El club XVI - El torneo P1

Primera parte del torneo de puercas más esperado.

Y llegó el gran día. El antiguo Castillo de B., en una localidad de las afueras de la urbe, albergaba la gran cita. El lujo del entorno era únicamente equiparable al morbo de lo que estábamos a punto de vivir allí dentro. Yo, en bóxer, tirantes y pajarita, con la inútil de Lupe de un brazo y la podenca de mi rubia del otro, recorría extasiado los pasillos, camino de la ceremonia inaugural.

Tras una hora y media de presentación, exposición de normativas y discursos interminables a cargo de los siete altos comisionados del club, al fin, llegó el sorteo. Los emparejamientos, siempre a sorteo puro, me trajeron una suerte dispar. En la categoría de paja, Lupe se enfrentaba a Zaira, una de las stars del club con lo que, evidentemente, no tenía posibilidad alguna. De todos modos, no contaba con que esa puerca me diese ninguna alegría. Paula, por su parte, debía medirse a Sandra, una jovencita sin demasiada calidad en estas artes manuales. A priori, avanzaría hasta los treintaidosavos. En mamada, ya por vergüenza torera, no inscribí a Lupe, y Paula, por desgracia, tendría que medirse a otra rubia teñida como ella: la presentadora buenorra. Desde luego, no había tenido suerte. Pero peor me irían las cosas en el sorteo de anal, donde Lupe se enfrentaba a Paula A., que la dejaría en evidencia sin siquiera apartarse el tanga, y donde a mi rubiaza fue a tocarle en suerte otra de las favoritas: Mery. Aquella guarrona, siempre en bikinis tanga, tenía un cuerpazo y era preciosa. Competiría bien en todas las categorías, destacando sin duda en mamada, y me dejaba con pocas opciones al enfrentarse a mi hembra en anal. De hecho, yo mismo me empalmaba a su paso cada vez que la veía menear su entangado ojete por el club. Siendo realistas, solo un milagro podría darle a Paula L. la victoria, o tal vez ni eso. En la categoría de tetas, habida cuenta de que ni Lupe ni la rubia daban los tallajes mínimos, no tenía representación. De cualquier modo, decidí disfrutar del espectáculo. Si quedaban ambas eliminadas a las primeras de cambio, qué se le iba a hacer. Aquello no me privaría de disfrutar del evento.

El primero en disputarse, como estaba previsto, fue el torneo de paja. Zaira se deshizo de Lupe sin dificultades, pelándosela como una jodida furcia tailandesa al juez con la derecha, mientras con la zurda le agarraba firmemente las pelotas. Lupe, después de ella, hizo el ridículo. Se pasó del tiempo límite (15 minutos) sin lograr que el juez se corriese de nuevo. Si no la puse a tomar por el culo el resto de la velada fue porque quería entregarla a su comprador en buen estado; ya solo me faltaba que se me estropease la venta.

Afortunadamente, Paula no me defraudó y se deshizo sin problemas de su oponente. Así, se situó entre las 64 mejores, todavía lejos de entrar en cobro. En la ronda posterior le tocaría en suerte otra rival asequible pero con la que no debía confiarse, una tal Irene. En primera ronda, de las favoritas, únicamente se quedó en el camino Nieves, la guarra de la aseguradora, quien cayó a manos –nunca mejor dicho- de Rocío. El pajote de Rocío no fue de los mejores, pero, claro, el juez se deleitaba con sus tetonas a punto de reventar el top, y seguramente eso acabó por inclinar la balanza a su favor.

En la siguiente ronda, Tania, la mamona de la última subasta, se enfrentó a Zaira, su compañera de dueño, saliendo claramente derrotada. Mery pajeó a buen ritmo a su juez y se deshizo de Paula P. en otro de los enfrentamientos estrella. Mi Paula también pasó ronda, aunque por los pelos. Le tocó pajear primero y supo aprovechar su ventaja para colarse en los dieciseisavos de final. Al llegar a esta ronda se acercaba a los puestos de dinero, pues si avanzaba me reportaría ya 3 mil euritos: algo es algo. Hubo suerte y lo hizo. Su oponente, de un nivel similar en cuanto a físico, aunque con un rostro más tosco y menos morboso, hizo una paja lamentable para lo que en el club estábamos acostumbrados. Los 3 mil eran míos, ya me daban para un capricho y, sobre todo, para seguir soñando con más premios.

