El club de las adictas al semen (1)
Dos amigas citan a un desconocido en un parque para tragarse su semen.
El club de las adictas al semen (1)
Georgette y Karen parecían dos adolescentes en su primera cita mientras esperaban en el parque a la llegada del hombre al que habían conocido dos semanas antes por internet. Tenían varios meses inscritas en varias páginas web de contactos eróticos pero nunca se había decidido a dar el paso al contacto real, por varias razones.
Georgette era casada, sin hijos. Su esposo viajaba con mucha frecuencia lo cual la dejaba permanentemente insatisfecha. Como había sido criada en una familia de valores conservadores, no quería tener un amante pero necesitaba gozar del sexo. Específicamente de una variedad a la que se había hecho adicta en la adolescencia. Era de contextura mediana, ni flaca ni gorda, no muy alta, de piel blanca, cabello castaño, de ojos azules, nariz aguileña, poseía una figura que no llamaba mucho la atención.
Karen era su amiga desde los años de colegio. Compartían el mismo gusto específico por una variedad del sexo que no era fácil de conseguir. Ella era un poco más bajita que su amiga. Tenía una sonrisa pícara con los incisivos grandes que la hacían parecer una conejita. Gordita de curvas no muy exageradas, pero muy ardiente en la cama. Era soltera pero había tenido largos compromisos que no la habían satisfecho totalmente.
Las dos eran adictas al semen masculino. Georgette había disfrutado de esa afición desde la adolescencia, con un primo lejano con el cual había aprendido todo lo relacionado al sexo oral. Lamentablemente no había podido disfrutar de esa adicción con sus parejas posteriores. Si bien a la mayoría les gustaba el sexo oral, no parecían disfrutar del hecho que ella se lo tragase. Con su marido le había ido peor ya que él al principio lo había disfrutado pero luego le había dicho que eso le parecía pecaminoso. Por si fuera poco, sus continuos viajes los habían alejado muchísimo más. Estaba al borde del divorcio pero había decidido darle unos años más de plazo antes de separarse definitivamente. Ella había sido criada en la idea de que el matrimonio era para siempre.
Karen por su parte, había descubierto su adicción de manera tardía. Fue recién en la universidad que su novio de esos años, le rogó primero y le exigió después que se tragase el semen. Desde la primera vez, ella se dio cuenta de que le gustaba y posteriormente le fascinó por completo. Lamentablemente ese novio le fue infiel y sus dos novios posteriores no eran tan proclives a disfrutar de esa afición suya. Desde hace un año salía con un muchacho un año menor que ella con el cual gozaba del sexo pero a él no le agradaba tanto terminar en su boca, prefería hacerlo en su vagina lo cual la estaba sacando de quicio.
Ambas frisaban la treintena pero parecían veinteañeras con la ropa informal que usaban para esa ocasión especial. Georgette usaba unos anteojos oscuros enormes pasados de moda que se había demorado varias horas en encontrar en casa. Ninguna tenía ni pizca de maquillaje. Querían pasar desapercibidas si por alguna extraña casualidad alguien las veía en ese lugar.
Fue Georgette la que empezó a buscar posibles parejas masculinas para satisfacer su adicción. Ella era la más alocada de las dos. Habían conversado de ese tema varias veces cuando estaban a solas y con unas copas de más, pero nunca habían pasado a la acción. Fue una noche mientras leía relatos eróticos para excitarse, que Georgette dejó a un lado su vibrador y puso manos a la obra. Se creó un perfil en varias páginas de contactos y puso un par de fotos. De inmediato empezaron a llegar las invitaciones de contactos y a conocerse en el mundo real.
A Karen le gustó la idea. Ella empezó a manejar la cuenta y pronto escogió a tres posibles candidatos. Los contactaron vía chat y los fueron descartando. Luego llegó el intercambio de fotos y finalmente la webcam. Después de unos días llegaría el ansiado contacto real. Para esa ocasión eligieron un lugar público aunque poco frecuentado, un parque en el otro extremo de la ciudad donde vivían.
