El club de las mamás calientes 4: Cristina.
Después de la última experiencia en la que Cristina ve como su hijo es dominado por una mujer esta siente curiosidad por lo que sería ser sometida por su hijo y este no duda en complacer a su madre (Contiene bastante dominación)
Prólogo:
Cristina, Sonia y Pilar, son tres mujeres maduras y sexualmente activas que deciden fundar un club con el que ayudarse entre ellas para cumplir sus fantasías sexuales. Para dilucidar quien será la presidente del grupo compiten, poniéndose como prueba acostarse con el hombre mejor dotado durante un fin de semana. Cristina se alza con la victoria ya que descubre que su hijo Miguel, a parte de estar obsesionado por ella, también tiene un miembro descomunal, con lo que la mujer no duda en seducirlo para derrotar a sus amigas.
Una vez cumplida las fantasías de Sonia y Pilar ahora le toca a la presidenta…
Cristina se despertó aquella mañana más húmeda de lo que solía hacerlo, ya que por fin aquella noche cumpliría su fantasía sexual en la que hijo sería también protagonista.
El muchacho, casi una semana antes se había negado en redondo a ayudar a su madre a cumplir su fantasía si no era él el único hombre que gozaba de su cuerpo, con lo que se llevó una considerable alegría cuando supo que no solo sería el único hombre, sino la única persona que disfrutaría del voluptuoso cuerpo de su madre.
La mujer salió del calor de la cama para meterse en la ducha y asearse bien para después darse su depilación semanal sobre sus partes íntimas, piernas y axilas. Sabía de lo mucho que le gustaba a su hijo los cuerpos depilados y no estaba dispuesta a que este encontrase un solo pelo en un lugar que él no desease.
Cristina estaba ansiosa por saber que era lo que había preparado su hijo para aquella noche. Miguel habría estado encantando de complacerla nada más supo que la fantasía de su madre era con él, pero la mujer no se lo había permitido, Cristina quería que el muchacho se tomase su tiempo para pensarlo y documentarse sobre el tema.
La mujer nunca había tenido aquel deseo que le había pedido a su hijo, hasta que Cristina había visto lo mucho que se había excitado Miguel siendo sometido por la Dominante a la que visitaron hacía casi dos semanas, con lo que la mujer, después de pensarlo durante muchos días decidió pedirle a su hijo que ejerciese de Amo durante una noche.
Desde el momento en que se lo pidió, la mujer no había dejado de tener sueños calientes en los que estaba totalmente indefensa ante las perversas manos de su hijo, que se dedicaba a azotarla, pellizcarla, darla con látigos y demás situaciones de dominación con las que Cristina se levantaba totalmente empapada.
Pero todo aquello solo eran conjeturas y cosas que se había imaginado, ya que la mujer le había pedido a su hijo que no le dijese absolutamente nada de lo que iba pensando para hacer con ella, y le había dado una tarjeta de crédito para que gastase lo que fuera necesario para que a la sesión no le faltase de nada.
La mujer agradeció que su hijo ya se hubiese marchado cuando esta salió del baño, ya que estaba casi convencida de que no habría podido evitar rogarle realizar la sesión en aquel mismo momento, petición a la que seguramente el muchacho no se hubiese negado, pero que habría rebajado el nivel de excitación de la situación.
Cristina, como era normal con la noche que le esperaba, no pudo centrarse en ninguna de las tareas que hizo, ni por la mañana visitando sus dos negocios, ni cuando quedó con Pilar para comer, ni siquiera logró estar en el gimnasio el tiempo al que estaba acostumbrada, ya que la ansiedad por ver lo que tenía preparado su hijo para ella le estaba matando.
La mujer llegó a casa antes de lo habitual, con lo que Miguel aún no había regresado, lo que provocó que no pudiese evitar moverse de forma compulsiva por la casa, esperando escuchar la llave de su hijo girando la cerradura de la puerta principal.