Los octavos de final estaban al rojo vivo y dejaron los siguientes emparejamientos: Paula L. Vs. Presentadora, donde la perra de la buenorra de la tele se presentó con un escotazo que le facilitó las cosas, echando por tierra mis esperanzas de ganar más cash con mi rubia; Paula A. Vs. Lara, sí, la incompetente hembra de Hugo, a quien yo había repudiado falto de interés, había dado un par de sorpresas y se había presentado en esta ronda, donde perdió ante uno de los mejores culos del club que, sin dificultades, llevó al éxtasis con sus muñecas al juez de turno; Cristina Vs. Elena, emparejamiento en el que mi obsesión enfermiza pudo, no sin dificultades, con Elena, la madre de Paula A., subastada recientemente; Zaira Vs. Pili, cruce en el que Zaira arrasó nuevamente, caricaturizando las habilidades manuales de la mujer del industrial; Rocío Vs. Esperanza, la tetona de piernas interminables salió victoriosa contra uno de los mejores culos del club y, dicho sea de paso, una de las hembras más guarras y viciosas; Mery Vs. Blanca, duelo de estudiantes muy mamonas que, en este caso a base de pajas, se llevó Mery; Leyre Vs. Vanessa, donde el putón que tenía loco al individuo que me vendió a Lupe casi se lleva el gato al agua frente a la tetona a quien yo había meado; y, por último, la actriz recién subastada contra una de las hembras del “cow-boy”, Dory, siendo esta última quien se impuso.

En cuartos de final se terminó la andadura de la presentadora buenorra, pese a lucir otro de sus elegantes e infartantes escotazos, cayendo a manos de Cris, que se colaba así en las semifinales. Por su parte, el duelo entre Mery y Rocío fue uno de los mejores del torneo, y las manos de manicura de la niñata entangada derrotaron tras un apasionante duelo a la tetona de mi amigo Fidel. Las otras dos semifinalistas fueron Zaira y Paula A., quienes además se enfrentarían en un duelo cargado de polémica, pues pese al pajote increíble de Paula A., nadie entendía por qué el juez había concedido la victoria a Zaira quien, en todo caso, también le había zurrado lo suyo a aquella polla suya. Cris y Mery se enfrentaron en la otra semifinal, y a la zorra de mi amigo Fidel le sirvió de poco su sempiterna sonrisa, pues el pajote de Mery fue insuperable.

La gran final, por tanto, enfrentaría a la viciosa con carácter de Zaira, aquella poderosa hembra que jamás se arrodillaba y a quien su amo se lo permitía, y Mery, la teen universitaria que se paseaba en bikini tanga por el club y por mis fantasías. El duelo sería el domingo, abriéndose con él la tanda de las finales.

Hubo después una pausa, de casi tres horas, para una cena de gala en la cual, en una inmensa mesa rectangular en la que no faltaban los mejores caldos, a todos y cada uno de los participantes en el torneo una de nuestras hembras nos la mamaba a cuatro patas, bajo la mesa, mientras degustábamos exquisitos platos nada frugales. Yo escogí a Paula L. para este menester y Fidel, sentado a mi lado, a Rocío. Les serviría de entrenamiento para lo que estaba por venir.

No obstante, el siguiente torneo en disputarse fue el de tittyfuck . Las dieciséis participantes –bastantes menos que en la categoría de paja al exigirse aquí un mínimo de talla para participar- desfilaron en sugerentes tops, escotes o simplemente delicados sostenes, poniéndonosla bien dura a todos ya desde antes de comenzar. Como dije, yo no tenía representación en este torneo, por lo que, si cabe, me relajé y lo disfruté todavía más.

