El collar de perlas

Vanessa se volvió loca al ver aquel collar de perlas. Luego llegarían las consecuencias... También lo podía haber colocado en el apartado de fetichismo.

EL COLLAR DE PERLAS

Vanessa y Álex volvemos con todos vosotros. Podéis, si así lo deseáis, indagar más sobre nosotros leyendo nuestras cuatro anteriores historias.

Era una calurosa tarde de verano cuando decidimos salir a dar un paseo. En nuestro piso también hacía mucho calor, pero llevábamos toda la tarde en casa y nos apetecía tomar el aire. Eran casi las siete de la tarde cuando salimos a la calle para coger el coche y acercarnos a la ciudad que está a poco más de trece kms. Como siempre, ver a Vanessa arreglada era una delicia para la vista. Un vestido de tirantes de color azul cielo, con una falda vaquera muy corta, zapatos azules de seis cms. de tacón y perlas. No podían faltar. Dos collares de perlas azules y blancas de dos vueltas cada uno envolvían su cuello. En uno de sus brazos dos pulseras blancas de perlas de cuatro hileras cada uno le daban el toque final.

Dejamos el vehículo en un párking (es imposible aparcar en la calle) e iniciamos un largo y relajante paseo. Notaba que más de un cuello se giraba al paso de Vanessa. Ella parecía absorta en sus pensamientos, hasta que pasamos por una joyería donde vendían toda clase de joyas con perlas (collares, pendientes, colgantes, anillos, etc.) y me pidió entrar. Así lo hicimos.

No había nadie en la tienda, salvo el dependiente, un hombre de unos 35 años, de complexión fuerte y profundos ojos negros. Vanessa se había encaprichado de un collar precioso que había en el escaparte. Era una gargantilla con perlas de tres tonos y con ocho hileras. Le preguntó por el precio al dependiente. Casi me quedé helado con la respuesta: "vale 24.000 euros, pero siempre se puede llegar a algún tipo de arreglo", dijo. Vanessa, como si con ella no fuera la cosa, le pidió al dependiente si se lo podía probar. Yo le hacía gestos para que nos fuéramos de allí porque no podíamos adquirir esa joya ni embargando el coche, pero ella seguía sin inmutarse. "Por supuesto, señora", le contestó y así depositó la

gargantilla sobre el cuello de Vanessa. Ciertamente estaba espléndida y le realzaba toda su figura. Las seis primeras hileras le cubrían todo su cuello y la séptima y octava le bajaban por su pecho delicadamente. Era una belleza. Vanessa estaba como hipnotizada por ese collar. Hasta el dependiente la tuvo que devolver a la realidad… "Le gusta, eh? Lo quiere comprar?" Vanessa con gran pesar se quitó el collar y le contestó "Ya me gustaría, en otra ocasión será. Muchas gracias" El dependiente le extendió su tarjeta y le dijo "Si cambia de opinión aquí estaré a su disposición. Que tenga un buen día." Tan embelesada había quedado con el collar que no se quiso poner los que llevaba desde casa y casi no dijo palabra hasta que llegamos a casa.

Al llegar a casa follamos durante más de una hora. Vestida tal y como había salido de casa (ya con los collares vueltos a poner). Parecía una gata en celo y se había bebido toda mi leche en una copa de cava. Pasados unos minutos volvió a hacerme caricias y a chupar mi polla volviendo a quedar ésta erecta. Se colocó encima para volver a follarme (era ella quien lo hacía), pero yo estaba agotado. "Gracias, cariño –le dije-, pero no puedo más. Mañana será otro día". Vanessa siguió chupando mi polla largo rato hasta que consiguió sacar una minúscula ración de semen que tragó enterita sin mayor agobio. Me besó en los labios y me dijo lo más dulcemente que pudo: "Amor, podríamos comprarlo a plazos". Sinceramente no sabía de que hablaba, estaba muy cansado y no tenía mi mente en condiciones. "No sé de que hablas, cariño", contesté. "Todos los tíos sois iguales. Una vez acabáis de follar ya no os importa nada", respondió Vanessa al tiempo que se levantó de la cama y se fue. Yo estaba cansadísimo y tras asearme en el cuarto de baño me fui a dormir. Vanessa desnuda con sus perlas estaba mirando por la terraza la noche estrellada.