Cristina sonrió vivamente cuando escuchó como la puerta se abría a las siete y media de la tarde, media hora antes de lo que él muchacho solía presentarse en la vivienda, lo que hizo pensar a la mujer que si bien ella tenía muchas más ganas que su hijo, este también estaba deseando poder poseer a su madre en actitud dominante.
- Hola hijo, ¿qué tal el día?- preguntó la mujer tratando de sonar menos ansiosa de lo que estaba.
- Bien gracias mamá-contestó el muchacho quitándosela la mochila que llevaba sobre los hombres y dejándola en el sofá- con muchas ganas de que llegue la noche.
- ¿Y por que esperar?- preguntó la mujer mostrándose dispuesta a ser sometida en aquel mismo momento- ¿Por qué no lo hacemos ahora, antes de cenar?- sugirió la mujer provocando una leve sonrisa en el rostro del muchacho.
- Yo vengo con hambre ya- dijo el chico- ¿que te parece si me preparas la cena de un modo que me guste y nos metemos cada uno en nuestro rol?- preguntó guiñando un ojo.
- Me parece bien- contestó la mujer caminando rápidamente hacia la cocina para preparar la cena de su hijo.
Cristina, que conocía perfectamente los gustos gastronómicos de su hijo, estuvo algo más de media hora preparando una cena al muchacho que sin duda le agradaría. Una vez tuvo colocado todo en la misma bandeja la mujer se comenzó a quitar la ropa hasta quedar totalmente desnuda, tan solo manteniendo sus zapatos de medio tacón.
La dueña de la casa se miró en un espejo que tenía en el recibidor antes de ir al encuentro de su hijo con la cena. Estaba muy satisfecha con todo su cuerpo, mucho más que el día anterior, cuyo sexo y axilas había comenzado a ser cubierto por el bello y deslucía un poco su suave piel morena, sus anchas caderas y sus grandes pechos bronceados de grandes pezones marrones.
- No vamos a mostrarlo todo de inicio- dijo la mujer en un susurro buscando un delantal que la cubría desde debajo de los pechos hasta las rodillas, atándose este con fuerza a la espalda, para después atusarse un poco su larga melena de pelo rubio y coger la bandeja con la cena que había preparado a su primogénito.
Miguel sonrió complacido cuando vio a su madre vestida tan solo con el delantal colocando sobre la mesa la comida que había preparado especialmente para él, cosa muy rara, ya que la mujer no solía cocinar, sino que estaba acostumbrada a encargarla de alguno de los restaurantes de la zona o encargar que se la llevase a casa alguno de los empleados de su cafetería.
- Muy bien, pese a que no estás acostumbrada a cocinar has tardado poco y tiene muy buena pinta- dijo el chico metiendo la mano dentro de una bolsa que tenía a su lado- arrodíllate aquí mami- ordenó el muchacho señalando a la mujer una parcela cercana a su silla, la mujer, sin reparo alguno clavó sus rodillas en el suelo y mantuvo baja la cabeza.
El chico, que quería ver la expresión de su madre cuando este le enfundase su collar le agarró de la barbilla y levantó su mirada hasta que los ojos de madre e hijo se cruzaron. Miguel con suma delicadeza retiró el pelo de su madre para rodear el cuello de esta con un collar de cuero de dolor negro, con un par de enganches para la correa.
- Además quiero que metas esto por tu coñito, mami- dijo el chico tirando un consolador de unos 20 centímetros que la mujer agarró para comprobar su dureza y grosor- hazlo ahí mismo- ordenó el muchacho.
- Sí Amo- dijo la mujer a la que le estaba excitando ver a su hijo dándole órdenes.
- No me llames Amo, mami- dijo el chico observando como su madre se levantaba el delantal para apuntar el dildo en la entrada de su vagina- llámame hijo.
- Sí hijo- dijo la mujer sintiendo como la gruesa cabeza del consolador se adentraba en su caliente y húmedo sexo- pero tú tampoco me llames mami, llámame de todo, ya sabes a lo que me refiero- dijo la mujer guiñándole un ojos.
- Te entiendo perfectamente, zorra viciosa- dijo Miguel sin ningún remilgo.
