El club de las mujeres msch. (II)

El club de las mujeres msch. (II)...

Octubre 9. (Lunes).

Día tranquilo. Lo de siempre en un lunes. Fui a la escuela, a la tarde revisé el correo electrónico y salí a dar vueltas en el auto. Mónica no llamó.

Octubre 10. (Martes).

Chateé como tres horas seguidas y después llamé a la mujer que limpia la casa del barrio privado para que prepare todo, ya que nunca se sabe. Si bien todavía estoy asimilando la experiencia con Mónica, el pensar que puedo repetirla otra vez me pone recaliente. No hubo llamados.

Octubre 11. (Miércoles).

Recibí carta de mí tía en la que me dice que se está por casar. Bien por ella. Espero que tenga suerte esta vez. En la escuela quedé con varios de mis compañeros en jugar al fútbol. Les dije que podía cualquier día menos el fin de semana. Mónica por fin llamó. Esto fue lo que hablamos:

-Hola.

-¿Marcelo?.

-Sí. ¿Quién habla?.

-Mónica.

-¡Mónica!. Pensé que ya no ibas a llamar.

-Te estuve llamando toda la tarde y me daba ocupado. ¿Qué pasó?.

-Lo que pasa es que estaba usando internet. ¿Tenés alguna novedad para mí?.

-Sí. Tuviste suerte. Te conseguí algo, espero que te guste. Te voy a decir que no fue fácil.

-¿Por qué?.

-Antes de la que aceptó, hablé con dos y no quisieron saber nada. Pensé que no iba a poder conseguirte nada pero al final tuve suerte.

-¿Cómo es?.

-Es negrita, culona y tiene hijos chiquitos, como vos querías.

-¿Cómo se llama?.

-Sandra.

-¿Qué edad tiene?.

-Veintisiete años.

-¿Cuántos hijos tiene?.

-Tiene tres. ¿Querés saber por qué agarró viaje?.

-Sí.

-Como te conté antes, yo había hablado con dos minas que no quisieron saber nada, así que hoy me quedé en la carpa lavando ropa y no salí. Como a las dos de la tarde aparecieron una vieja conocida y su marido trayendo una mujer que se veía que no quería estar con ellos en ese momento. La mujer me dijo que se había enterado lo que yo le había propuesto a las dos mujeres, y que tenía una candidata para mí. Me presentaron a la mujer que estaba con ellos, yo le hice unas preguntas y cuando le pregunté si agarraba viaje dijo que sí. Quedé en verme después con la mujer y después se fueron.

-¿Por qué decís que la mujer estaba incomoda? ¿Te parece que la obligaron a aceptar?.

-Y...más o menos. Por lo que me contó la conocida mía, la mina está viviendo con ellos hace un mes. Por lo que se, el marido la dejó en la calle con los tres hijos y sin un mango, y como el marido es hermano de mí amiga, esta tuvo que aceptarla en la carpa. El problema aparte del amontonamiento, es que mí amiga y el marido no pueden coger con tanta gente en la carpa, así que el vago está que vuela. Por eso quieren que se gane los trescientos, así se compra una carpa y les tira algo a ellos.

-¿Dónde la encuentro?.

-En la placita en donde me pasaste a buscar a mí. ¿Te parece bien el viernes a la misma hora?.

-Sí. ¿Le preguntaste del asunto que me interesa a mí?.

-¿El asunto del redondo?.

-Sí.

-Le pregunté y me dijo que sí, así que no te hagas problema.

-Bueno, perfecto.

-Espero que tengas suerte. Un beso.

-Otro para vos. Chau.

-Chau.

Octubre 12. (Jueves).

A la mañana fui a la escuela. Estaba nervioso y me la pasé pensando en el fin de semana que me espera. A la tarde fui a jugar al fútbol con mis compañeros y pude desenchufarme por un par de horas. Cuando llegué a mí casa, me di un baño y revisé el correo electrónico. No veo la hora de que llegue el viernes.

Octubre 13. (Viernes).

En la escuela no estuve muy atento. El solo pensar que voy a pasar el fin de semana con otra msch me lleva a unas alturas increíbles. No veo la hora de conocer su historia. A la tarde llevé a lavar el auto y le compré un regalito para la msch, algo así como una marca en la culata del revolver. Tengo que acordarme de regalarle algo a Mónica, ya que se portó muy bien.

Cuando estuve en la plaza, reconocí a Sandra fácilmente, ya que prácticamente era un clon de Mónica. Estaba sentada en el mismo banco y me pareció que volvía a repetir la misma situación del fin de semana anterior.

