El Club de la Milla Aerea

Cazador, ¿Cazado? Relato de una fantasía hecha realidad, un polvo en cielos extranjeros, y una misteriosa mujer llamada Paula. Co-autoría especial de Cripseride.

Cazador, ¿Cazado? Relato de una fantasía hecha realidad, un polvo en cielos extranjeros, y una misteriosa mujer llamada Paula. Co-autoría especial de Cripseride.

(Bogotá-Madrid) EL CLUB DE LA MILLA AEREA

José Molina Clemente me llamo. Recién terminé el bachillerato y un semestre preuniversitario. Medicina. No es mi idea. Ordenes del doctor. Mi padre.

El viejo desea que siga sus pasos y ocupe la clínica de la familia. Ni siquiera la especialidad la puedo escoger. Él quiere que sea cirujano. Él quiere, él desea. Pero ¿Qué hay de lo que yo quiero y lo que yo deseo? No importa. Lo que voy a contar no tiene nada que ver con mis problemas familiares. Aun.

Ahora mismo espero un avión en el aeropuerto una vez más. La última vez esperaba a una bella mexicana con la que pasé una deliciosa semana de turismo sexual. Ahora viajo yo. España. Escogí universidad en Madrid para mis estudios. Fumo un cigarrillo en el primer piso, junto a la cafetería en la zona sin techo que llaman "Fumadores". Espero un vuelo tranquilo. El reporte del clima predice vientos ligeros y cielo despejado, ojalá dure durante todo el trayecto.

Han llamado a abordar, cosa rara en esta aerolínea, y camino a la fila que se forma en la terminal. Paso por detectores y personal de vigilancia. Sello la salida en mi pasaporte y paso a la sala de espera para abordar.

Media hora después…

Subo al avión y veo mi asiento. Ventanilla. Me siento y a los 5 minutos me maravillo al ver a mi compañera de vuelo, en el asiento de pasillo junto al mío se sienta una chica de unos 18 años. Cabello castaño oscuro con visos negros, rubios y fucsia. Sus ojos café claros. Una naricita puntiaguda y una boca rosada como una soda de manzana. Una maravilla aunque su pelo parece un mapa de Europa. Ella observa la ventanilla y le pregunto:

-¿Quieres este asiento?

-Si. Lo siento, mi nombre es Paula.

-José, a tu servicio.

Se levanta y yo salgo del asiento para que ella pueda pasar. Se hace a la ventana y yo me siento en el pasillo.

-Ja. A mi servicio. ¿Estas seguro de esa oferta?

"¿En serio? ¿Así de fácil?" Pienso.-Claro, a tu servicio.-Contesto.

Me mira a los ojos por una fracción de segundo y enseguida su vista se desvía a la pequeña ventanilla del avión, al soleado día que hace afuera. Los pasajeros entran y se van acomodando en sus asientos mientras su mirada sigue perdida en la puta ventanilla, no es que vea nada interesante además de una inmensa pista gris que pareciera no tener fin y los campos de grama extendiéndose hasta la valla, tras la cual los gallinazos devoran basura, pero su mente no se ocupa de este presente, trabaja a mil por hora pensando en lo que deja atrás y en todo lo que le espera. Me imagino.

Finjo leer un libro y desvío la vista rápidamente de sus piernas desnudas cuando nota que la observo, sonríe para mí y me pregunta:

-¿Por qué te detienes?- La miro confundido.

-¿Qué? yo no...-Intento articular. No tengo suerte.

-Si, tu si- Replica sin dejarme terminar- Si quieres mirar ¿Por qué no miras y ya? ¿A ti también te han enseñado a reprimir tus impulsos?

Me vuelve a mirar, sus ojos ahora no reflejan confusión ni los míos falsa inocencia. Interés, ganas de continuar hasta que el tiempo se pierda, escurrido en una discusión. Abro la boca para decir algo pero en ese mismo instante la azafata pide por el altavoz que nos pongamos los cinturones de seguridad porque vamos a despegar, su voz es suave, melodiosa, sexy y parece que habla como le hablaría en la intimidad a su amante.