El muchacho disfrutó de la cena mientras observa como su madre, sentada en el suelo y con el delantal levantado, se introducía el dildo que acababa de recibir. La mujer, que podría haber tardado mucho menos en meter aquel pene de plástico en su interior lo demoró mucho, poniendo toda clase de caritas y gimiendo de forma exagerada para el disfrute del chico.
Una vez tuvo el consolador en su sexo, el muchacho ordenó a su madre que se incorporase del suelo para que le diese un masaje en los hombros, mientras probaba el control remoto del dildo que la mujer acaba de introducirse. Miguel sonrió con amplitud cuando escuchó el zumbido que este emitía cuando estaba a máxima potencia, al mismo tiempo que notaba como las manos de su madre se clavaban en sus hombros con más fuerza y esta gemía de placer.
- Ahora recoge la mesa y regresa a mi presencia, quiero que me satisfagas mientras veo la tele- dijo el muchacho levantándose de la mesa cuando estuvo del todo saciado, para acomodarse en el sofá.
Cristina, que estaba desando ver que era lo siguiente que su hijo iba a hacer con ella recogió con rapidez todo lo de la mesa y agarró la bandeja para llevarla a la cocina, siendo pillada por sorpresa por el muchacho cuando estaba en mitad del pasillo y notó una fuerte vibración en su sexo que la hizo temblar las piernas y en consecuencia estar a punto de tirar lo que llevaba.
Cuando regresó al salón el muchacho ya se había acomodado en el sofá, con las piernas separadas y el mando sobre uno de sus reposabrazos. La mujer, que ya había dejando el delantal en la habitación clavó sus rodillas en el suelo a la espera de órdenes.
- Desnúdame de cintura para bajo y cuando esté dame una mamada que me haga olvidar todo el estrés de las clases- ordenó el muchacho sin siquiera mirar a su madre.
- Sí hijo- dijo la mujer acercándose a las zapatillas del muchacho para comenzar a sacarlas.
- Y no tengas prisa en hacerlo, puta, tenemos toda la noche por delante.
- Sí hijo- contestó la mujer sintiendo su sexo aún más mojado al oír a su primogénito dirigirse a ella de aquella forma.
Cristina retiró con cuidado las zapatillas de los pies de Miguel, para una vez libres comenzar a tirar con delicadeza los vaqueros ajustados del muchacho. La mujer, aunque tenía muchas ganas de desnudar a su hijo consiguió contenerse y dedicar casi cinco minutos a acariciar las piernas de Miguel antes de comenzar a deslizar los slips que este llevaba.
La mujer contuvo una pequeña sonrisa cuando vio la inequívoca marca del miembro de su primogénito bajo los calzoncillos de este, pero en esta ocasión no pudo contenerse y los retiró mucho más rápido que las prendas anteriores.
Cristina acarició la semierecta polla de su hijo, sintiendo como aquella masa de carne de cerca de 15 centímetros y de un grosor más que considerable palpitaba y crecía entre sus manos.
Una vez el pene llegó a su máximo tamaño, cercano a los 25 centímetros, le comenzó a chupar el húmedo glande, que en aquel momento estaba de un rosa bastante más intenso de lo habitual, escuchando orgullosa como el muchacho no podía resistirse a sus artes y profería toda clase de exclamaciones de placer.
Pero no fue Miguel el único que gozó con aquello, el muchacho, que no se había separado ni por un instante del control remoto del vibrador que su madre llevaba en el sexo, comenzó a variar el ritmo al que este se movía dentro de la mujer, llegando la mujer a no poder contenerse y echar su mano derecha a su sexo para estimular su clítoris.
- Las dos manitas sobre mí, zorra- ordenó el muchacho agarrando del pelo a su madre y sacando su polla de la boca de esta para que le mirase a los ojos, Miguel no estaba dispuesto a perder el control sobre ella en ningún momento- tus manos son para darme placer a mí yo te daré el que considere que te ganes.