El elegido fue Renato, alto y bien parecido. Casado con hijos pero infeliz en su matrimonio por la falta de sexo y específicamente de sexo oral. Parecía el candidato ideal para ambas, ya que era muy discreto y con ganas de disfrutar del sexo sin mayor compromiso. Acordaron que se verían en un lugar público donde ellas le harían sexo oral por turnos. A él le llamó la atención que ambas le repitiesen varias veces que su principal interés era tragarse su semen.
Renato llegó puntualmente. Ambas contuvieron el aliento al verlo. Era más alto y guapo de lo que habían pensando. Las fotos que él colocó en su perfil de la página web de contactos no le favorecían.
El hombre las miró un poco decepcionado. No esperaba ver unas beldades pero tampoco pensaba que eran tan mayores. No es que le gustasen las adolescentes pero se notaba que no eran tan jóvenes como pretendían hacer creer. De todas maneras ya estaba ahí y tenía pensado pasar un buen rato.
Conversaron un poco en una de las banquitas centrales del parque. De vez en cuando pasaba una pareja de jubilados o una nana con algún párvulo. Después de unos minutos de charla fueron a los parquecitos interiores. Los preferidos por los enamorados y parejas amantes del sexo en lugares públicos. Ese lugar era muy conocido por eso. Hasta habían hecho un documental en la tele hace unos años.
A esa hora del día, a media mañana, los lugares privados estaban casi todos disponibles. Renato las dejó elegir. Las notaba un poco nerviosas, así que no las presionó ni las hizo apresurase.
Una vez ubicado el lugar ideal, con árboles pequeños que cubrían el 90% de la vista, se sentaron. Georgette en la misma banquita que Renato, y Karen en otra que daba frente a la entrada del lugar. Fingía leer un periódico mientras no se perdía detalle de lo que sucedía entre su amiga y Renato, además podía vigilar la entrada por si aparecía algún paseante inoportuno. Era un lugar privilegiado para el espectáculo que se avecinaba y para hacer las funciones de vigilancia.
En la otra banquita, Georgette estaba emocionada. Hace buen rato que miraba, cada vez con mayor descaro, el abultado paquete entre las piernas de Renato. El hombre no se apresuró en pasar a la siguiente etapa. Dejó que ella se pusiera cómoda. Poco a poco extendió su brazo rodeándole el hombro. La mujer hablaba sobre varios temas como una cotorra. Cuando él supo que había llegado el momento, simplemente la atrajo hacia sí y le metió la lengua hasta la garganta.
Hubo un segundo en que Georgette se resistió, poniéndose tensa. Fue un corto tributo a sus valores conservadores. Era la primera vez desde su matrimonio que otro hombre distinto a su esposa, la besaba. Luego de ese breve intervalo de reticencia, cedió completamente, dejó que la lengua del hombre entrase en su boca. Instintivamente las delgadas manos de la mujer se dirigieron al paquete del hombre. Abrió torpemente la cremallera para que el pene de Renato brotase libre al fin después de estar buen rato en una posición apretada e incómoda.
Karen no se perdía detalle de lo que sucedía. A medias oculta por el periódico y mordiéndose nerviosamente los labios, se relamía de gusto al ver a su amiga disfrutando de los ósculos del hombre. Parecía que ambos querían devorarse mutuamente. Pero lo mejor estaba por venir.
Tragó saliva cuando Renato guió con firmeza a la cabeza de su amiga sobre su pene erecto. Georgette abrió la boca completamente para atrapar con sus labios todo el glande y posteriormente el falo entero del hombre. Parecía que no lo hacía desde hace años. Karen maldijo la mala suerte que tuvo el día anterior al perder en el lanzamiento de moneda que definió quién sería la primera en disfrutar del sexo oral con el hombre que ambas habían escogido en la página web de contactos eróticos.