Desde hacía varios veranos un grupo de amigos del Instituto (enseñanza secundaria antes de la universidad) nos veíamos los tres primeros sábados de Agosto en casa de alguno de nosotros para recordar viejas historias y jugar a un juego de estrategia sencillo, pero que nos lo hacía pasar muy bien: EL RISK. El juego solía comenzar sobre las ocho de la noche y se podía alargar hasta las tres, cuatro o cinco de la madrugada dependiendo de las ganas de hablar y de la duración de la partida. Este año, además, no tocaba en nuestra casa, así que no tuve que preocuparme por organizar alguna de las veladas.

Antes de finalizar el mes de Julio, Vanessa volvió a insistir sobre la compra del collar a plazos e incluso sacrificando otras opciones de ocio habituales (restaurantes, viajes, libros, etc.) a lo que me negué en redondo. Lo cual me costó varias semanas de abstinencia sexual. Pero tenía claro que no podíamos permitirnos aquel lujo, cuando además tenía varios joyeros rebosantes de collares, pulseras, anillos y demás. Lo cual, por otra parte, a mí también me encantaba.

El verano transcurría entre calor y humedad. Ansiaba las vacaciones que llegarían en Septiembre donde teníamos previsto un viaje de tres semanas alrededor de Nueva Zelanda. Llegó el tercer sábado de Agosto. La verdad es que aquel día la partida se alargó más de lo habitual, tal vez porque era la última, tal vez porque aquél día estuvimos al completo los siete amigos. El caso es que aparecí por casa a las siete y media de la mañana. Cansado y con los ojos llenos de ojeras tuve que rascármelos para asegurarme que lo que veía era cierto: Vanessa completamente desnuda, sólo vestía unas sandalias con tacón alto (unos diez-doce centímetros) y el collar de marras de la tienda. Le dije que el lunes iríamos a devolverlo. Se puso a suplicar que no lo hiciera. Ante mi insistencia, me dijo "aunque quisiera, no podría" y me lanzó sobre la mesa del comedor unas cuantas hojas de papel fotocopiadas. Se vistió con ropa deportiva y abandonó la casa, diciéndome: "Cuando vuelva ya lo habrás leído y espero que sepas perdonarme. Al fin y al cabo a ti te hubiera gustado verlo" y se fue rápidamente.

Estaba completamente aturdido. Lo que menos me apetecía en aquellos instantes era tener que leer varias páginas de algo que no sabía si me iba a gustar, pero me reconcomía la curiosidad. Hice de tripas corazón, me di una ducha rápida y me bebí una coca-cola para estar despierto y espabilado.

El diario empezaba así: JUEVES 24 DE JULIO:

Hoy Álex trabaja por la tarde. Iré a ver a Juan (acababa de hablar por teléfono con él) a la joyería para volver a ver el maravilloso collar. Tiene que existir alguna forma de conseguirlo. Me vestí sexy con una faldita corta, un vestido gris que dejaba al aire mis hombros, zapatos con poco talón y cuatro collares de perlas de color negro que unidos daban varias vueltas a mi cuello.

Sobre las seis de la tarde, llegué a la tienda. Juan, así se llamaba el dependiente, me recibió con una amplia sonrisa: "Bienvenida, Vanessa" me dijo y me invitó a pasar a la tienda. "¿Vienes a ver aquel collar que tanto te gustó?". "La verdad es que sí. No puedo negarlo", le dije. Con suma delicadeza volvió a colocarme el collar sobre mi cuello. La sensación al verme con él puesto era maravillosa cuando más lo miraba y me miraba en el espejo más me gustaba. Juan se daba cuenta y me comentó: "Es una pena que no puedas comprarlo, pero tal vez podamos llegar a un acuerdo de algún tipo." Me quedé mirándole extrañada. Acto seguido puso el cartel de CERRADO en la tienda, me llevó a un despacho que tenía dentro de la tienda y sugirió: "Al fondo de este pasillo, organizo partidas de cartas con bastante dinero en juego. Si quisieras, podrías ganarte un dinero extra sirviendo copas. No te preocupes, nadie te tocará si tú no quieres. Así poco a poco podrías conseguir el dinero y ese collar que llevas podría ser tuyo. Tú decides."

