El club del -black kiss-
Nadja era todo morbo, pero era su culo lo que me volvía loco...a mí y a todos/as los que lo disfrutamos.
Nadja era todo morbo. Aquella morena te ponía a cien con su cuerpo ya maduro de treinta y cinco años. Su culo era prieto y torneado, sus tetas un poco caídas pero grandes eran de las que me dislocaban, su cintura un poco prominente de las que uno deseaba agarrar con fuerza. Me volvía loco de pasión, sólo verla, sólo imaginarla en la cama me provocaba una erección prolongada.
En el sexo tenía un poder incomparable. Era capaz de terminar con cualquiera y siempre pedía y quería más. Lo mismo podía conmigo solo que con cualquier grupo de tíos por grande que fuera. Era puro vicio y pura pasión.
La primera vez que Nadja demostró quién era realmente fue un día en que estábamos una peña de amigos tirándonos a tres tías que habíamos conocido. Estábamos follándolas como locos en una de aquellas orgías que nos montábamos en el desván de mi apartamento. Nadja entró sin que nos diéramos cuenta y al subir se encontró con aquél magnífico panorama. A mí no me hacía demasiada gracia que ella estuviera allí pero la cara que puso en aquella ocasión hizo saltar por los aires cualquier resquicio de moralidad que aún me quedara. Su rostro tomó una expresión que jamás había visto. Fue como si ella misma no terminase de creer lo que estaba viendo e imaginara las de barbaridades que le podíamos hacer aquella tarde. Se le notaba que quería ser protagonista absoluta de lo que allí sucediera y lo planteó desde un principio como un acto encaminado a recibir placer de todos lados.
Éramos cinco tíos junto a las tres tías y Nadja era la diosa omnipresente que recibiría todo de nosotros. Se vino hacia el grupo con aquella cara descrita, a la vez que tragaba saliva pues el deseo la debía comer por dentro. Se situó en el centro y empezó a besarnos a todos, hombres y mujeres. Sus besos eran húmedos como nunca lo habían sido. Te dejaban una sensación de calidez y pasión inigualables. Mientras la besábamos le desabrochamos la camisa que llevaba, debajo de la cuál apareció uno de sus bellísimos sujetadores negros.
Pudimos acariciar aquellas hermosas tetas que nos hacían entreabrir la boca a todos y así, con la ropa puesta, se arrodilló y nos fue abriendo las braguetas a todos mientras nos iba sacando las pollas. Sin detenerse en ninguna en concreto nos las fue comiendo como sólo ella sabía, mirándonos a los ojos como queriéndonos decir que nos iba a dejar secos, que se iba a tragar todo nuestro semen sin dejar una gota. Su hambre de sexo debía ser tal que la saliva se le derramaba por la boca junto con los flujos que iba sacando de nuestras pollas. Entre miembro y miembro besaba a las otras chicas y les pasaba aquel jugo de sexo que iba haciendo en su boca de pasión.
La apoyamos en una gran mesa que allí había y le bajamos la falda. A nuestra vista quedó su trasero, espléndidamente ensalzado por sus sexys braguitas negras como ofreciéndose para llevar a cabo todo, absolutamente todo lo que nuestra imaginación pudiera pensar, y, tan sólo pensarlo daban auténticos escalofríos. Yo no me pude contener y me fui directo hacia aquello. Retirándole un poco sus braguitas quedó a la vista, por fin, el agujero de su culo. Se lo abrí y empecé a chupar y lamer como un poseso. Aquel beso me volvía realmente loco. Ella lo notaba y además le pasaba lo mismo. Sus miradas hacia atrás para contemplar lo que yo le hacía denotaban un cierto nerviosismo, una cierta ansiedad deseosa de sensualidad anal. Por ello se cogía los muslos para que me fuese más fácil mi tarea. Enfrente me encontré una de las chicas que se estaba dedicando a su coño y, a la vez que le comía el culo a Nadja, hacía lo mismo con la boca de mi compañera de festín.
Entretanto Nadja no se quedaba quieta pues con su boca se introducía las pollas de dos en dos en su experimentadísima boca mientras que con sus manos, bien masturbaba las otras pollas, bien se apretaba sus muslos para que yo le pudiera comer su culo mejor. El "beso negro" era, sin duda, uno de los placeres que más le excitaba. A mí, desde luego, me volvía loco aquél agujero complaciente que posteriormente, en su momento, sería repetidamente comido y penetrado. Trataba de poner mi lengua lo más puntiaguda posible para así penetrar lo más posible allí dentro. La saliva de mi boca se derramaba abundantemente, pues tal era el ansia que su agujero me provocaba, yendo a parar justo donde lamía la otra puta que tan inmejorable faena parecía estar haciéndole en el coño. Nadja, con sus convulsiones parecía estar diciendo que no paráramos, que siguiéramos en aquella tarea. Sus flujos así nos lo señalaban porque, brotando abundantemente sobre nuestras caras hacía que éstas estuviesen brillantes.
