El Club de la Lujuria
Un relato que no tiene de desperdicio.
Pablo era un afamado jurista y socio fundador de El Club de la Lujuria, un club secreto que tenía ramificaciones por toda España y cuyo lema era: "La medida de la lujuria es la lujuria sin medida". Los siete abogados de su bufete, siete treintañeros se unieran al club antes de casarse... Uno a uno se fueran casando sabiendo que sus futuras esposas tenían que formar parte del club y para eso debían iniciarse, una iniciación muy peculiar, de masturbación... Mejor os lo cuento. La primera novia se tuvo que masturbar encima de una mesa sobre la que había una colchoneta fina y un cojín que hacía de almohada mientras los ocho la miraban. Después de correrse fue bautizada con leche y después follada por los ocho. A medida que el club fue creciendo follaban a la novia ellas y ellos.
El afamado jurista fue el último en casarse. A los sesenta años había encontrado su media naranja, una viuda de 50 años, morena, de estatura mediana, rellena, con buenas tetas, buen culo... Con un buen polvo.
Cenando en un restaurante, a media luz y con música romántica de fondo le dijo:
-Me gustaría que fueses mi esposa, pero antes te tengo que contar algo.
Adela trinchando una langosta, sonrió, lo miró y en broma le dijo:
-¿Mataste a alguien, Pablo?
-Lo que te voy a decir no es ninguna broma, es algo muy serio y no debe saberlo nadie.
-Me has intrigado, cuenta.
Le contó lo de del club y lo de la iniciación. Adela después de escucharlo atentamente limpió la boca con una servilleta, y le dijo:
-Sois un grupo de degenerados. Sabes que estudié en un colegio de monjas.
-De eso hace más de treinta años, Adela.
-¿Y qué? Jamás haría algo tan obsceno.
-Mujer, obsceno, lujurioso es la palabra adecuada
-Mira, Pablo, lo de follar con ellas y con ellos, a pesar de ser obsceno aún lo podría entender, pero masturbarse delante de todos. ¿A qué diablos viene eso?
-Es un acto de sumisión.
-¿Sumisión? Soy feminista, y lo sabes.
-¿Y no te masturbas?
-En la intimidad. Elige, tu club o yo.
-Dame un tiempo para pensarlo.
-Eso significa que no me quieres lo suficiente.
-Te quiero más de lo que te puedas imaginar.
Siguieron comiendo en silencio. Adela se mandó tres vasos de albariño en un espacio muy corto de tiempo y le volvió el habla.
-¿Follaste con las siete?
-Sí.
-¿Y con ellos?
-Solo en las orgías.
-¿Eres bisexual?
-¿Tú no?
Pablo le hizo señas al camarero para que trajese otra botella de vino.
-No estamos hablando de mí.
-Eso quiere decir que algún coño comiste.
-Aunque así fuera no es lo mismo.
-¿Quién fue? Cuéntame.
-No te voy a contar.
-Sé buena.
Adela lo iba a complacer, pero lo haría porque llevaba años deseando contarle a alguien cómo fuera su primera corrida con una mujer.
-Fue hace mucho tiempo con una monjita muy guapa, y solo una vez.
-¿Por qué mientes?
-Fueron algunas más. A los abogados no se os escapa una.
-Dime cómo fue, dame detalles
-Eres morboso.
-Mucho, cuenta.
-Ocurrió porque yo era muy rebelde. Un día que la monjita me estaba reprendiendo en su despacho, para burlarme, le agarré el culo, me apreté a ella, la besé y le metí en la boca la puntita de la lengua. Sentí cómo le temblaban los labios y me mojé, pero más mojada estaba ella, lo supe al agacharme, levantarle el hábito y ver sus bragas blancas. Tenía una mancha muy grande de humedad. Me excitó ver lo cachonda que la pusiera. Le bajé las bragas lentamente. Cómo no intentó evitarlo se las bajé hasta los tobillos. Lamí su coño peludo y mojado, una vez, solo una. Las piernas le comenzaron a temblar y se corrió. Vi su coño abrirse y cerrarse y echar jugos y cómo estos bajaban por sus piernas. El coño me empezó a picar, a abrirse y a cerrarse y también me corrí yo.
