El cohete de Papi [Parte 1]

El frío inclemente obliga a una hija a compartir cama con su padre desatando una noche donde harán mucho más que dormir juntos. Parte 1 de 2.

C onfieso que no he sido buena del todo. Confieso que hice las cosas mal y estoy pagando por ello. Confieso que pude haberme evitado muchos dolores de cabeza y que mi vida estaría más normal. Confieso que lo hice por puro deseo. Confieso que me dejé llevar demasiado lejos. Pero también confieso que no me arrepiento y sé que en algún momento todo volverá a estar bien.

Pero ustedes se preguntarán, y qué fue eso tan importante que pasó, bueno pues, déjenme contarles…

Una noche de invierno el frío era insoportable, ni siquiera la calefacción era capaz de hacerle frente al aire helado que se colaba por las rendijas de las ventanas y las puertas. Mi poca resistencia al frío se la debo a la ciudad donde vivo, uno de esos lugares amenos donde corre una brisa cálida y el mar queda cerca. Nunca tienes que preocuparte por salir con suéter, pero tampoco te la pasas todo el día escurriendo sudor, es algo realmente cómodo.

Allí vivo con M, mi madre y S, su esposo. Digo su esposo, porque no es mi padre, al menos no biológico, aunque se esfuerza demasiado actuando como uno y yo no tengo problema en aceptarlo. Comparto mi hogar con ellos desde los ocho años, cuando mi mamá se separó de mi padre biológico y decidió buscar suerte en otro lugar.

Cuando conoció a S y él le propuso mudarse a su casa en dicha ciudad, ella no dudó un segundo, pues estaba realmente cansada de mi padre. Yo no entendía, hasta ahora no logro saber muy bien las razones, pero cuando mamá decidió irse, no hubo marcha atrás.

Desde entonces visito a mi padre una o dos veces al año, justo en las fechas donde hay vacaciones. Él vive mucho más al sur, donde el clima se vuelve más hostil y menos soportable para mí, una chica que necesita calor.

Aquella noche, como les decía, pasábamos un frío insoportable que nos mandó a la cama no mucho más tarde de las 18:00. Además llovía granizo con tanta fuerza que parecía romper los cristales de mi cuarto.

Mi cuarto era el mismo de cuando tenía 8 y abandoné la casa de mi padre. Tenía algunos cambios, obviamente, pero en esencia digamos que todo seguía en su lugar, desde mi cama y mi closet lleno de ropa, hasta los juguetes que nunca me llevé, al parecer mi padre quería mantener todo como antes.

Dormía con un mameluco especial para el frío y obviamente de mi talla, pero ni así lograba mantenerme caliente. Los pies helados, las manos congeladas, mi cuello rígido y tenso, mi piel erizada, mis pezones erectos… Tenía todos los síntomas de alguien que moría lentamente de frío.

Había tenido este problema muchas veces antes, no era nada nuevo para mí sentir que iba a quedar congelada en la cama y mi padre lo sabía. Por esto él se quedaba acostado conmigo hasta que lograba cerrar los ojos y caer profundamente dormida, eso y… un pequeño juego que teníamos para calmar mi baja temperatura y mi miedo.

Le llamábamos el cohete y consistía en que él me abrazaba por la espalda, acostados como si estuviéramos haciendo la famosa cucharita. En esa posición él me agarraba con fuerzas y empezaba a sacudirme con su cuerpo muy fuertemente, como si un cohete estuviera a punto de despegar, por eso el nombre. Lo repetimos hasta cierta edad, pero cuando entré a la pubertad preferí evitarlo por cuestiones más que obvias. Son esos años donde el cuerpo empieza a cambiar y una como mujer se avergüenza de todo, era evidente que no quería avergonzarme con mi padre o  que se avergonzara él, por ello el famoso cohete no era más que algo extinto hace años.

Sin embargo esa noche estaba padeciendo tanto frío que empecé a extrañar mucho el cohete.

De verdad me ayudaría mucho en estos momentos un cohete, al menos uno… Me dije a mí misma mientras recordaba los viejos tiempos con mi padre.

Él es un buen tipo que siempre tuvo mala suerte, después de que mi mamá lo dejara por otro nunca pudo encontrar una relación estable, era algo habitual que siempre que volvía a visitarlo después de meses, estuviera con una mujer distinta o solo. A ninguna pude verla dos veces, nada le duraba.