- Lo siento hijo, no pude evitarlo- se excusó la mujer tratando de hacerse perdonas volviendo a chupar la verga del muchacho mientras mantenía las manos sobre los muslos de este para acariciarle y no volver a caer en la tentación.
Cristina siguió cabeceando sobre la imponente verga de Miguel, a la par que sentía como la excitación de este iba en aumento, llegando el muchacho a agarrar a su madre por la nuca para exigirla una mayor velocidad en su mamada, a la mujer no le preocupada aquello, era una autentica experta y sabía controlar perfectamente su respiración, lo que más le preocupaba era la idea de que su hijo eyaculase y no pudiese sentir su primera descarga en su sexo.
- ¡Que bien mami!- dijo el chico haciendo que la mujer se trabase su polla casi al completo- ¡Noto la punta de mi polla en tu garganta!
El chico, que estaba muy excitado mantuvo su pene a aquella profundidad unos segundos, obligando a su madre a que alzase la vista y ver como las lágrimas comenzaban a saltar de los ojos de Cristina, decidiendo Miguel darla una tregua de unos cinco segundos en los que la mujer logró coger aire, para después volver a la misma posición en la que sentía como su campanilla era golpeada una y otra vez, hasta que finalmente sintió una caliente oleada de esperma llenando a su garganta.
Miguel gimió de placer al tiempo que Cristina hacía esfuerzos para no atragantarse, tratando de evitar que ni una sola gota saliese de su boca, procurando no enojar a su Dominante, que parecía haberse tomado su papel muy enserio, lo que interiormente esta volviendo loca de excitación a la mujer.
Sabiendo de su deber de sumisa, Cristina se acercó al pene de su hijo para comenzar a lamer el glande de este, procurando retirar y tragar hasta la última gota de semen que cubría este, sintiendo la aprobación del muchacho que acariciaba la rubia cabeza de su madre.
El joven dio la orden a su madre de que continuase lamiendo su polla y sus testículos con ternura, mientras que este se dedicaba a ver la televisión y divertirse con el mando que controlaba el dildo que Cristina llevaba en su sexo y que era manejado por el muchacho de forma que la mujer estaba muy excitada, pero no llegaba ni de lejos al orgasmo.
- ¿Quieres ir al dormitorio ya, perra?- preguntó el muchacho cuando notó como su polla comenzaba a volverse erecta de nuevo.
- Sí hijo, por favor- pidió la mujer que esperaba así poder conseguir el placer que tanto ansiaba.
- Bien, hay una correa sobre mi cama ve por ella y tráela como la perrita que eres- ordenó el chico provocando la rápida reacción de su madre.
Cristina gateó rápidamente por el frío suelo de la casa hasta que entró en la habitación del muchacho y se encontró una gruesa correa de cuero acabada en un enganche, que la mujer dobló y metió en su boca para caminar como una perrita para regresar a los pies del muchacho que cogió lo que su madre le acababa de entregar para engancharlo al collar de Cristina.
Miguel se quitó la camisa que llevaba, para quedar totalmente desnudo ante su madre, antes de comenzar a caminar hacia el dormitorio de esta que estaba dotado de una cama más grande. Tanto la mujer como el muchacho fueron hacia la habitación muy excitados, Miguel porque por fin iba a llevar las riendas de su incestuosa relación con su madre, y esta porque hasta el momento su hijo estaba cumpliendo con las expectativas y estaba segura de que el nivel de Dominación al que estaba siendo sometida no iba a hacer más que aumentar.
- ¡De rodillas sobre la cama, ya!- ordenó el chico autoritario, viéndose complacido por Cristina que no puso las más mínima resistencia, colocándose esta sobre el lecho mientras observa como su primogénito sacaba unas tobilleras y muñequeras de cuero que comenzó a poner a la esclava.
La mujer, que no sabía lo que le esperaba, pero que confiaba ciegamente en su hijo, se dejó hacer, encontrándose en poco minutos de rodillas, con los pechos pegados a las rodillas, las manos unidas con sus tobillos, inclinada y con el culo en pompa.