El azar quiso que ya en la primera ronda hubiesen dos emparejamientos muy fuertes: Rocío contra Leyre, que bien pudiera haber sido la gran final del domingo, y Zaira Vs. Mery, sí, exacto, las finalistas de handjob . Rocío se presentó con el top blanco que había usado en la categoría de pajas, cuyas costuras parecían a punto de reventar, literalmente, a cada instante. Además, llevaba unos vaqueros negros, en imitación a cuero, que le sentaban de maravilla y unos botines de tacón. Ella era la segunda en participar, lo cual era siempre una desventaja, y esperó su turno sin quitarse nada de nada. Leyre, por su parte, se presentó con un vestido cuya caída disimulaba en parte los kilos que le sobraban y que dejaba a la vista un espectacular escote. No llevaba sostén, por lo que, para iniciar el duelo, le bastó con retirarse suavemente las tiras del vestido para dejarnos a todos ojipláticos con sus descomunales tetazas. Un rastro de purpurina orlaba sus grandes pezones, y un leve resto de aceite de coco hacía refulgir sus tetas. El juez, bastante dotado como todos en general, pues en su mayoría eran ex actores porno o gigolós profesionales, apoyó su rabo, ya bien empalmado, en su canalillo y Leyre lo envolvió con sus tetas haciéndolo desaparecer en un santiamén. Después, empezó a masajearle el miembro con sus ubres, lentamente y cada vez más rápido. Poco a poco la cadencia iba subiendo hasta que, de un momento a otro, ya se la estaba machacando con las peras. El juez podría haber optado por follárselas él si hubiese querido, pero prefirió dejarla hacer y se corrió en menos de siete minutos. La Leyre, marca de la casa, se limpió la lefada de las tetas a lametazos. Recibió un aplauso unánime por parte de todos los asistentes, yo incluido, y ocupó su lugar junto a Roberto con un brillo de satisfacción en la mirada.

Había dejado el listón muy alto, pero Rocío, cuyas tetas eran casi de idéntico tamaño a las de la vasca –de hecho, era difícil saber quién de las dos las tenía más grandes-, pero con el añadido de que las suyas eran si cabe más firmes y que ella sí tenía un cuerpazo sin kilos de más ni de menos, se puso en pie y se acercó con paso firme y seguro al juez, ante el cual se quitó aquel top maravillándonos a todos: ¡no llevaba nada debajo! ¡Guau! Aquellas tetas habían desafiado a la gravedad bajo aquella tela opresora. Las tetazas de Rocío quedaron al aire, libres y hermosas, y ella las juntó sujetándolas con ambas manos, para a continuación escupirse en el canalillo y así lubricarlas. Acto seguido, se arrodilló ante el juez que, extasiado, esperaba ya sentado en su butaca y empezó a machacarle la polla entre aquellos dos balones de baloncesto, haciéndolo a lo bestia ya desde un primer momento. Era evidente que quería acelerar su corrida pues, aunque al ser la segunda se daba por supuesto que podía ganar pese a que el juez tardase más en correrse que con su predecesora, era obvio que no quería que la cubana se le fuese a los quince minutos del límite. Si a mí me la hubiese cascado así entre aquellos melones, a buen seguro no habría durado siquiera dos minutos, pero aquel cabrón, como los demás jueces, tenía aguante pese a la categoría de las hembras del club. Al cabo de cinco minutos, Rocío lo invitó sutilmente a que intercambiasen sus posiciones. Ella se sentó en la butaca y se apretó las tetas con fuerza, y él la introdujo en ellas y se las folló como un cavernícola. Surtió efecto el cambio de roles, y aquel maromo se corrió en apenas nueve minutos. Eyaculó entre sus tetas mientras seguía embistiéndolas, demostrando así su excitación, pues lo normal habría sido que la sacase en el último momento para regarlas con su esperma. Había estado realmente reñido, pero Rocío se hizo con la victoria. Roberto se cogió un buen rebote con la decisión y lo pagó con Leyre, a quien se llevó a tomar por culo. Cuando volvió a aparecer, la joven caminaba sin cerrar las piernas.

El duelo entre Zaira y Mery tampoco defraudó, aunque se impuso la mayor experiencia de la primera. Tras la derrota, Mery se retiró entre lágrimas, visiblemente afectada por el resultado. Zaira se mofó de ella y la retó, vaticinando que no serían sus últimas lágrimas de “princesa chupapollas”, pues le aseguraba que el mismo resultado se daría al día siguiente en la final de pajas.

La nota tragicómica de los octavos la puso la pobre Chus, que se acercó a uno de los comisionados preguntando cuándo sería su turno. La pobre parecía un zombie, apenas si se enteraba de lo que ocurría a su alrededor. ¡Quién sabe cuántos días llevaba sin dormir! Le informaron que ella no participaba, a lo que ella respondía “tengo estas dos”, incrédula, sin entender por qué una vez más era repudiada. Le explicaron con calma que estaba allí para satisfacer a los no-propietarios asistentes al torneo, aquellos que no participaban y se limitaban a mirar. Pareció entender y finalmente se retiró a una esquina. Ya nadie se acercaba a ella siquiera en busca de una mamada.