Sujeta las manos a los antebrazos de la silla y cierra los ojos mientras el avión toma velocidad y en un segundo más se eleva.

-Mira hacia fuera-Le digo- ¿No quieres decir adiós?

Mi voz parece sorprenderla y mira por la ventana la tierra empequeñecer ante sus ojos hasta volverse cada vez menos visible, y gradualmente las nubes nos acompañan en el ascenso como si fueran copos hermanos de algodón. Algodón enjugándose en este hermoso cielo color helado de vainilla y avellanas.

Los pasajeros se deshacen de sus cinturones y comienzan a caminar hacia los baños, miro a mi compañera de asiento y esta vez me devuelve una mirada fija. Cargada de descaro, Yo a lo mío, mis ojos la recorren y se detienen en las protuberancias de sus senos y el triángulo perfectamente isósceles que la abertura de su camisilla me deja ver.

-Entonces- digo apartando la vista- ¿De que iba el comentario de los impulsos?

-Obvio- responde recorriéndome pecho abajo a su vez, dejando que su vista vague perezosa por la bragueta de mis pantalones- los seres humanos somos animales, superiores pero animales al fin y los animales se guían por impulsos, así es como sobreviven, pero en la sociedad de ahora todo apunta a que nos reprimamos, a que no seamos nosotros... Si quieres mirar mira, si quieres comer come, si quieres follar...

-Folla- respondo completando la idea, clavo mis ojos en los suyos, oscuros y decididos, pero definitivamente indefensos, como una serpiente le clava los ojos al ratoncito temeroso para hipnotizarlo antes de engullirlo, debe sentirse presa y eso me excita, reconozco esa inmediata química fluyendo entre nosotros, mis ojos naufragan en sus muslos como si fueran la tierra prometida. Deja notar esa mirada lenta que parece una caricia. En mi inocente cerebrito imágenes eróticas se desarrollan, imágenes que evocan lujuria, imágenes de sus pechos en mi boca y mi miembro en la suya, una cueva golosa que promete placer a raudales, sus pezones se erizan contra la tela de la blusa y desvío la vista hacia ahí, hacia la evidencia de mis pensamientos.

-Aja- dice sin decir, mirando mi boca.

-O sea que según tus palabras no tengo por qué refrenarme y solo debo hacer lo que quiera ¿no?

-Bueno... si, esa es la idea, no reprimirse.

-¿Y no crees que esa facultad de controlar nuestros instintos animales es lo que nos hace humanos?

-Hay muchas definiciones para explicar que es un ser humano, en ninguna dice que tienes que limitarte a hacer lo que las "buenas costumbres" dictan.

-Me imagino que tú predicas con el ejemplo ¿no?

Finalmente la conversación se va por derroteros peligrosos, tal cual deseaba, ella casi me está invitando, seduciendo, retando "¡Que diablos! No lo volveré a ver en mi vida, bien podía darme ese regalito a mi misma", debe pensar a juzgar por su expresión facial. Acerco mi cara a la suya, a escasos centímetros puedo sentir su respiración aleteando en mi piel, como una mariposa roza con sus alas los pétalos de la flor donde aterriza para cenar, el espacio marcado por nuestros cuerpos es fácil de llenar con la electricidad que surge de su piel polarizada con mi piel. Y mirando esos ojos una vez mas acaricio sus labios con mi lengua. Ella responde. Era esto lo que quería. La beso con cadencia, como una pluma de paloma cayendo desde la cima de un rascacielos.

Al terminar el beso es difícil volver a mirarla sin pensar en la victoria que acabo de obtener y la que se avecina y el triunfo que todo eso conlleva. Me observa minuciosamente, con intriga. Escudriña en mis ojos con ese rayo que es el brillo de los suyos y se lleva la mano a los labios, como intentando ocultar una sonrisa.

-¿No que haces lo que quieres y experimentas lo que te tiente?

