El club de intercambio de parejas
Los tejemanejes que se cuecen en cualquier club de intercambio de parejas
EL CLUB DE INTERCAMBIO DE PAREJAS
En el periódico y en la sección de anuncios, uno de ellos llamó la atención de Virgilio. En este se especificaba qué en aquel club del anuncio, se hacían intercambio de parejas. De esto Virgilio ya habría oído hablar sin que le prestase demasiada atención, pero en las reuniones con amigos, era un tema que casi siempre aparecía. Incluso algunos de ellos no había semana que fuesen hasta allí: Después, lo explicaban minuciosamente, tanto, que incluso volvían a gozar de aquellos encuentros solamente al recordarlos.
Aunque en teoría aquellos intercambios fuesen entre matrimonios aburridos, lo cierto era que en la mayoría de parejas que llegaban hasta allí, la señora que acompañaban a estos curiosos y libidinosos maridos, ellas solamente eran unas alquiladas del gremio de la prostitución. Muchos de aquellos hombres que visitaban estos clubs. Lo hacían por el morbo de cepillarse a la mujer de otro. Incautos, no se daban cuenta de que aquello era un engaño. Casi todos hacían lo mismo. Pero no todos:
A Virgilio, si que le hubiese gustado hacer una escapada hasta allí con su mujer. Esta, en cuando te lo propuso lo mandó a tomar viento. -¡Que te crees, que soy una golfa – le dijo enrabietada.
De aquel tema Virgilio ya no volvió a hablar. Sabía de las malas pulgas que esta gastaba. Como sabía también que para ella todas estas cosas eran pecado. La dama, cuando estaba con ganas de que este la follase, más bien pocas veces quería que fuese con la luz apagada. Su paso por una escuela de monjas la hizo ver que los pecados de la carne fuera del matrimonio, eran un billete seguro para el infierno.
Virgilio, cada vez más sentía la necesidad de ir hasta allí, pero claro, tendría que ser acompañado por alguna puta bien pagada que aceptase el trato. –Este necesitaba, de aquellos ambientas en directo en donde a la mujer de uno de los participantes en aquellas orgias, la enculaba otro, mientras su marido se tiraba a otra frente a sus narices. Vittorio, solo de imaginarlo se le ponía dura como una estaca de madera de encina. Solo de pensar de sodomizar a la mujer de uno de los allí presentes y viéndolo este, lo ponía caliente como una olla a presión. Incluso en muchos de sus sueños, se lo hacía a una despampanante rubia que era la esposa de un vecino del mismo edificio en donde vivía. Esta siempre con faltas cortas y ajustadas dejaba a la vista un culo como el de una yegua andaluza.
Virgilio, se propuso hacer una visita a aquellos centros del pecado, tan pronto como su mujer, llegadas las vacaciones se fuese con su hijo y el perro a ver a su madre que estaba a casi 500 km de donde vivían. Después el también partiría, para allá.
Cuando llegaron las vacaciones, que su mujer esperaba ansiosamente, esta partió para su destino. Tan pronto como salió de casa Virgilio, sintió la dicha de ser libre por unos días, así poder follar a discreción en aquel club de intercambio de parejas.
Lo primero fue contactar con una puta que tuviese buen aspecto para representar el papel de esposa, y que no fuese demasiado joven. Virgilio no tardó en localizarla. Esta le dijo que por menos de 500 € no se metía en un club de estos y pasarse allí más de media noche. Virgilio la contrató.
Tal como le dijeron sus amigos, ambos se sentaron en un sofá como si fuesen un matrimonio feliz, y con ganas de intercambiar la pareja. Todo a media luz y los allí presentas despelotados, aquello parecía las mil y unas noches de la jodienda en épocas de los romanos. La Bacanal de los sentidos. El olor a cuerpos sudados. Así como de semen esparcido llevaba el ambiente. De los hombres que allí había, muchos con sus pollas inhiestas y buscando una participante que les gustase así como que les gustase a ellas. Tanto Virgilio como la pareja que llevaba se fueron a una dependencia anexa para desnudarse y dejar las ropas. Después volvieron al sofá en espera de que alguno de los dos se les solicitase. Quién primero lo fue, era un extasiado Virgilio, que no acababa de creerse lo que veía. La morena que se le acercó quizá lo hizo porque este además de tener un buen mango, también era atractivo. Mientras ambos se presentaban, la acompañante de él, fue solicitada por un hombre que tampoco estaba mal.
Lo primero que le preguntó la morena al oído de este si la dama que tenía al lado era su mujer. Virgilio le dijo que sí.
Como somos muy civilizados, de cuando en cuanto – le confió este – nos gusta cambiar de pareja. Siempre por los mismos agujeros aburren.
Continuó un muy animado Virgilio – La morena, que también tenía ganas de probar aquel mango que este llevaba entre sus piernas. Le dijo antes de ponerse a cuatro patas encima del sofá – el rubio que está dándole por el culo a aquella zorra de aquel rincón es mi marido.
El muy hijo de puta, a esta se la tira con más ganas que a mí – le dijo esta, cuando ya la polla de Virgilio le rozaba la entrada en su cueva posterior. Virgilio que estaba más caliente que el horno de un Panadero, se la metió entera dentro de aquella oscura cueva.
A esta, se le escapaban unos jadeos que aún le pusieron más caliente. Cuando le soltó toda su carga, ella gruñía como una cerda borracha de lujuria.
A las 5 de la mañana de un nuevo día, Virgilio llegaba a su casa después de tirarse a la morena por delante otras dos veces.
Esta le preguntó cuando lo volvería a ver.
Cuando Virgilio se fue para donde estaba su mujer, su hijo, el perro, y la suegra, su mente ya no paró de revivir la noche pasada en el club del intercambio de parejas. A los pocos días de estar con ellos, su mente cada vez más soñaba con aquella lujuriosa noche. Deseaba volver. Ansiaba volver. Aquel espectáculo de culos de señora – de buenos tamaños – y aquellos chochos frondosos como un bosque de coníferas, lo hacían soñar despierto.
Tan pronto como pasaron las vacaciones, todos se fueron para casa. Solamente dos semanas después y acompañado por una dama de un prostíbulo, Virgilio volvió al club. Ambos y como la vez anterior, ya desnudos se se sentaron en un sofá. Desde donde estaba, pudo observar como un negro que debía medir casi 2m. La daba por el culo a una dama que por lo que se veía gozaba locamente de la enorme polla de este incrustada totalmente en su cueva posterior. Tan pronto como este se vació dentro de ella, esta cambió de posición para cogerle su mango y con avidez chupárselo. Cuando se volvió para chuparle la polla al negro, Virgilio reconoció a su santa mujer.
Sin perder la compostura, en cuando el negro terminó con ella, Virgilio se fue para allá y antes de que esta se diese cuenta de quien la enculaba, le metió todo su trabuco en el culo. Mientras la iba gozando le iba sacudiendo fuertes palmadas en sus glúteos y llamándola cerda, zorra, puta y lo que le vino en boca. Ella que ya había reconocido la voz, volviéndose, le echó los brazos al cuello, y la besó en la boca, loca de lujuria.
Dos semanas después Virgilio y su santa mujer volvieron al club.