El collar de terciopelo 1

Aquel hombre me tenía en sus manos, lo que pasaba es que me gustaba como me usaba.

EL COLLAR DE TERCIOPELO. 1

  • ¿ Le parece bien lo que estaba haciendo? Tengo pruebas de su descaro, así que acompáñeme a verlas.

Era alto, moreno, con la piel curtida y con ojos negros que me miraban con una mezcla de severidad y deseo. No era un niño, mas de cincuenta , menos de sesenta. Vestía de negro. Era la autoridad. Y yo había hecho algo que no está bien visto por la sociedad : jugar sexualmente con mis alumnos mayores. Por eso me daba cuenta que estaba en sus manos. No sabía lo que quería pero debía obedecer.

  • ¿ Qué desea de mí?

Mi subconsciente me traicionó con la pregunta, porque me había dado cuenta que la lujuria flotaba entre nosotros.

-Quiero que vea como sos una gata escabrosa . Sígame. Es el edificio de enfrente.

Le seguí obediente, me extrañó que me llamara gata, él me miraba dominante, entramos en el ascensor y subimos al cuarto piso, justo a la altura de mi aula. Al abrir vi una habitación pequeña con una cámara grande apuntando al colegio, una silla, una televisión y varios Cds en otra silla junto a una mesa rústica de madera.

  • Vos me grabas, no es legal – protesté.

  • No será legal pero está lo que haces ilegal. Mira.

Tomó el mando de la televisión, la encendió y tras unas rayas aparecí yo. Estaba en el aula, sentada sobre la mesa con un vestido camisero abierto, se notaba que estaba desnuda, aunque no se veía , pero yo lo sabía. Frente a mí, Arturito con el pantalón y el calzoncillo en los tobillos, con la mano en un pedazo de polla joven, grande, dura, haciéndose una paja.

  • ¿ Quiere que siga con otros shows? Hay varios. Con este chico y con otros. Todos jovencitos bien armados.

Su sonrisa era posesiva, como de un lobo ante una cordera. El caso es que la cordera era yo. Así que me estiré, hice que mis lolas tensaran la tela de mi blusa, le miré a los ojos y pregunté directa:

  • Vos, ¿ qué querés? Dinero u otra cosa.

  • Otra cosa...minina.

  • La otra cosa soy yo...está claro. Pero ¿ por qué me llamas minina?

  • Porque que eres una minina roja que cuenta cuentos eróticos y encima hace cositas con sus alumnos mayores. Una gata que gusta dejar con la miel en los labios.

  • Estoy en tus manos. Dime que hago. - Me había investigado. Decidí ser directa.

  • Por ahora, comienza a desnudarte.

Tenía dos alternativas, jugar el rol de victima o intentar divertirme. Me di cuenta que sólo tenía esta segunda posibilidad si quería resolver el problema en el que me encontraba.

Así que empecé a cumplir los deseos de mi chantajista. Me solté despacio los botones de la camisa , la abrí y dejé que quedará mi cuerpo a la vista, luego me la quité. Llevaba un corpiño de aros y nido de abeja, me levantaba las tetas y transparentaba los pezones. Me llevé las manos a la espalda, mis pechos pedían guerra y cuando los liberé del sostén, quedaron vibrando con las puntas erectas.

  • ¿ Donde dejo la ropa? - me acerqué incitante.

  • Déjala en esa silla y ve a la habitación.

Tenía la puerta entreabierta, fui meneando las caderas, sabiendo que iba a ser el juguete de aquel hombre. Dentro, apenas había muebles, una cama con cabecero y piecero formando arcos de acero, un sillón, una silla, una mesilla de noche y un armario ropero de una puerta.

  • Mírame.¿ Sabes que vas a darme placer ...que te vas a portar como un puta y te va a gustar?

No sabía lo que iba a ocurrir, solo sabía que debía obedecer si quería recuperar las películas. Me quedé parada, sabía que estaba excitante, con los pechos al aire, el pelo largo casi a su altura, las manos en los costados y el jean ceñido delineando mi culo y mis piernas. Por eso contesté sumisa :

  • Sí.