-Si, pero el asiento de un avión no es el mejor sitio para esto. Preferiría un…-La interrumpo.

-¿Café? ¿Preferirías un café, a las cuatro de la tarde, con lluvia afuera y un mesero francés brindándonos galletitas?-Lo he preguntado con tono sarcástico.

Ríe y su tez refleja la complejidad de sus pensamientos. Entonces sin más que decir rodea mi cuello con su mano derecha y acerca su cara a la mía. Otra victoria para el equipo "José". Sus besos saben a goma de mascar de canela.

Una hora y media después…

Hemos hablado sobre su nombre, su familia, su novio y su perro. Sebastián. Así se llama el perro. El nombre de su novio me da igual y no se lo pregunté. A ella también parece darle igual pues ni lo empezó a mencionar. Fue solo una pregunta de rutina. "¿Tienes novio?". "Si, y tú ¿Novia?". "No". También hemos hablado de sexo. Del amor, y el sexo. De gente extraña, y el sexo. De arte, cine y televisión, y sexo. Cuando me preguntó si quería decirle algo al llevar la conversación hacia ese espinoso tema, le dije que si. Más vale que reconozca una batalla que gano y una que nunca podré luchar. Afortunadamente ésta la gané con "¿Quieres este asiento?". "Si, así de fácil", me respondo a mi mismo, tendremos sexo y debo buscar un lugar si quiero que suceda ahora mismo. Somos compañeros de viaje. Amigos desechables que nos presta la aerolínea junto con la silla y el combo de almuerzo de pollo, papas, ensalada, postre y vino o coca-cola. Al finalizar el trayecto no volveremos a vernos, así que es estúpido pensar que al bajarnos del avión quedaremos y compartiremos un taxi hasta una habitación donde tirar. Así no funciona el sexo entre extraños.

Unos minutos después…

Se lo he propuesto de la manera más indecente. Ella no había respondido cuando le dije que si, que quería decirle algo con el tono de la conversación, solo sonrió y se apoyó contra el espaldar de su silla. Así que cuando por fin solté el veneno, se vio obligada a responder "Si" o "No". Por un momento me siento como el profesor haciendo una pregunta en un examen oral a una alumna:

Pregunta: "¿Quieres tener sexo?"

Respuesta: Movimiento pendular afirmativo.

-¿Donde?-Pregunta ella.-Faltan unas dos horas más antes que bajemos del avión.

Si su respuesta llevaba el afán de disuadirme, no lo consiguió. Más por el contrario, me excita el hecho de que se preocupe por buscar un lugar donde desfogar. Mi cerebro maquina y elabora distintos escenarios, y en todos estamos a la intemperie. Rodeados por no-se-cuantos curiosos compañeros de vuelo y tres azafatas. MOMENTO. He visto esto en películas. El baño de un avión sirve siempre, aunque existe una diferencia entre la realidad y la ficción y es que en la realidad oyes esa vocecita que te dice que alguien se dará cuenta, avisará a la azafata y serán obligados a volver al puesto y todos en el pasillo sabrán lo que hacían y el resto del vuelo será un calvario. Aun así, vale la pena correr el riesgo por un polvo con tan bella compañía. Quiero tenerla y perderla de vista una vez lleguemos al aeropuerto en Madrid será mas soportable si antes pruebo un poco de eso.

-Hay dos baños en este avión. Uno en primera clase y uno en turista. Llegar al de esta sección será pan comido pues aun no han servido el almuerzo, así que nadie siente necesidades todavía. Si voy primero y dos minutos después me sigues, es probable que nadie sospeche. Ahora para que salga mejor la charada, podemos caminar a la vez y mientras tú entras, yo sigo de largo hasta la sección de primera clase y antes que cierres la puerta puedo colarme.

-Definitivamente el pez muere por la boca.-Dice por toda respuesta.

Dos minutos y cincuenta y tres segundos después…

Hemos concordado, lo planearemos según se den las cosas. El primero en atreverse caminará hasta el baño y se encerrará. El otro contará hasta veinte y se asegurará que nadie lo vea tomar el mismo camino (cosa complicada en un Boeing 747). Tras un breve silencio me armo de valor.