La saludé con un beso en la mejilla y luego que ella juntó a sus hijos, nos dirigimos hacia el auto. Durante el viaje no hablamos mucho y cuando llegamos al barrio privado, noté que Sandra estaba bastante sorprendida. Supuse que sería un gran shock para ella encontrarse con casas que quizás sólo habría visto por televisión, después de estar viviendo el último tiempo en una carpa con sus hijos y compartiéndola con la familia de su cuñada. Al llegar les mostré toda la casa y después dejamos a los hijos de Sandra mirando televisión y nos mandamos a la cocina. Mientras tomábamos mate tuvimos la siguiente conversación.

-¿Habías hecho esto antes? –pregunté para iniciar la conversación.

-¿Encamarme con alguien por plata, decís?.

-Sí.

-No.

-¿Y por qué aceptaste? –pregunté tratando de humillarla aun más. Sabía que tendría su ano todo el fin de semana, pero quería llevar mi fantasía a un límite cada vez más extremo.

-Principalmente por la guita. Esos trescientos me van a venir bien. No se si Mónica te habrá dicho cual es mi situación.

-Algo me dijo, pero contame igual, si queres –dije como al pasar, tratando de disimular una creciente erección, ya que los problemas de Sandra y la miseria en la que vivía a mi me excitaba terriblemente.

-Lo que pasó fue que mi marido se calentó con una pendeja y me hechó a la calle con mis hijos. Hace dos años que estamos viviendo en Capital y no conozco a nadie, salvo la hermana de él. Así que me fui a verla y terminé quedándome en la carpa. Yo pensé que en unos días mi marido iba a venir a buscarme cuando se le pasara la calentura, pero todavía lo estoy esperando. La cuestión que me tuve que quedar y el asunto se complicó, ya que mi cuñada y el marido no pueden coger con mis hijos y yo durmiendo en la carpa. Hace unos días el tipo tiró la bronca y mi cuñada habló conmigo y casi me cagó a palo. Así que cuando se enteró que Mónica andaba buscando a alguien parecida a mi, casi me llevó de los pelos.

-¿Dónde vivías antes?.

-En el Chaco. Yo soy de allá.

-¿Qué vas a hacer con la plata?.

-Tengo que darle cien a mi cuñada y con el resto tengo que comprarme una carpa para poder vivir con mis hijos.

-Te va a quedar muy poquito para vos.

-Sí, por lo menos para comer unos días.

Cuando terminamos de tomar mate, fuimos al living para ver que estaban haciendo los chicos y me sorprendí al encontrarlos quietos y muy concentrados en la televisión. Mónica me dijo que era porque hacía mucho tiempo que no veían, ya que en el asentamiento no tenían luz eléctrica ni agua corriente.

Para cenar pedimos parrillada y un par de gaseosas por teléfono. Mientras comíamos noté que Sandra y sus hijos eran peores que Mónica en cuanto al hambre atrasada y me pregunté cuánto haría que no comían bien. Al rato llevamos lo que quedaba de coca cola al living y nos pusimos a mirar televisión.

Sandra se sorprendió cuando le dije que el velador que estaba en la pieza en la cual dormían los chicos se apagaba solo a los diez minutos. Le dije que lo había comprado especialmente por si alguno de los chicos que iban a venir tardaban en dormirse o si tenían miedo de dormir con la luz apagada.

Cuando cerramos la puerta del dormitorio de los chicos y comenzamos a caminar hacia el nuestro, no pude evitar que se me parara la pija. El solo hecho de pensar que iba a coger con Sandra por el culo me volvía loco y cuando entramos a la pieza no se como hice, pero me desnudé antes que ella.

Sandra se estaba sacando el pantalón y cuando se sacó la remera quedó ante mí sólo en ropa interior. Al ver como la miraba, se sacó el corpiño en forma muy lenta y después se bajó los calzones y cuando estuvieron en el suelo los pateó a un costado.

Ya en la cama comenzamos a besarnos y nuestras lenguas se encontraron por primera vez. Dejé que mis manos recorrieran su enorme cola mientras ella me pajeaba haciendo que mi desesperación por metersela se acrecentara aun más.

Cuando se la puse traté de mantener un ritmo lento para gozarla el mayor tiempo posible, pero la concha de Sandra era hermosa y la desesperación de cogerla con todo me invadió por completo y le empecé a dar masita.