Cristina permaneció en aquella postura mientras observaba como Miguel, que había aprovechado el tiempo que su madre había invertido en hacerle la cena para llevar todos los juguetes sexuales que había comprado, sacaba todos los artículos que había adquirido del armario: un látigo corto de muchas colas, unas bolitas vibradoras, unas pinzas con unos pequeños pesos que el muchacho no tardó en encontrar acomodo el los grandes y marrones pezones de su madre…
- Bueno, putita, como hoy mando yo y ahora estás del todo indefensa he decidido que te voy a follar algo que siempre he tenido muchas ganas y que aún no me has dejado- dijo el chico agarrando con fuerza las duras nalgas de su madre y separándolas para dejar su ano desprotegido.
- ¡Ni hablar!- exclamó la mujer- la tienes demasiado grande para mi culito, hijo.
- Aquí mando yo y esta noche haré contigo lo que me plazca- dijo el muchacho, que ya había sido advertido por su madre que si se resistía a algo no tuviese piedad a la hora de castigarla, tan solo debía detenerse en caso de que esta pronunciase su palabra de seguridad.
- No pienso dejarte follar mi culo, hijo- dijo la mujer apretando las nalgas, deseosa de ver como Miguel se las ingeniaba para hacerla cambiar de parecer.
- Ahora lo veremos- dijo el chico estirando su mano para agarrar el látigo de tiras de cuero y descargar un fuerte golpe sobre el trasero de su madre que soltó un gemido ahogado, ya que antes de que Miguel descargase el golpe Cristina había mordió la almohada de su cama.
El chico, que nunca habría imaginado que dar aquel trato a su madre le excitaría, se sorprendió cuando notó como su erección se volvía más intensa a medida que golpeaba el trasero de su madre, cuyas nalgas estaban cada vez más rojas. Miguel gozaba con cada golpe que daba y con el posterior gemido que Cristina profería hasta que finalmente se cansó de golpear con el látigo y se dedicó a acariciar las suaves nalgas de la mujer.
- ¿Ya te has dado cuenta de que vas a acabar con mi polla en tu culo de zorra, mami?- preguntó Miguel soltando un par de azotes con la mano que provocaron nuevo gemidos de dolor.
- Sí hijo, por favor usa mi culo cuanto quiera pero no me azotes más- pidió la mujer mirando al muchacho de manera suplicante, deseando probar el sexo anal con su hijo, ya que si hubiese querido alargar más la sesión de azotes lo abría podido hacer puesto que el dolor que sentía en sus nalgas era entre suave y moderado.
Miguel, al escuchar la predisposición de su esclava sexual puso en funcionamiento el consolador que Cristina aún llevaba en su interior provocando que esta comenzase a lubricar de forma salvaje y aprovechando aquellos fluidos para mojarse los dedos y comenzar a estimular el ano de su madre.
Cristina, que no estaba acostumbrada a que manipulasen aquella zona tan íntima de su cuerpo gimió de placer al notar como los dedos del muchacho acariciaban su ano, e incremento los decibelios de sus manifestaciones de placer cuando sintió la rápida y hábil lengua de su hijo chupando la zona que tantos deseos tenía de penetrar.
El Dominante sonrió cuando por fin logró introducir uno de sus dedos en el culo de su madre, soltando esta una exclamación de sorpresa, hacía mucho que nada la entraba por su agujero trasero.
Miguel, que no estaba dispuesto a que se cerrase comenzó a meter y sacar el dedo, moviéndolo poco a poco en círculos para aumentar la capacidad del ano de la mujer, que no hacía más que gemir aún a sabiendas de que por mucho que fuese estimulada la sobresaliente polla de su hijo la iba a hacer bastante daño.
- Ya entra todo el dildo, mami- dijo el chico después de introducir en el culo de su madre un consolador de unos 15 centímetros de color azul y de un grosor bastante importante para la longitud del juguete sexual- creo que ya ha llegado el momento de que metamos algo más grande- dijo el chico poniéndose de pie sobre la cama.
