El Club (I)
Caminó solo con sus medias y tacones hacia las taquillas, el vestido y el sujetador en una mano. Al llegar los dejó en la taquilla y le pidió a una de las chicas una toalla.
El club
Había sido durante mucho tiempo una fantasía recurrente. En sus escarceos solitarios en la cama habían propuesto multitud de veces esas sinuosas imágenes donde ambos se veían rodeados de sexos por todas partes, en orgías interminables, inagotables, sudorosos y llenos de deseo por disfrutar del mejor sexo.
Aquello era solo sexo, y por eso se atrevían a tanto, el amor quedaba a salvo, impoluto en su pedestal donde él la tenía a ella y ella a él. Así es que tras hablarlo con tranquilidad, con el morbo de preparar la aventura en conjunto los dos decidieron que era el momento de llevar a cabo ese sueño para convertirlo en una realidad.
Se marcharon de su ciudad para tener la discreción buscada. En la gran ciudad ya tenían decidido cuál sería el lugar donde dirigir sus pasos y allí se fueron una tarde de viernes.
Ella, plena en su madurez, con sus pechos de talla 105 bamboleándose arropados por el sujetador de encaje bajo la camisa blanca, entreabierta, su falda negra por encima de las rodillas, sin exceso, pero tremendamente sexy sobre sus zapatos negros cerrados de tacón casi imposible con plataforma. Las medias acompañaban sus torneadas piernas, para completar su atuendo con un pequeño abrigo tres cuartos elegante y casual. Un bolso marrón amplio, guardaba un vestidito más sexy que pensaba ponerse en el club.
Él, como siempre cuidado, con su cuerpo maduro esculpido en el deporte de resistencia, delgado, firme, apenas con grasa, pantalones negros de pinzas, camisa azul y chaqueta sport.
Salieron del hotel algo nerviosos, preparados para todo, que podía ser un éxito o volverse con el “rabo” entre la piernas si al final no resultaba lo que habían imaginado.
La situación la había planteado ella: “Quiero que me dejes ir por libre. Yo entraré sola y luego lo harás tú, no quiero que me condicione el haber entrado contigo, porque la gente se espante un poco al verte. Impones demasiado”. “Si veo que merece la pena algo no me acercaré a ti, ni tu a mí, así es que disfruta con lo que pilles por tu cuenta, y si vemos que no hay nada para ninguno que merezca la pena, pues nos acercamos y nos tomamos la última copa y nos volvemos al hotel”
- Ok. Lo que tú digas. – fue la lacónica respuesta
Así él la dejó en una avenida cercana al club. Ella salió del coche dispuesta a comerse el mundo, “que sepas que voy tremendamente caliente”, él la contempló mientras se alejaba por la acera, meneando ese precioso culo que le encendía cuando lo tenía entre sus manos empujándola desde atrás. Un pitido le despertó del trance y se dispuso a buscar aparcamiento en las cercanías. Algo nervioso y excitado ante la perspectiva de que ella pudiese empezar si él.
Ella, a cada paso que se acercaba a la puerta del club estaba más segura de sí misma. Su madurez la hacía a veces dudar de su atractivo, y quería demostrarse y demostrarle a su pareja que aún estaba para muchos trotes.
Llamó al timbre y esperó, un aroma a cloro se filtraba desde dentro, esencia de los jacuzzi funcionando. Hasta dos veces más tuvo que apretar el pulsador. O hay mucho ruido dentro y no me oyen o aquí alguien no está haciendo su trabajo, pensó.
Sonó el clic de apertura y empujó la puerta. La penumbra del interior la dejó sin ver unos segundos mientras se acostumbraba al ambiente. Cuando lo hizo pudo ver la barra del bar con tres personas sentadas y una chica muy sexy en ropa interior atendiendo. Otra chica muy simpática se dirigía a ella preguntándole por su experiencia y dispuesta a enseñarle las distintas zonas de aquel lugar donde empezaba a sentirse muy a gusto.
Tras unos minutos de tour guiado, donde pudo comprobar que en el club estaban en ese momento, los tres hombres maduros de la barra, una pareja en una habitación a solas con dos mirones de mediana edad y pésima figura, junto con otra chica muy agraciada en el jacuzzi grande a la que observaban dos hombres más que parecían amigos y los más jóvenes del lugar, la chica la dejó en los vestuarios por si quería cambiarse o quitarse el tres cuartos, o arreglarse como quisiera.
