El coctel
Un coctel sirve de escenario para un excitante encuentro de mi esposa, que termino presenciando en vivo. Conozca los detalles...
el coctel
Un saludo a los amigos de esta página en todo el mundo. Voy a relatarles una experiencia que acabo de vivir con mi esposa, que espero les guste y los anime a remitirme sus comentarios. Mi esposa se llama Clara y es una trigueña de 1.60 de estatura, ojos grises y hermosos, sonrisa agradable, un cuerpo bien proporcionado, con un culo parado y redondito, aunque no muy grande. Hace pocos meses cumplió 36 años y llevamos 11 años de casados. Trabaja en ventas en una importante compañía multinacional y es muy apreciada por sus vecinas, ya que le encanta participar en todos los eventos sociales a los cuales es invitada y organizar actividades recreativas para los amigos del sector en el cual vivimos.
Pero entremos en la historia. Resulta que una de las empresas que tiene su sede en el barrio donde vivimos, decidió organizar un coctel para inaugurar sus nuevas instalaciones, las cuales fueron ampliadas y completamente remodeladas. A ese coctel decidieron invitar a algunos de los vecinos del barrio, dentro de los cuales estábamos incluidos nosotros. Inicialmente le dije a mi esposa que me parecía agradable asistir a dicho evento, pero cuando llegó la fecha, la noche del coctel, me encontraba muy cansado y sin ganas de salir de la casa. Así se lo manifesté a mi esposa, quien se puso furiosa conmigo, diciéndome que era un maleducado, insociable y desatento con los dueños de la empresa, me dijo que ella en cambio sí iría y después de una tremenda discusión comenzó a alistarse para salir. Yo la observaba bastante enojado, ya que escogió lo más seductor de su vestuario, seguramente con el ánimo de darme celos y además, de no pasar desapercibida en el coctel. Escogió un elegante pantalón, muy apretado, lo que hacía ver bastante provocativo su hermoso trasero y además marcaba con claridad su concha, una blusa escotada que resaltaba sus bonitos senos y una minúscula combinación de ropa interior. Sus bragas eran una mini tanga, de las que llaman "hilo dental", que dejaba muy poco a la imaginación, al punto que por los lados se desbordaban varios mechones su vello púbico y por detrás se incrustaba completamente en la hendidura de su trasero. Debo admitir que quedó preciosa, por lo cual para "picarla" un poco más le lancé un piropo y le dije que no se fuera a demorar mucho y que no coqueteara con nadie, que tarde que temprano yo me enteraría si lo hacía. Ella me miró con algo de coquetería y me dijo: ya veremos, puede ser!
Como a la hora de haber salido, me entró un remordimiento por haberla dejado ir sola y también, debo confesarlo, algo de celos por su último comentario, ya que no dejaba de pensar en que seguramente esa noche no le faltarían admiradores. Decidí vestirme y salí para el lugar donde se estaba realizando el coctel. Cuando iba llegando al sitio noté que había muchos invitados, ya que había una gran cantidad de vehículos parqueados en los alrededores del lugar. Al entrar observé que se habían formado varios grupos de invitados, los cuales charlaban en forma muy amena. Entonces quise pasar desapercibido, para darle una sorpresa a mi esposa. Comencé a buscarla con la mirada y pronto la descubrí conversando muy divertida con uno de los dueños de la empresa, un señor de unos 50 años, alto, elegante y muy atractivo, de pelo canoso, que le daba un aire de distinción, y un cuerpo bien proporcionado, seguramente como resultado de una buena dosis de ejercicio. Para no interrumpir decidí esperar a que hicieran una pausa en la conversación, y entonces, sin llamar mucho la atención, recibí un trago de whisky, me acerqué a un grupo de invitados y me dediqué a observar desde una distancia prudencial el comportamiento de mi esposa.
Noté que ella estaba muy animada y conversaba casi al oído del señor, reía constantemente y a medida que iba consumiendo el licor que era distribuido en forma más que generosa por los meseros, se pegaba más a nuestro anfitrión, lo tomaba de las manos y le coqueteaba abiertamente. Obviamente el señor estaba encantado y lejos de querer terminar la conversación, también comenzó a responder galantemente a los coqueteos de mi esposa. En esas llevaban como una hora, durante la cual yo cambié de sitio varias veces para no llamar mucho la atención pero siempre sin perder de vista a mi esposa, cuando los invitados comenzaron a salir en pequeños grupos a hacer un recorrido por las instalaciones de la empresa. Cuando todos habían dado el paseo de rigor, noté que el señor se acercó al oído de mi esposa y le dijo algo que le debió gustar mucho, ya que sonrió con mucha coquetería y le respondió algo que por la distancia no alcancé a escuchar, pero en todo caso noté que se separaron y el señor cogió hacia el lado de las oficinas de la gerencia. Mi esposa dejó pasar como un minuto, seguramente para no llamar mucho la atención y luego se dirigió en la misma dirección de nuestro anfitrión. Dejé que pasaran algunos minutos y entonces me arriesgué a seguirlos con mucho sigilo, pensando que en el peor de los casos si me encontraba con alguien podía decirle que estaba buscando los baños. Alcancé a escuchar que el señor le decía a mi esposa que le estaba haciendo un tour privado y "muy especial" por las dependencias de la empresa. Los seguí a prudente distancia hasta que llegaron al despacho del gerente de la empresa. Escuché que él le dijo: " Y este es mi hogar, mi refugio desde que murió mi esposa hace dos años".