-Si te pilla Rosa no le duras nada. Es una experta comiendo coños
-No me va a pillar, pero solo por curiosidad. ¿Cuánto dura la iniciación?
-El tiempo que te llevase correrte al masturbarte y luego el que les lleve a ellas y a nosotros follarte.
-¿Uno por uno?
-De dos en dos y con dobles penetraciones. Ellas te harían correr las siete juntas, dos te comerían las tetas, dos te lamerían los pies, dos te comerían la boca y una te comería el coño.
-¡Qué barbaridad!
Una semana después...
La habitación estaba iluminada por las velas de cuatro candelabros y se oía música instrumental lenta. Adela estaba desnuda, con los ojos vendados y encima de una gran mesa con las piernas colgando. Una cadena salía de la argolla que sujetaba una de sus muñecas, pasaba por debajo de la mesa y llegaba a la argolla que sujetaba el otro pulso. A su izquierda, de pie, desnudos y con sus pollas en la mano estaban Luis, Arturo, Germán, Andrés y Braulio, altos, morenos y cachas, Pedro y Alfonso, rubios y cachas y Pablo, flaco y con el pelo cano, sentado en una silla, con los ojos vendados y atado con las manos a la espalda. A su derecha, también de pie y desnudas estaban Andrea, Felisa, Carmen, Dolores, Alba y Marta, todas morenas, con bunas tetas y mejores culos, Rosa al lado de la mesa besó su clítoris. Con una mano magreó sus tetas y las amasó y con dos dedos tiró de sus pezones. Las mujeres hicieron todas lo mismo que le hacía Rosa a Adela. Los hombres las siguieron pelando, después Rosa le metió dos dedos de la mano derecha dentro del coño y con tres dedos de la izquierda acarició el clítoris. Se oyeron las primeras palabras de la noche.
-¿Gozas, puta?-le preguntó Rosa.
-Sé quien eres. Me las vas a pagar.
Los dedos entraron y salieron de su coño a toda hostia, Adela exclamó:
-¡Ooooooh! ¡Cabrona!
Las mujeres se dieron caña. Pablo sintiendo el ruido de los frotamientos se empalmó y Rosa sabiendo que se estaban masturbando viéndola, se excitaba más y más... Al rato Rosa se llevaba los tres dedos a la boca, los chupaba y volvía a frotar el clítoris con ellos. Rosa comenzó a gemir al sentir gemir a las otras. La polla de Pablo tenía vida propia. Rosa le folló el coño con ganas, con más ganas frotó el clítoris y le preguntó:
-¿Quieres correrte?
-Sí.
-¡No te oí!
-¡Sí, puta, sí!
Las ocho mujeres se masturbaban a la misma velocidad que Rosa masturbaba a Adela y fueron cayendo cómo fichas de dominó. La primera en correrse fue Felisa, y tras ella se corrieron las otras. Adela oyendo los gemidos de placer se corrió con ellas.
-¡Me corro, cabrona, me corro!
Al acabar de correrse, Rosa lamió los jugos de su corrida. Adela supo que si Rosa seguía lamiendo se correría de nuevo y Rosa siguió lamiendo. Adela sintió la cabeza de una polla mojada rozar sus labios, dos bocas comiendo sus tetas y otras dos chupando los dedos de sus pies. Abrió la boca, la cabeza entró en ella y se la mamó. Luis masturbó su polla y en segundos se corrió en su boca. A Luis siguieron Arturo, Germán, Andrés, Braulio, Pedro y Alfonso, Adela se hartó de tragar leche mientras la comían viva.