Dos vueltas dan mis ojos a mí alrededor y no veo a nadie concentrado en otra cosa que no sean sus propios asuntos, lo que me alienta a hacer lo que voy a hacer. A veces hay que actuar antes de pensar. Ser impulsivo puede resultar productivo bajo ciertas circunstancias, y esta debe ser una.

Me levanto y separo mis pies. Media vuelta. Pasillo. Camino al baño sin mirar atrás y al llegar a la puerta doy giro a la perilla. Entro y pongo seguro. Chequeo mi aliento y me saco el miembro por el orificio del jean para mear. Debo esforzarme para liberar. Una erección me hace retener la orina, pero nada es mas incómodo que tener sexo con ganas de orinar.

Cuento hasta veinte mientras sacudo mi pija y cuando acabo de contar empiezo de nuevo y analizo la posibilidad de que Paula me deje esperando. Talvez he podido gastar otros quince minutos coqueteando, a ellas les gusta, en particular a ella, con su aire de cazadora. He cometido un error, ella controla la situación, no yo. Si tiene dudas a último segundo se arrepiente y vuelve a su asiento.

La víbora ha mordido al ratón inyectándole sus neurotoxinas. Lo tiene a su merced. Lo observa, lo olfatea. Golosa, desencaja sus mandíbulas para engullirlo de un solo tirón. Tiene una epifanía y al final el ratón ha muerto por nada, pues la serpiente se retira satisfecha. Es un jaque mate, pero el que ganaba tumba su propio rey. Cavilaciones.

Knock, knock, suena la puerta.

Baja la tapa del inodoro y se sienta sobre ella, permaneciendo con sus bellas piernas estiradas y abiertas. Su falda negra se repliega o ella lo hace, mientras me mira con ojos de niña y con voz de mujer me dice "Saca tu polla".

He sacado mi pinga otra vez y ella pone sus carnosos y rosados labios alrededor. Succiona delicadamente. Su lengua juguetona acaricia mi tallo mientras ella concentra la chupada en el glande. Me estremezco de placer.

Engulle mi pene completo hasta la base, como una hambrienta de carne saboreando toda la que tengo para ofrecerle, no dejándome nada a la imaginación, no dejando nada para después y sin embargo devorándolo todo con gula, disfrutando de mi erecto pedazo de carne que consume con su boca como si fuera su postre favorito.

Las venas de mi polla laten con fuerza contra su labio inferior y al sacarlo de su boca para golpearlo contra su lengua y así estimularme más, una fusión pegajosa de su saliva con mi pre-cum forma un puentecito desde la comisura derecha de su cavidad oral hasta mi inflamado glande, lame eso golosa, grabando la sensación consigo: mis líquidos pre-seminales diluyéndose con su saliva mientras todas sus terminaciones nerviosas responden a ese lujurioso estimulo.

No debe suceder todos los días que Paula mujer pierda la cabeza y se vaya a echar un polvo con el primer varón que le llame la atención (¿O si?), así que explota la tigresa que lleva dentro y me devora sabiendo que tal vez jamás fuera a haber una segunda oportunidad para hacer todo lo que su cuerpo y su mente le dictaran hacer; pellizca sus pezones contra la tela de encaje del sostén sintiendo la enloquecedora fricción que causa el tejido contra sus botones de placer, va mas allá y deja expuestos sus senos para luego mojarlos de saliva y frotar el hinchado capullo de mi pene contra ellos, la sensación la volverá loca pero más loco me vuelve a mi que me eleva contra mi torso hasta depositarme en el lavabo, acaricio sus piernas extasiado por la mejor mamada de mi vida y conquisto el territorio, por mí inexplorado, de sus muslos.