Para esta ocasión estaba solo, era la tercera vez seguida que lo estaba, eso significaba más o menos un año y medio sin relaciones o al menos sin que yo las conociera. Pobrecito, pensaba yo, ha de sentirse solo.

Yo también me sentía sola en ese cuarto, que nada más a ratos se sentía como mío, porque la niña que adoraba el rosa y tenía una habitación de ensueño, ya era una mujer. Es extraño sentirse alguien distinto cuando ves todo lo que has cambiado, en aquellos momentos era como otra persona que anhelaba un lejano y borroso pasado. Deseaba que entrara mi padre y me ayudara a pasar el frío, tal como en esos días.

Pero como dije, todo había cambiado y yo ya no era una niña, por lo que mi papá no entraría por esa puerta ni jugaría conmigo de nuevo al cohete, por ello, pensé, como ya soy una mujer y puedo tomar mis propias decisiones, esta vez no me quedaré esperando como una niña asustada, esta vez haré que las cosas pasen.

Las cosas realmente cambian cuando una crece, es parte de irse convirtiendo en otra persona y de cierta forma, evolucionar. La yo del presente no era la misma del pasado no solo por la capacidad de tomar decisiones, sino porque mi cuerpo tampoco era el mismo. Mis piernas se alargaron y se ensancharon, al igual que mis caderas y mis nalgas. Mi cuerpo se puso más firme y esbelto, mis pechos crecieron, mi pezones se agrandaron, mi vagina floreció y ahora también había noches donde la humedad se apoderaba de ella, a veces goteaba también obligándome a solucionarlo con mis dedos o con las parejas que había tenido hasta entonces.

Vivir lejos de papá me dio cierta libertad a la hora de conocer chicos, nunca me faltaron pretendientes ni menos parejas. Me gustaba el sexo, lo disfrutaba en todas sus formas: amaba que me penetraran, que me chuparan, que me mordieran, que me sometieran…  para sentirme en comunión con mi cuerpo era un requisito esencial tener sexo, disfrutar y que me disfrutaran. Esa era una de las razones por las que me entristecía papá, seguro su vida sexual debe ser tan triste que todo lo demás se le dificulta.

Sin embargo esa no era una de esas noches donde mi vagina me pedía atención, lo agradecí porque mi novio estaba a kilómetros de distancia, y tampoco tenía muchas ganas de jugar con mis manos.

Tomando un gran impulso para salir de la cama a pesar del clima gélido, me decidí a salir de ahí en busca de lo único que realmente me podría ayudar: el cohete de papi .

Claro que pensé en si iba a resultar incómodo, pues como les dije ya mi cuerpo estaba desarrollado y podría considerarse sexy, de culo y tetas grandes, algo por lo que un hombre babearía. De todas formas se trataba de mi padre, que a pesar de ser un solitario y seguramente necesitado hombre, no dejaba de ser alguien por quien no debía preocuparme, sumándole que el mameluco no dejaba que ninguna forma se dibujara sobre mi cuerpo, algo más a mi favor.

Crucé rápido el pasillo y me quedé de pie justo frente a su puerta unos segundos, luego giré la cerradura, abrí la puerta y ahí estaba E, mi padre, durmiendo plácidamente entre las cobijas.

Cerré la puerta detrás mío con mucho cuidado para no hacer demasiado ruido, luego lentamente caminé hasta su cama y me metí en ella con tanto sigilo que no logré despertar a mi padre. Me costó un poco de trabajo entrar y quedar bajo sus dos gruesas cobijas, pero lo había logrado, estaba acostada justo detrás de él y, aunque no quería molestarlo, mi intención sí era que se despertara, por lo que le pasé mi brazo por encima y le abracé con fuerza pegando todo mi cuerpo a su espalda, hasta que abrió los ojos.

-¿Pero, qué haces aquí?

-Tengo mucho frío, necesito que me ayudes.

-¿Ayudarte, cómo?

-¿Recuerdas el cohete?

Un silencio profundo inundó el cuarto, seguro está pensando, intentando recordar, pensé, pero después de unos segundos más, reaccionó volteandose, quedando de frente a mí, justo mi cara frente a la suya debajo de las cobijas y aunque estaba oscuro podía sentir su mirada profunda. Después del silencio abrió su boca y de allí salió un ‘’¿Quieres jugar al cohete de nuevo?’’