  • Las manos – exigió.

Las adelanté. Estuve esperando hasta que sacó unas esposas de la cómoda, se acercó y me las puso. Estaba atrapada. Levantó la mano izquierda y recorrió con el índice el camino de la base del cuello hasta el pezón erecto que ansiaba ser acariciado.

  • Levanta las manos.

Lo hice y mis pechos se irguieron orgullosos. Jugó con ellos, sobándolos suavemente, buscando excitarme, haciendo ver que me controlaba, que era un juguete en sus manos, se chupó los dedos y me humedeció las cimas de las tetas. Temblé de placer.

  • Apoya las manos en la barra de los pies de la cama e inclínate.

Lo hice, quedé con el culo en popa. Pensé que me iba a dar unas nalgadas suaves, como el toque de mis pechos. No fue así. Sacó de la mesilla una fusta y comenzó a darme azotes en el culo.

Chillé, una mezcla de dolor y sorpresa me invadió. Aquel tipo sabía manejar el látigo. Los golpes eran en ángulo recto con la raja del culo , dando en toda la carne de mis nalgas. Intenté contarlos. Creo que fueron diez, estaba tan excitada que pude perder alguno en la cuenta.

  • ¿Te ha gustado?

Sin darme cuenta me salió la respuesta :

  • Sí.

Porque estaba entrando en un camino de entrega y lujuria que no sabía donde me llevaba pero que quería recorrer.

  • Eres una minina muy viciosa. Te gusta demasiado jugar y cuando se juega con fuego, se puede una quemar.

Se colocó tras mío y me soltó el botón del vaquero y bajó la cremallera, luego como si despellejara a una culebra me bajó los pantalones y la bombacha hasta medio muslo. Yo me moví para que acabaran de caer hasta los tobillos. Acarició mis nalgas, suave, con el calor que tenían por los azotes, las hacía más sensibles, deseosas del mimo del recorría mi piel y me llegaba al coño.

  • Quítate lo que te queda de ropa. Y explícame por qué te haces llamar Gata.

  • Porque tengo la voz ronca, me doy un aire a la Varela y como ella soy una atorrante y me dejo y no me dejo,

Se acercó y me acarició las tetas, disfrutando de su tersura, jugando con los pezones, me iba poniendo más y mas cachonda. Ademas al tener los pantalones bajados, no podía moverme y esposada estaba a su antojo, y esa entrega movía todos mis ratones.

Estaba gozando las caricias en mis senos así que cuando sentí que me tocaba la concha, totalmente mojada, di un respingo, al tiempo que soltaba un gemido.

  • ¡ Aaaah!

  • Estás empapada. Te gusta coger...¡

Y empezó a tocarme el coño, sus dedos recorrían mis labios, araban entre ellos, me estaba masturbando y yo notaba como no podía evitar venirme. Cuando jugó con mi clítoris endurecido, comprendí que iba a llegar al orgasmo en segundos. Y llegué con un gemido que salió de lo más profundo de mi ser.

-¡ AAHHH!

Correrte parada te deja temblando y así estaba yo.

  • !Quítate los pantalones!

Obedecí, lo hice y me quedé desnuda, esposada. No sabía lo que quería hacerme o que yo hiciera, la sensación de ser una hembra para el placer de aquel macho me tenía fuera de mí, cachonda perdida.

  • Levanta las manos.

Al hacerlo mis tetas se irguieron, quedé a su antojo. Las acarició con mimo, luego se acercó y las comenzó a lamer. Su lengua recorría mis montañas gemelas, los pezones querían reventar de placer, y cuando los metió en la boca y jugó con los labios succionando, otra ola me invadió. Sus manos acariciaban mis caderas, una fue hacia mi cola, la otra a mi entrepierna. Recorrió el valle de mis nalgas, sentía como apretaba la unión hasta llegar a mi ojete, ahí se paró apoyándose en la puerta. La mano que me acariciaba la entrepierna se centró en mi pequeño botón, me acababa de venir pero de nuevo estaba poniéndome caliente, rezumaba humedad y él se daba cuenta, sonrió al separar su cara de mis pechos. Y me metió tres dedos en la vagina de un golpe, le fue fácil estaba empapada. Los sacó y los chupó.

