El cocktail
Llevaba menos de 4 semanas trabajando en mi nueva empresa, tenía algo más de 23 años y siempre me habría gustado el mundo de la electrónica, aunque para ser sinceros, nunca me había imaginado que iba a acabar de comercial en una empresa de venta al por mayor.
Llevaba menos de 4 semanas trabajando en mi nueva empresa, tenía algo más de 23 años y siempre me habría gustado el mundo de la electrónica, aunque para ser sinceros, nunca me había imaginado que iba a acabar de comercial en una empresa de venta al por mayor.
Mi trabajo era más bien monótono, todas las mañanas llegaba al trabajo, recogía el listado con las visitas para ese día, me tropezaba unos segundos con mis compañeros de trabajo y cada uno cogía su coche para empezar a visitar a los clientes.
El resultado es que todos nos conocíamos como compañeros de trabajo pero no había posibilidad de conocer la faceta personal de cada uno... hasta el cocktail anual con el que la jefatura celebraba el aniversario de la fundación de la empresa. Éste acontecimiento era y es el único momento en que coinciden los empleados de la empresa durante más de 10 minutos.
Mi primer día de trabajo tuve una visión, tropecé nada más llegar con una pelirroja con pecas a la que inocentemente pregunte donde estaba el lavabo de caballeros y me dijo que al fondo del pasillo, no la entendí bien y puse cara de incomprensión a la que contestó picaronamente: “¿No esperarás que te acompañe?” y señalo la puerta del lavabo. Esa conversación acarreó todo lo que acontecería en el primer cocktail de la empresa al que yo acudí.
En el cocktail no conocía prácticamente a nadie, de hecho sólo a la secretaria, única persona fija en la oficina y con la que todos hablábamos aunque sólo fuera por teléfono. Era un chica de la que podríamos calificar de mona. Pelo rubio liso y largo, ojos claros aunque no azules, un cuerpo más que aceptable y esa manera de vestir propia de las secretarias, discreta y exuberante a la vez, claro que para vestir así hay que tener una serie de atributos importantes y los de Marisa eran de talla 110.
Me encontraba con Marisa hablando del trabajo de la semana anterior y conociendo nombres de los compañeros de empresa cuando se acercó la pelirroja. No la recordaba así, desde luego, de comercial iba muy elegante y con trajes de vestir bastante clásicos. Ese día, lo recuerdo perfectamente, llevaba una falda de tubo y una blusa blanca con más botones desabrochados de lo debido. El pelo le caía sobre los hombros y a la luz de los alógenos sus pecas brillaban extrañamente.
Marisa hizo un amago de presentarme a Marta, pero ella se adelantó y dijo “Ya nos conocemos, este es el chico que quería que le acompañara al lavabo de caballeros”. Me subieron todos los colores, pero fue una buena manera de romper el hielo. Comenzamos a charlar los tres mientras bebíamos un cocktail tras otro y pasaba el tiempo. Así estuvimos durante casi dos horas.
Marisa se disculpó y se fue a hablar con otro grupito y nos dejó solos. En ese momento Marta dijo que tenía que ir al baño y me guiñó un ojo cómplice antes de irse, pero volvió en unos minutos diciendo que el de esa planta estaba estropeado y que tendría que subir a la planta de arriba. Cogió las llaves y con la excusa de no volver a abrir más tarde subí tras ella.
Llegamos arriba, abrió la puerta y recorrimos lentamente, sin hablar el largo pasillo, al llegar a la puerta, me preguntó “¿No sabrás dónde está el baño de las mujeres?”. “¿No esperarás que te acompañe?...” no me dejó acabar, me agarró por la camisa, me estampó un pasional beso en la boca y me empujó dentro.
Como cabía esperar no había nadie. Cerró la puerta y comenzó a dar vueltas mientras yo la miraba atónito y encantado. Se puso a mis espaldas y restregó sus pechos contra mi espalda. “Sobra mucha ropa entre estos cuerpos” y comenzó a soltar botones de mi camisa. Intenté darme la vuelta para hacer lo mismo, pero no me dejó: “Quieto chiquitín, déjame a mi primero”. Me quitó la camisa y pude notar sus manos recorrer mi pecho mientras en mi espalda su camisa dejaba trasparentar el tacto de sus duros pezones.
