El club XXIV
La Meripuerca y Cris las pasan putas.
-Vamos a ver, Meripuerca, date una vuelta para que vea qué nuevo tanga de guarra calientapollas te has comprado esta semana.
La universitaria giró sobre sí misma, se bajó la cremallera de la ajustada falda de tela de secretaria guarrona que llevaba y dejó asomar su espectacular culo, de glúteos enloquecedores, el cual se realzaba por un tanga blanco de buena marca.
-Vaya, vaya. Ha debido costarte una pasta -me mofé-, pero los tangas siempre son una buena inversión, ¿verdad?
-Lo son, oink, porque a mi macho le gusta cómo le hacen el culo a esta, oink, cerda emputecida.
-Menéate un poco, Meripuerca, desfila para mí. Y deja eso del oink por hoy, ya todos sabemos que eres una cerda. -Obedeció- Wow, eso eh. ¡Joder! -me la saqué por la bragueta- eso sí es un culo. Ven y arrodíllate, pedazo de puta.
Mery volvió hasta donde yo estaba y, sin atisbo de duda, pues sabía bien lo que yo quería de ella, se arrodilló y empezó a pajearme suavemente con sus manos con uñas de manicura. Aquella niña bien, toda la vida consentida y mimada en el seno de una familia pudiente de la capital, ahora no era más que una cerda, de lujo eso sí, a la merced de un depravado como yo. Y eso, la entangada diosa no podría olvidarlo jamás porque yo se lo había grabado a fuego, no porque la mala suerte se ensañase con ella o porque la vida la hubiese maltratado. No. Eso, todo lo que le estaba ocurriendo y lo bajo que había caído, era única y exclusivamente responsabilidad suya, por ser una calientapollas de mierda que, sabiéndose en posesión de uno de los mejores culos de la ciudad, llenaba sus redes sociales con fotos en bikinis tanga e iba con ellos de escapada a las islas siempre que podía. Ahora, lo que en su día fue su poder y su modo de dominar a los hombres, haciéndolos besar el suelo por donde caminaba, ahora había resultado ser su perdición. Como en su día había dicho Roberto, si tienes un culo como ese y te pones esos bikinis tanga, tienes que saber aguantar una buena polla.
-Eso es, Mery, ahora empieza a comértela.
-Smuaash, slurppp.
-¿No tienes nada que decir?
-Señor, esta cerda entangada se siente muy honrada de servir para su disfrute.
-Porque, ¿qué eres tú, Mery? Refréscame la memoria.
-Una chupapollas, señor -respondió a la par que me pajeaba suavemente pero hasta el fondo-, una cerda entangada que calentaba pollas por doquier y ahora paga un alto precio por sus pecados.
-Porque estaba mal eso que hacías, ¿verdad, Meripuerca?
-Muy mal, señor -contenía el llanto como podía, sabía que no toleraba sus lágrimas de mamona malcriada-. Me paseaba en tanga con estos glúteos míos con la sola idea de acaparar todas las miradas y no tenía en cuenta que los hombres sufrían a mi paso.
-Eras muy guarrona, Mery...
-Lo era. Me paseaba ante padres de familia que ni en sueños catarían un culo como el mío. Pobres hombres que tendrían que pajearse a mi costa una larga temporada.
-Y ahora pagas por ello.
-Exacto, señor, ahora mi macho y único propietario me ha sometido y enseñado para lo que sirvo realmente.
-Y le estarás agradecida...
-Lo estoy, señor -un relámpago en los ojos la desmentía-. Esta cerda entangada le agradece cada vez que la encula, pues así la hace ser consciente del lugar que ocupa realmente.
Sabía que frases como aquella me enloquecían. Tanto es así que, tras pasarle el rabo por la cara y follarle la boca brevemente, me dispuse a montarla analmente. Follarse el culo de Mery era siempre un placer divino. No en vano la universitaria de los glúteos de oro, diosa entangada y calientapollas de órdago, sabía cómo recibir una polla como la mía. Tal vez la de Roberto, aquella tuneladora desproporcionada, fuese mucho para ella, pero su ojete le sentaba a mi polla como anillo al dedo. Parecía que su orificio me hubiese sido hecho a medida.
Me la follé unos minutos -nunca aguantaba demasiado en su ojete- y cuando iba a correrme, ya con ella arrodillada esperando el lefazo y lo que vendría después, la interrogué con saña en otra de mis aleccionantes retahílas.
-¿Qué vas a hacer ahora, Mery? -dije, mientras me la machacaba frente a su rostro de modelo, a punto de estallar.
-Recibir el esperma de mi macho en mi cara de cerda mamona.
-¿Y eso por qué?
-Porque es para lo que sirvo, para que mi macho se desquite lefándome la cara.
-¿Y por qué tu macho te usa para tales menesteres? -pregunté de nuevo, ahora sí ya casi a punto de lefarla, tocando el punto clave del interrogatorio.
-Porque hoy no está Chus, mi dueña y señora, y mi macho debe conformarse con... -la estaba lefando entera-, con correrse en mi cara de zorra facilona.
-Eso es, Mery, exacto. -Intentaba recobrar resuello mientras ella me limpiaba el miembro-. Eres una zorra facilona, Mery, por eso has acabado así, de rodillas y en tanga, con el culo taladrado y el rostro lleno de semen, sometida a tu macho porque tu dueña y señora, la tetona Chus, no está hoy en el club. No lo olvides.
Mientras soltaba este pequeño discurso, pude ver de reojo cómo Cris se acercaba de vuelta, de la mano del hombre que acababa de probarla. Ahora habría que ver a cuánto ascendía su oferta y si valía o no la pena deshacerse de ella. El hombre estaba muy dotado y ella caminaba con cierta dificultad. Y es que Roberto pocas veces perdona un culo como el de Cris.
GRACIAS POR LEERME, VOY A PERMITIRME HACEROS UNA PEQUEÑA PETICIÓN:
Me gustaría que me dejéis en los comentarios vuestras opiniones sobre Mery y Chus. ¿De cuál de las dos querríais gozar una noche en la vida real si pudieseis? Animaos, puede ser divertido, y decidme por qué. Podéis aprovechar para hablar de otras puercas del club que sean vuestra debilidad, si lo preferís. Yo también me pasaré a comentar y compartir mi respuesta a la misma pregunta.
De nuevo, gracias.