Con la cola, esta vez fue distinto. Cuando Sandra se puso boca abajo con las piernas abiertas ofreciéndome su enorme culo, sentí que ya no era un disparo a ciegas (como con Mónica), sino que esta vez sabía adonde tenía que dirigirlo. El ano de Sandra era el blanco, y no iba a fallar por nada del mundo. La vez anterior, no sabía si Mónica iba a aceptar tener sexo anal, pero ahora la situación era distinta, ya que Sandra me había confirmado antes de venir que me iba a entregar el redondo. Por este motivo yo me sentía ahora más seguro. Como más preparado para disfrutar de ese maravilloso regalo que era el ano de Sandra.

Ya dentro de ella, me acosté sobre su espalda y noté como su respiración entrecortada era reemplazada en ocasiones por gemidos y en otras por gruñidos, cuando le entraba demasiado fuerte. Su cuerpo transpiraba bastante y a medida que me hundía en ella parecía haber entre nosotros una mayor complementación y un excitante intercambio de fluidos corporales.

Cuando acabé, sentí que entraba en una especie de túnel, y al final del mismo había otro, y el momento que había vivido se repetía otra vez, y otra y otra...

Más tarde, mientras fumábamos, comenzamos a hablar mientras mirábamos una película en el televisor que estaba enfrente de la cama. No recuerdo bien lo que dije yo, pero recuerdo en parte lo que dijo Sandra, por eso lo escribo de esta manera.

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-La pasé bien. Mejor de lo que creía. La verdad que estaba un poco asustada, ya que es la primera vez que hago esto. ¿Pero creo que estuve bastante bien, no?.

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-Yo pensé que me iba a costar un poco más, ya que hacía bastante que no lo hacía por atrás, pero una vez que la tuve adentro, me relajé y dejé que me metieras la pija en el culo.

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-¡Qué es verdad!. Te gusta el culo más que respirar. Hacía tiempo que no me hacían la cola con tantas ganas. Me di cuenta cuando me la metiste y me empezaste a dar. Te volviste loco.

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-Seguramente mi marido no piensa lo mismo. Aunque te digo que cuando recién nos habíamos casado me lo pedía todos los días.

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-No se. Capaz que se aburrió de meterla siempre en el mismo agujero. Esperó que a vos no te pase lo mismo.

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-Claro. Que te va a pasar si tenes uno distinto todas las semanas. Me gustaría ver que haces si tenes que hacerlo con la misma siempre.

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-¿De verdad?. Seguro que lo decís para hacerme sentir bien. ¿De verdad me lo pedirías todos los días?. Yo te lo daría con gusto.

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-Me encantaría pasar todo ese tiempo con vos. Seguro que a los chicos también. ¿Qué hay que hacer para salir favorecida?.

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-Así que vas a elegir la que más te guste. Está bien, no vas a andar haciendo un sorteo. Pero me parece que por lo que pasó hoy, más que la que te guste, vas a elegir el culo que más te guste. ¿Es así?.

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Octubre 14. (Sábado).

Cerca de las diez de la mañana nos levantamos y nos fuimos a bañar. Sandra no quería salir del baño, ya que me confesó que desde que estaba en el asentamiento sólo se podía bañar parada dentro de un fuentón.

Cuando le dije que quería llevarla a ella y a sus hijos al shopping, salió rápido del baño, se vistió y fue a despertar a sus hijos.

Una vez en el shopping, compramos ropa para Sandra y sus hijos, y recorrimos todo. Pasadas las doce aprovechamos para comer, y después volvimos a el barrio privado.

Como a las dos de la tarde, y después que acostamos los chicos a dormir nos mandamos a la pieza.

Sandra volvió a insistir en cerrar la puerta con llave y mientras me dio la espalda pude disfrutar de la visión de su enorme culo. Después volvió sonriendo y se acostó.

Más tarde y cuando me preparaba para ponérsela por segunda vez, la miré otra vez con la verga reparada.

Ahora estaba boca abajo, con las piernas abiertas y la cara ligeramente inclinada hacia el lado derecho. Una de las cosas que más me gustaba hacer con las mujeres era abrirles los cantos y ver como abren y fruncen el ano. Eso me excitaba terriblemente y se lo había pedido tanto a Mónica como a Sandra.

En realidad lo que más me calentaba era el saber que cuando entraban a la pieza conmigo, estaban dispuestas a entregarme el redondo, y el saber también que nada iba a impedir que se los hiciera. Era una sensación maravillosa.

La cosa fue que le mandamos pito toda la tarde. Dormimos la siesta y cuando nos levantamos fuimos derecho a bañarnos. Sandra se había comprado una malla en el shopping, así que después que despertamos a los chicos y tomamos una merienda rápida, nos metimos a la pileta. Disfrutamos bastante del agua, ya que hacía calor, pero también la pasamos bien jugando bastante con los chicos. Esto pareció preocuparle bastante a Sandra, ya que después que salimos de la pileta estuvo bastante pensativa.

