El club de la leche [1]

El verano se ha acabado y David ha de volver a la rutina de su internado. Él es uno de los integrantes de "El club", un selecto grupo de alumnos envidiado por todos...

El verano está ya casi llegando a su fin; se nota que el Sol ya no calienta lo suficiente y que la gente no tiene la misma alegría que les caracterizaba en la época estival. Los niños pequeños se preparan para ir al colegio, los adultos para el trabajo, y yo, a mis 18 años, he de ir en apenas una semana al internado para cursar el que será mi último año ahí encerrado. Estoy seguro de que no lo echaré de menos, a pesar de que ahora mismo tengo bastantes ganas de ver a mis colegas. Pero aunque algunos de mis compañeros sí que son buenos tíos, aquello era una maldita cárcel se mirara por donde se mirara.

Me tumbo en la cama de mi habitación y me dedico durante un buen rato a mirar cómo giran las aspas del ventilador del techo. Qué rápido se ha pasado el verano, joder. Casi de forma inconsciente, me llevo las manos a mi paquete y empiezo a acariciarme la polla por encima de las calzonas que llevo. Suelo hacerlo mucho cuando me agobio o simplemente cuando estoy aburrido. Enseguida un bulto de considerable tamaño se dibuja debajo de la fina tela de los pantalones. Aunque no tengo un pene especialmente grande, mis 16 cm sumados al grosor de los mismos, hacen de mi polla un buen pedazo de carne que nadie nunca ha rechazado llevarse a la boca tras verlo. A pesar del toqueteo, no es mi fin hacerme una paja. Así que cuando noto que me estoy poniendo verdaderamente cachondo, dejo de tocarme y me levanto de la cama: Debo empezar a hacer la maleta y a recoger las cosas.


Llegué al internado cuando ya eran más de las ocho de la tarde. Nos pilló un atasco tremendo cuando veníamos hacia aquí, así que no pude acudir al acto de apertura del curso que se daba a las seis. Ya todo el mundo estaba en sus respectivas habitaciones, aguardando la hora de la cena. Por Whatsapp, Pablo me dijo que tenía una muy mala noticia que darme, y la verdad es que me he asustado un poco. Pablo es mi mejor amigo en aquella maldita cárcel, llevábamos compartiendo cuarto desde el primer curso. Cargado con mis maletas, cojo el ascensor para ir a la planta donde mi amigo me ha dicho que se encuentra nuestra habitación. Una vez frente a la puerta de la misma, llamo con los nudillos. Enseguida Pablo la abre y, al verme, me da un abrazo.

-¿Qué tal, tío? Joder, qué cabrón. Estás súper mazado. Seguro que te has matado a gimnasio este verano, eh –Me dice mientras me mira de arriba abajo.

La verdad es que sí que me había puesto más fuerte durante el verano, sobre todo los brazos. Pero aún estaba muy lejos de tener un cuerpo verdaderamente fibrado.

-Tampoco es para tanto, tío. He hecho pesas un par de días y poco más. Pero ya sabes que he estado de socorrista y, a lo tonto, nadando un poco cada mañana…

-Ya, ya –Dice, con una sonrisa pícara en el rostro-. A saber cuánto habrás follado estando “de socorrista”.

Ambos soltamos unas carcajadas y, antes de entrar al interior de la habitación, me pongo serio por un segundo y miro a mi colega:

-Oye, ¿qué es lo que tenías que decirme?

-Mira la habitación –Me responde, mirándome muy serio.

-Hostias tío, no me jodas –Exclamo cuando veo que hay tres camas en lugar de dos.

-Somos tres este año.

Todos los cursos habíamos tenido la suerte de estar solos Pablo y yo, lo que nos había dado mucha libertad, porque ambos somos muy parecidos y digamos que sabemos disfrutar bastante bien del tiempo que pasamos juntos.

-¿Y todavía no ha llegado? –Le pregunto, entrando mis cosas y dejándolas sobre una de las camas.

-Sí, pero ha ido a preguntar no sé qué a no sé dónde. Es un pringado de tercero, me cago en Dios.

-¿En serio? Joder.

