El club de la lefa

Dos chavales de 22 años son invitados a participar en una fiesta, que no es ni más ni menos que una multitudinaria orgía masculina. Durante un fin de semana completo, tendrán que follar y ser follados por todos los presentes. Dominación y cerdeo.

Me levanto por la mañana algo somnoliento; es viernes y, como tal, día de clase. Estudio arquitectura en la Universidad de Sevilla, siendo este ya mi último curso. Vivo aquí en un piso de estudiantes con dos colegas de clase, porque soy de un pueblo algo alejado, al igual que ellos. Me llamo Víctor y lo cierto es que estoy bastante bueno. Tampoco es que tenga un cuerpo escultural, pero a mis 22 años, mis músculos están bastante trabajados. Tengo un torso musculoso, muy peludo. Unos brazos fuertes y unas piernas voluminosas. De mi polla hablaremos más tarde, que todavía es demasiado temprano por la mañana para eso.

Después de desayunar y lavarme los dientes, me visto y me dirijo a clase. Allí me encuentro con uno de mis mejores amigos y el más permanente de mis follamigos, Hugo. Hugo es un tío gigante, mide cerca de dos metros y tiene un cuerpo de oso total, aunque musculoso. Me pone muchísimo, no os voy a mentir. Y si no hemos tenido una relación de noviazgo, es básicamente porque los dos estamos muy salidos como para eso y no buscamos nada serio.

-Tío, tengo una cosa que puede interesarte. -Me dice, cuando nos sentamos en el aula, con esa cara de vicioso que tanto le caracteriza.

-Hugo tío, que no son ni las nueve de la mañana. -Lanzo una carcajada y le observo con detenimiento mientras levanto una de mis cejas. -A ver, venga, cuéntame.

-Ayer conocí a un chaval por Grindr, -Empieza a decirme, bajando la voz, porque el profesor acaba de entrar por la puerta de clase. -y me ha dicho que está buscando gente para hacer una fiestecilla, ya sabes tú de qué tipo, este finde semana entero en una casa de un pueblo cerca de aquí.

Me suelta eso y espera a mi reacción, yo, por mi parte, me limito a mirarle con cierta estupefacción.

-Tío, que a esas “fiestas” sólo van viejos y pervertidos. -Digo yo, sonriendo.

-Como si tú no fueras un pervertido, cabrón. -Me responde, riéndose en voz baja para que el profesor no nos llame la atención. -Bueno, ¿qué te parece? Puedo llevar yo si quieres el coche y pasamos allí un finde de puta madre, comiendo pollas y mentiéndola a saco.

Lo cierto es que no es una propuesta que me resulte difícil de aceptar. Soy un tío muy cerdo, y eso de meternos en una casa llena de cerdos como yo dispuestos a follar sin parar durante todo un fin de semana, he de reconocer que suena bastante pero bastante bien.

-Me lo pensaré. -Le respondo por fin.

-Okey, tú ya me dices. Tendríamos que salir esta tarde sobre las 20:00, para llegar allí a tiempo.

Las clases terminan después de un duro y largo día, y llego a casa. Reconozco que me he pasado todo el puto día cachondo pensando en la fiesta de Hugo. Apenas he podido atender a clase y llevo un calentón de la hostia. Así que la respuesta que le he dado a mi colega creo que queda bastante clara. A las 20:00 empieza la aventura. Preparo una pequeña maleta con un par de mudas y espero a Hugo nervioso, pero también con muchas ganas de estar allí ya. A saber qué coño nos encontramos. Evito pajearme, hay que reservar la lefa para luego.

-Buah tío, qué ganas. –Me dice Hugo cuando me monto en su coche tras guardar el equipaje en el maletero.

-Ya ves, mira el empalme que llevo ya. –Le respondo, agarrándome el paquete por encima del pantalón vaquero que llevo. Se marca una buena polla.