A la noche Sandra les dio de comer a sus hijos temprano, los acostó y después comimos los dos solos. Cuando terminamos fui a buscar el regalo que tenía preparado para Sandra y se lo di. Ella se asombró primero y después se emocionó. Las lágrimas le corrieron por las mejillas y ella se las secó con el dorso de la mano, intentando sonreír. Luego me tendió la cadenita de oro que yo le había comprado y me dijo que se la pusiera. Cuando la tuvo en el cuello, se la acomodó con la mano izquierda y después me abrazó. Me dijo que había llorado porque era la primera vez en mucho tiempo que alguien le regalaba algo.

Esa noche cogimos dos veces. Sandra estaba muy contenta con el regalo que yo le había hecho, así que cuando le pedí que se pusiera boca abajo, se dio vuelta rápidamente y se acomodó dispuesta a entregarme el redondo, yo agradecido.

Más tarde pasamos por la cocina, sacamos una botella de champán de la heladera y medio kilo de helado de limón, dos copas y una cuchara y nos fuimos a la pileta. Una vez ahí tomamos champán con helado y disfrutamos de la hermosa noche. Cuando le pregunté a Sandra en que se había quedado pensando cuando salimos de la pileta, ella lloró otro poquito y me dijo que era porque yo la había hecho sentir mujer otra vez. Que el hecho de que yo le tuviera ganas en la cama la había hecho sentir bien, y que también cuando los dos habíamos jugado con los chicos en la pileta se había sentido media triste, ya que los chicos ya no tenían un padre que los hiciera jugar, y que ella se daba cuenta que ellos lo necesitaban mucho.

Después volvió a abrazarme y me dijo que al otro día tenía una sorpresa preparada para mi, y que seguramente me iba a gustar mucho.

Yo sonreí pensando en lo bien que había hecho los deberes Mónica.

Octubre 15. (Domingo).

La sorpresa consistió en lo que yo esperaba. Sandra me dijo que quería entregarme el redondo toda la tarde, por lo que cogimos como locos por el culo hasta que no dimos más. Le eché seis polvos en el culo, y después de fumar un cigarrillo, hablamos un poco.

Sandra me preguntó si estaba conforme con su actuación y le dije que si. Si bien afuera hacía calor, nosotros estábamos bien ya que teníamos el aire acondicionado prendido. Habíamos pateado la sábana a los pies de la cama, y seguíamos fumando. Pero ahora era distinto, ya que Sandra había puesto el cenicero sobre su estómago.

Le pregunté si conocía a alguien parecida a ella y con las características que me interesaban y me dijo que no, que hacía muy poco que estaba en el asentamiento. En un primer momento pensé en decirle que le pidiera a la cuñada que la ayudara, pero después desistí de la idea, ya que al hacerlo, seguramente iba a complicarle la vida. En lugar de eso, le dije que si veía a Mónica le dijera que me llamara.

Cuando llegó el remis, y mientras los chicos corrían hacia la puerta, le di el sobre con los trescientos pesos a Sandra y después caminamos de la mano hacia la salida. En la puerta nos dimos un beso de lengua, y una vez que entraron al auto los saludé con la mano mientras ellos hacían lo mismo, y se volvían cada vez más pequeños, a medida que el auto se alejaba.

Habíamos comenzado la mañana bañándonos juntos por última vez. Después habíamos despertado a los chicos, y mientras Sandra preparaba el desayuno, yo había jugado un rato con ellos en la computadora.

Cuando habíamos ido al shopping, Sandra se había comprado una malla, cuya parte de abajo era una tanga, y andaba todo el día con eso puesto en la casa, no sólo cuando nos metíamos a la pileta. Era impresionante verla caminar con una tirita de tela rosa metida entre los cantos, mientras esas enormes nalgas negras se movían para mi placer. Así que yo me pasaba la mayor parte del tiempo con la verga parada.

Por la tarde, cuando la tuve desnuda en la cama, y como a mi me gustaba que se pusiera(boca abajo, y con las piernas abiertas), le chupé el culo con desesperación, y sin dejar de mandarle dedo. Le mamé el ano hasta que se desbordó de mi saliva, y después se la puse...

Sandra había estado muy bien, pero había fallado en conseguirme un clon de ella. Por ese motivo una vez más iba a tener que recurrir a Mónica.

Continuará...

Diego Ferreyra. E-mail: dieche@clyfer.com.ar