El club de las adictas al semen (4)
Un joven pajillero consigue una mamada inolvidable por parte de una de las adictas al semen más famosas de la red.
El club de las adictas al semen (4)
Georgette puso el aviso pero fue Karen la que logró culminar la tarea autoimpuesta.
La primera había publicado un aviso en una red de contactos eróticos. De inmediato recibieron docenas de solicitudes. Como no se daban abasto se dividieron la tarea de revisarlos. Así que fue Karen quien leyó el mensaje de Ernesto. Era un muchacho joven y bien parecido que decía tener poca experiencia sexual y menos en mamadas. Vivía en una zona residencial de las más exclusivas de la ciudad.
Así que Karen decidió no decirle nada a su amiga, rompiendo con el pacto que tenían de compartir la leche de sus amantes y fue al encuentro del afortunado.
El muchacho le dió la dirección exacta y el horario en que estaría a solas. Ella llegó puntualmente.
Luego de unos minutos de charla, pasaron a la acción. Fueron al dormitorio del muchacho, allí él se desnudó y se acomodó en un sofá individual y separó ampliamente las piernas.
Karen se arrodilló frente a él y comenzó a lamerle la polla de abajo arriba, comenzando por sus hinchados testículos para ascender lentamente por el tronco de su miembro, hasta alcanzar su glande, meterlo entero en su boca y comenzar a lamerlo haciendo círculos sobre la punta.
Ernesto gimió de gusto al sentir por primera vez la lengua de una mujer trabajando su polla, lo que hizo que ella se motivase aún más, ya que cada vez sentía como la excitación del muchacho subía y eso indicaba que el fin estaba más cerca.
El muchacho no hizo absolutamente nada más que gozar del trabajo oral que le estaba dando Karen, durante los primeros dos minutos. Luego, al ver que su eyaculación si la mujer le seguía estimulando con aquella diligencia no tardaría en llegar, estiró la mano para comenzar a jugar con los firmes y suaves pechos de la mujer, cuyos pezones no tardaron en ponerse duros y picudos al sentir las inexpertas mano del joven.
¿Te pone caliente que juegue con tus pezones?- preguntó el chaval usando su mano derecha para acariciar uno de los pezones de la mujer y la otra para acariciar el cabello de la hembra que tanto le estaba haciendo gozar. La mujer, omitiendo la pregunta, cabeceó con más fuerza, ávida de sentir la cálida descarga en su boca.
Chúpame los huevos también, por favor - susurró Ernesto.
El chaval sonrió mientras veía como la mujer sacaba el pene de su boca para comenzar a lamer con delicadeza sus testículos.
Karen se dedicó con ahínco a lamer las colgantes y pesadas bolas que acompañaban a aquel falo.
El calor que la mujer sentía dentro de su cuerpo crecía tras cada gemido que el muchacho profería, llegando al punto de tener que poner sus manos sobre los muslos del chaval para no verse tentada a acariciarse ella también.
- ¡Que caliente me tienes!- dijo el chico agarrando con fuerza la melena de la mujer para subirla de nuevo hasta la punta hinchada de su pene- ¡trágatela entera!- dijo el chico.
Karen no dudó en obedecer la orden y trató de meterse aquel pene hasta su garganta, como ya había hecho antes. Pero para su sorpresa aquello no fue posible, si bien el miembro de Ernesto seguía teniendo la misma longitud, su grosor después de la lamida de huevos que le había dado había aumentado, viéndose las venas que rodeaban al falo bastante más hinchadas. Aún así la mujer no dio por imposible la tarea y comenzó a cabecear sobre aquella polla llegando cada vez un poco más abajo, hasta que finalmente su nariz llegó al pubis del muchacho y el glande chocó contra su garganta, posición en la que permaneció durante unos segundos para aumentar la excitación del chico, y en la que podría haber permanecido un poco más si no hubiese sido porque él obligó a que la sacase.
- Me voy a correr- dijo el chico entusiasmando mientras pajeaba su polla.
La mujer nada más escuchó aquello cerró los ojos y abrió ampliamente la boca. Unos segundos después notó como un líquido caliente inundaba su boca y su garganta al tiempo que Ernesto gemía de placer. Después de aquello los chorros se sucedieron, cada vez con menos fuerza. La mujer tan solo abrió los ojos cuando notó el suave glande del muchacho deslizándose fuera de sus labios.
¡Que buena mamada, esto es aún mejor de lo que me habría atrevido a imaginar!- dijo mirándola con los ojos vidriosos.
Gracias a ti por dejar que me trague tu semen, dijo ella.
Le pidió prestado su baño y ahí Karen se hizo un dedo rápido para darse tiempo a llegar a su casa y usar su consolador nuevo.
Se despidieron y quedaron en verse para otra oportunidad.