En ese momento quedaron en silencio y yo me asomé por el pasillo quedando a mi vista la elegante oficina del dueño de la empresa. Pero lo que más llamó mi atención, fue observarlos besándose y acariciándose mutuamente. Yo me ubiqué agachado a la sombra de un sofá que había en la recepción de la amplia oficina, con lo cual quedé en una posición privilegiada, ya que debido a que la puerta de la oficina estaba abierta, podía observarlos y escucharlos perfectamente sin que ellos me vieran. Claro, el anfitrión y mi esposa estaban completamente desinhibidos por el trago y además mi esposa estaba muy confiada, ya que se imaginaba que yo estaba en la casa y de ninguna manera sospechaba que precisamente en ese momento la estaba espiando. Aunque hubiera podido hacer un ruido o algo para detenerlos, me entró una curiosidad morbosa, por lo cual decidí quedarme en el más absoluto silencio y aprovechar mi estratégica posición para observar el espectáculo, que yo pensaba no pasaría de unos besos y unos rápidos toqueteos, debido a que el anfitrión no podía desaparecer mucho tiempo del coctel. Pronto descubriría lo equivocado que estaba!
En efecto, muy sorprendido al ver que era ella quien tomaba la iniciativa, escuché que mi esposa le decía que se apuraran, que deseaba hacer el amor, que estaba muy excitada. El respiraba con dificultad, bastante excitado también, lo cual deduzco por el tremendo bulto que se notaba en su pantalón. En un momento se separó de ella y le dijo: querida, ya te voy a complacer!!! Pero primero, déjame conocer tu concha, que desde que te conocí y te vi con esos hermosos pantalones estoy que me muero de las ganas de vértela! Ella le respondió: hazlo, pero apúrate que estoy a punto de venirme y ya no aguanto maaas, quiero sentirte dentro de mí!!!
El se separó un poco y comenzó a desabrocharle el apretado pantalón, pero sin dejar de acariciarle el trasero y las tetas, lo que la ponía cada vez más excitada. Ante las súplicas de ella para que se apurara, terminó de bajarle el pantalón por completo y luego la alzó fácilmente y la sentó en el amplio escritorio, corriendo los pocos papeles que había sobre el mismo. Entonces comenzó a acariciarle las piernas y a besarlas desde la punta de los pies, así iba subiendo poco a poco, mientras mi esposa se recostaba en el escritorio, gemía y abría las piernas al máximo para facilitarle la labor. Pronto llegó hasta el "hilo dental" que como ya les conté, tenía puesto mi esposa. Entonces pude ver la cara de sorpresa y excitación que puso él al descubrir la peluda gruta de mi esposa. Con manos temblorosas le quitó la pequeñísima prenda y alcancé a escuchar que exclamó: qué belleza!!! Peludita como me gustan, y muy jugosa!!!
A continuación se agachó y comenzó a hacerle una ruidosa mamada. Era tal la intensidad y lo húmeda que debía estar mi esposa, que perfectamente podía escuchar los ruidos que hacía él con su boca. Al cabo de unos minutos de intensas caricias mi esposa lanzó un gemido bastante fuerte y cerró las piernas alrededor de la cabeza de él, posición en que lo mantuvo por algunos instantes, mientras disfrutaba su tremendo orgasmo.
Sin dejar pasar mucho tiempo, mi esposa le dijo: ven, es tu turno!!! Entonces se bajó del escritorio y le pidió a él que se colocara en su lugar. Con mucha coquetería ella comenzó a desnudarlo, le quitó la camisa y al tiempo que lo besaba con pasión, sus manos bajaban con desesperación en busca de su miembro. Con manos temblorosas le desabrochó el cinturón y le bajó los pantalones, dejando al descubierto un pene que desde mi posición observé no era muy largo, debía tener unos 15 centímetros, pero era de un notable grosor: cuando pude verlo en su plenitud concluí que era monstruoso!!!! Absolutamente anormal!!!! Parecía un pequeño brazo y además estaba parado y completamente brillante de los jugos que escurrían de su enorme cabezón!!! También alcancé a observar desde mi posición los testículos y les puedo asegurar que en mi vida no había visto unas pelotas tan grandes!!!
Ella comenzó a acariciarle las piernas y a subir besándoselas hasta que llegó al tronco de carne, lo agarró con una mano, que no alcanzaba a abarcarlo completamente, y empezó a darle un suave masaje, al tiempo que con la otra mano le exprimía los inmensos cojones. Luego de un largo minuto abrió su boca al máximo y logró introducirse la mitad del cabezón de la gruesa verga y comenzó a chuparlo, empapándolo por completo de saliva.