- No hijo por favor, dame un poco más de calentamiento- dijo la mujer que sabía que cuantos más preliminares recibiese menos dolor sentiría al ser sodomizada.
- Lo siento perra, pero estoy muy caliente y quiero probar tu agujero ya- dijo el chico agarrando con dureza las nalgas de Cristina para divisar bien su objetivo- aunque puedes tratar de resistirte si quieres.
La mujer ni siquiera valoró aquella posibilidad, sabía que una vez dilatada lo más que podría hacer sería cerrar un poco el agujero que su hijo se había afanado en dar de si, lo que conllevaría mucho más dolor para ella cuando Miguel lo abriese de golpe metiendo su verga. La única medida que Cristina tomó fue hundir su cabeza en la almohada para morderla con fuerza en cuanto notó como el consolador que su hijo le había metido por completo salía de golpe, para posar sobre su hoyo trasero el gran glande que coronaba la polla que tanto amaba.
El gran prepucio del muchacho necesitó un buen empujón para entrar por completo en el ano de su madre, provocando reacciones totalmente opuestas: Cristina gimió de dolor al sentir como su agujero de menor capacidad era asaltado por le enorme verga de su hijo, y Miguel gimió de placer al notar como su polla era apretada con mucha más fuerza que a la que estaba acostumbrado cuando la metía por el sexo de la mujer.
El penetrador, que no quería que el dolor fuese excesivo para su madre y esta pudiese acabar con juego en cualquier momento, agarró un par de bolitas vibradoras, para con ellas en las mano ponerlas bajo los pezones pinzados de Cristina, la cual recibió aquel gesto con un ligero gemido de placer, cortado en seco cuando Miguel dio un nuevo empujón con el que logró introducir unos pocos centímetros más profundo su miembro.
- Vaya mami, esto da mucho gusto- dijo Miguel despreocupado cuando llegó a introducir su miembro por completo- si hubiese sabido que era una sensación tan buena habría insistido más.
- Duele hijo, sácala, fólleme el coño por favor- pidió la mujer, que pese a que cada vez el dolor iba a menos cada vez sus deseos de ser penetrada por su caliente y húmedo sexo era mayor.
- Está bien, además te voy a dejar libre para que puedas ponerte en cuatro patas y ofrecerte mejor a mí, pero más te vale hacerme gozar, puta, porque si no vas a pasarte toda la noche esposada y sodomizada.
Cristina trató de controlar su alegría cuando notó como la larga y gruesa polla de su hijo abandonaba su cavidad anal, aumentando aún más su felicidad cuando notó como podía volver a mover sus brazos y piernas con libertad, colocándose en cuatro patas y con el culito arriba al instante para no enojar a su Dominante y que este le pudiese volver a castigar de nuevo.
Miguel disfrutó enormemente al introducir su miembro en el sexo de su madre. Cierto era que ya lo había metido en muchas ocasiones, pero el por fin tener él el control hizo que la sensación fuese aún más placentera. El muchacho, que sentía como las paredes vaginales de Cristina oprimían ligeramente su verga, no dudó en comenzar a penetrarla con dureza, dándole rápidas y fuerte embestidas que la mujer tratada de contrarrestar mientras notada como su hijo separaba con fuerza sus nalgas, lanzando de vez en cuando algún escupitajo sobre el ano de la mujer acompañado de alguna penetración con sus dedos, haciendo que la mujer imaginase que aquella parte del cuerpo volvería a ser usada.
Cuando notó que la fuerza del muchacho disminuyó, Cristina dejó de emplear sus dos brazos para no salir despedida hacia delante, dejando tan solo uno de ellos para aquella función y utilizando el otro para acariciar su clítoris, que en aquella postura elegida por Miguel estaba quedando muy descuidado.
El placer comenzó a multiplicarse en el cuerpo de Cristina, tanto que tanto el dolor que sentía en su culo después de haber sido sodomizada, como el ligero escozor sobre sus nalgas, habían casi desaparecido por completo.
- Quiero acabar en tu culo, perra, está más apretado- dijo el chico sacando su verga empapada de fluidos vaginales del sexo de la mujer para apuntarla sobre su ano.