Ella tenía decidido vestirse en plan provocativo con un vestido calado que llevaba en el bolso y que no dejaba nada a la imaginación ya que se le veía hasta el alma. Y dudó unos segundos antes de cambiarse, pero se dijo que era a lo que venía y empezó a despojarse de la camisa, la falda y cuando estaba en sujetador con ese tanga que a su pareja le gustaba tanto, preparada para ponerlo todo en la percha y meterlo en la taquilla que le habían asignado, entró uno de los hombres que estaban en la barra.
- ¡Guau!. En dos palabras: ¡es… pectacular!. Perdona no quería molestar pero necesito usar el baño.
- Nada, nada, no molestas, pensaba que había separación de vestuarios pero ya veo que no – respondió son media sonrisa que la delataba en el halago.
El recién llegado se acercó hasta el servicio y desenfundó un pene de mediano tamaño, limpio de vello y con el prepucio totalmente a la vista. Con toda tranquilidad dejó que descargase su contenido. Ella había conseguido mientras tanto colocarse el vestido que era una verdadera provocación. Absolutamente calado, solo mantenía cierta discreción en la zona del pecho, que era más tupido y elevaba para que apareciera por el escote una generosa ración de su pecho.
Cuando estaba por cerrar la taquilla, mientras el visitante se lavaba las manos, éste le dirigió una nueva mirada y le comentó,
- sinceramente eres un espectáculo, y para hacer los honores, yo que tú me olvidaría de ese tanga tan bonito en la taquilla, así no se te marcará en el trasero
No hizo falta ningún acicate más, ella se metió las manos bajo la cortísima falda del vestido y jaloneó hacia debajo de las tiras del tanga, metiéndolo en la taquilla.
Cuando salía, su piropeador le ofreció un brazo y le dijo:
- Si me hace el honor de acompañarla a la barra…
- Por supuesto – contestó ella agarrándose a aquel simpático galán.
El aparcamiento resultaba imposible a aquellas horas de media tarde. Así es él decidió irse a un parking de pago que tenía localizado en las cercanías por google. Ya eran más de veinte minutos dando vueltas y se temía que ella no esperase a nadie. Aparcó casi a dos manzanas y tras recoger el ticket empezó a desandar el camino al club con el corazón golpeando como si se le quisiera salir.
En la barra del bar, su nuevo amigo y galán, había pedido dos copas mientras ella pugnaba por subirse de la forma más decente posible al taburete sin descubrir todo su pubis. Al final la ayudó siempre galante cogiéndola del culo que sintió en esa semidureza que tanto le excitaba a los hombres cuando golpean un cachete y vibra majestuosamente.
La pega era que al sentarse se le había subido algo más el vestidito y ya no podía ocultar que no llevaba bragas, pero como estaba su galán frente a ella pues no le importaba mucho. Aunque empezó a notar que los otros dos integrantes de la barra, se movieron un par de veces de un lado a otro mientras ellos hablaban de cosas intrascendentes, y no le perdían ojo al final de sus muslos, donde su depilado coño en esos momentos ya bastante excitado, se mostraba a su compañero con todo su esplendor.
Tenía una conversación fluida, inteligente y pícara, la sonrisa no se le iba de la cara, mientras en cada ocasión él la piropeaba sobre su belleza y su sensualidad. Este va a ser el primero sentenció para sí, que posó su mano derecha descuidadamente sobre la entrepierna de ese primer amante de la tarde, sintiendo que la emoción era mutua.
La mano de él se acercó también sin disimulo a su pubis y comenzó un manoseo entre ambos que los iba excitando cada vez más, ella ya sentía la calentura necesaria como para acercarle la boca y proporcionarle unos labios cálidos y sensuales a su amante que respondía con intensidad. En un momento en el que entreabrió las piernas un poco más, sintió como dos dedos hurgaban entre su vagina y su clítoris, acelerando la calentura. Él la jaleaba al oído con algunas obscenidades que la metían más aún en su papel de aquella tarde de mujer caliente sin límites. Ella se las apañó para abrirle el pantalón y dejar ese pene depilado a la vista de todos, pero eso allí no importaba nada. Cuando vio que se crecía con el roce. Hizo una flexión de su cintura y se acercó a besarlo. Su amante 1, sorprendido, se dejó hacer y en cuanto tuvo la boca a la altura adecuada dio un golpe de cadera para que la boca de ella albergara de un golpe su masculinidad. Ella no le hizo asco alguno y comenzó una mamada antológica que hacía que su amante tuviera que ponerse de puntillas para mantener el equilibrio.