El viaje se me hace eterno, sobre todo por lo cachondo que estoy. Encima Hugo no sabe hablar de otra cosa que no sean tíos y pollas, así que tampoco ayuda a que la erección me baje. Voy a llegar allí con un agujero en los pantalones.

Hugo aparca el coche frente a la casa donde nos ha llevado el GPS. Ya hay bastantes vehículos allí; es un edificio grande, una típica casa de pueblo, aunque se ve lujosa, a las afueras de este, rodeada de campos de vid. Desde luego aquí podemos hacer todo el ruido que queramos, el vecino más cercano estará por lo menos a un kilómetro. Miro la hora y son las diez menos dos minutos, hemos llegado muy justitos.

Con nuestras mochilas en las espaldas y algo nerviosos, llamamos al timbre de la puerta, esperando a que alguien nos abra.

-¿Martínez y Serrano? –Pregunta un hombre vestido en traje de chaqueta al abrir.

-Sí, somos nosotros. –Responde mi colega. Yo me quedo un poco parado, flipando un poco con la excesiva cordialidad y seriedad de aquel tipo.

-Pasen. Entren en la sala de la derecha y dejen allí en alguna de las taquillas libres sus pertenencias, aquí no os harán falta. Desnudaos, colocaos el distintivo pertinente y, una vez estéis preparados, pasad al salón. Allí tendrá lugar el comienzo de la fiesta y se os detallarán las normas de la misma. El club de la lefa os da la bienvenida.

Hugo y yo le hacemos caso a aquel hombre y nos metemos en el vestuario. Dejamos nuestras cosas en una taquilla y nos desnudamos. Mi polla, una herramienta de 17 centímetros, no excesivamente larga pero sí bastante gruesa y venosa, está babeando sin parar. Veo que dentro de la taquilla hay seis pegatinas, que intuyo serán los distintivos a los que se refería aquel hombre. En ellas están escritos los siguientes mensajes: Pasivo, activo, versátil, dominante, sumiso o swift (a veces sumiso, otras dominante). Pego en mi pecho peludo la de pasivo y la de swift, y veo que mi amigo se coloca la de activo y la de dominante. Antes de pasar al salón, me giro hacia él, le cojo el rabo con mi diestra y acerco su cara a la mía para comerle la boca.

-Joder, tío. Estoy muy cerdo. -Le digo, volviendo a comerle la boca. -Venga anda, vamos para dentro.

Cuando entramos al salón, el panorama que nos encontramos es realmente excitante. Formando una especie de círculo, llenando toda la estancia, hay unos 15 tíos desnudos de todas las edades, aunque abundan más los veinteañeros como Hugo y yo. Todo tipo de cuerpos. Y todo tipo de pegatinas también: activos, pasivos, dominantes, sumisos… Madre mía. Nos unimos al círculo en un hueco que hay libre y no puedo dejar de mirar a todos los cuerpos masculinos que hay por todas partes. Pollas de todos los tamaños, cuerpos con pelo, sin él, con tatuajes y sin ellos, cuerpos gordos, atléticos. Hay de todo, y mi polla ya está a reventar. Me fijo en que prácticamente todos están empalmados. Apenas nadie habla, se oyen murmullos, pero en general reina el silencio.

De repente, un hombre trajeado y con máscara entra en la estancia y pasa a través del círculo, colocándose en el centro del mismo.

-Buenas noches a todos. Soy el anfitrión de esta particular fiesta. Antes de nada, decir que cualquiera que se sienta en algún momento incómodo o que no acabe de convencerle las normas que aquí vamos a seguir, puede marcharse cuando desee. Sin embargo, los que os quedéis, deberéis acatar todo lo que a continuación voy a exponer. Hoy es viernes, la fiesta durará hasta el domingo a las 20:00. Ni un minuto más. Nadie podrá revelar su nombre ni ningún dato personal, obviando las personas que ya os conocéis previamente. Tendréis que inventaros un pseudónimo. Id pensándolo ya. En cada franja horaria se os propondrán “juegos” sexuales diferentes con personas distintas que deberéis ir realizando. El que cumpláis estos juegos os supondrá ganar puntos que ya averiguaréis para qué sirven. De momento, sólo tenéis que preocuparos por el placer. La dinámica de hoy, para que se vayan formando amistades, será muy simple. Se os ha asignado un compañero con el que podréis hacer cualquier cosa que se os ocurra durante dos horas. Ese compañero será alguien al que no conocéis. Una vez transcurridas las dos horas, nos veremos aquí de nuevo. En la planta de arriba encontraréis habitaciones cuyas puertas tienen un letrero de color, id cada uno a la vuestra.