Bajo sus manos a mi entrepierna y comenzó a soltarme el cinturón: “Vaya, vaya, parece que aquí hay algo muy duro y caliente”. Era cierto, tenía una erección impresionante y más subió cuando metió una de sus manos en mis calzones y acarició mi pene suavemente. Siguió quitándome la ropa, me dejó completamente desnudo y, de rodillas delante de mí, comenzó a mordisquear mis testículos para posteriormente meter mi hinchado falo en su boca y masturbarme con ella. Estaba a punto de explotar.
Se levantó, me empujó contra la pared y me hizo un streeptease evitando varias veces que me acercara a ella (otra vez dijo aquello de déjame pequeño…). Primero se soltó uno a uno los botones de la blusa y la dejó caer, bajo la blusa un sujetador color morado, que apenas cubría sus pechos, dejaban entrever los erectos pezones que había sentido contra mi espalda. Después se puso de lado, soltó la cremallera de su falda de tubo y la dejó resbalar por sus caderas mientras me miraba sensualmente. Cuando se giró y se acercó a mi, pude ver un pequeño tanga también morado que cubría su seguro depilada entrepierna, cuando estaba suficientemente cerca cogió mi mano, la puso sobre el tanga y me susurró al oído: “Está caliente y húmedo, creo que tendremos que darle solución”
Todavía estaba degustando la frase cuando se alejó de nuevo, y dándome la espalda se bajó el tanga, se agachó exageradamente, mostrándome un culo peligrosamente excitante y un cochito completamente brillante que parecía decirme: FOLLAJE.
Durante un par de segundos mantuvo esa postura y me dio tiempo a acercarme, la empujé suavemente y colocó sus dos manos sobre el lavabo, podía verla en el espejo, sus pechos comenzaron a bambolearse mientras comenzaba a penetrarla. Su mirada, seguro, fue lo más excitante, esos ojos, todavía puedo imaginarlos, acompañados por unos labios color rojo pasión, su pelo también rojizo, sus pecas… miré más abajo y volví a ver sus pechos moverse adelante y atrás con cada una de mis embestidas.
Me agaché sobre ella y agarré ambos pechos con las manos mientras la penetraba cada vez más y mas fuertes. Vi sus ojos cerrados en el espejo y como mordía suavemente la parte inferior de sus labios, ladeo la cabeza y comencé a jugar con mi lengua en su oreja mientras seguía penetrándola… en ese momento emitió un gemido bestial, se había corrido y cómo lo noté.
De repente se quedó quieta y pude notar sus flujos sobre mi pene, instintivamente me paré también, pero fue sólo un segundo; me empujó hacia atrás, me llevó hacia una banqueta que había en el baño y en ese momento se montó encima mío, estaba completamente indefenso, ella marcaba todo el ritmo mientras yo observaba ese maravilloso cuerpo, esos pechos bambolearse ante mis ojos y el enorme placer de mi pene entrando y saliendo de ella a una velocidad endiablada.
Otro parón, muy oportuno, porque estaba a punto de reventar, se puso de pie a mi lado y me besó apasionadamente mientras me masturbaba con su mano, en unos segundos consiguió que me corriera, observó salir las últimas gotas de semen de mi pene y después de un ligero beso en mi boca se dedicó a limpiarlo con su lengua. Se acercó a mi oído y me susurró: “Como podrás ver soy muy golosa…” Acto seguido se agacho, se puso de rodillas entre mis piernas y fue recogiendo con su lengua todo el semen que se había derramado sobre mi cuerpo. Efectivamente era una golosona.
Nos vestimos y volvimos a la fiesta. El jefe estaba dando el discursito de todos los años: …sirva este tipo de celebraciones para mejorar el compañerismo entre todos y conocernos un poco mejor…
Dos pares de ojos se dedicaron en ese momento una pícara mirada de asentimiento.