Para no quedarse quieto, le metió las manos por el escote a ella y dejó salir aquellos dos generosos melones que desde ese momento hechizaron a toda la concurrencia. Que había aumentado al volverse del jacuzzi los dos jovencitos mirones.
Ese fue el momento en el que su pareja entró en el club. Sudando por la carrera que se había dado para llegar, porque la humedad del ambiente al entrar le provocó más calor aún, pero sobre todo, porque al acostumbrarse sus ojos a la penumbra ya había descubierto que la mujer despampanante de esa pareja que se comía en la barra, le resultaba conocida. Y cuando vio sus pechos algo caídos pero inmensos ya no tuvo duda. Su pareja había entrado en acción.
Ella aún sentada se incorporó mientras se relamía los labios con el buen sabor de ese pene depilado que había paladeado segundos antes, al separarse de su amante número 1, los dos senos se le quedaron sujetos por el filo del escote, pero fuera de control, el vestido suficientemente corto ya no guardaba de la vista ajena más que la cintura, porque su coño aparecía brillando de fluido. Su amante 1 estaba casi desencajado, con su pene erizado fuera de su pantalón, de pie en la barra. Cuatro espectadores de excepción situados en los puntos estratégicos del bar, observando la escena y acariciándose sus respectivos penes. Y su pareja entre absorto, cortado pero orgulloso de ella, intentando aparecer como uno más de la escena.
Se bajó del taburete dejando que se apreciasen sus magníficos muslos enfundados en las medias de liga negra sobre un tacón de aguja, su coño dejó un rastro húmedo en el filo del asiento, cogió a número 1 de la mano y se marchó con él hacia el interior de aquel oscuro pasillo.
Fue su pareja el primero en reaccionar y se lanzó tras ellos, detrás, el resto de la concurrencia. En el pasillo, aún más oscuro que el bar, alcanzó a ver como el nº 1 le había subido el vestido por detrás y mientras iban andando y cuchicheando hacia una habitación le daba suaves azotes en esas nalgas poderosas.
Eligieron una habitación que tenía un mini ventanuco por el que poder mirar desde fuera. Era su promesa, “podré hacerlo con quien quiera, pero te dejaré que al menos veas como lo hago, no me encerraré en sitios donde no puedas verme”.
Nº1, no estaba muy dispuesto a mantener las formas y la paciencia. Cuando se sintió a solas con ella, la cogió de la cintura, y la acercó para besarla. Entonces le espetó con cierta arrogancia:
- Vamos putita, me has calentado hasta casi correrme, veamos cómo lo haces de verdad.
No le gustó mucho esa actitud, pero ella entendió que era ese papel el que estaba jugando, así es que mantuvo el tipo.
- Muy bien guapo mío, a ver si me ensartas con ese nabo que estoy deseando de correrme contigo.
Un azote cayó sobre su culo, mientras se sacaba el vestido por la cabeza. Ya definitivamente semidesnuda, solo con medias y tacones, resultaba lo más sexy del mundo, pensó su pareja mientras miraba y no dejaba que nadie ocupase su espacio en el ventanuco.
Nº 1 La puso en cuatro sobre la cama, y sin apenas preámbulo mojó sus dedos con saliva y le ensartó su verga desde atrás, un gemido se escapó de los labios de ella, que miró hacia atrás, para comprobar que su pareja estaba en el ventanuco, y poniendo toda la cara de viciosa que pudo, alcanzó a gesticular un “te quiero” con los labios mientras su amante empezaba a darle unas embestidas brutales, abandonado ya le papel de galán y totalmente puesto en el papel de chulo que ella adoraba en este tipo de relaciones.
En su puesto de observador privilegiado, sintió como le asaltaba la necesidad de ir al baño, pero ello implicaba perder ese puesto y a saber si podría volverlo a ocupar a su vuelta. En ese momento solo estaban los dos jóvenes al acecho. Así es que decidió aguantar todo lo posible.
Dentro, nº1, seguía con el vaivén poderoso, azotando de vez en cuando la nalga y cogiendo y pellizcando sus pechos desde atrás en el bamboleo de las embestidas. Ella sentía que le empezaba a llegar el primer orgasmo, poderoso, irresistible.
- Dame fuerte mi cielo, quiero correrme ya, arrea fuerte!
- Vamos putilla, córrete, que te voy a poner a gusto esta tarde
Dos enviones más y sintió como se le abría el cielo y su placer se desbordaba, el gusto era infinito y la hacía estremecerse, bajo aquel tipo que seguía arreando sin piedad.