- Como desees, hijo. Es todo tuyo- dijo la mujer que estaba bastante satisfecha de no haber sido reprendida por haber estado dándose placer ella misma.
Miguel, tomándose aquella palabras como una invitación a hacer lo que quisiera, tiró de la correa que rodeaba el cuello de su madre para que esta no pudiese refugiar su rostro entre la almohada haciendo que la mujer no pudiese evitar gritar de dolor al sentir como su ano era de nuevo perforado.
El chico, pese a los quejidos que profería Cristina una y otra vez, no paró de sodomizar el trasero de su madre cada vez con más fuerza, sintiendo que por mucho que embistiese contra este, la cavidad anal de su madre no dejaba de estrujar su polla, sensación que estaba fascinando al muchacho y que poco a poco también estaba dando algo de placer a su madre.
Cristina agradeció cuando su hijo por fin soltó la correa que le obligaba a estar en cuatro patas, para sin perder un instante dejarse caer apoyando sus senos sobre el suave edredón que cubría su cama y deslizar su mano derecha hasta su sexo para comenzar a estimularlo son rapidez.
Miguel, que después de unos minutos alternando rápidas penetraciones por otras más lentas y profundas, dio un nuevo esprín final cuando notó que estaba cerca de su clímax, provocando la misma reacción en su madre que comenzó a frotar desesperada su clítoris cuando los testículos de Miguel comenzaron a rebotar contra sus nalgas una y otra vez de forma frenética.
- ¡Te voy a romper el culo, putón!- exclamó el muchacho que tenía las caderas de su madre firmemente agarradas y no dejaba de trabajar el culo de la mujer.
- ¡Sí cabrón, descárgalo todo dentro de mi culo!- exclamó Cristina fuera ya de su papel de sumisa comenzando a sentir una pequeña porción de placer por vía anal y una mucho más grande por sus caricias en la zona más erógena de su cuerpo.
- ¡Aprieta el culo, puta, que me voy a correr!- dijo el chico sintiendo como al instante su madre trataba de oprimir la polla del muchacho.
Miguel bramo como una bestia cuando sintió como su miembro se convulsiona al tiempo que era estrujado por el ano de su madre, soltando el muchacho media docena de largos chorros de semen que calentaron el interior de Cristina, la cual comenzó también a convulsionarse de placer al alcanzar también el orgasmo y notar como el pecho de su hijo se apoyaba sobre su espalda al tiempo que el Miguel buscaba los pinzados pezones de su madre para tirar de ellos un poco antes de quitarla las pinzas.
Madre e hijo permanecieron en aquella postura durante unos minutos hasta que Miguel decidió incorporarse y tumbarse sobre la cama, boca arriba.
- Veo que voy a tener que violarte ese agujero más a menudo- dijo el chico colocando sus manos detrás de la cabeza y observando el sudoroso cuerpo de su madre que permanecía arrodillada delante de él- me ha dado mucho gusto convertirte en mi puta esta noche, pero me temo que no vamos a poder hacer nada más esta noche, estoy ya cansado- manifestó el muchacho- así que lo que ahora vas a hacer va a ser acariciar y chupar mi cuerpo hasta que me quede dormido, cuando despierte volveremos a nuestra relación normal.
- Sí hijo- dijo la mujer sumisamente acercándose al pecho del muchacho para comenzar a acariciarlo con delicadeza.
Miguel gozó de las experimentadas y suaves manos de su madre acariciando su torso, sus muslos, masajeando sus pies… y su habilidosa lengua y labios sobre su cuello, pene y testículos hasta que después de unos minutos acabó totalmente dormido.
Cristina, viendo el estado de su hijo sonrió y se acurrucó junto a él, para apoyar su cabeza sobre su pecho, pensando en poder repetir aquella experiencia en alguna que otra ocasión, quedando dormida a los pocos minutos mientras escuchaba los tranquilos latidos de corazón de su hijo.
Fin.
Agradeceré comentarios y críticas tanto por aquí como por mi correo.