó cada segundo de aquella mamada hasta que Marcos la avisó.

  • ¡Va, va! ¡Me corro! - exclamó el hombre, avisando a Belén para que se apartase.

Pero en vez de eso, la mujer aumentó el ritmo introduciendo una y otra vez la polla hasta el fondo de su garganta. El hombre no tardó más que unos segundos en descargar toda su leche en la boca de Belén, que en cuanto notó el primer chorro puso su boca atrapando el glande y comenzó a pajear a Marcos.

Belén gemía, en parte para calentar a su pareja y en parte por su propio disfrute. Se sentía en un estado mezcla de paz y excitación difícil de explicar.

eso es

disfruta de dar placer

disfruta del sexo

disfruta de ser usada

no eres más que una puta

te encanta ser una puta

te encanta chupar pollas

te encanta ser follada

existes para que te usen como a una perra

De una manera casi imperceptible, el collar de Belén destelló ligeramente, mientras una nueva bruma rosada le obnubilaba la vista. No fue más que un par de segundos, y la mujer estaba demasiado concentrada en tragar la leche de Marcos y en dejar reluciente aquella maravillosa polla como para notarlo.

La pelirroja se incorporó y se apartó el pelo de la cara, mostrando a su hombre una enorme sonrisa de oreja a oreja. Un pequeño chorretón de semen le escurría por la comisura de la boca, pero Belén no tardó en recogerlo con un dedo y lamerlo sensualmente.

  • jijiji - el estridente sonido salió de la boca de Belén, que estaba parada mirando a su compañero.

(Ha... ha estado... bien... jijiji... he sido... una... una buena...)

puta

  • Ufff... ha sido... Dios... Eres maravillosa...

(Soy... ¿Maravillosa? ji...jijiji...)

  • Ahora lo único que pasa es que no sé dónde estamos - dijo Marcos -, como comprenderás, no estaba muy concentrado en el camino... ¿Cómo se llamaba el sitio? ¿Siete pecados?

(Siete... siete... séptimo... ¿Cómo era? Uff...)

Belén estaba haciendo un esfuerzo, le costaba pensar.

  • Ehhh, no me acuerdo bien, era algo como... Sép... Séptimo... ¡Séptimo cielo!

De golpe se acordó de que allí había quedado con Estrella. ¿Qué iba a hacer con Marcos? No había sido capaz de decirle que no podía quedar con él, pero seguro que a Estrella no le hacía especial ilusión verla llegar con pareja...

  • Esto... sobre el sitio al que vamos a ir... - comenzó Belén. Estaba haciendo un gran esfuerzo para aclarar su mente - No te lo había dicho, pero no... no vamos a estar solos...

  • ¿Cómo? ¿Con quién vamos a estar?

  • Con unas... ehhh... amigas mías - mintió la mujer.

  • ... Ok, por mí no hay problema - dijo Marcos, no queriendo contrariar a la mujer que acababa de darle tan tremenda mamada.

(No les puedo juntar... ¿Qué voy a hacer? Tengo que pensar... Yo... Uuuggghh)

no hace falta pensar

(Déjame, no puedo presentarme así como así con Marcos...)

no necesitas pensar

deja que otros piensen por ti

deja que otros decidan por ti

(Dejar que otros... Uuuuggggggghhh... Nooooo.... decidan....)

Marcos le puso una mano en el hombro.

  • ¿Te encuentras bien?

  • ¡Sí! ¡Estoy genial! jijiji ¿Falta mucho?

  • Eh... no, ya casi estamos.