-Sí, lo necesito.

-¿Por qué?

-Me estoy congelando, pa. En serio lo necesito.

-Hace años que no lo hacemos, ya lo había olvidado.

-Ya sé, pero es culpa del frío, me hizo recordar cuando era niña y tú me ayudabas a dormir.

-Mmm… creo que ya no recuerdo como era.

-Cómo no te vas a acordar, era así.

Me volteé quedando de espaldas a él, luego tomé sus brazos y lo empujé hacia mí. Pude sentir su cuerpo rodeando el mío por primera vez desde hace mucho tiempo. Mi padre siempre fue un hombre corpulento y peludo, sobre su pecho reposaba una espesa capa de vellos que simulaban un colchón, me gustaba recostar la cabeza sobre su pecho cuando era más pequeña, siento que en parte me reconfortaba.

En ese momento podía sentir su torso desnudo, supe que no llevaba camiseta, probablemente estaba solo en sus boxers, como acostumbraba a dormir siempre que lo hacía solo. Pensaba que yo no lo notaba pero algunas noches lo veía cruzar por el pasillo en busca de agua a la cocina, salía en boxers y cuando veía que yo estaba despierta corría a su cuarto para disimularlo, pero era inevitable verlo así, con su cuerpo peludo y el bulto que se formaba en su ropa interior.

Acostada en esa cama no podía sentir más que su pecho, se notaba que no había pegado todo su cuerpo al mío, como si algo lo detuviera. De todas formas nada más necesitaba sus brazos para moverme justo como lo hacía en aquellos tiempos.

-¿Qué estás esperando?

-¿De verdad quieres?

-¡Empieza ya!

Entonces me abrazó con todas sus fuerzas, pude sentir el apretón de esos brazos gruesos y velludos sobre mi cuerpo, apenas rodeaba mis brazos uniendo sus manos frente mi pecho, haciéndome presión solo en los costados. De repente una fuerza tímida intentó moverme sin ningún éxito, apenas me hizo tambalear un poco.

-Se nota que has crecido bastante…

-¿Eso? o más bien ya estás viejo… jajajaja.

-¿Viejo? Si apenas estoy en la flor de mi juventud.

-Jajajaja, entonces demuéstralo.

Sin soltarme hizo de nuevo fuerza con sus brazos pero ahora para jalarme hacía atrás y ponerme de lleno con su cuerpo. Estaba totalmente pegado a mí por la espalda, era como antes, cuando en la posición de cuchara me estremecía con el divertido juego.

-Ahora sí, necesitaba estar bien agarrado, prepárate…

Antes de que pudiera responder una sílaba sentí de nuevo la fuerza de sus brazos apretando mi cuerpo junto con su torso desnudo y sus piernas junto a las mías, luego un remezón que logró hacerme temblar de un lado a otro y de arriba abajo, junto con sus palabras de juego, tal y como antes pasaba…

-Va a despegar el cohete, alístate o te vas a caer.

Se apoderó de mí un ataque de risa que junto a sus palabras y carcajadas recreaba la escena que tanto añoraba revivir, ya no era una niña pero seguía disfrutando ese juego, sus brazos todavía fuertes, el roce de sus vellos en mi cuello y sus piernas gruesas intentando contener la fuerza de las mías. Yo, naturalmente intentaba zafarme de él sin ningún éxito, a pesar de ser más grande seguía sin poder hacerle frente a su vigor.

No estoy segura de cuánto tiempo pasó, pero llevaba un rato de sacudidas cuando noté que algo inesperado pasaba. A ratos intentaba desprenderse de mí, sobre todo en la parte de su cadera, pensé que se trataba de buscar una mejor postura para continuar sacudiendo mi cuerpo hasta que descubrí la verdadera razón.

En uno de los tantos roces que daban nuestros cuerpos pude sentir sobre una de mis nalgas algo sumamente inusual, era como si su pierna hubiese desarrollado otro músculo, mucho más sólido y protuberante que a veces me rozaba.

Inmediatamente quedé paralizada, era imposible que sucediera tal cosa, tal vez mi mente retorcida a ratos me jugaba malas pasadas y me hacía imaginar cosas que no estaban allí. Sin embargo no pasó demasiado para darme cuenta que ahora sus manos no estaban juntas sobre mi pecho, sino sobre mis senos, moviéndolos sin control alguno, ya que no tenía brasier, y logrando apretarlos de vez en cuando.