El mayordomo que anteriormente nos había abierto la puerta, mientras el anfitrión hablaba, fue colocando brazaletes de colores a todos los asistentes. A mí me tocó el morado. Y vi que a un hombre frente a mí también le había colocado el mismo. Supongo que él sería mi primera pareja. Era un hombre maduro, de unos 45 años más o menos. Calvo, algo entrado en carnes, bastante peludo y con un pollón increíble. Aunque quizás no es la persona que más me atrae de la sala, sí que es cierto que me pone bastante. Sobre todo por la mirada de vicio que tiene y con la que me mira desde que nos han colocado el mismo brazalete. Veo que en sus pegatinas pone que es activo y dominante, eso me gusta.

Antes de dirigirme hacia las escaleras con mi nueva pareja, le sonrío a Hugo, que ya ha encontrado también al tío con el que va a follar. Subo a la primera planta y encuentro al fondo la habitación morada. La casa es súper lujosa; todo está muy bien decorado y amueblado. Sea quien sea el anfitrión, se ha tomado molestias para que todo esto salga bien.

-Hola. –le digo al hombre que en breves me va a follar cuando entra por la puerta. –Yo soy... Soy Keiran. –Me presento con mi pseudónimo, que recién se me va acaba de ocurrir.

-Me da igual quién coño seas. –Me suelta, cerrando la puerta de un portazo. –Sólo sé que vas a ser mi puta durante dos horas, así que no perdamos el tiempo con gilipolleces.

Dicho esto, recorta la distancia que nos separa y me agarra la nuca, para acercarme hacia él y comerme la boca de manera brusca y salvaje. Introduce su lengua en cada recoveco de mi boca y juega con la mía sin parar. Mientras que su mano izquierda juega con mi pezón, retorciéndolo, su diestra se dirige a mi culo. Busca mi ojete y lo encuentra; introduciendo en él uno de sus gordos dedos.

Ante tal actitud dominante, no puedo parar de jadear de puro placer. Mi polla babea continuamente presemen. De cuando en cuando, aprovecha también para comerme el cuello. Yo, por mi parte, le acaricio la polla con ansia. Estoy deseando llevarme a la boca ese pedazo de carne caliente. Nuestros cuerpos están muy pegados, noto los pelos de su torso restregarse contra los míos. Este hombre huele a sudor y a vicio, y eso me pone muchísimo. De buenas a primeras, vuelve a ponerme la mano en mi nuca y hace fuerza con ella hacia abajo. Es obvio lo que quiere, así que no tardo ni medio segundo en arrodillarme frente a él y agarrar su polla.

El cabrón tiene una polla gordísima, muy venosa, con prepucio y todo un matorral de pelos muy negros en la base. También dos huevazos, recubiertos de pelo muy negro y rizado.