Como decía, a veces la otra y yo juntábamos todo aquello en nuestras bocas, besándonos, más bien comiéndonos, literalmente, las lenguas. Unas de las veces me dijo que siguiera comiendo el culo de Nadja que ella, entretanto iba a hacer otra cosa. Efectivamente, en ello seguía yo cuando noté que mi polla estaba siendo comida por aquella putita. Nadja miraba hacia atrás y, al ver la postura, soltó un ¡oh ! casi imperceptible, mientras que soltó una de las pollas que masturbaba para acariciarme la cabeza; "¡Gracias cariño!"-me dijo- "y no pares, por lo que más quieras". Yo, como no podía ser menos, le hice caso y seguí con aquella misión tan excitante, mientras sentía como mi polla estaba a punto de reventar.
Cada vez estaba más convencido que Nadja debía ser la auténtica protagonista de aquellos grandes momentos. Paré lo que estábamos haciendo hasta entonces y me fui hacia ella.
Su cara sonrosada de la emoción y tan brillante de los flujos de las pollas que mamaba fue un reclamo incontenible y se la lamí con fruición fundiéndonos después en un largo y muy mojado beso. Le quité la ropa menos el sujetador, las medias y sus zapatos de tacón alto y le recogí el pelo para que no le molestara. Las bragas se las arranqué literalmente como queriendo dejar libre aquel entorno de lujuria total que eran su coño y su culo. Su cara y su cuerpo que se dejaban hacer eran todo un poema inenarrable. La situamos en el centro y la pusimos de rodillas. Como en aquel momento era nuestra diosa prisionera, le vendé los ojos y le até las manos a la espalda Le bajamos suavemente el torso y le subimos su culo de lujuria Aquel monumento había que trabajarlo mucho mejor y todos participaríamos. Ya que tanto le gustaba aquel vicio, se lo daríamos entre todos y en abundancia.
Ahora yo dirigiría aquel ceremonial de culto a la monumental Nadja. Les pedía a mis compañeros que fueran pasando uno a uno a horadar con sus lenguas aquel soberbio agujero. Les ordenaba que lo hicieran sin ningún tipo de prisa, que se recrearan, que lamieran con placer sin ningún tipo de prisa hasta que se hartaran, que le hundieran sus lenguas bien profundo, que hicieran que ella reventara de gozo y chillara de gusto.
Así sucedía; uno a uno se fueron dedicando a cumplir mis órdenes al pie de la letra. Metían allí sus lenguas sedientas y las hundían y retorcían durante largos minutos para comprobar como la diosa Nadja explotaba de gusto con cada uno y se corría ante sus propios labios.
Yo, entretanto, me puse a su lado y le acariciaba las grandes tetas mientras que la besaba tiernamente a la vez que le lamía su cara un poco roja y sudorosa. Su expresión, con la excitante venda en los ojos, me daba las gracias por aquellos momentos tan tremendos. Le metí la polla en la boca y me la fue chupando mientras que iba derramando aquella mezcla de su saliva con mis flujos. Me la quería comer entera. Mientras que los demás seguían comiendo el culo de Nadja, yo comencé a recorrerle todo el cuerpo con mi lengua; primero su cuello y su espalda, después me tendí y, alzándole el torso un poco, pude darme el festín, mientras que le bajaba el sujetador, de comerme sus enormes tetas maduras y, sobretodo, sus oscuros pezones erguidos por la ansiedad. Mordí y chupé todo los pliegues de su vientre que tan loco me traían recreándome, sobretodo, en su ombligo excitante. Al final llegué a sus nalgas donde coincidí con una de las putitas en el agujero sagrado y allí -¡qué éxtasis!- nos pusimos ambos a venerar con nuestras lenguas aquel monumento a la sensualidad, turnándonos en meter nuestras lenguas en todo lo hondo de su esfínter.
Todo aquello estaba tan bien que el tiempo pasaba y pasaba hasta que Nadja, intentando mirar a su alrededor, como buscándome, hizó que me percatara de que algo deseaba.
