El coleccionista
Juan colecciona tubos de ensayo con abortos realizados a mujeres sin que ellas sepan que las ha preñado.
Mara, una rubia de 33 años, había recibido la mejor noticia de su carrera: iba a Madrid a conocer al Presidente de la empresa. Éste se había interesado en un proyecto que ella había presentado en el "Plan Anual de Sugerencias de Innovación".
Con pasaje en primera clase y hospedada en el mejor hotel de la ciudad madrileña, Mara no podía creer lo que estaba viviendo. Esto podía ser una catapulta para su carrera. Hasta podría recibir alguna asignación internacional, que, si su esposo la acompañaba, podría cambiar la vida del matrimonio.
Todos los sueños de ella podrían volverse realidad si de la reunión de mañana, el Presidente de la compañía decidía apoyarla en este proyecto. Incluso, la idea de la maternidad ya no estaría tan lejana, dado que estando en una asignación en España, éste era un buen país para tener a su primer bebé.
Mara se acostó a dormir con esos sueños, pensando que al otro día, un nuevo mañana podría esperarle.
Juan, el presidente de la compañía, era un casi sesentón de mucha pinta y fama de mujeriego. Sus fiestas privadas eran parte de los corrillos de la empresa, pero la gente siempre lo tomaba como una mezcla de leyenda, fantasía y cuento de mitómanos devenidos en personas cercanas a Juan.
Al abrirse la puerta de la sala de reuniones, apareció Mara luciendo un vestido negro con aplicaciones grises y perladas. Unos zapatos de tacones aguja y un saco muy fino de Lino que le llegaba poco más arriba del borde de la falda. Desde atrás, su figura era especialmente sensual.
Tanta sensualidad no pegaba con el nerviosismo de Mara. Y apenas apareció Juan, ella sintió como que su figura se achicaba en la habitación. El cincuentón era tal como lo relataban. Al saludarla y mirarla a los ojos, Mara sintió como si estuviera solamente en ropa interior.
Pudo hablar poco en la reunión. Juan habló las casi 2 horas que duró la pequeña junta y complacido por la idea presentada por ella, le invitó a cenar a la noche como cierre de negocio.
Mara se sintió muy complacida porque pensaba que era el broche ideal, pero a la vez recordó lo que se decía de él y temió un poco por lo que podía pasar. Sería verdad lo que se decía sobre él?
Al salir de la junta, se reunió con su Esteban (su jefe), quien había viajado con ella para asistir a otras reuniones tambien en la empresa. Mara le comentó su intranquilidad por la cena, pero Esteban la tranquilizó diciéndole: "Oye pana, no te hagas drama que yo tambien iré a esa cena, o crees que dejaría sola a mi muchacha estrella?" y soltando una carcajada dio por terminado el tema.
La cena iba a ser en el barco de Juan, un yate de puta madre de dos pisos y no sé cuantos metros de eslora, pero lo suficiente para que una tripulación de 7 personas fuera lo mínimo necesario.
Mara concurrió con otro vestido similar al de la mañana, un poco más corto, pero de terciopelo, lo que lo hacía más engalanado. Sobre sus hombros, un mantón de Manila que había comprado durante la tarde y que lucía espectacularmente en ella.
En la cena estaban Juan, Esteban, otros dos Directores de la compañía, y Mara.
Juan la presentó como la "invitada de gala", y abrieron una botella de Dom Perignon para comenzar el festejo. Mara (que se conoce cuando mezcla las bebidas ) dijo que solamente tomaría una copa, pero luego a la segunda y tercera Juan exclamaba "Cómo que no!, coño, tu sabes cuanto sale una de estas botellas? Aprovéchala muchacha, ésta es tu noche!"
Y así Mara tomó la tercera y cuarta y quinta copa. Comió poco, dado lo nerviosa que estaba, lo que hizo que el efecto del alcohol fuera mas rápido y profundo. La marea sobre el barco hizo el resto, dado que el mareo que sentía, trató de ser combatido con dos pastillas de Dramamine.
Casi al finalizar la cena, Juan le dice a Mara; "Ven, como capitán te voy a hacer que conozcas esta fascinante embarcación", y ofreciéndole el brazo, la invita a ver el resto del barco.
Mara estaba lo suficientemente mareada por el alcohol, la marea y ahora las pastillas que no podía caminar bien. Sólo recordó darse vuelta (mientras iba del brazo de Juan) para ver a los otros dos directores y a Esteban alzando las copas como a su salud.
Juan pronto la llevó a su camarote. Una suite espectacular grande como un pequeño departamento. En la mesa que parecía ser de comedor, una pequeña bandeja de plata con tres líneas blancas y dos palillos cortos tipo sorbete.
Juan la invita y le dice: "Vamos Mara, pasa una noche especial!".