Antes de pasar a meterme su miembro entero en la boca, comienzo a lamer con la punta de mi lengua su glande descapullado. Es rosa, grande, y no tarda en salir de él una gota de precum. Sin duda está tan cachondo como yo; me pone muchísimo despertar en él ese sentimiento. Paso mi lengua con delicadeza por todo el lateral de su tronco, hasta llegar a los huevos. Aspiro el olor a macho de su pubis y me recreo en él. Sin embargo, mi amante no me deja disfrutar mucho tiempo de mi aventura: me vuelve a agarrar la cabeza con furia y me la aplasta contra su paquete, en una clara señal para que le coma la polla en condiciones de una vez por todas. Y en este momento no me hago de rogar. Me introduzco su rabo en la boca entero de una sentada, metiéndose este de lleno en mi garganta. En esa posición, aquel macho empieza a follarme la boca sin piedad. “Sin arcada no hay mamada”, pienso, mientras me perfora mi garganta una y otra vez. El movimiento de vaivén pélvico del hombre junto con su mano atrayendo mi cabeza hacia su polla, no tarda en provocarme arcadas, que intento evitar a toda costa. Estoy pasándomelo de lo lindo comiéndome esta polla. La barriga del hombre me golpea en la frente con furia y sus huevos colgones golpean mi barbilla. Pero su rabo me sabe a gloria. También aprovecho, de cuando en cuando, para meterme sus enormes bolas en la boca. Tienen un olor súper característico. Ojalá me dejara también comerle el ojete.

-Levanta. –Me dice, después de más de veinte minutos de mamada.

Yo le hago caso y enseguida vuelvo a ponerme a su altura. No puedo evitar lanzarme de nuevo a su boca, besándole con pasión, mientras le acaricio la polla con una mano y la barriga con la otra.

-¿Te gusta mi rabo, eh, putita? –Inquiere, separándose de mis labios momentáneamente. –A ver si esto te gusta también. –Me dice, levantando su brazo derecho y llevando mi cabeza con brusquedad hacia su axila peluda y sudada.

Antes de sacar la lengua y catar aquel manjar, aspiro profundamente el olor a macho que desprende esa región de su anatomía. Sólo el olor me hace gemir del gusto. Saco la lengua y lamo con ansias toda la zona, hasta que pierde ese característico sabor salado. Cuando termino con esa axila, paso a la otra y sigo el mismo mecanismo.

Una vez trabajadas ambas, el hombre me empuja a la cama y me ordena que me ponga a cuatro patas. Noto que se sube a la cama y que se coloca tras de mí. Se lo que va a hacer, y mi ojete ya palpita con vida propia. Estoy deseando sentir ese pedazo de trozo de carne dentro de mí y que me preñe por completo. Se escupe en la mano y me restriega el gapo por mi ojete, para después meterme del tirón, sin anestesia ni juegos dilatadores previos, toda su polla hasta la base. No puedo evitar lanzar un alarido de dolor. Me tapa la boca con su mano callosa para que guarde silencio y, sin quitarla de ahí, empieza un movimiento de mete y saca que, aunque al principio me mata del dolor, al poco tiempo sólo me provoca placer. Comienzo entonces a lamer su mano y a gemir muy fuerte. Noto sus huevos golpear mi cuerpo ante las embestidas tan brutales que me está dando.

-Te gusta, ¿verdad? Si es que todas las putas sois iguales. No podéis vivir sin una buena polla metida en el culo. Me voy a correr pronto, y lo voy a hacer en toda tu cara. Para que todos puedan ver lo puta que eres.

Ante esa afirmación, noto que aumenta el ritmo de la follada y, de repente, sale de mí para darme la vuelta en la cama y colocarme boca-arriba. Se empieza a pajear fuertemente frente a mi cara hasta que, segundos más tarde, empiezan a salir de su rabo innumerables trallazos de lefa que van a parar directamente a mi cara. Algunos me entran en la boca, otros me llegan a la frente, a los ojos e incluso a mi peludo pecho. La barba me queda por completo impregnada de su leche. Justo en este preciso instante, empiezo a correrme yo sobre mí mismo, de una manera que no recordaba haberlo hecho nunca.

Exhausto y completamente pringado de lefa, tanto mía como de aquel semental, me quedo inmóvil en la cama mientras mi amante se limpia la polla con una toalla. Y es en ese mismo momento cuando suena una alarma. Ya han pasado dos horas, tenemos que volver al salón. Y yo no tengo ni un solo resquicio de mi cuerpo limpio de lefa.

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