Me quedé pensativa, pero tantas ganas tenía de comprar el collar que le dije: "De acuerdo. ¿Cuánto podría ganar en una noche?" "Va a depender mucho de las propinas. Yo te pagaré fijo 300 euros/noche y un tanto por ciento sobre la bebida que consuman. Todas las propinas serán para ti.", respondió Juan.

VIERNES 01 DE AGOSTO:

Estoy muy nerviosa, no sé si acabaré arrepintiéndome, pero ese collar me vuelve loca y sé que a Álex también le gustaría. De todas formas, según como vaya mañana, siempre tendré la opción de echarme atrás y no volver.

SÁBADO 02 DE AGOSTO

Llegó la hora. He llamado a Juan y me ha dicho que me vista discreta que al llegar a la joyería, él me tendrá preparado el vestuario. Sobre las diez de la noche llego a la joyería, Juan me recibe con un par de besos, diciéndome: "Tienes tu vestuario preparado en aquella habitación, yo estaré fuera esperándote." Entré en la habitación y el conjunto era mini, mini y muy sexy. Era lencería fina consistente en un conjunto de color rojo y blusa transparente de color negro. Zapatos de tacón negros de unos diez cms. y tres collares de perlas entrelazados con dos pulseras rojas en mi brazo izquierdo y negras en mi brazo derecho. La verdad es que me veía como una auténtica zorra, pero también pensaba en el collar. No podía evitarlo. Y suponía que después de hoy estaría más cerca.

"Estás increíble", me espetó Juan nada más verme. "Anda, ven conmigo, no temas". Lanzó un par de silbidos y llegaron dos hombres muy fornidos a quienes me presentó como la seguridad del local y les dijo: "A la mínima que quieran excederse o sobrepasarse con ella, el sujeto a la calle. Sin violencia, pero fuera, OK?" Ambos movieron sus cabezas afirmativamente y me acompañaron con Juan a la entrada del local. Se trataba de una habitación de unos 50 metros cuadrados con dos mesas, una barra donde un chico rubio preparaba las bebidas y unas escaleras que llevaban a los lavabos. Entre ambas mesas habría unos doce hombres celebrando sus partidas. La verdad es que empecé muy cohibida, pero a medida que pasaba la noche y ganaba confianza me encontré muy gusto y no tuve problema alguno. Estuve hasta las cinco de la noche y me llevé a casa 1200 euros. Ni un solo cliente intentó meterme mano ni nada parecido.

JUEVES 07 DE AGOSTO:

Mi conciencia empieza a corroerme por dentro. No sé si debería decírselo a Álex o no. No sé qué reacción tendría. Por otra parte no veo ningún problema en lo que estoy haciendo y si estoy obteniendo un dinero extra pues bienvenido sea porque difícilmente llegaré a conseguir el dinero para el collar.

SÁBADO 09 DE AGOSTO:

Juan me pidió que hoy llegara antes, así que le dije a Álex que iba a comprar con unas amigas para después quedarme a cenar. Llegué sobre la ochos y media de la noche. Y el conjunto que me tenía preparado Juan era pura provocación. Simplemente un tanguita y un sujetador que apenas tapaba mis pezones, con los mismos zapatos que el otro día. Una preciosa gargantilla de brillantes realzada por unos pendientes a juego de seis centímetros de longitud y un anillo maravilloso en mi mano izquierda que emitía brillo de diferentes colores.

"Cada día estás más guapa, Vanessa. Hoy tenemos un cliente especial. Un hombre de unos cuarenta y cinco años, japonés, muy educado y, sobre todo, muy generoso. Si te lo sabes ganar, tendrás tu recompensa.", explicó Juan. Hoy había sólo una mesa dispuesta, con nueve jugadores. El humo ya llenaba el ambiente del local y allí a un extremo de la mesa estaba el sujeto descrito. La verdad es que tenía algo. La noche transcurrió sin sobresalto alguno. Quizás ya casi al final el japonés empezó a tocarme tetas y culo descaradamente, pero yo hice un gesto a los chicos de seguridad para que no intervinieran. En el estado en que estaba el japonés era inofensivo. Recogí mis cosas, se empeñó en venir conmigo en un taxi. Me dejó en casa y le di la dirección de su hotel al conductor. Cuando llegué a casa casi me desmayo. El sobre que me había dado contenía 3500 euros y aquel día me había llevado en total 4200 euros.