Alli Mara se dio cuenta que Juan la invita con cocaína, pero le dijo que no. Juan insistió: "Joder!, pero es que no sabes que esto no tiene ningun efecto negativo si lo que consumes es de primera calidad? Esto es el Dom Perignon de la droga!".
Pero el argumento que la terminó de desestabilizar fue "Oye no vas a poner en riesgo toda tu carrera y tu empleo por una puta noche, no?". Allí supo, que tendría que pasar lo más rápido posible la noche, aún cuando tuviera que tener sexo con el viejo.
Por su mente, pasó la imagen de su marido, de sus padres, de sus amigos de lo que pensarían ellos si supieran que iba a entregarse como una puta por un ascenso. Respiró profundamente, cerró sus ojos, y se animó a seguir con el juego. No estaba segura de hasta donde llegaría, pero por el momento, la borrachera la acompañaba.
Abrió sus ojos y le sonrió a Juan, diciéndole "OK, cómo debo hacer?". Juan se acercó y le dio un pequeño beso sobre los labios, y le susurró al oído "ven, yo te ayudaré ".
Él tomó uno de los dos pequeños tubos y colocándoselo en una de sus fosas nasales aspiró media línea. Y entonces, le pidió a ella que repitiera la maniobra. Ella lo hizo tan torpemente que desparramó la media línea que quedaba más que aspirarla. Entonces Juan le colocó el tubo correctamtne y posicionándolo al borde de una línea le dijo "Vamos niña, a la cuenta de 3, aspira fuerte!". Y vaya si así fue. Mara aspiró una línea completa que la dejó con los ojos dados vuelta. En 10 minutos, estaba totalmente mareada y sin ningún tipo de inhibiciones. Juan la desvisitió por completo y una vez que la tenía desnuda en la cama, llamó por el celular al Dr. Estevez.
Estevez era el médico personal y amigo de Juan. Llegó tan rápido que parecía estar todo orquestado. Estevez entró con una enfermera. Rápidamente, la enfermera le abrió las piernas a Mara y la unto con crema de afeitar en el pubis y con una rapidez digna de una maestra, afeitó la concha de la muchacha que no lograba entender lo que estaba pasando.
Luego movieron el cuerpo de Mara con la cabeza hacia el centro de la cama y las piernas cayendo de éstas, la enfermera le flexionó las piernas y sin más, Estévez, con dos dedos untados con vaselina se los introdujo hasta el útero, revisó y alcanzó a retirar el diu que llevaba puesto Mara. La enfermera le levantó un poco la cabeza y le pidió que tosiera lo más fuerte que pudiera. Cada vez que tosía, le decía "Ahora un poco más fuerte", y Mara obedecía. Esta maniobra distractiva hizo que Estevez pudiera sacar de un tiron el diu si que ella lo percibiera. La enfermera le soltó la cabeza y Mara cayó semidesmayada.
"Parece que te la dejo lista tío", le dijo Estevez a Juan, que en su código implicaba: hasta creo que está ovulando.
Las proximas horas de Mara fueron de un sexo totalmente salvaje. Juan primero la cogió por la vagina, pegándole fuertes empujones, hasta llenarle la concha de leche; luego descansando unos minutos, la dio vuelta y colocando una almohada bajo su vientre y dejando el ano levantado, se lo lubricó y le hundió la cabeza de la pija, provocando un grito de dolor de la rubia. Y no era porque nunca se la hubieran culeado, sino porque la verga de Juan tenía un tamaño un poco descomunal por lo ancho. La entrada del tronco en el culo hizo que Mara se aferrara fuertemente a las sábanas e intentara en vano cerrar el ojete, que ya estaba adornado casi por los testículos de Juan.
Éste la estuvo jodiendo por lo menos media hora, hasta que en el momento de acabar, retiró la pija del culo y se la introdujo de vuelta en la vagina, acabando tan copiosamente como la vez anterior.
Como Juan había tomado viagra, al primer estímulo que sentía, el miembro dormido se transformaba en un tronco venoso cuyo destino era el ano de Mara.
A Juan le encantaba escuchar los gemidos de dolor de ella, cuando le enterraba la pija hasta el final levantaba su cuerpo, con lo que le removía alguna parte del intestino de la chica.
Esta vez, el bombeo en el ano duró al menos 40 minutos. Como en la vez anterior, Juan terminó lanzandole la leche en la concha, buscando siempre meter la mayor cantidad en la matriz de Mara.
La mañana posterior, Mara se despertó sola en el camarote. Le dolía tremendamente el culo y se pasaba la mano y sentía que lo tenía agrandado como que le podían entrar dos dedos tranquilamente.
Sobre la mesa de luz, encontró un sobre de la empresa con un pasaje en primera de vuelta para esa misma tarde y una nota firmada por el Presidente comunicando su ascenso.