En cuartos de final las tres favoritas no se cruzaron. El bombo les deparó a todas enfrentamientos relativamente sencillos, y de ese modo Zaira, Rocío y la presentadora buenorra se deshicieron sin apuros de Andrea, la feminazi pelona, de Paula A., que tiene unas tetas bien puestas pero que no se acercan a la altura de las de hembras como Rocío, y de Blanca respectivamente. La cuarta semifinalista era otra muchacha también llamada Andrea, una joven de veintiocho años bastante atractiva y de firmes berzas. Se midió a Zaira y salió derrotada, clasificándose la madrileña para otra gran final, esta vez merced a sus tetas.

El duelo entre la presentadora y Rocío tenía su miga, pues las famosas, aunque en este caso de segunda fila, siempre tenían un plus a su favor en eventos de este tipo. No obstante, Rocío se impuso sin despeinarse. Fue la primera de las dos en trabajarse al juez, y a los cinco minutos ya había obtenido su lechazo. La rubia buenorra se esforzó como la puta de primera que es, y se notaba que disfrutaba de los rabos jóvenes y enhiestos de los jueces, acostumbrada como estaba al falo mustio del viejete al que pertenecía; pero no fue suficiente. Sería, en todo caso, una dura rival en mamada para mi Paula. Lo teníamos muy complicado.

De este modo, la segunda de las finales quedó configurada con Zaira, que repetía, y Rocío, la gran favorita de la categoría desde el inicio. A priori, la hembra de Fidel se haría con el título, pero Zaira había demostrado cuán poderosa era y que podía plantar cara a cualquiera y en cualquier categoría.

La madrugada llegó, y fue inaugurada con un cóctel y un baile de máscaras. Las hembras participantes en el torneo, todas ataviadas únicamente con un tanga, unos tacones de aguja y un antifaz, sacaban a bailar a otros machos distintos de su dueño. Aquí, como excepción, se permitía el contacto. Un leve y necesario contacto para un baile lento y agarrado en el cual la picha se te ponía a reventar. Cómo no, fue Cristina quien me sacó a bailar antes que ninguna otra. Mi polla, atrapada en el bóxer, rozaba contra su coño, mientras la muy zorra me calentaba diciéndome guarradas al oído al son de un vals clásico. Cuando la música cesó, volví a mi butaca con la polla tiesa como pocas veces, dificultándome incluso dicha erección a la hora de caminar.

En otra de las piezas, poco antes de finalizar el baile, fue Mery quien me sacó a bailar. Se apoyó en mi hombro y bailamos lentamente, muy cerca el uno del otro. Aquella jovencita era una de mis debilidades, y no pude evitar consolarla por su derrota de horas antes contra Zaira. “Le ganarás en el handjob ”, le dije, “ya lo verás”. Me lo agradeció, bajo en antifaz, con una sonrisa en sus verdes ojos de gata, y volvió a reposar su cabeza en mi hombro. Era una diosa; la más guapa del club y con uno de los mejores cuerpos. Apenas tenía diecinueve años. Rostro inocente y mirada felina; en apariencia una cría frágil; en la realidad, una guarrona que te podía llevar al cielo con todos y cada uno de sus orificios. Le dije que se portase bien y le diese alguna oportunidad a mi rubia en el siguiente torneo; y ella me volvió a sonreír. Uno, pensé, podría llegar a enamorarse de una mujer así.

Tras el baile, y con el personal ya un poco –o bastante- ebrio, llegó el turno del torneo de anal. Era el plato fuerte de la velada, quedando para el día siguiente el torneo de mamada y las cuatro finales.