MARTES 12 DE AGOSTO:

He conseguido 5400 euros en dos noches, pero cada noche no vendrá un cliente tan generoso y educado como el japonés. Así que iré este sábado por última vez y le diré a Juan que no volveré más y le agradeceré su ofrecimiento. El domingo que viene le explicaré todo a Álex y asunto terminado.

VIERNES 15 DE AGOSTO:

No sé cuál es el motivo, pero estoy inquieta por el día de mañana o tal vez sea porque tema la reacción de Álex el domingo. El caso es que llevo un par de días sin dormir bien, pero bueno supongo que ya pasará.

SÁBADO 16 DE AGOSTO:

Llegó el último día. Me despediré de Juan y del collar. Antes de las ocho de la noche ya estaba en la joyería. Juan me estaba esperando y le dije con claridad: "Gracias por todo, Juan, pero hoy va a ser mi última noche por aquí. He estado engañando a mi marido y ya no quiero hacerlo más." "Es una decisión tuya que yo respeto y por mi parte no habrá ningún problema.", me respondió. Volví a entrar en la habitación. Esta vez había traído mi propia ropa desde casa. Me puse un top muy ajustado de color azul turquesa a juego con mi tanguita. Llevaba asimismo una miniminifalda de color negro que al agacharme enseñaba por completo el tanguita azul. Sandalias azules con toques dorados de doce centímetros de tacón. Cuando estaba acabando de vestirme, Juan llamó a la puerta y me entregó el collar para que "lo disfrutes por última vez", un par de pulseras preciosas (cinco hileras de perlas cada una de colores azul y negro). "No hace falta que devuelvas las pulseras, son un regalo de la casa por tus servicios", me dijo. Y unos alucinantes pendientes de cinco perlas negras cada uno que iban cayendo desde las orejas y que se hacían más grandes en tamaño hasta descansar sobre mis hombros. De esta guisa entré por última vez en aquel local. Me acerqué a la barra y por vez primera pedí un par de gin-tonics que me provocaron chispa y alegría. El local estaba todavía casi vacío. Yo no acostumbro a beber, así que la tercera copa, en esta caso un cubata, supongo que me disipó todas las inhibiciones.

Empezaron a entrar los jugadores. Se reunieron sobre diez alrededor de una sola mesa. Yo estaba bastante "receptiva" y de eso se fueron aprovechando progresivamente los jugadores siendo cada vez más evidentes sus toqueteos por todo mi cuerpo. Incluso en un momento dado los chicos de seguridad echaron del local a un tipo calvo que se intentó aprovechar de mí. La partida transcurría con normalidad. En un momento determinado, uno de los asistentes me llamó y me dijo con un billete de 200 euros en mano "Tráeme una botella de cava y quédate a mi lado que me darás suerte en esta mano". Agarrando el billete y colocándolo en mi bolso le llevé su botella y me quedé a su lado. La partida se estaba poniendo interesante y casi todos los jugadores parecían tener buena mano, porque salvo dos que abandonaron enseguida el resto siguió apostando. Pese a mi mareo yo iba viendo que la cantidad de dinero subía y subía. Cuando creí ver sobre la mesa unos VEINTE MIL EUROS!!!!! en total no aguanté más y sorprendiéndome a mi misma dije: " No va más. Esta partida la vais a ganar todos." Cogí el dinero, lo guardé en el bolso al igual que hice con el maravilloso collar que me estaba llevando a hacer esta locura. Y continué: " Estoy a vuestra entera disposición. Salvo metérmela por el culo, podéis hacer lo que os plazca conmigo."