Georgette, con los ojos cerrados, se deleitó de la barra de carne que tenía entre los labios. Chupaba todo el largo del falo de Renato. Había soltado los botones de su pantalón además de soltar la cremallera. El hombre le acariciaba el cabello y la espalda sin mucho entusiasmo. Estaba más concentrado en disfrutar de las caricias orales que ella le prodigaba.
“Lo chupas bien”, le dijo con la voz enronquecida.
“Grampciasss…”, masculló ella sin soltar prenda.
Desde la posición que estaban, era difícil alcanzar los testículos del hombre. Georgette se dedicó a acariciarlos un poco con la punta de los dedos. Renato estaba completamente depilado. Eso la excitaba sobremanera.
La mujer era toda una experta. Lamía el falo de arriba abajo y luego lo alternaba con la boca abierta para meterse todo el capullo en la boca. Lo apretaba entre sus labios y luego bajaba lai cabeza poco a poco, disfrutando como su polla entraba milímetro a milímetro dentro de su boca. Georgette era capaz de metérsela entera en la boca, aunque le faltara el aire, pero el placer que eso le proporcionaba era mayor que esa sensación desagradable.
Continuó mamándosela así, metiéndosela en la boca todo lo que podía y comenzó a ir cada vez más rápido, moviendo su boca arriba y abajo por su polla. La respiración de Renato era cada vez más acelerada, señal de que lo estaba disfrutando.
Renato lanzó un besito volado a Karen que se sonrojó aun más de lo que estaba y se rió, cubriéndose el rostro con el periódico. Tuvo que echarse aire con las hojas del periódico para calmarse un poco.
El hombre cerró los ojos y cogió la nuca de Georgette. “Ya viene” gruñó, para advertir a la mujer. No había pasado mucho tiempo, ella era realmente una experta.
El momento tan esperado había llegado. Por un instante Georgette pensó que sería terrible que los interrumpieran en ese instante. Pero cuando el semen empezó a brotar solo pensó en el placer que tragarlo le proporcionaba.
Renato comenzó a empujar la cabeza de Georgette hacia abajo. Ese movimiento hizo que su polla entrase entera en su boca, más profundo de lo que ella había sido capaz de meterla antes y de súbito, un líquido caliente empezó a desparramarse en la boca de la mujer. No podía respirar a causa de su corrida e instintivamente intentó sacarme la polla de la boca para poder respirar pero él seguía empujando su cabeza contra su polla por lo que le fue totalmente imposible sacársela de la boca. Además que ella no quería hacerlo, pues lo que Georgette realmente deseaba era tragarse todo su semen, su leche divina.
Unos segundos después, la presión de la mano sobre su nuca se aflojó, por lo que pudo sacar el falo de su boca para respirar un poco y acto seguido, volver a tragarse el pene. La corrida de Renato fue espectacular, con gruesos goterones brotando sin parar.
Fue como un volcán en erupción. Georgette no recordaba haber recibido tanto esperma en su boca antes. A riesgo de atorarse, se lo tragó sin parar. Renato soltó un bufido conforme sentía como brotaba esa semilla natural de sus entrañas. La mujer no dejó escapar ni una gota.
Karen, como testigo privilegiada de lo que ocurría a unos cuantos pasos de ella, vio los estertores de placer del hombre y pudo adivinar como su amiga se aferraba al miembro viril de Renato para captar hasta el último microlitro de ese líquido tan preciado para ambas.
Cuando Georgette se incorporó, para tomar aliento, su rostro era un poema. Completamente despeinada pero feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, le dio un pico en los labios a Renato. De su cartera extrajo unos pañitos perfumados y se limpió el rostro. Renato respiraba pesadamente, lo había disfrutado.
“Lo haces bien, flaquita”, le dijo.
Sin esperar más, Karen se puso de pie. Georgette la miró con los ojos vidriosos y comprendió sin necesidad de mediar palabra que era el turno de su amiga. Intercambiaron lugares con presteza.