Pablo sentía los gemidos de la que iba a ser su mujer y desesperaba. Marta se sentó sobre su polla empalmada dándole la espalda, Felisa lo besó por encima de la mordaza y no necesitó más, se corrió dentro del coño de Marta. Adela tenía el coño cómo un bebedero de patos. La lengua de Rosa chapoteaba en ella al lamerla. Sintió que se corría. Quiso levantar las manos para coger la cabeza de Rosa, pero las cadenas se lo impidieron. Las mujeres vieron cómo se ponía tensa. Dos apretaron sus tetas y las chuparon cómo queriendo sacar leche, otras dos chuparon lo cinco dedos de cada pie y Rosa lamió a toda mecha, Adela explotó diciendo:
-¡Dioooosssss!
Se corrió temblando y chillando. En su vida sintiera tanto placer, tanto fue el placer que sintió que al acabar de correrse casi no podía respirar. Parecía una perra asmática después de una carrera. Cuando se recuperó les dijo:
-Hijas de puta, me vais a matar de gusto.
Pablo le dijo:
-¿También te secuestraron, cariño?
Adela no estaba para palabras dulces.
-No digas gilipolleces, Pablo. No quise por las buenas y lo estás haciendo por las malas. Soltarme ya, coño.
Pablo se quitó la careta.
-No jodas, Adela, le dijiste a las que llamas putas que me durmieran y me trajeran aquí.
Al quitarle la venda de los ojos Adela miró a las mujeres y les dijo:
-Además de putas, chivatas.
Ellas sonrieron, Pablo le preguntó:
-¿Y qué te pareció?
-¿Pareció? Faltan las doble penetraciones.
Faltaban. Pablo les dijo a las mujeres:
-Prepararla, chicas.
Alba se agachó delante de Adela y comenzó a lamerle el coño, Felisa se agachó detrás, le abrió las nalgas y le lamió el ojete, Carmen y Dolores se encargaron de una teta cada una y magreando y mamando, Carmen le besaba y le lamía el cuello, Marta y Andrea le comieron la boca, Adela se sentía cómo una diosa adorada por sus sacerdotisas. Viendo cómo Rosa se hacía un dedo en una silla de las muchas que había en la sala y viendo a los hombres masturbándose, le agarró la cabeza a Alba y frotó el coño contra su lengua. Rosa a punto de correrse le dijo:
-¡Córrete conmigo, córrete conmigo!
Se corrieron cómo dos lobas mirando la una para la otra.
Antes de las dobles penetraciones, Adela, incorporó algo nuevo, al decirle a las mujeres.
-Quiero que os corráis todas en mi boca. ¿Quién empieza?
Dolores le dijo:
-¡Yo!
Adela se echó sobre la alfombra. Dolores le puso el coño en la boca, y lo frotó contra su lengua, Andrea lo frotó sobre una pierna, Carmen sobre la otra y Felisa frotó su coño contra su teta derecha, Rosa, Alba y Marta se masturbaron para ponerse a punto y darle sus corridas, y se las dieron en la boca, una tras otra, en la boca, en la cara y en el cuello que quedaron pringados de jugos de todas clases.
Después de escuchar un rosario de gemidos y ver las caras de gozo de sus mujeres los hombres tenía unos empalmes brutales.
Andrés levantó del piso a Adela, la cogió en alto en peso y se la clavó hasta las trancas, Braulio que era más bajo que él se la clavó en el culo. Adela rodeando el cuello de Andrés con sus brazos, exclamó:
-¡Me encanta!
Más le encantaba a ellos, que la follaron cómo leones y se corrieron cómo pajaritos. Con la leche saliendo de su coño y de su culo Andrés se la pasó a Luis. La follaron Luis y Arturo... Luis se la pasó a Germán, Germán le folló el coño y Pedro en el culo... Germán se la pasó a Pablo. La follaron Pablo y Alfonso... Al follar con su marido después de follar con los otros y mientras le daban por el culo, sintió tal morbo que se corrió cómo una fuente, diciendo:
-¡Te quiero, Pablo!
Adela ya era un miembro más del Club de la lujuria.
Ahora dime tú, sí, tú, la que está leyendo esto. ¿Te gustaría haber sido Adela? Es simple curiosidad.
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Quique.