Con un movimiento brusco, paró y la puso bocarriba para, sin pausa, volver a meterle aquel nabo que por segundos parecía que iba a reventar. Su prepucio era algo mayor que el grosor del resto del miembro y esto la hacía chillar quedamente.
- No te cortes puta, si quieres más polla, pídela que te oiga.
- Si, si, por favor, no pares, dame toda tu polla, más, mas….
En la parte de fuera los dos jóvenes excitados por los gemidos de ella, se habían sacado las pollas, y husmeaban a su alrededor. La presión de mear fue imposible de aguantar y salió corriendo al servicio, esperando poder recuperar su posición aunque fuera pactando a ratos con los dos jóvenes. Nada más quitarse del sitio, uno de ellos lo ocupó y empezó a masturbarse frenéticamente.
Mientras caminaba camino del aseo los gemidos de ella retumbaban en la zona más oscura del club. Se metió en el aseo y trató de acelerar la micción.
Ella miró de nuevo al ventanuco, mientras las gotas de sudor de nº1 le caían sobre los pechos que se habían abierto y le caían suavemente a los lados. Se sorprendió al no ver su pareja, y le excitó sobremanera el verse observada follando por ese jovenzuelo.
- Déjale entrar a ver si me da gusto también – le propuso a nº1
- Eres una zorra calentona. – contestó él mientras paraba de agitar su pelvis contra la de ella.- Vale, hazlo, pero ábrele tú, y para dejarlo entrar tienes que probar su polla antes. Y si hay más gente tendrás que hacer lo mismo y dejarlos entrar a todos.
Esto le preocupó un poco, no era lo que tenía pensado, pero realmente la calentura le podía. Se levantó de la cama, abrió la puerta y ante el sorprendido joven mirón, se agachó y le cogió su nabo que acercó con cariño a su boca.
- Mmmm, delicioso, ven pasa.
- Es que está mi amigo conmigo. – contestó nº 2
Ella miró al pasillo, efectivamente allí estaba nº3, pero el que no estaba era su pareja. Que se perdía así una oportunidad de participar. Sin cortarse un pelo, dio un par de pasos fuera de la habitación se agachó también delante de nº3 y se deleitó con otro nabo joven. Estaba saliendo la tarde mejor de lo esperado.
Agarró a los dos chicos de sus nabos y los pasó a la habitación.
Cuando salió del baño, le extrañó no sentir los gemidos de antes. Y al encarar el pasillo y no ver a los dos jovenzuelos pensó que habría terminado y que se habrían salido al bar de nuevo. Así es que retrocedió sobre sus pasos y se acercó a la barra. Pero allí solo estaban las dos camareras, los dos mayores iniciales, y ahora los dos poco agraciados que estaban mirando a la chica en el jacuzzi, al principio. La chica no la veía por ningún lado así es que supuso que se había ido.
Despistado volvió dentro para ver si se habían cambiado de lugar o qué. En el deambular, no había nadie, pero en un momento y entre la música ambiente creyó detectar un gemido ahogado que venía de la habitación del ventanuco.
Al asomarse sintió que las venas de las sienes le golpeaban con fuerza. La visión era brutal. El nº 1 se había tumbado en la cama. Ella, en la posición que más le gustaba para follar, encaramado en él, y con las piernas abiertas en la máxima expresión se dejaba comer las tetas con bocados que le ponían el pezón de un centímetro y medio. Nº 2 estaba de pie sobre la cama, con las piernas abiertas y dándole de mamar a su pareja un respetable pollón, por eso no conseguía escuchar nada, porque ella apenas si podía gesticular. Y para rematar la escena nº3 se había instalado en la retaguardia para ensartarla por el culo, en una posición que a ella no le gustaba nada, pero que se veía que una vez metida en faena no le iba a hacer ascos a nada. En ese momento conseguía penetrarla, y ella ahogó un grito de dolor en el nabo de nº2. Mientras de reojo miraba al ventanuco y él intuía una sonrisa de complicidad en su rostro desfigurado por el placer el sudor y el dolor.
Tras diez minutos de sesión continua de embestidas y con todos sus agujeros más que llenos de la leche que le habían soltado sus amantes, con éstos derrengados en la cama, asfixiados por la resistencia que demostraba, ella salió triunfante de la habitación. No le hizo ni un gesto de conocimiento a él, que admirado, no esperaba este comportamiento salvaje y sensual, que se había despertado en su hembra.
Caminó solo con sus medias y tacones hacia las taquillas, el vestido y el sujetador en una mano. Al llegar los dejó en la taquilla y le pidió a una de las chicas una toalla. Se envolvió en ella y se acercó de nuevo a la barra del bar…