Renato quedó con las piernas abiertas y su pene fláccido a medias cubierto por la ropa. El también tuvo la precaución de llevar una chaqueta ligera a pesar del calor para cubrirse y así escapar de miradas indiscretas por si los interrumpían. Era media mañana así que las probabilidades eran bajas pero era mejor prevenir. Se cubrió la entrepierna con la chaqueta mientras descansaba su fiel compañero.
Karen estaba impaciente pero también nerviosa. Su amiga estaba un poco más tranquila después de haberse tragado una buena porción del líquido sagrado de Renato. Estaba segura que ella quería irse para hacerse un dedo o pasar una larga sesión con su vibrador, pero debía hacer las funciones de guardiana ahora que era el turno de su amiga. Se preguntó cuánto debería esperar para que el hombre esté nuevamente listo para otra mamada.
No tuvo que esperar mucho, solo pasaron unos minutos y vio cierto movimiento en la chaqueta de Renato. Sin dudarlo, envalentonada por lo que había visto antes, apartó la chaqueta y vio la erección tan deseada.
A pesar de la excitación supo contenerse un instante y antes de colgarse del pene de Renato, le preguntó.
“¿Podrías ponerte de pie?”
El hombre lo pensó un instante, se encogió de hombros y se levantó.
De pie junto a la banquita, con los pantalones y los calzoncillos a la altura de la rodilla, Renato tenía una mejor vista del parque y de los paseantes, semioculto tras las ramas. Y Karen tenía un mejor acceso a su erección.
Arrodillada sobre el duro pavimento, la mujer estaba un poco más incómoda que su amiga, pero podía acceder a todo el falo, además de poder lamer los testículos completamente depilados de Renato.
La erección del hombre no era tan firme como la que había podido apreciar hace un rato pero igual la satisfizo. Karen se dedicó a lamer y chupar con fruición, deleitándose con los flujos del hombre. Su amiga se relamía recordando lo que había gozado poco antes y lamentándose de no haber tenido esa idea. Como su posición de vigilante ya no era tan necesaria, pudo dejar a un lado el periódico y concentrarse en ser una observadora privilegiada de la soberana mamada que su amiga le prodigaba a su nuevo amigo.
Karen se ayudó con las manos para hacer que el hombre alcanzase la eyaculación. Él la sujetó por la nuca mientras ella chupaba sin parar conforme el líquido seminal empezó a brotar. No fue una erupción tan potente como la que gozó Georgette, pero tampoco fueron unas cuantas gotas. Renato no les había mentido al señalar que producía gran cantidad de semen.
Luego de chupar hasta que el pene se redujó a la mínima expresión, Karen se puso de pie. Adolorida pero satisfecha, usó los pañitos perfumados que Georgette le alcanzó. Se limpió el sudor de su rostro.
Renato también se limpió el pene. Luego de arreglarse un poco, la ropa y el cabello, fueron caminando por el parque. Comentaron un poco sobre lo ocurrido y luego sobre otros temas. El hombre era un conversador ameno y las hizo reír con un par de bromas.
Al momento de despedirse, ambas le pidieron su número del móvil. Renato les advirtió que no llamaran por la tarde o en la noche pues se encontraría en compañía de su esposa. Pero en horas de oficina podrían encontrarlo disponible.
Mientras regresaban a casa, en el carro de Georgette, las amigas no pararon de hablar de Renato y su pene. El tipo les parecía guapísimo, lástima que su esposa fuese una arpía frígida que lo desaprovechase. A las dos les había fascinado el sabor de su semen. Georgette estaba realmente fascinada por la cantidad que se había tragado. Karen había podido disfrutarlo más a su satisfacción.
“No puedo esperar a tenerlo en la cama”, dijo Georgette.
“Yo espero tenerlo primero”, reclamó Karen. Ambas rieron.