Hubo un murmullo generalizado en la sala. Salvo uno que pidió su dinero y dijo: "Zorra, devuélveme mis 2400 euros no me interesa follar contigo", el resto empezó a silbar y a jalearme. En mi bolso siempre llevo un pequeño consolador que extraje del mismo. Empecé a acariciarme lentamente, mientras me colocaba sobre la mesa, al tiempo que notaba todas sus miradas lascivas. Algunos ya se estaban bajando las cremalleras y pajeándose. Inicié un mete saca salvaje por el coño con el consolador, mientras agarré la primera polla que se me acercó. Noté varias manos amontonándose sobre mí. Me sentía una auténtica zorra y me estaba poniendo a mil. La polla que agarré no era especialmente larga, pero sí muy gruesa y enseguida me llenó la boca. " Necesito alguien desocupado que me meta el consolador por el culo, ya. Estáis tardando" No sé quien fue, pero antes de que pudiera acabar la frase ya tenía a alguien follándome el culo con el consolador. Cuando la polla que tenía en mi mano estaba suficientemente erecta le dije a su dueño: " Vamos, cabrón. Ahora vas a demostrarme cómo follas. Y pobre de ti que te corras antes que te lo diga. Y eso va por todos." Una tras otra fueron pasando pollas por mi mano y mi coño. Empezaba a notar el cansancio, pero quería más y más. En aquellos momentos puedo asegurar que no me acordaba ni de Álex, ni del collar. Si me hubieran robado el dinero en ese mismo instante hubiera continuado con lo que estaba haciendo. Tal era el deseo que sentía que me daba todo igual. Incluso llamé a los dos "seguratas" para que se unieran. Vaya pedazo de polla tenían. Siempre dentro de mí había una polla en el coño, el consolador en el culo que alguien en todo momento se encargaba de menear y una o dos pollas en mi boca. También en todo momento algún cabrón se encargaba de pellizcarme los pezones hasta hacerlos sangrar. Pero yo siempre quería más. La rueda continuaba sin cesar. Y yo me mostraba insaciable. " Os he dicho que no me toquéis el culo, pero quiero que me folléis el coño dos a la vez que seguro me caben." Dicho y hecho. Dos de los individuos menos dotados me introdujeron sus penes a la vez por el coño. Mi sentimiento de placer era indescriptible. Al mismo tiempo trataba de meterme las megapollas de los "seguratas" en la boca a la vez. Me sentía en el paraíso. Luego ellos intentaron meterla a la vez por mi coño, pero no fue posible, eran muy grandes y gordas. Otros tuvieron más éxito y me follaron por todos los lados. Me situé estirada con la cabeza colgando de la mesa hacia atrás y los once me follaron la boca a conciencia. Solo un par de idiotas se corrieron antes de tiempo sobre mi cara. Me volví a situar estirada de cuerpo entero sobre la mesa y chillé como poseída: "Ha llegado la hora, mientras alguien me sigue follando y memete el consolador por el culo, quiero que os vayáis corriendo dentro de mi boca. No voy a derramar una sola gota. Vamos, os estoy esperando . Correos!!!".

Así fue como uno por uno, con mis dos agujeros siempre rellenos, se fueron corriendo sobre mí. En alguna ocasión hasta de dos en dos cuya leche no pude absorber y muy a mi pesar noté como se escapaba de mi boca. Cuando ya sólo quedaban dos por correrse, noté que alguien sacaba el consolador de mi culo e intentaba penetrarme. Iba a gritar, pero el chico de la barra se había acercado y me estaba follando la boca y no me dio opción más que a chupársela y tragarme su leche. Mientras, seguía doblepenetrada. No sabía quien me estaba follando el culo. Los "seguratas" me volvieron a follar y de nuevo se volvieron a correr sobre mi otra vez. Todos se fueron yendo, salvo quien me estaba follando el culo. Lo hacía maravillosamente bien. Era un auténtico experto. Estaba prácticamente agotada físicamente y tamibén de placer. No podía más. Finalmente, sacó su aparato de mi puerta trasera y acercándose a mi boca me introdujo toda su polla y se corrió instantáneamente. Era Juan, no había podido quedar al margen del espectáculo.

"Gracias, Vanessa. Has estado maravillosa. Te voy a coger 22.000 euros del bolso. El resto es para ti. El collar ya es todo tuyo. Y los pendiente otro regalo de la casa. Hasta siempre."

Yo estaba tan aturdida que no podía articular palabra. Fui para casa en un taxi y llegué sobre las tres. Me duché y me quedé esperando a Álex…FIN DEL DIARIO

Yo era el que estaba sin palabras. No me importaba que Vanessa hubiera follado con otros hombres. Es más, ella sabe que me pone a mil. Lo que me molesta es esa falta de confianza. En estos pensamientos estaba, cuando entró Vanessa llorando y se abrazó a mí. "Perdona cariño", me dijo. "Perdona. No pude resistirme". La abracé todo lo fuerte que pude y consolándola le dije "Me debes una. La próxima vez me avisas porque no quiero volver a perdérmelo."