El club XXVI

Cristina recibe su merecido, y más.

Roberto, la "tuneladora del Paraná", tenía a Cristina atada a una silla, con los brazos atados a las patas que dan al respaldo y los tobillos a la parte baja de las patas delanteras, en una posición en que su ojete quedaba completamente a la merced del brasileño. La silla, además, estaba a pocos centímetros de la pared, inclinada, con lo que, con cada embestida anal, la pobre Cristina se iba golpeando de manera rítmica y continua la cabeza contra la pared. No eran golpes que hicieran peligrar su salud de manera individual, pero era un martilleo continuo. Nada de aquello me hubiese escandalizado, ni tan siquiera sorprendido, de no ser porque quien montaba a la zorra de Cris no era Roberto, sino aquel enorme dogo que en su día se trajinara a mi pobre Chus.

Cuando entré y me topé con la escena, traté de disimular mi repulsa. Roberto, sin darle demasiada importancia a toda aquella parafernalia, me preguntó sin rodeos si venía por la "tricéfala". La trícefala, por motivos evidentes, era la guarra de la Leyre, esa vasca tetona que me enloquecería con su cubana pocos minutos después. Le dije que sí, que venía a gozarme las tetas de su golfa, y, no sé bien por qué, me animé a hacer lo último que querría haber hecho, preguntarle por el castigo de Cristina.

-Lo lleva bien -me aseguró, con voz tranquila-, lo del perro creo que hasta le gusta. El chucho la tiene grande, y a esta zorra le encantan los pollones. ¿A que sí? -le preguntó.

-Zzziii. -Respondió ella, en mitad de las embestidas de aquel chucho colosal, con un ceceo extraño que no podía pasarme inadvertido.

-¿Y eso?, pregunté de nuevo, iluso de mí: -¿De tanto rebotar con la pared se está quedando tonta? -me mofé, tratando de aparentar indiferencia por aquel espectáculo.

-¡Oh, no!, Tonta ni ha sido ni será nunca; es de las pocas rubias que conozco que van sobradas inteligencia. Si te refieres a su nueva forma de hablar, es a causa de los dientes.

-¿Los... dientes?

-Sí, ya sabes que la zorra tenía una hermosa sonrisa de anuncio. Pues bien, para bajarle los humos, lo primero que hay que hacer es minarles un poco su autoestima -se rió de nuevo, a la par que me palmeaba la espalda y a mí me corría por ella un nada sutil escalofrío-. El dentista ha hecho un buen trabajo -continuó-, y eso que al principio se negaba. Decía que los estatutos y blablabla. Pero lo consulté y, teniendo en cuenta sus antecedentes y el daño que ha causado, a mí entre otros, puedo disponer de ella casi como se me antoje. Me han advertido, eso sí, que no se me vaya de las manos. Ya sabes, por lo de Lupe con el trastornado aquel.

-Pero quieres decir que...

-Sí, que le han arrancado todas y cada una de sus hermosas piezas dentales. Ya ves, tantas sesiones de blanqueamiento dental para acabar así -se burló con una maldad mezquina-. Pero puedes estar tranquilo -debía haber visto el pánico en mi rostro-, se los extrajeron con anestesia. Los comisionados decían que otra cosa podría ser considerado como tortura. Así que ahora, la zorrita de Cris, come con dentadura postiza, ¿verdad, putita?

-Zzzzii. -Dijo de nuevo, soportando como podía las embestidas de aquel perro que parecía no acabar de correrse jamás.

-Además, me he encargado un collar con ellos. Así todos empezaréis a respetarme como merezco. -Lo dijo entre risas, pero yo no tenía claro que estuviese bromeando.

He de reconocer que en esos instantes me sentía en pánico. Roberto, ahora ya lo tenía completamente claro, era un maldito psicópata y tenerlo de enemigo como yo lo había tenido era un riesgo que jamás debería volver a asumir. En cuanto a Cris... seguramente sea un sentimental o un blando, pero incluso pensando en lo que le ocurrió a Fidel, me pareció que los castigos a que Roberto la estaba sometiendo rebasaban todos los límites. Mientras yo meditaba sobre este tipo de cuestiones, y Roberto iba a por la tricéfala, escuché un gruñido a mi espalda. Era el dogo, que acababa de correrse y, con dificultad, desmotaba a Cristina, a la cual se había quedado prácticamente pegado. Una náusea y no un escalofrío me invadió esta vez. Al fondo del corredor veía llegar ya de nuevo a Roberto con la tetona, cuando, otra vez a mi espalda, una voz atragantada y opaca me hizo volverme. Por supuesto, era Cristina; suplicando.