Me acerqué a ella y, al percatarse de mi presencia, con cara de éxtasis me pidió que pasara a hacer aquello que yo sabía que tanto le gustaba. Y así se hizo, como lo ordenaba e imaginaba la diosa Nadja; le desaté las manos para que pudiera apoyarse bien en el suelo y, entonces, la polla más descomunal de todas las que allí estaban (de unos 25 cm y bien gorda) fue llevada por las manos de las tres putitas hasta el lugar donde, con todo mérito, le correspondía estar. Era un premio a ambos; a su dueño por tener aquel falo tan potente y a Nadja, nuestra diosa, como máxima ofrenda por poseer aquella maravilla de la naturaleza, aquel monumento que era su imponente culo. La polla venía ya bien lubrificada y estaba chorreante. Enfrente, aquel agujero mojado parecía estar abriéndose ante lo que se le venía encima. Con la ayuda de una de las chicas aquella polla entró en contacto con el inicio del agujero donde tanto deseaba entrar y, paulatinamente el glande empezó a introducirse en aquellas misteriosas profundidades. Yo, que entonces estaba besando a Nadja, pude observar como sus ojos se salían de sus órbitas y como su boca se entornaba queriendo chillar pero sin hacerlo. Sin demasiada dificultad, el resto de aquella imponente verga fue entrándole hasta el final; ¡dios!, 25 centímetros de polla dentro de su ser. Era como si fuera a reventar pero de gusto.
Aquello empezó a moverse dentro muy poco a poco, al principio, y, progresivamente, con más celeridad. Nuestra diosa empezó a jadear: "Por lo que más quieras, no pares, por favor. Húndemela entera" le decía al que le estaba haciendo aquella faena.
A cuatro patas, nuestra diosa tenía un aspecto impresionante. Aquel potente miembro le entraba y salía por su grupa y ella, sintiéndose sólo hembra lujuriosa, subía y bajaba su cabeza entre jadeos. Los orgasmos se le fueron repitiendo una y otras vez haciendo que su coño estuviese chorreante. Al comprobarlo no pude resistir el acudir y tragarme todos aquellos flujos que sabían a mi caliente hembra. Mientras sus pechos colgaban fuera del sujetador en un vaivén que resultaba irresistible. Los demás se fueron hacia ellos y empezaron a acariciarlos y tendiéndose de dos en dos se lo comían como si estuviesen hambrientos.
Entretanto y tras varios minutos en aquella tarea, el afortunado sodomizador nos advirtió que si no sacaba la polla en ese momento reventaría allí dentro, lo que aún no debía suceder. Las chicas, al igual que ayudaron a meterla, también quisieron ayudar a sacarla, sobretodo para no perderse el festín de aquella polla lubrificada por el culo de Nadja.
Por su parte, el agujero estaba tan rojo y abierto que resultaba más tentador que nunca. Sin dejar que nadie se me adelantase me fue directo hacia él y, cogiendo a Nadja por la cintura, me agaché e introduje mi lengua con pasión. Deseaba comer aquel sitio aunque materialmente no pudiese. Deseaba morder, chupar, lamer, regodearme en lo que en aquel momento era el centro del universo.
Nadja quiso descansar un momento y se tendió boca arriba. Los ocho, de pié en torno suyo, al mirarla allí no podíamos evitar el masturbarnos porque aquel cuerpo y aquella cara invitaban a ello. Nos fuimos agachando todos y empezamos a acariciar suavemente el cuerpo de nuestra diosa Nadja. Nuestras lenguas empezaron a saborear, de nuevo aquel escultural cuerpo. Recorríamos su cara su cuello, sus pechos con aquellos empinados pezones, su ombligo y su prominente vientre, besábamos y lamíamos sus brazos, sus manos y, enfin, cada pequeño pliegue de su piel mientras que ella, tras sus innumerables corridas, sonreía levemente, cerrados sus ojos debajo de la venda, como si estuviese viviendo un sueño del que no quisiese despertar.
Otro de los "siervos de Nadja" con una polla que tenía poco que envidiar a la anterior, se tendió a su lado y, con extrema suavidad la reclamó para sí. Alzó a nuestra dueña hasta colocársela encima, de forma tal que su miembro volvió a quedar a la altura del culo. Como éste estaba bien mojado no ofreció demasiados problemas el paso que, obviamente, dio a continuación...hasta el fondo, casi de un golpe, le entró aquella segunda polla que taladraba el estrecho esfínter.
Con las piernas entreabiertas por el efecto de la embestida, Nadja nos presentaba directamente a los demás el otro orificio de placer que como diosa benevolente nos podía ofrecer: su coño. Éste había sido suficientemente comido y lamido con anterioridad de forma que parecía pedir una polla a gritos.
