El club XI

Recomiendo leer los anteriores para comprender la trama al completo.

-¡Esto es inadmisible! –vociferé, consciente de que estábamos en una sala concurrida y que, probablemente, alguno de los presentes había presenciado la escena y las posteriores amenazas por parte del brasileño-. ¡No pienso consentir esto! –grité de nuevo. De reojo pude ver cómo dos miembros de seguridad y un comisionado se acercaban a nosotros. Continué-: ¡Pienso ir ahora mismo a denunciar sus amenazas!

Y así lo hice. Tal y como suponía, varios miembros habían asistido a la escena al completo y no tuvieron inconveniente en acompañarme, junto al comisionado, mientras Roberto, muy alterado, se quedaba discutiendo con los miembros de seguridad.

Subimos a la planta superior, donde me aseguraron, tras declarar los testigos, que aquello no se repetiría. Aproveché para deslizar la información que me había dado Cris. Sí, efectivamente, habían hecho algunas comprobaciones de oficio y, a falta de interrogar al señor Núñez, tenían bastante claro que no había asistido al club aquel día en que aseguraba haberme visto mear a Leyre. Era un asunto grave; ambos asuntos lo eran. Pero debía estar tranquilo, me aseguraban, lo solucionarían todo con presteza y de un modo certero, tal era su obligación, me insistían.

-Seguramente su mentor le guarda rencor por su progresión. No es lo habitual, pero tampoco es el primer caso que nos encontramos. Lo que ha hecho es gravísimo y, además de la sanción económica pertinente, recibirá un castigo físico en proporción a lo que estuvo a punto de desencadenar.

-¿Quiere decir que…?

-Sí, caballero, si el señor Núñez no logra demostrar que de algún modo milagroso accedió al club en esa fecha sin dejar constancia en nuestros registros de tarjeta personal y cámaras de seguridad de la entrada, cosa por otra parte harto improbable, será sodomizado. Y no solo eso, caballero, usted, además, tendrá derecho a…

-A humillar públicamente a una de sus hembras –completé su frase; no en vano, ahora sí me había leído el reglamento. Lástima que Huguete solo tuviese a aquella puta cutre, la tal Lara.

-Exacto. Y la situación de Roberto, no siendo tan grave, no es para tomársela como un asunto menor –aquel comisionado me estaba alegrando el día-. En el club nos tomamos muy en serio la cordialidad entre miembros. ¡Somos, ante todo, personas civilizadas! Lo que ha hecho hoy, y ya lo ocurrido ayer, según me han informado también, es inadmisible.

-¿Qué cree que podría ocurrirle, en este caso? El reglamento no es claro al respecto, me temo.

-El reglamento es nuestra base legal, y hay cuestiones certeramente definidas, pero en ocasiones es importante la interpretación de los jueces, exactamente igual que ocurre fuera de estas paredes. De cualquier modo, como mínimo recibirá una fuerte sanción y usted será, por supuesto, indemnizado por los inconvenientes que sus amenazas pudiesen ocasionarle. Un castigo físico, en este caso, no tiene lugar; pero seguramente los jueces le den cierto poder sobre alguna de sus hembras, como satisfacción por lo que ha padecido. Como ve, nos tomamos muy en serio la tranquilidad de nuestros socios. Ante todo este ha de ser un lugar de ocio y confort.

Pensé en preguntar a cuánto podría ascender aquella indemnización, pero no me pareció correcto hacerlo. Al fin y al cabo, acababa de salvar el culo y, encima, iba a cobrar por ello. Además, Hugo recibiría su merecido. Y Cris… con ella debía tener mucho cuidado, pero, si las cosas me iban bien, también a ella le llegaría su turno. Ahora, ya más tranquilo, podía irme a la planta de debajo a darle por el culo a Paula.

Mientras enculaba a mi nueva yegua, en diversas ocasiones, se me vino a la mente el ojete de Chus. Aquel orificio había triplicado cuando menos su diámetro, y evocarla así, en tanga y sostén, con las tetas medio asomando, el rímel siempre corrido y el culo roto, me excitaba ahora sobremanera. Era increíble, le estaba dando por culo a una rubiaza que tenía un trasero espectacular y mi mente volaba, presa de una excitación sin límites, al maltrecho ojete de aquella que había sido mi puta y a la cual apenas si había sodomizado un par de veces sin demasiado interés.

No tardé en correrme, esta vez en la preciosa cara de mi hembra, y pocos minutos después me hallaba frente a Fidel, a quien debía poner al día de los últimos acontecimientos. Charlamos durante un buen par de horas, tiempo en el cual recibimos sendas mamadas nuestras rubias. La tetona de Rocío, hoy con un espectacular top blanco, la mamaba de lujo. Me costaba creer que Fidel pudiese aguantar más de dos minutos sin correrse; su discreta polla circuncisa desaparecía y volvía a aparecer de entre los labios de aquella furcia. Rocío, de cuando en vez, se detenía un rato en sus cojones, los cuales succionaba pasando de uno a otro. Mi Paula, salvando las distancias, tampoco lo hacía nada mal, como ya me había demostrado, pero debía esforzarse si quería llevarme de nuevo al orgasmo. Entretanto, Cris, sobre quien no dije una sola palabra a Fidel, estaba ordeñando a dos no-propietarios, a uno con la diestra y al otro con la zurda. Se corrieron casi a la vez, haciendo gala de una simpática y poco frecuente sincronización, lefando a Cris hasta dejarle el rostro como a un muñeco de nieve. Fidel se mofó de ella, los no-propietarios se fueron y yo acabé por terminar de nuevo en la boca de Paula, quien se había empleado a fondo en aquella mamada.