-Pod favoz, Uan, de lo zublico, ebez haced adgo. Va a quemadme! Va a quemadme ed coño!!

Coño, casualmente, era la única palabra que había logrado pronunciar con cierta claridad. No pude contestarle, más por terror que porque la vasca y el brasileño estuviesen ya a mi altura. Leyre, al verme de cerca, me guiñó un ojo y bromeó conmigo: "Caray, es la primera vez que te veo con la polla flácida", dijo, aunque, creo, al instante se arrepintió, pues vio a Cris al fondo de la sala, en aquella silla con el semen de can resbalando por su chumino, y debió entender el motivo de mi escasa y poco frecuente motivación sexual. Roberto, a quien no se le pasaba ni una, se burló de mí y me llamó "blandengue", al tiempo que me entregaba a la tetona, que caía en mis brazos en tetas, solo cubierta de cintura para abajo por un pareo.

La tricéfala -me hizo gracia el nombre, lo admito- hubo de emplearse a fondo para reanimar mi polla. Eso sí, una vez que lo logró, del morbo que me daban sus enormes tetazas, no tardé ni cinco minutos en correrme.

-Límpiasela con la boca, y si se ha quedado con ganas hazle una mamada -concedió Roberto, insólitamente generoso, mientras le metía una especie de manguera por el culo a Cris, deduzco que para limpiarla de restos de semen canino antes de montarla él mismo.

Efectivamente, Leyre me la limpió con dedicación, tanta que acabé por empalmarme de nuevo y recibir una de sus espectaculares mamadas. Mientras tanto, Roberto había terminado la maniobra y -no me equivocaba- montaba a Cris como un animal salvaje, destrozándole el ojete. La pobre lloraba de dolor, y el hijo de puta del brasileño, cruel como nunca jamás había conocido a nadie, le decía: "venga, desdentada, di "sobresaliente" y dejo de montarte". La pobre, por más que lo intentaba, lo más que lograba berrear entre sollozos era algo similar a "zodezaliende". Entonces, Roberto la embestía con más fuerza todavía y la animaba a intentarlo de nuevo. Daba lástima ver cómo ella perseveraba, sin opción a rendirse, intentando pronunciar aquella palabra ahora del todo fuera de su alcance.

A su vez, Leyre me la chupaba que daba gusto, pero las frases de fondo de Roberto me cortaban todo el rollo. Le decía a mi antigua hembra cosas como "acostúmbrate a gozar por el culo, que en breve te voy a echar gasufla al chocho" u otras si cabe más crueles como que la iba a desfigurar con ácido, que ya estaba tramitando los permisos con los comisionados del club. En una de esas, Cristina no pudo contenerse y vomitó sobre la moqueta del reservado. Roberto se lo tomó muy bien, de hecho parecía contento. Aquello le dio la oportunidad desatarla de la silla y ponerla con el rostro sobre el charco de vómito, para montarla mientras la muy desgraciada debía de lamerlo todo hasta dejar impoluta la moqueta algo que, evidentemente, no pudo lograr del todo.

Yo no era capaz de disfrutar de la mamada, y sobra decir que veía el terror reflejado en los ojos de Leyre mientras me mamaba una polla por momentos flácida de nuevo. En un momento dado, incluso se atrevió a escribir con su dedo en mi pierna, tres letras que pude interpretar como un "S.O.S". Cuando al fin logré concentrarme y correrme -paso fundamental para poder largarme y dejar de asistir a aquel espectáculo-, también Roberto terminaba de saciarse de Cris. La embistió con una fuerza desmedida instantes antes de correrse, ensartándola por completo y llegando a levantarla un palmo del suelo ¡únicamente con la polla! El brasileño se había erguido y, atravesando a Cristina con su miembro, la había elevado del suelo en una posición dantesca. Al fin se corrió, la desmontó y me llamó junto a él.

-Mira, fíjate -dijo, a la par que con sus manazas separaba las nalgas de Cristina-, ¿ves que pedazo túnel? -se carcajeó-. Ahora le cabrían tres pollas sin que se entere. Venga, anímate -de nuevo puso su mano en mi hombro-, véndeme a la de los tangas. Seguro que estás deseando ver cómo puedo dejarla.

GRACIAS POR LEERME. Comentad qué os parece el destino de Cris y si queréis que la diosa entangada sea tunelada.