La primera ronda no deparó emparejamientos entre las favoritas. De hecho, el duelo entre mi Paula y Mery era uno de los más jugosos. He de decir que mi hembra no tuvo su mejor anal, pero en parte algo de culpa era mía. Les tocó un juez especialmente dotado y ambas, no teniendo amos muy bien armados, lo sufrieron. A decir verdad, mi polla es bastante normal; no la calificaría como pequeña. Pero en el club, entre Roberto y los jueces, a uno le entran a menudo ciertos complejos. Claro que siempre se podía mirar hacia la de Fidel y tener así un subidón de autoestima. El caso es que Mery, quien seguramente ya tomaba por el culo con frecuencia antes de entrar en el club, se manejaba con más soltura y, cuando aquel gorila la fornicaba, no solo resistía sino que hasta meneaba el culo con talento. La pobre Paula, en cambio, parecía Chus el día en que Roberto la había estrenado. A duras penas lograba reprimir sus quejidos; me la iban a devolver hecha unos zorros. En ningún momento logró ejecutar ningún movimiento, y se limitó a sobrevivir a catorce largos minutos de sodomía. Perdió, por supuesto, y el duelo, al final, resultó bastante descafeinado. Cuando se acercó a mí, no sé por qué, quizá por el alcohol, la besé en la frente, le dije que no pasaba nada y la mandé a la enfermería a por una pomada para el ojete.

Sobra decir que Paula A. humilló a Lupe, haciendo que el juez se corriese con ella al cabo de noventa segundos, cuando con Lupe, a quien hubo de montar antes, no había llegado a desahogarse. Menos mal que el lunes la perdería de vista. En momentos así, me descubría a mí mismo congratulándome secretamente de que le fuesen a meter aquellos artilugios por cada recoveco de su cuerpo de adolescente. En fin, imagino que, nuevamente, podríamos achacar aquellos pensamientos, en este caso perversos, al alcohol.

En la segunda ronda quedaban en liza todavía treinta participantes. Para que cuadrasen después los octavos, dos hembras pasaron de ronda por sorteo de manera directa. De las primeras espadas, ninguna se apeó en esta tanda. La mayor sorpresa fue que Vanessa, el putón del ex dueño de Lupe, quedase apeada ante una rival discreta. El pobre Ernesto no sacaría un duro de torneo y su situación sería todavía más apurada.

Ya en los octavos, los emparejamientos fueron los siguientes: Rocío, famosa cómo no también por sus nalgas, se enfrentaría a Nieves en un duelo claramente desigual que se llevaría la tetona; Paula A., tras su exhibición ante Lupe y otra posterior ante Pili, se mediría en esta ocasión a la actriz, quien le opuso mayor pero igualmente infructuosa resistencia; Paula P., por su parte, derrotó merced a una impresionante batidora a Tania, cuyo ojete estaba bien formado pero no daba para volar a semejantes alturas; Mery se apartó el tanga para recibir, como siempre en bikini, el rabo de un juez no tan dotado como el de su enfrentamiento con mi Paula, y con muchas dificultades dejó en la cuneta Blanca, que no tenía un culo diez pero sí muchas tablas; Cristina arrasó, literalmente, con sus leggins y ya tenía muy caliente a su juez cuando este la montó, venciendo sin grandes apuros a Elena, la madre de Paula A.; Zaira avanzó ronda -¿quién detendría a esta hembra?- a costa de la presentadora, quien a decir verdad no destacaba por su trasero; Esperanza, con unos pantalones elásticos color vino tinto que enloquecerían a cualquiera, impuso la ley de su ojete ante Leyre, que bastante había hecho, pese a lo dilatado de su orificio, en llegar hasta aquella ronda con un culo como el suyo; y, para finalizar, Dory, la mujer de culo de ensueño que el cowboy montaba cual yegua, se clasificó doblegando con facilidad a su oponente.

Los cuartos depararon enfrentamientos muy igualados y, entre el alcohol y el morbo, yo ya no aguantaba sin mearle a Paula en los aseos cada treinta o cuarenta minutos. Las Paulas –A. y P.-, ambas del mismo dueño, se vieron emparejadas en un duelo “fratricida”. Nadie sabría decir cuál de las dos tiene mejor culo, ni tampoco cuál lo menea con más categoría. Son dos guarras de primera, las típicas que en la calle, o una noche de fiesta, te obligan a pajearte a su costa durante un par de años con su trasero en la mente. Ganó una como bien pudo ganar la otra, pero fue Paula A. quien avanzó de ronda hasta las semifinales. Como había ocurrido ya con Mery, Paula P., otra joven entregada, abandonó la tarima entre lágrimas. Por su parte, Zaira y Rocío se midieron en otro igualadísimo duelo y, ¿adivinan?, exacto, Zaira hizo valer la ventaja de entregar su ojete primero y pasó a otra semifinal, la tercera de las tres que había tenido oportunidad de alcanzar. Fidel se molestó bastante con Rocío, pues a su entender no había hecho lo que habían hablado en la previa y por eso había salido derrotada. Dory y Esperanza se batieron el cobre mientras yo recibía una buena mamada de mi rubia, copa de champaña en mano, y fue la del cowboy quien alcanzó las semis. ¡Qué emocionantes eran todos aquellos encuentros! ¡Cómo me habría gustado tener a una de mis hembras entre las competidoras en aquellas rondas finales!