Mara volvió a su país, intentando olvidar esa terrible noche de la cual se acordaba casi nada. El único recuerdo de la noche era verse del brazo de Juan y mirando a los otros 3 que se quedaban observando como si hubieran sabido lo que le esperaba, la cocaína y luego sólo el dolor del ano en la mañana siguiente.
Al mes y medio de su retorno, Mara no se sentía bien, y tenía un atraso considerable de su período. Justo en esa semana recibe una noticia que debe viajar a Madrid la semana entrante. Quiso consultar antes a su médico, pero no tenía turno sino hasta dentro de 15 días por lo que reservó el turno y tomó el viaje a Madrid, esperando no encontrarse con Juan por la vergüenza que le provocaría.
Pero, justamente, Juan era el que le había citado. Esta vez la recibió en el edificio de la empresa en el Paseo de la Castellana. Una oficina descojonante en el último piso de los 25 que albergaba la torre.
La reunión fue a solas. Juan fue cariñoso pero muy medido. Nunca mencionó nada que la hiciera incomodar, aunque la sola mirada de Juan era suficiente como para que Mara sintiera que la estaba desnudando.
En el medio de la reunión, Mara tuvo un vahído, y Juan le preguntó si se sentía bien. Ella asintió, pero dijo "Hace 15 días que me siento media rara, como anémica o enferma".
"Oye, deja que te vea mi médico personal. No soportaría que a una de nuestras gerentes modelo le pegue ni siquiera una gripe" le sugirió Juan.
No, está bien Juan, no se preocupe, debe ser algo repentino. Estoy comiendo poco y eso debe repercutir, no?" comentó suavemente ella, pero con tan poco convencimiento que Juan insistió.
De ninguna manera!, Ya mismo le llamo al médico. Coño! Si para eso les pago niña!. Respondió Juan, e hizo un llamado desde su celular.
Horas después, un auto la llevó a Mara a un moderno consultorio en la parte más fina de Madrid. Una secretaria la acompañó a ver a un tal Dr Estevez.
Éste se presentó formalmente y aunque a Mara le resultaba una cara conocida, no sabía de dónde.
El médico le hizo mear en un frasco y le dijo que iba a hacerle algunos análisis, para que estuvieran seguros y que aun cuando ella viajara a su pais de retorno a la tarde, le remitiría via e-mail los resultados.
Mientras Estévez le preguntaba sobre la fecha de última menstruación (y con Mara contestando que llevaba un retraso de más de medio mes, la enfermera completaba un test de embarazo que le daba positivo.
Estévez intentó tranquilizarla diciéndole que a veces el stress produce eso y que tanto viaje hace que las hormonas no actúen como deben.
Para completar el análisis, una enfermera le iba a sacar un poco de sangre, así que se recostó en una camilla e cedió su brazo para la muestra. Mientras Estévez la distraía con una charla y Mara miraba hacia su izquierda, la enfermera, en lugar de sacarle sangre, le inyectó una droga que la durmió 1 hora.
Durante esos sesenta minutos, enfermera y Estevez desnudaron a la muchacha de la cintura para abajo, le abrieron las piernas, le colocaron un espéculo, inmovilizaron su cuello uterino e introduciéndole una cánula conectada a una bomba de vació le practicaron un aborto de su embarazo de 6 semanas.
Tuvieron suficiente tiempo como para limpiarle bien todo el útero y el canal vaginal. Y volvieron a vestirla. La droga no iba a dejar rastros ni sensaciones desagradables cuando despertara.
Mara despertó casi a la hora exacta desde que le habían administrado la droga. Y encontró a estevez y a su enfermera mirándola. Mara se incorporó y les preguntó qué había pasado.
Estevez le contestó:
- "nada, solamente tuviste un desmayo. Pero pareciera que los análisis iniciales están bien. Hasta hicimos un test de embarazo y el resultado es negativo, míralo tu misma"
La enfermera le entregó un test con un resultado negativo (que no era otro que el realizado con la propia orina de la enfermera).
Mara, volvió de retorno a su hotel para empacar, no sin antes agradecer a Estévez y desde el hotel se despidió cordialmente de Juan con un llamado, agradeciéndole por el trato que le había dado y por la ayuda con el médico.
A la tarde, tomó el avión de vuelta y se dio cuenta que habia manchado su bombacha con sangre. Con una sonrisa, se recostó en su butaca de primera y pensó: menos mal, era sólo un retraso.
Al mismo tiempo, Estévez, le entregaba a Juan un tubo de ensayo sellado en cuyo interior se encontraba casi todo el material extraído del útero de Mara, y con una etiqueta que decía "Mara, 35, Aborto de 6 semanas".
Juan abrió una especie de caja fuerte, y lo colocó junto a los otros 23 tubos sellados que guardaba de recuerdo.