Así se hizo por otro de los fieles "siervos" de Nadja que se lanzó hacia ella taladrándola. No era normal que Nadja tuviera aguante para aquello, pensaba yo entonces (después me sorprendería gratamente con las cosas que ella podía conseguir). ¡Qué debía sentir con aquellas dos enormes vergas llenándole todo su interior!. Yo pensaba que debía estar totalmente colmada porque sus gritos, jadeos y suspiros, así como su mirada, parecían estar diciendo que iba a reventar de gozo pero...de nuevo me sorprendió. Aprovechando mi proximidad cogió con una de sus manos mi duro miembro y, como queriéndome mirar a los ojos, se lo llevó directamente a su boca, tragándolo por completo. Luego se la fue sacando poco a poco con lo que mis flujos mezclados con su saliva se le iban derramando por los labios resbalándole hasta las tetas.
Entornando sus labios empezó a hacerme una mamada de una forma que yo nunca hubiera imaginado que podía hacer. Sus labios se cerraban en torno a mi glande y lo chupaban como si fuese un helado, subiendo y bajando, tragando la polla, a veces, hasta lo más profundo de su garganta.
Dos machos más vinieron a sumarse al lugar donde me encontraba, reivindicando su derecho a "adorar" a mi reina...¿de dónde sacaba ella aquella maestría innata en el dominio de un grupo tan numeroso?. Con esta cualidad conseguía meterse dos pollas en su boca, bien dentro, mientras era aún capaz de masturbar sabiamente un tercer miembro.
El cuadro resultaba más que épico: Nuestra diosa, con todos sus agujeros de sensualidad repletos por entero, manejaba maestralmente los falos de cinco tíos, dándoles un placer tal que hicieran falta cinco hembras para hacer lo que ella sola bien podía...¡y cómo lo hacía!.
Transcurrido un rato en esta postura, quisimos cambiarla cuando las otras tres hembras nos apartaron reclamando por un rato lo que bien les correspondía. Como lo que se avecinaba podía ser un gran espectáculo, no dijimos nada y nos apartamos un poco.
En un círculo, de rodillas, empezaron a besar todas a su diosa. Lo hacían con pasión, acariciándole sus generosas tetas y cogiéndole su chorreante coño. Si al principio lo hacían una a una, su hambre de Nadja hizo que todas desearan comerla, chuparla, besarla a la vez...y aquello se convertía para nosotros en un espectáculo infinitamente sensual que invitaba a masturbarse.
Allí estaba aquel conjunto sensual de hembras hermosas cuyos cuerpos esculturales, bañados en sudor, saliva y flujos vaginales se presentaban ante nosotros. El cuerpo de Nadja, que se dejaba hacer, era venerado por todos sitios; sus pechos, su cara, su cuello, su ombligo...prácticamente la obligaron a ponerse a cuatro patas. Una de ellas se introdujo por debajo, en 69, para poder devorar cómodamente su coño peludo y chorreante, aún, de los flujos de los tíos y los propios. Las otras dos se enfrentaron por el privilegio de comer el plato que a todos más nos gustaba: su culo sublime...y consiguieron repartírselo: mientras una saboreaba los muslos y los pliegues llenos de vello, la otra introducía su lengua en el apetitoso orificio haciendo vibrar el interior de nuestra Hembra, haciéndola rogar que no pararan, que, por favor, siguieran así siempre. De esta forma se alternaban en esto, una y otra vez sin que, al parecer tuvieran hartazgo alguno, ni ellas, ni, por supuesto, nuestra protagonista. Los dedos juguetones de las hembras sobaban aquel cuerpo adorable, se metían por todos los resquicios, parecían querer inspeccionarlo todo, hurgaban la vagina, se metían en el esfínter, buscaban la boca de mi diosa para que chupara de ellos...
Pero Nadja, en su magnanimidad, aunque se sabía receptora principal de todo el placer quiso darlo también y ordenó a las tres hembras que parasen porque ahora ella proporcionaría placer y las otras tres lo recibirían. Lo que les iba a hacer y, sobretodo, por donde se lo iba a hacer estaba, por supuesto, en el pensamiento de todas. Les ordenó que se pusieron en la misma postura que ella había adoptado casi todo el rato y, así las puso juntas, grupa con grupa, resaltando bien aquellos culos tan espléndidos.
De rodillas nuestra diosa se dirigió hacia el primero. Agachando su cabeza recorrió con su boca el coño de la primera hembra, abriendo sus labios y follándola casi literalmente con su experimentadísima lengua que era capaz de llegar bien profunda. Después cogió sus manos y, separándole los muslos todo lo posible, dejó bien a la vista el cálido agujero en el que se recrearía a continuación. Su lengua, bien puntiaguda, supo introducirse por aquellas estrechas paredes y lamiendo en pequeños círculos consiguió introducir un buen trozo dentro. La afortunada apenas conseguía articular un "¡oh!" de gusto cuando sintió que Nadja, con sus dedos, empezaba, a la vez, a acariciarle el clítoris y a introducirle un dedo en el interior de su húmeda vagina, ésta pasó a ser chorreante cuando vinieron el segundo y el tercer dedo. La maestría inigualable de nuestra diosa hizo sentir a la otra que nunca nadie le había proporcionado tanto placer en su vida. Pero más placer vendría cuando los dedos cambiaron de sitio y paulatinamente; uno, dos y tres se fueron introduciendo por el "agujero de más arriba" donde se dedicaron a hurgar y a moverse con maestría consiguiendo provocar un impresionante orgasmo a aquella hembra sedienta de emociones anales.