Sus tangas desaparecen como por arte de magia (tengo la facilidad de Chris Angel para prestidigitar bragas) y no me hubiera extrañado nada que se hubieran incendiado pues tal es el calor que despiden nuestros cuerpos al frotarse el uno contra el otro con verdadera necesidad, dejo su boca para bajar a plantar un sendero de besos a lo largo de su cuello y se queja por el abandono hasta que mi boca humedece sus tibios pezones, la siento retorcerse al contacto de mi lengua frotándose contra ambos picos, alternando entre uno y otro y entonces, sólo entonces los quejidos de protesta que emitió cuando dejé huérfana a su boca fueron reemplazados por gemidos de enloquecido placer.

Le levanto la blusa y le beso el estómago dibujando sus formas con mi lengua, aprieta las rodillas para alejarme de sí e impedirme el paso hacia la fortaleza que ambos sabíamos quiero conquistar pero me arrodillo ante ella mirándole a los ojos oscuros de deseo e intercambiando una sonrisa cómplice. Susurro contra sus rodillas "¿No es un poco tarde para que quieras hacerte la difícil?" no articula respuesta a eso porque mi aliento cálido aleteando contra su piel le hace perder toda noción de juego o resistencia y estoy seguro que ya solo quiere sexo en su estado más puro, sólo desea satisfacción. Y yo también. Mi lengua navega en el canal que sus piernas cerradas han creado, haciéndole aflojar la presión conforme yo avanzo hacia su vagina que al final del camino me espera abierta y brillando húmedos los labios menores gracias a esa caricia por ella anhelada.

Un buen soldado puede conquistar una tierra inhóspita siempre y cuando posea las armas necesarias, la capitulación de sus piernas a mi lengua le rindió a mis caricias pero no le preparó para el agudo placer que presiona su bajo vientre en cuanto poso mi lengua contra su vagina, separo la carne de sus labios mayores y el capuchón que protege su clítoris y poniéndolo contra mis labios froto mi lengua contra la sensible carne que se mece temblorosa en mi boca al encuentro de mi lengua, arquea la espalda extasiada, los pechos apuntando al cielo, la piel de su vientre tensa y maldiciendo por lo bajo no poder gemir como exige su lascivia y así poder descargar parte de la frustración que esta sintiendo.

Se habrá olvidado de mí, sólo querrá satisfacerse a si misma así que me habré vuelto un mero objeto con el que aplacar su necesidad, y eso me encanta. Enreda sus dedos en el pelo de mi nuca y empuja mi cabeza contra su vagina al tiempo que froto su clítoris violentamente contra mis labios, el calor en su bajo vientre va creciendo gradualmente y su cuerpo se tensa completo mientras intensas y prolongadas ondas de placer le hacen sollozar, se vuelve liquida y maleable como el metal fundido y yo soy el artesano que eligió para darle forma en este vuelo.

La carne de su sexo es una masa pulsante, sonrosada, caliente y lúbrica manejada a voluntad por mi lengua, que después de su orgasmo se adentra en la cueva haciéndola palpitar impaciente, con ella imito el sensual baile de una intima penetración hasta que vuelvo en busca de su clítoris y lo beso con paciencia evitando estimularlo mucho, sin embargo introduzco uno de mis dedos en su húmeda cavidad, explorando su lisura hasta encontrar aquella protuberancia que acaricio lentamente hasta hacerla crecer y entonces la froto con más determinación hasta hacer que se queje de gusto y se revuelva impaciente y hambrienta contra mi mano, sólo cuando la tengo excitada de nuevo vuelvo a repetir las caricias en su clítoris logrando arrancarle convulsiones de goce por completo inesperadas.

Tiene la frente perlada en sudor, las mejillas sonrosadas, los pechos temblorosos y el vientre tenso, yo me he incorporado pero sigo manejando el puntito a placer dejándole clavada donde está, haciéndole perder toda noción de tiempo y espacio y preocupada sólo de que esto no acabe nunca o que bien acabe sólo cuando ya no haya nada más que sentir, cuando toda sensación en su cuerpo haya sido colmada y el hambre de sexo haya sido saciada; mi dedo continua dentro de su charca mientras ella me despoja de pantalones por completo y termina de liberar mi bestia.