Mientras mi esposa le mamaba el cabezón, él comenzó a acariciarle los senos y estirándose logró alcanzarle la concha, que en ese momento yo podía observar literalmente goteando líquidos, con los labios completamente inflamados y el clítoris en el máximo de su erección. El comenzó a hacerle un masaje y a meterle dos dedos, que salían totalmente empapados de líquidos. De pronto él comenzó a gemir más fuerte y me imaginé que iba a venirse en la boca de mi esposa, pero logró contenerse y la hizo parar la mamada. La fue levantando poco a poco y mi esposa con los ojos nublados por la pasión lo miraba y gemía diciendo que no aguantaba las ganas, que necesitaba tenerlo adentro de inmediato.
Rápidamente mi esposa se subió al escritorio, colocándose encima de él, regalándome una vista privilegiada de lo que iba a ocurrir. Abrió sus piernas al máximo, puso el pene a la entrada de su peluda y empapada raja y lentamente, arrodillándose con suavidad, hizo el primer intento de introducirse el inmenso cabezón, sintiendo cómo dilataba al máximo la entrada de su vagina. Era increíble, pero por más que ella hacía fuerza, la gruesa verga no entraba y mi esposa emitía alaridos de dolor. Debido a la lentitud de los movimientos de mi esposa, yo lograba ver cómo le entraba solo la puntita, pero seguramente por el dolor, mi esposa pegaba un grito y reculaba. Entonces ella se bajó y volvió a chupársela con mucha fuerza, dejándole cubierto el cabezón de una espesa capa de saliva, luego de lo cual se subió nuevamente y comenzó a hacer otro intento. Esta vez si, seguramente ayudada por la resbalosa y pegajosa capa de saliva, logró meterse la punta del grueso miembro, luego de lo cual los dos lanzaron un gemido intenso.
Ella se quedó quieta y después de un momento, flexionando las caderas con suavidad, empezó a meter un poco más de la tremenda verga dentro de su ansiosa gruta. Poco a poco ella comenzó a aumentar el ritmo de su cabalgata, ayudada seguramente por los abundantes líquidos que habían formado una resbalosa capa en el grueso tronco. Yo observaba cómo el cabezón casi salía por completo de su interior y casi al momento volvía a introducirse hasta el fondo. Ella se paró de pronto y se dieron la vuelta, colocándose debajo de él. Inmediatamente ella le abrazó la cintura con las piernas y él se clavó con fuerza contra su sexo, metiéndosela de nuevo y haciéndola gemir intensamente. Las fuertes embestidas de él no tardaron en darle un nuevo orgasmo a mi esposa, y ella comenzó a pedirle que se viniera ya, que la ahogara de semen. Al oír sus palabras él gritó que se iba a venir, que se preparara. Le clavó una estocada final hasta el fondo de su vagina y en ese momento yo pude ver cómo se comprimían los inmensos huevos de él contra el culo de mi esposa y cómo se hinchaba su grueso aparato de la base a la cabeza, al arrojar el primer chorro, el cual inundó completamente la vagina de mi esposa. Era tan copiosa la venida que aún estando clavado en la vagina, el semen empezó a salir a borbotones por sus bordes y comenzó a mojarle a mi esposa los muslos, la ingle y el culo escurriendo hasta el escritorio que les servía de cama. Luego del intenso orgasmo se quedaron abrazados unos minutos y unidos, hasta que la verga de él se desinfló por completo y sus gigantescas bolas volvieron a colgarle completamente flácidas.
Acababa de presenciar un espectáculo único. Antes de irme para la casa, alcancé a ver que mi esposa tomó el pequeñísimo "hilo dental" y comenzó a "limpiar" con él todos los rastros de semen que le escurrían por las piernas. Excitado salí de la empresa sin despedirme y me fui a esperar a mi esposa. Como a la media hora llegó, bastante alegre por cierto, al punto que había olvidado la discusión que tuvimos. Claro, estaba bastante tomada, lo cual aproveché para intentar hacerle el amor, ya que me moría de la calentura. Desde luego, ella debía tener tan adolorida la concha que solo aceptó que la besara y le acariciara las tetas. Para complacerme y seguramente por sus remordimientos me pegó una mamada fenomenal, como nunca lo había hecho y se tragó todo lo que pudo de mi abundante venida, lo que calmó en parte la tremenda excitación que tenía por todo lo que había visto. Sin embargo, por curiosidad y aprovechando su excitación y en cierta forma, el descuido y desinhibición que tenía ella por la gran cantidad de licor que había consumido, cuando estábamos en lo mejor de la mamada que me hizo, logré voltearla y bajarle el "hilo dental", que todavía estaba completamente empapado de semen de la venida que recibió en el coctel (claro que ella me dijo que era yo, quien la tenía muy excitada).
Yo me reía para mis adentros escuchándola y observando la tremenda hinchazón que tenía en la entrada de la raja, la cual incluso estaba un poco rasgada, con una pequeña herida en el borde inferior y todavía dilatada por el grueso miembro que había alojado en su interior! Les confieso que por la excitación que me produjo lo que observé y por la forma como se desarrollaron los hechos, no me quedó otra salida que aceptar resignado mis nuevos cuernos, sin reprocharle nada a mi esposa. Eso sí, procuraré acompañarla en el futuro a todos sus "eventos sociales".