  • ¡ Cómo te gusta! Eres muy puta.

  • Sí- susurré con una voz que me salía del coño.

  • Baja las manos.

Lo hice y sacó del bolsillo una llave con la que me abrió las esposas. Mientras me daba un masaje en las muñecas para mejorar su circulación fue a la cómoda y volvió con una cinta de terciopelo.

  • Te han puesto collar y sabes para qué es.

  • Sí- contesté- Mi marido me ha puesto algunas veces un collar de perra...otras me pone un collar de aros que hacen juego con los pendientes... otras una cadena con cadenas en los tobillos y las muñecas...para que me sienta y sepa que soy su perra.

  • Este es mi collar, un lazo de terciopelo negro en el cuello. Ven que te lo ponga.

Me quedé parada frente a él, me puso aquella cinta de algo mas de dos dedos de ancho en el cuello, al ajustarla me sentí marcada, una gata que sabe que tiene un dueño. Me estiré para que me viera bien, y supiera que aceptaba sus condiciones y que quería seguir aquella relación de dominio donde yo era su juguete.

  • Y ahora desnúdame.- me ordenó.

Empecé por la camisa, fui desabrochando uno por uno los botones hasta que pude abrirla. Lo hice mimosa, quería ver y acariciar su pecho. Era de piel bronceada, sin vello, de pectorales de atleta, no de esos que marcan tabla de lavar, era de músculos lisos, naturales, maravilloso, potentes. Me gustaba aquel macho que era mi dueño.

  • ¿Puedo lamerle y besarle?

  • Como una minina golosa.

Aquel hombre sabía cómo era yo. Me hacía o me pedía que hiciera lo que me ponía más cachonda. Saqué la lengua para empezar a lamer por las clavículas...era un extraño sabor ácido sobre un fondo de sal. Para chuparle me tuve que pegar a él, mis tetas en su piel, mis pezones erectos rozaban y se excitaban aún más de lo que estaban al sentir su calor de macho. Me di cuenta que había logrado que yo fuera una gata en celo.

Le abracé para desabotonar los puños de la camisa, me incrusté en su cuerpo , restregándome le quité la camisa. Me separó, me di cuenta que quería verme desnuda, entregada, caliente. Llevaba mocasines y mientras me estudiaba se los quitó, no llevaba medias, estábamos los dos descalzos, él mucho más alto que yo.

  • ¿Sigo?- pregunté, respirando hondo para que se me levantaran las lolas.

  • Sí...minina.

Le solté el cinto, los botones del pantalón, el de la cintura y los de la bragueta, tiré de los lados, me costó un poco pasar la montaña de su verga dura, pero cayeron por fin al suelo. Llevaba un slip blanco que se levantaba como si llevara un estaca entre las piernas. Quería verlo. Así que con cuidado lo bajé y quedó su pedazo de verga al aire.

Era un obelisco de carne donde se marcaban las venas, una tranca de las que hacen el deleite de las mujeres. Salía como un mástil de la maraña de vello púbico donde se veían algunas canas, lo que hacía aun más atractiva aquella verga. Me quedé impresionada. El culo no le iba atrás, duro, bien marcado. Tenía un cuerpo de dios griego, con una polla de Príapo. Y yo era su gatita para darle placer, su félida mimosa que se sabía sometida a sus caprichos.

-¿ Qué querés que haga? ...mi ...- me quedé parada esperando que me dijera cómo quería que lo llamara.

  • Mi domine , como llamaban a sus amos las esclavas en Roma. Vas a ser mi sirvienta para el placer...¿ lo sabes?

Sí, mi domine.- al llamarle así me dio un subidón de calentura que hizo que me rezumaran los flujos por la concha.

  • Ve al armario y ponte unas sandalias que hay.