Entretanto Nadja, sin sacar sus dedos del agujero, se acercó un poco hasta la tercera grupa, la que quedaba más a la derecha y, ayudándose de los dedos de la mano que tenía libre, separó lo suficiente los dos muslos como para que quedara en un lugar perfecto para ser trabajado el agujero de esta tercera hembra. Acercándose lo suficiente lo impregnó abundantemente con su lengua y con su saliva (¡quién pudiera beberla!) para, a continuación introducir, igual que antes, hasta tres dedos que fue rotando de forma tal que podía ver salir el flujo debajo en el coño y chorrear hasta la alfombra. ¡Qué maestría tan bárbara! ¡Cómo estaba follando con sus manos a aquellas dos hembras!.
La hembra del medio, la que tenía el culo más lujurioso de todos, volvió su cabeza y con una mirada casi de angustia parecía estar diciendo a nuestra diosa que qué pasaba con ella. Nadja, como si lo intuyera, le dijo: "no te preocupes porque para ti reservo lo mejor".
Y, como no podía ser menos, así fue porque los dedos de Nadja eran bien sabios y experimentados pero tenía un órgano que no tenía igual y con el que se atrevía a todo. Éste, por supuesto, era su lengua. Efectivamente, bajando su cabeza hasta aquella maravilla que le quedaba justo enfrente empezó a comerle los muslos y como la hembra adivinó lo que le venía encima se los cogió para abrírselos y hacerle la tarea más fácil a Nadja. Entonces ésta lo bordó. Tras volver a soltar su saliva, que los demás estábamos deseando tragar, en la entrada de tan especial lugar entornó su lengua y, como si de un tornillo se tratara, empezó a recorrerle las paredes lubricadas por su propia saliva y, poco a poco, fue introduciéndola en aquel sensual agujero hasta una profundidad tal que no parecía real que lo hubiese conseguido. La hembra temblaba de placer y, debido a los incontables orgasmos que durante varios minutos tuvo, las piernas le daban tales sacudidas que apenas podía sostenerse.
Aquello era demasiado, ninguno de los allí presentes había visto nunca nada igual. Nadja era nuestra diosa, nuestra dueña, nuestra reina, nuestra maestra de la sensualidad y del vicio. Jamás hubiese podido soñar que aquella mujer, con los ojos vendados y sirviéndose tan sólo de su instinto,fuese capaz de conseguir aquello, yo que la creía tan normal. Aquello no se le podía agradecer de ninguna forma, no podríamos pagárselo nunca, pero, al menos, algo debíamos intentar.
Mandé a los propietarios de las dos pollas más descomunales a que cumplieran la labor de gratitud que debíamos ofrecer a nuestra diosa Nadja. Ésta, absorta en su magistral lección, no se dio cuenta de lo que le venía encima a pesar de que la postura en que estaba invitaba a hacer locuras.
El primero de los machos se fue directo hacia ella y se la metió por el coño hasta lo más profundo. No debió costarle demasiado porque éste estaba totalmente chorreante, señal de que la faena que le estaba haciendo a sus hembras también le excitaba a ella muchísimo. A Nadja se le abrieron las piernas de la emoción y del placer del primer orgasmo que, casi inmediatamente le sobrevino. Aunque por las piernas y por todo el cuerpo sentía fuertes sacudidas y escalofríos, consiguió sobreponerse para seguir con su magistral faena lésbica.
Lo que de ninguna forma le cupo imaginar es lo que a continuación se le vino encima porque el jodedor de su negro coño, apartándose hacia atrás casi imperceptiblemente y colocándose de rodillas, dejó paso al segundo encargado del agradecimiento masculino. Para esto elegí, ¡cómo no! al macho de la más grande polla de las allí presentes, la de 25 centímetros.
Éste, agachándose un poco para completar la postura lo mejor posible, llevó su polla hasta el bendito agujero anal de nuestra diosa. Ella se turbó un poco al notar algo allí que no esperaba y sus facciones se desgarraron cuando allí...¡por dios! le entró a Nadja nuestro regalo en forma de descomunal miembro. Aquellos 25 centímetros no lo tuvieron excesivamente difícil debido a que el agujero aún estaba mojado de las anteriores faenas, pero, aun así, Nadja soltó un grito de desgarro seguido de profundos jadeos de indescriptible ardor.