Días después llegó la segunda subasta, la cual fui a presenciar pese a no tener un céntimo con que pujar. Tania, la directora comercial con cara de cerda que habría querido comprar de no haber logrado a Paula, fue expuesta con unos leggins de vestir que empalmaron a medio club. La zorra era muy mona y muy morbosa: una auténtica morenaza, quizá con la única pega de su corta estatura. Partió de 75 mil, pero la subasta se calentó y acabó alcanzando los 420, precio al que fue entregada al dueño de Zaira, otra de las stars del club. Me había salido bien la jugada, pues de no haber logrado a Paula, me quedaría sin opciones también con Tania y, con ello, de plantar batalla en el campeonato.

En otra de las subastas, Andrea, la guarra feminista, alcanzó los 300 mil. La compró un tipo un tanto especial, aquel a quien viera cabalgar a su hembra con sombrero de cowboy en mano en una de mis primeras jornadas de club. Nada más adquirirla, formó su espectáculo característico:

-Ahora, señores-dijo, hablando hacia los presentes con una sonrisa bobalicona en el rostro-, procederé a educar a esta femiguarra.

Tras decir aquello, sacó de una bolsa de deporte que llevaba consigo una maquinilla de afeitar, con la que rapó al cero a aquella hembra. Al principio, se resistió, pero le metió un vibrador por el coño, lo puso a máxima potencia, la amenazó con prenderle fuego en el chumino y la pobre muchacha acabó renegando, calva como una bola de billar y con el chocho a mil revoluciones, de todo su ideario feminista.

No contento, aquel tipo la enculó sin lubricarla –parecía tener virgen el ojete a juzgar por sus gritos- y la humilló verbalmente de una y mil maneras. “Desde ahora, Andreíta, llevarás siempre la cabeza al cero y el coño bien peludo; a ver si así se te pasan las gilipolleces”. Como colofón, aquella novata absolutamente sometida acabó por repetir una docena de frases vejatorias tales como “ya iban siendo horas de que un hombre me pusiese a fregar (mientras lamía del suelo la corrida de su macho)” o “soy tu putita feminista y quiero que me eduques a base de polla”. Todo aquello en mitad de la algarabía general y las risas de los presentes. Supongo que aquella puta quedaría marcada de por vida. Su dueño, según decía cuando se retiraba a la zona de duchas, daba ya por buenos los 300 mil pagados después de aquella sesión circense.

El estreno de Tania fue más discreto, pero, a mi modo de ver, más morboso. Su dueño se hizo un trío con Zaira y con ella. Ver a ambas hembras trabajarle la polla era un lujazo. Zaira era una viciosa acojonante, dejando atrás incluso a hembras como Leyre. Tenía buenas tetas y un culazo, vestía unos pantalones de cuero ceñidos a reventar, y, de esa guisa, acompañó de la mano a Tania hasta el rabo de su dueño. Después, Zaira se acuclilló (cuentan por el club que Zaira nunca se arrodilla ante su macho, algo insólito en este lugar, pero que él se lo consiente porque le da todo el placer que desea sin necesidad siquiera de exigirlo) y le empezó a chupar la polla, pelándosela a dos manos y comiéndose mientras el capullo con su golosa boca de labios gruesos. Tania sí se arrodilló, sin que nadie se lo indicase, y esperó su turno visiblemente nerviosa. Pero cuando Zaira le alargó la polla de su dueño, toda aquella apariencia de inseguridad se desvaneció y descubrimos, atónitos, que una nueva estrella iluminaría las noches del club. Tania, con su cara de cerca chuparrabos, la mamaba con fruición e incluso, de cuando en vez, se restregaba aquel grueso miembro por el rostro. Zaira parecía complacida de la actitud de aquella novata, y juntas, casi como en una coreografía largas tardes ensayada, empezaron a pasarse el miembro de su afortunado macho la una a la otra hasta que al fin lo llevaron al éxtasis. Aquel hombre se corrió en la cara de Tania -¡joder, qué cara de cerda tenía toda lefada la muy puerca!-, mientras Zaira lo pajeaba y le comía los cojones. Después, la propia Tania le limpió el miembro como una experta, mientras el esperma iba secándose poco a poco sobre su rostro. “Hoy no te lavarás la cara, ¡y anda que no te quedan lefadas, puta!” Le dijo Zaira entre risas. Tania asintió tímidamente; nuevamente parecía nerviosa. Joder, pensé, ahora mismo esta guarra ya debe valer el doble.

Faltaba solo una semana para el torneo, me habían sucedido mil y una aventuras y desventuras diferentes, estaba pendiente de la resolución definitiva del asunto de Roberto y, pese a todo, tenía la picha bien dura porque Mery, una de las jovencitas más atractivas y sexys del club acababa de pasar a mi lado, a escasos centímetros de mi picha, con un tanga espectacular. Sí, en el club todo era posible, sobre todo empalmarte, en cualquier circunstancia, con una hembra ajena que no está a tu alcance.

GRACIAS POR LEERME.