El último de los cuartos de final emparejó a Cris y Mery, las dos diosas que un par de horas antes me habían sacado a bailar. Tenían dos ojetes de estilos diferentes: el de Cris, perfecto y comedido en cada curva, ni un gramo de grasa de más ni tampoco un torneado de glúteos de menos, todo ello a pesar de doblar en edad a su oponente; el de Mery, más voluptuoso y explosivo, pagaba con algún gramo de más sus increíbles curvas. Yo no sabría decir cuál de los dos era superior al otro, pues ambos me enloquecían. Cristina fue la primera en  tomar por el culo, y su anal resultó impecable. Aquel juez, uno de los más fornidos, la montó con violencia y ella, con su cuerpo menudo y esbelto, aguantó cada embestida del modo más natural: había nacido para tomar por el culo. Después le llegó el turno a Mery, quien estrenó bikini tanga para la ocasión, una pieza de ensueño. En esta oportunidad el juez la dejó hacer, y ella se manejó con solvencia. Nadie habría puesto la mano en el fuego por ninguna de las dos. Finalmente, fue Cris quien se llevó el gato al agua haciendo valer su mayor experiencia y a la pobre Mery le tocó, nuevamente, enjugar sus lágrimas.

Las semifinales fueron el colofón a aquella primera jornada del campeonato. En ellas se enfrentaron Paula A. y Dory por un lado y Zaira y Cris por el otro. Paula A., Pau, como la llama su dueño, se presentó con unos jeans elásticos como jamás había visto yo otros. Le sentaban como un guante, tanto que casi daban ganas de follársela con ellos. Eso mismo debió pensar el juez, pues pidió permiso para quedárselos tras el polvo. Aquel acto de fetichismo, absolutamente legal por otra parte, pues el saber sacarse partido y calentar a los jueces era parte del juego, avanzaba ya que aquella furcia partiría con cierta ventaja. Pero Dory tenía un culo de escándalo y no se lo puso fácil a aquel juez que, en cualquier caso, acabó por otorgar la victoria a Paula.

En la final, al día siguiente, aquella veinteañera se enfrentaría a Cris, que jugó al límite del reglamento en todo momento –empleando, por ejemplo, expresiones como: “soy tu zorra” o “vamos, hazme tu puta, cabrón” que no estarían permitidas de no ser porque, cautelarmente, había sido incautada a Fidel- y logró así doblegar a Zaira, quien por vez primera mordería el polvo y demostraría tener muy mal perder. Las dos, mujeres ambas de armas tomar, se enzarzaron en una disputa verbal tras el veredicto, y por poco no llegan a las manos ante las carcajadas y vítores de los presentes.

Así las cosas, la tercera final quedaba definida: Paula A. Vs. Cristina. Ambas se disputarían el trono del mejor ojete del club.

Cris, Paula A., Mery, Rocío y Zaira por dos veces, esas eran las grandes triunfadoras de la noche. Ya al alba, y con una borrachera como hacía tiempo no recordaba, me retiré a una de las habitaciones del castillo, que como participante en el torneo me estaba reservada sin coste alguno, donde encerré en el baño a Lupe y me acurruqué en la cama junto a mi rubia.

-Paula –le dije, borracho como una cuba-, mañana, por favor, cómesela bien al puto juez.

Me miró con ternura –o eso me pareció a mí-, me acarició suavemente la cabeza, me besó en los labios y me dijo: y si no logro clasificarme, siempre puedo comértela a ti las veces que quieras.

Tras decir aquello, desapareció entre las sábanas y sentí la levedad de su aliento en mi polla.

MUCHAS GRACIAS POR LEERME. ME HA DADO BASTANTE CURRO ESTE RELATO, SI OS HA GUSTADO, POR FAVOR VOTADLO CON EXCELENTE PARA MOTIVARME EN SU CONTINUACIÓN. DE NUEVO, GRACIAS.