Era el mejor espectáculo del mundo ver aquella cosa enorme de un cuarto de metro deslizarse por tan estrecho agujero hasta clavarse literalmente en lo más profundo de su ser de una forma tal que sólo los testículos quedaban fuera y ello con el mérito añadido de tener igualmente repleto el agujero de más abajo, su ardiente coño, con una polla que no le iba a la zaga. Aquellos dos descomunales miembros bombeaban las entrañas de Nadja en un vaivén tan continuo y bestial que ninguno nos explicábamos como ella podía aguantarlo y cómo podía resistir aquellas brutales acometidas.
¿Cómo podía tener el poderío de resistir aquello y, a la par, no dejar de satisfacer los culos de las otras tres hembras?.
Los otros tres machos no podíamos aguantar más, deseábamos más que nada en el mundo volver a participar a aquel banquete donde el plato principal era nuestra Nadja. Con su gesto de mirar hacia atrás advertí su deseo de que participáramos.
Efectivamente los dos pollones tuvieron que ceder el paso a otros dos, uno de ellos el mío. Primero y aunque no hacía falta, preparamos sus agujeros con nuestras sedientas lenguas. Yo me reservé, cómo no, mi plato favorito: su culo, abierto y rojo por los efectos de la enorme polla que la había jodido. No lo podía remediar, me volvía loco aquella faena y, además, notaba que a ella le encantaba, sobretodo si sabía que era yo el que se lo hacía. Mi lengua entraba y entraba sin dificultad, regodeándome en sus paredes anales que tanto estaban dando de sí. Ella, con la tremenda calentura que le producía lo que le estaba haciendo no pudo evitar el agarrar mi cabeza con sus dos manos y apretarla contra su culo como deseando que mi lengua entrara aún más en el horadado agujero y así conseguir reventar, aun más, de placer y gozo. Cuando tuve aquel agujero bien caliente y comprobando que mi compañero de faena iba a empezar a metérsela por el coño, me dispuse a pasar a la acción. Mirándonos ambos decidimos metérsela a la vez y, de un golpe, así lo hicimos. Ella no debía esperarlo tan de golpe porque sacando su lengua del culo en que andaba ocupada, miró hacia atrás gratamente sorprendida y agradecida. Ella quería que todas las pollas pudieran disfrutar de su cuerpo, quería rendirnos a todos, reventarnos de placer.
Su coño y su culo parecían conocer cada miembro de los que desgarraban sus profundidades y así se movía a ritmos diferentes con cada uno. Nosotros no queríamos ir a la zaga y en un perfecto vaivén le fuimos bombeando nuestras pollas a un ritmo frenético. Notábamos el vibrar de sus paredes interiores y el chorrear incesante de sus jugos, señal inequívoca de las innumerables veces que se estaba corriendo.
Cuando no pudimos más y antes de que nuestros testículos reventaran, sacamos nuestras pollas de allí. Pero Nadja, que ya había trabajado las de los otros y no queriendo desprenderse de ninguno, nos cogió ambos miembros. No podía permitir que los suculentos jugos mezclados de su culo y nuestras vergas se secaran sin más. Aquello era un cóctel exquisito que ella no podía dejar de tragar.
Unidos nuestros glandes se los llevó a la boca donde literalmente los exprimió a la vez que con su lengua lamía las pollas a todo lo largo, metiéndoselas hasta lo más profundo y llenando su garganta, por completo, con nuestros miembros. Igual que antes, tuvimos que pedirle que parara si no quería que reventáramos, cosa que a ella bien le hubiera gustado.
Yo me preguntaba desde hacía ya un rato cuánto sería capaz de dar de sí el culo de mi diosa y, ahora que no estaba ocupado, saqué de una mesa un objeto que nunca había utilizado y jamás pensé que iba a hacerlo. Se trataba de un consolador que compramos para una fiesta y que, debido a su tamaño jamás pensábamos poder utilizar. Uno similar había visto en una revista pero nunca estuve seguro de que fuera verdad lo que allí pasaba. Aquella cosa descomunal medía unos 45 centímetros de largo y tenía un grosor de 6 centímetros (como un vaso) y estaba hecho de un material flexible (aunque no creo que estuviese concebido para ser utilizado).
Todos se acercaron y les dije: "vamos a comprobar de una vez por todas hasta donde llega el poderío de nuestra diosa". Ella se puso un poco nerviosa porque el tono de mis palabras y el conocer mi viciosa imaginación le hizo pensar que debía tratarse de algo realmente fuerte. Tranquilizándola, le dije que no temiera, que se relajara porque ahora es cuando iba a disfrutar más que nunca.