Fui , lo abrí y vi que había ropa para que una mujer se vistiera sensual y morbosa. Saqué las asndalias que era de taco alto de aguja y me las puse, al hacerlo quedé más recta, estirada , con los pechos levantados pidiendo guerra, y más alta. Me acerqué contoneándome hacia él. Tenía una sonrisa perversa que me excitaba aún más.

  • Ahora, minima , cuelga mi ropa y la tuya .

Quería verme mover, le excitaba mi cuerpo desnudo, ofrecido, y obedecí. Me estiraba para que notara que estoy buena, como dice mi marido, que soy una hembra apetecible y quería que él me deseara. Pude ver ropa de puta colgada en el armario. Me di cuenta que era para que yo usara, me apetecía ponerme algo, pero sabía que era él el que debía ordenarme cuando iba a ser el momento.

Volví hacia donde estaba. Tenía la polla alta, gorda, yo quería tocarla, chuparla, antes de que me la metiera y me rompiera el coño. En la mano derecha tenía un látigo de tiras en la mano.

  • Pon las manos en el cabecero de la cama.

Obedecí, quedé de espaldas a él. Sabía lo que iba a hacer y excitada puse el culo en pompa. El flogger me golpeó, la mezcla perversa de dolor, picor y calor me hizo mojarme, estar para satisfacer sus mas morbosos instintos me volvía una perra lujuriosa.

  • ¡ Cómo te gusta que te sometan!...los azotes te ponen.

  • Siiii- murmuré entregada.

Me azotó hasta que mis nalgas ardieron. Yo gemía de placer. Necesitaba que me poseyera , que metiera aquel obelisco en la funda empapada de mi vagina. Pero mi domine sabía que aquellos golpes me hacían subir a un punto en el que el orgasmo sería salvaje.

  • ¡Date la vuelta!

Me paré ante él. Sonreía viril, un macho dominador de su hembra, con la polla tiesa, gruesa. Yo totalmente mojada. Necesitaba que me clavara su espadón o poder mamársela. Estaba en celo, me había sacado de mí y me había convertido en una ola de lujuria.

  • Levanta los brazos- me ordenó mientras venía hacia mí.

Su pija chocó contra mi vientre presionando mientras acercaba su rostro a mis pechos. Comenzó a lamerlos. Llegó a mis pezones. Estaban del tamaño de las pequeñas falanges, los chupó y los mordisqueó. El mango del látigo me abrió los muslos. Y empezó a golpearme con las cintas mi concha.

  • ¡ AAAAAAAHHHH!- gemí ansiosa.

  • Abre los ojos y mírame. Quiero ver como te vienes... gata.

Entrelacé los dedos de mis manos elevadas, mis pezones entre los dedos de su manos izquierda, el flogger golpeándome el chumino y sus ojos irónicos, posesivos, diabólicos fijos en los míos. Era muy fuerte. No pude más y me dejé caer en la corriente del orgasmo entre suspiros de entrega.

No me dejó descansar.

  • Ponte en cuatro en la cama. Cerca del borde.

Le obedecí. Me sobresalían parte de las piernas de la cama. Me di cuenta que lo que quería era follarme parado y para eso debía tener mi vulva al alcance de su enorme verga. Se colocó tras mío, sentí como su cipote se apoyaba en mi coño.

  • Tienes un chochito de niña.- empujó despacio para meter el cabezón del glande. Mi concha se dilató para acoger la cabeza de su polla.

Se quedó quieto. Pensé en moverme hacia atrás para que se metiera toda la estaca, pero el era mi domine y era el que me debía decir que tenía yo que hacer.

-No te muevas- me ordenó.

Y fue empujando su enorme verga en mi vagina empapada. Deslizaba despacio , llenándome toda, sólo lo mojada que estaba permitía el deslizar de aquel ariete, porque así lo sentía como un espadón que me partía de placer. Tenía sus manos en mis caderas, estaba quieto, haciendo que me sintiera traspasada. Y se fue retirando, notaba como las paredes iban relajándose. Paró justo en la zona donde tengo el punto G. Conocía el cuerpo de una mujer y mis anhelos más íntimos. Se movió en de modo que su cipote jugara con mi zona súper erógena. Yo no quería gemir, pero no pude evitar un enorme suspiro. Yo notaba que podía venirme otra vez. Y me la clavó hasta el fondo, sacó, metió, lento y volvió a la área de la locura.