Para dos alumnos de sexto como somos nosotros, es toda una ofensa el que nos pongan de compañero de habitación a un renacuajo de tercero.

-¿Está bueno al menos?

-David, tío, siempre pensando en lo mismo –Me dice en tono de broma-. La verdad es que no está nada mal –Me responde mi colega, mirándome con esa cara de vicioso que tanto me pone-. A lo mejor, antes de que llegue… Nos da tiempo a algo rapidito –Dice, mientras se acerca a mí.

Lo cierto es que a pesar de que Pablo no tiene un cuerpo de diez, me pone súper burro. La barba rubia que luce desde hace un par de años le sienta de maravilla, tiene muchísimo vello por todo el cuerpo y un culazo tremendo, con un ojete exquisito también cubierto de vello rubio rizado. Además el cabrón es incluso más cerdo que yo, le mola absolutamente todo.

-¿Tú crees? –Le pregunto antes de plantarle un morreo.

Nuestras lenguas juegan entre ellas. Mi diestra va a su cuello y hace de aquel contacto algo aún más cercano, más íntimo. Hacía mucho que no nos besábamos y podría decirse que nuestros labios se han echado de menos. Ansioso como es él, me agarra el paquete por encima del pantalón. Mi polla, que ya está dura como una piedra, responde a sus caricias queriendo salir de su prisión de tela.

-Me encanta tu polla, joder –Me dice, separándose de mis labios momentáneamente para luego volver a unirlos con los suyos.

Yo no me quedo atrás; la mano que estaba en su cuello viaja deprisa por su espalda hasta llegar a su culo. La meto por debajo de sus bóxers y acaricio su culo respingón, firme y peludo. La otra mano la llevo a su paquete, el cual noto caliente y tremendamente duro al igual que el mío. Él tiene la polla más larga que yo, pero mucho menos gruesa. Lo que más me gusta de ella es la curvatura que tiene hacia la derecha.

Nos pasamos comiéndonos la boca y toqueteándonos por encima de la ropa hasta que nos damos cuenta de que quizás no vamos a tener todo el tiempo del mundo, el nuevo estaría al llegar. Pablo, que está deseando hacerlo, se pone de rodillas frente a mí y me baja la bragueta, para luego desabrochar el botón y bajarme los pantalones y los bóxers de una vez. Mi polla salta hacia fuera, quedando frente a su cara. Ya está por completo chorreando de precum.

-Uhmmm... -Exclama, relamiéndose, segundos antes de empezar a mamar.

El cabrón empieza rozarme, con la punta de su lengua, la base del tronco y va subiendo por él poco a poco, siguiendo el camino que dejan sobre mi polla mis abultadas venas. Cuando llega al capullo, se entretiene en el prepucio mientras masajea mis huevos con su mano. Su barba me hace cosquillas y eso me pone realmente burro. A sabiendas de que ya no aguanto más, como evidencian mis continuos gemidos, Pablo se mete mi polla en la boca de una vez rozando con su nariz el vello de mi pubis, aspirando el olor a macho que ahí se conserva después de tantas horas de viaje. El cabrón verdaderamente disfruta con ello. Su cabeza empieza a moverse hacia arriba y hacia abajo, devorando mi polla. Comienzo yo también a moverme, hasta llegar a un punto en el que necesito ir más deprisa. Le agarro la cabeza y comienzo a follarle la boca como un poseso. Sin embargo, antes de correrme, me detengo bruscamente.

-No quiero correrme, tío. Está noche hay reunión del club, ¿no? Quiero guardar cada gota de mi leche para entonces -Digo, al tiempo que me agacho para comerle la boca de nuevo, llevándome esta vez un sabor a mi propia polla.

-Joder. ¿Y cómo quieres que aguente así hasta las doce? -Inquiere mi colega, señalándose su nabo, que apunta enhisto hacia el techo.

Verdaderamente tiene una pinta tremenda, estaba pensando hacerle una mamada para que se quedase tranquilo cuando llaman a la puerta de nuestra habitación.

-Mierda, ese será el nuevo.

[CONTINUARÁ...]

Espero que os haya gustado. Planeo hacer una serie de relatos sobre esta historia, me encataría leer vuestras opiniones para saber por dónde he de conducirla ^^