Suavemente y acariciándola la pusimos, de nuevo, en la postura en que había estado casi toda la noche, que era la más idónea para lo que le íbamos a hacer. Nos pusimos todos en torno a ella y yo, suavemente le di un beso y le baje el torso resaltando su monumento anal. ¿Resistiría éste la dura prueba a la que iba a ser sometido?.
Antes que su agujero se secara por la inactividad, me afané de nuevo en ponerlo caliente y bien húmedo. Aquello hizo que Nadja empezara a abandonar el temor. A continuación empecé introduciéndole un dedo y hurgando sus paredes anales. Después vino un segundo y después un tercero. Nadja empezaba a convulsionarse y a sentir placer porque la rotación de los tres dedos allí adentro le producía un efecto casi tan agradable como una gran polla. Entonces, juntando las puntas de todos los dedos de mi mano, empecé a introducir ésta hacia el fondo. ¡dios mío!, aquello parecía que no podía entrar nunca, pero al final...el puño entero quedó dentro de su agujero. Ella, con gesto de dolor, aguantaba. Era una prueba que tendría que pasar.
Saqué mi mano de allí para, inmediatamente, comenzar a introducir el enorme glande carnoso del vibrador. Como el culo estaba bien abierto, aquello empezó a entrar bien pese al gesto de dolor que presentaba el rostro de Nadja. "No te preocupes, mi amor, pronto vendrá lo bueno" le decía yo. Con aquel "tronco" en las manos, metiéndolo y sacándolo casi imperceptiblemente logré ir introduciéndolo muy poco a poco.
Cuando el primer tercio del vibrador estuvo dentro del culo de Nadja, ésta empezó a cambiar su expresión de dolor por otra ligeramente placentera. Todos la acariciábamos y ella empezó a sonreírnos con un gesto que ya denotaba placer. Yo seguía en mi misión y...¡parecía que mientras más adentro más le iba gustando!. Dos tercios (¡qué barbaridad!) estaban ya dentro cuando Nadja era ya un volcán de ardor. Se movía, se convulsionaba y jadeaba como hasta entonces no lo había hecho y, con voz ronca, me dijo lo que yo estaba esperando: "hasta dentro, por lo que más quieras, desgarra mis entrañas y mátame de placer". Y así lo hice. Eran 45 centímetros de aquel artefacto descomunal lo que le estaba bombeando dentro de su ser. Todos estábamos asombrados, maravillados, absortos ante aquel espectáculo inenarrable que Nadja nos estaba ofreciendo. Sus convulsiones fueron de tal magnitud que las piernas no le aguantaron más, desplomándose su cuerpo ensartado en el suelo del apartamento. Dos lágrimas mezclas de dolor, pasión y terrible gozo le resbalaban bajo sus vendas. Le sacamos aquello poco a poco para darle un descanso a su agujero de pasión y que mejor relax que nuestras lenguas lamiendo su rojo esfínter que había estado a punto de reventar. Le quitamos la venda de los ojos y ella alzó su cara sudorosa, roja y extasiada y mirándonos a los ojos con una cara de infinito agradecimiento dijo, casi murmuró, que había tenido el mayor momento de placer de su vida.
Ahora quedaba rematar la faena. La diosa Nadja que se había corrido una infinidad de veces, esa hembra adorada, objeto y receptora de todos los placeres que allí se ofrecieron, quiso que todas las pollas que tanto gozo le habían dado reventaran en ella y vertieran su fruto en su boca para así, por último, saborearlos a todos. A ella aquello era una cosa que la dislocaba tremendamente y por ello se había preparado como último plato un postre que inmediatamente hizo subir. Se trataba de otros cinco tíos que se encargarían, junto a nosotros de calmar la sed de semen de nuestra insaciable diosa. Ahora no quiso que le vendáramos los ojos porque deseaba fervientemente vernos las caras descompuestas de placer cuando nos corriéramos en ella.
Primero, nuestra reina, para ofrecernos un poco más de morbo, se retocó el maquillaje volviendo a lucir los rojos labios y la bella sombra de ojos del principio porque sabía que nos íbamos a dislocar vertiéndole nuestra lefa en aquella cara maquillada. Se sentó y, con las rodillas dobladas ofrecía la imagen de lo que era: una bella diosa dispuesta a recibir todas nuestras pollas. Su pelo recogido con algunos mechones sueltos, sus perlas en el cuello y muñecas, su bello sujetador debajo de sus tetas, realzando éstas, su cuerpo escultural rematado en las piernas por sus medias oscuras. Aquel cuerpo había que decorarlo aún más, con el color de nuestro semen y, de eso, nos encargaríamos sus siervos.