  • Ahora te voy a dejar que te muevas...al ritmo de mis azotes.

  • Siiii...mi domine- murmuré.

Arranqué con el primer golpe. Me clavé, con la segunda fui hacia adelante, y así PLAS, PLAS, PLAS , PLAS al ritmo de las nalgadas, fuimos acoplando la salvaje cogida. Yo no podía más, me daba cuenta que me iba a venir y supliqué:

  • ¡Mi domine... mi domine ...deje que me corra!

  • Así me gusta que me pidas permiso-

Aceleró las embestidas y las palmadas en mis nalgas y me dio la orden.

  • ¡YA! ...minina.

  • Aaaaaaahhhh....- me di cuenta que estaba teniendo un squirt, que me salía una corriente de mi intimidad. Se quedó clavado hasta que acabé y entonces se fue retirando despacio, totalmente mojado de mis flujos más lascivos, esos que solo salen de tanto en tanto.

Él seguía sin soltar su semen, controlando mi lujuria desatada, dio la vuelta a la cama y se colocó frente a mi rostro. La tenía delante, empapada de mí, brillante, yo fui a a cuatro patas hasta poder meterla en la boca. Me quedé parada, sabía que debía esperar sus ordenes.

  • Lame, no la metas en la boca.

Obedecí, saqué mi lengua y fui recorriendo su dura arma, era un sabor fuerte, de hembra mezclada con el liquido seminal de su hombría.

  • Abre la boca, amorra los labios.

Lo hice y comenzó a golpearme con su tranca en los labios. Yo necesitaba que la metiera en la boca para poder hacer una mamada, pero él jugaba conmigo haciéndome ver que yo era un juguete para satisfacer todos sus vicios.

  • ¡Ahora... chupa!

Me abalancé ansiosa para meterla en mi boca, jugué lo mejor que supe, con los labios , la lengua, quería darle placer. Se comenzó a mover, la polla no llegaba a mi garganta, me permitía disfrutarla y hacerle disfrutar. Me agarró del cabello, tiró para que sacar la verga y me soltó toda la leche en la cara.

Me dio otro ataque de lujuria me llevé la mano derecha al clítoris, con la izquierda recogía la leche de ma piel y me la llevaba a la boca para saborearla como una gata hambrienta y me masturbé mientras le rogaba:

  • Necesito volver a venirme...mi domine.

  • ¡Que minina viciosa eres!

  • Sí...soy una minina muy viciosa...

  • Una mamita puta

  • Sí...una mamita puta.

  • Una perra morbosa.

  • ¡ Siiiiiii...una peeerra morbosa!- y me vine.

  • Ya has acabado … ve a ducharte- me ordenó señalando una pequeña `puerta.

Fui, era un baño con taza, bidet, lavabo y una ducha con teléfono. Me metí y usé el agua para limpiarme, no había jabón, pero sí fui capaz de eliminar los restos de aquella maravillosa batalla sexual a la que aquel hombre me había sometido. Entró con un toalla, estaba ya vestido, me la dio y dijo:

  • Sécate y ponte la ropa.

Le obedecí, lo hice rápido, me di cuenta que era como él quería que lo hiciera.

  • Dame el collar de tu cuello.

Se lo dí.

  • Ahora vete. Llévate los cds que quieras. Sé que cuando te haga llegar esta gargantilla de terciopelo con un mensaje, obedecerás. Porque te gusta lo que has vivido.

Solo fui capaz de decir:

  • Sí, mi dómine.-

´Tomé todos los cds, abrí la puerta y salí volviendo a mi vida habitual, aunque sabiendo que aquella fiera me volvería a usar como lo que soy una gata lujuriosa.