¿Estaría mi padre tocando mis senos a propósito y poniendo su pene erecto sobre mis nalgas en medio del juego?

Lo cierto era que no podía detener nada de lo que pasaba porque mi padre parecía hipnotizado, no podía saber si realmente estaba ocurriendo lo que mi mente me decía o solo se trataba de otra consecuencia de aquel juego. Sabía que en un punto iba a ser inevitable que nuestros cuerpos se tocaran por los movimientos tan bruscos, pero jamás pensé que esto fuera a traer alguna consecuencia. Pero mi padre no se detenía y cada vez era más difícil no sentir que se alejaba para que yo no sintiera su erección, pero a la vez me apretaba y sobaba los senos con sus manos.

-Para un momento.

Mis palabras fueron en vano pues ese hombre no quería detenerse y tomaba mi advertencia como un juego en el que debía ser más insistente.

-De verdad, paremos un momento, pa.

-¿Tan rápido te rindes?

Y continuó sacudiéndome, ahora con más fuerza pero yo a este punto ya estaba muy incómoda con la situación entonces no tuve otra forma de librarme que usando la fuerza de mi cadera y mis piernas.

Tiré todo mi torso hacia adelante y mi culo hacia atrás, así logré liberarme de sus brazos, a costo de descubrir ahora sin ninguna duda, cuando puse todas mis nalgas sobre su entrepierna para tirarlo hacía atrás, que mi papá estaba teniendo una gran erección.

Su pene quedó por unos instantes en la mitad de mi culo, se apoyó en medio de mis nalgas y se ajustó perfecto al tamaño que había entre ellas. Era como si lo hubiera encajado para hacerme sentir todo su largo y grosor, por supuesto abarcaba casi todo mi culo, también pude sentir la punta justo donde empieza la espalda.  Estando pegados meneé un par de veces la cadera para hacerlo retroceder más pero en ello el pene erecto de mi padre resultó restregándose de lleno contra mis nalgas. Era imposible que no lo hubiera notado y él estaba al tanto de eso, por ello cuando logré alejarlo, inmediatamente se volteó de espaldas a mí.

Mi padre enmudeció, yo también. Ambos sabíamos lo que acababa de ocurrir justo en esa cama, tal vez no parezca mucho, pero sentir que tu padre te restregaba su pene erecto por todo tu culo es mucho, demasiado, créanme. Supuse que estaría apenado, no sabría cómo mirarme a los ojos después de eso y no era para menos, me sentía confundida, enojada, usada, entre muchos otros adjetivos que prefiero ahorrarme.

Él continuaba en posición fetal, dándome la espalda, con sus manos alrededor de su pene, como si a pesar de estar cubriéndose de mí, también intentara detenerlo con sus manos. Yo me senté en la cama y me quedé esperando a que hiciera algo, pero nada ocurría, pasaron algunos minutos y él apenas se movía, entonces decidí tomar acciones.

-¿Qué fue eso?

-¿A qué te refieres?

-No te hagas, yo sé que tú sabes…

-No fue nada hija, ve a dormir.

-Cómo que nada… algo había ahí.

-Déjame solo…

-¿Sentí lo que creo que es?

-Déjame…

-¡Dime!

De un fuerte jalón tomé el brazo de papá y lo volteé de nuevo hacia mí, el pobre se dejó guiar como un muñeco sin vida y cayó de frente. Tenía las manos cubriéndose la entrepierna, hacía un gran esfuerzo para que yo no notara el pedazo de carne que intentaba escaparse. De todas formas por encima de sus manos alcanzaba a adivinar su forma…

Por unos instantes, cuando lo tuve de frente, me quedé hipnotizada viendo la ingle de papá, algo que nunca me había ocurrido. No sé si se trataba del afán por asegurar que acababa de tener una erección con mi culo o solamente morbo por ver el pene erecto de mi padre, pero algo me detuvo, como si hubiesen pausado una película y me dejaran el tiempo de detallar todo con más calma. Entre sus manos se notaba el tronco de carne que estaba por estallar.

-¿Tienes una erección?

Continuará...

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-La tía Tati.