No les hacía falta preparación a nuestras pollas así que nos dispusimos los diez alrededor de ella. Yo tuve el privilegio de estrenar su sedienta boca. Sin poder aguantar más me fui hacia ella que, mirándome a los ojos con cara de infinito amor y pasión, atrapó toda mi polla dentro de su boca. Apenas hizo falta nada más para que soltara allí dentro un enorme latigazo de mi leche que ella, mirándome a los ojos, tragó pausada pero prolongadamente. Después vinieron una segunda y una tercera explosión de mis testículos que mi polla se encargó de verter directamente en el interior de su garganta.
Sin darle tiempo casi a reponerse ni a terminar de tragar la inmensa cantidad de esperma que yo le había soltado, la segunda polla se le plantó ante sus labios abiertos donde vertió otros varios latigazos de semen de los cuales varios fueron directos a su garganta mezclándose allí con la leche que aún quedaba de la anterior corrida. Otra parte quedó dentro de su ya repleta boca y parte rezumó directamente resbalándosele por los labios, la barbilla y el cuello. Ante aquel espectáculo yo no me pude contener y quise que mi amor gozara a la par que nosotros. Tendiéndome a su lado le alcé el muslo quedando a la vista el agujero que me volvía loco. Sin dilaciones empecé a comérselo excitadísimo por el rostro que iba presentando mi diosa.
Mientras tanto y a la vez, la tercera y cuarta vergas se plantaron ante sus labios abiertos y deseosos y, sin esfuerzo alguno vertieron al interior el generoso y abundante contenido de semen que le tenían preparado lo que hizo que su boca, desbordada ante tal cantidad de lefa, se vaciara por todos lados, corriéndose toda la leche hacia abajo y bañando sus grandes tetas. Ocupada en intentar tragar aquel mar de semen, apenas le dieron tiempo a sus labios de atrapar la quinta polla por lo que esta corrida le empapó todo el lado izquierdo de la cara, sus cejas y pestañas. Su cara estaba sublime por el aspecto de la piel pegajosa y por el rostro de placer que por ello y por lo que yo le estaba haciendo se le ponía.
El sexto latigazo, casi a la par que el anterior, le vino por el lado derecho, cogiéndola de nuevo casi desprevenida y dejó su cara entera repleta de leche y totalmente viscosa.
La séptima corrida la pilló más preparada y aquella polla pudo ser entrecogida por sus labios antes que soltara su descarga bien espesa. El semen acumulado lo era en tal desproporción ella no quería que se perdiera ni una gota- que volvió a rezumar en gran cantidad su boca la cual no daba abasto ante tanto semen y volvió a derramarse hacia sus senos que aparecían ya totalmente chorreantes (y celestiales...).
La octava polla eyaculó con tal potencia que los labios de Nadja se vieron impotentes de contenerla, llegando lefa hasta la frente y la nariz que quedaron totalmente empapadas.
La novena, directa a los labios, se derramó por la imposibilidad de que cupiera más en la boca y terminó inundando los pechos y, como estos ya estaban repletos, la leche bajaba por los pliegues de su vientre colmando su ombligo y llegándole hasta el mismo coño.
La última correspondió al macho de los 25 centímetros y, con mucho fue algo bestial. Ella, con su cara y todo su busto repletos de lefa, lo miró directamente a los ojos y, agradeciéndole todo los momentos que le había hecho pasar, se fue hacia aquella polla y apretándola con sus labios empapados hizo que descargara tal cantidad del viscoso líquido que bien estuvo a la altura de la longitud de su miembro. El latigazo llegó directo a la campanilla pero su garganta y su boca estaban tan repletas que como no podía tragar más todo salió fuera y corrió hacia su barbilla, sus tetas y su coño impregnando mucho más toda aquella maravillosa cantidad de leche viscosa.
El cuerpo de mi diosa era un maravilloso poema: inundada de lefa, se relamía ambos lados de la cara y, alzándose sus pechos imponentes, se esforzaba en que no se desperdiciara ni una gota de aquello que era el fruto de su felicidad.
Yo, terminada mi faena allí abajo, acaricié el pegajoso pelo de mi reina y le pregunté si le apetecía una ducha de las que ambos sabíamos. Su cara entera me dijo que sí porque aquello era el vicio último de una insuperable corrida. Nos volvimos a poner todos en derredor y la dejamos totalmente empapada, sobretodo las tres chicas que habían esperado aquel momento con ardor. Pegaron sus coños a su cara y abriéndolos bien le mearon ésta hasta que quedó toda totalmente encharcada y brillante, tremendamente feliz por aquel inesperado desenlace.