Entonces sustituyo mi dedo por mi pene colocándolo en la entrada, agita las caderas desesperada por que la penetre haciendo que las paredes de su vagina se contraigan contra mí para retenerme dentro y disfrutar mi pija lo más que pueda. Cada cuerpo tiene su límite y ambos hemos llegado al nuestro, no puedo aplazar la invitación por más tiempo, no sería físicamente posible, ni lógicamente correcto, así que empujo para adentrarme en la mojada grieta de su vagina que se cierra contra mi polla envolviéndola en cálido y húmedo terciopelo.

Toda tentativa de ternura, paciencia o lentitud queda abolida cuando el cuerpo nos escoce de necesidad, mis embestidas potentes le hacen temblar y morderse los labios para no gritar enloquecida de placer, lo quiere todo y lo quiere allí mismo, le tomo los labios ahogando sus gemidos con mi lengua, mientras le doy más de aquello que sé que quiere, las sensaciones crecen hasta alcanzar el punto álgido en el que te vuelves pura sensación , sus orgasmos llegan uno tras otro haciéndole temblar descontrolada y cerrar los ojos, haciendo que su labio inferior tiemble, que sus senos se estremezcan y explote de dentro de sí una descarga de fluidos que humedece mis muslos y vientre y deja su sexo palpitante.

Me se muevo como un poseso contra ella buscando mi propia satisfacción y me dejo escuchar mientras gruño. Las paredes de su vagina se mueven por voluntad propia apresando mi pedazo de carne gracias al remanente de los orgasmos que experimentó, por mucho que quiero prolongar el placer estoy tan vencido como ella, saco mi miembro de su raja y dejo brotar la blanca y ardiente témpera que se derrama en su monte de Venus y corre sinuoso hasta empapar más su lúbrico coño; me desplomo contra ella jadeando como si hubiera corrido mil kilómetros, ella mientras cierra los ojos y sonríe complacida por haber seguido una vez más sus impulsos, rememorando todo cuanto acaba de acontecer en esta reducida cabina. Debe sentirse satisfecha, colmada y dispuesta a no volver a verme la cara jamás. Es este su modus operandi. Una vez cogido conmigo ¿Qué más?

Cuando ambos nos arreglamos la ropa le doy instrucciones de que me deje salir a mi primero y que luego de esperar unos cuantos minutos salga ella después y así nadie sospechará nada, sonríe para si misma escuchándome y me imagino que capta mi indicación; salgo por la puerta del baño pero no me ocupo en cerrarla pensando que sin duda ella se hará cargo de eso, pero ella me sigue desfachatadamente, la aeromoza de la voz sexy en ese momento viene cruzando el pasillo y abre los hermosos ojos cuan grandes son por la sorpresa de vernos salir ambos en el mismo momento del servicio, miro hacia atrás para encontrarla a mis espaldas mirándome y sonriendo, la azafata no nos recrimina la aventurilla. Al contrario, la veo como le roza un seno a Paula al pasarle cerca hacia la cocinilla al final del pasillo, lo que constituye sorpresa pero a la vez sugerencia pues se ve que la muy zorra tiene más millas que el avión más antiguo en el que haya volado. ¿Qué demonios acaba de pasar? La aeromoza le timbra un seno a Paula y todo queda entre risitas.

Cuando la chica y yo ocupamos nuestros asientos me vuelvo hacia ella mirándola con rabia (fingida, por supuesto) y preguntándole por qué coño no hizo lo que le dije, me mira risueña y con la voz más mimosa que se puede encontrar en un altavoz de juguetería me responde:

-Dudo mucho que te vuelva a ver en la vida pero si por casualidad volvemos a cruzarnos recuerda que a mi nadie me manda- Estoy seguro que se oscurecen mis ojos al mirarla pero no me da importancia y sencillamente se dedica a ignorarme mirando por la ventanilla por el resto del vuelo.