El club Apolo

Alberto, un adolescente de 18 años, pasea por un parque sórdido de su ciudad. Ahí, se encuentra a dos chicos que le invitarán a pasar un buen rato y a llamar a un misterioso club. ¿Aceptará?

ra una noche oscura. Caminaba por el parque, sin ninguna prisa. Mamá estaba otra vez de mal humor y mi hermano dormía en casa de un amigo. Esperé que mamá estuviese despierta y fui a dar una vuelta. Eran las doce de la noche, se oían algunos coches moverse por el hormiguero urbano. Tenia la mente en blanco, no pensaba en nada. Supuse que estaría caminando una media hora mas y luego volvería a casa para dormir. Me senté en un banco de madera del parque, estaba cansado. El día había resultado un tanto agotador. Me acomodé y cerré los ojos unos segundos. Cuando los volví a abrir, pude

distinguir

a dos chicos en el banco que quedaba en frente del mío. Eran jóvenes, de unos veinte años. Vestían con pantalones ajustados, deportivas, y una chaqueta fina. Se estaban besando. Sus besos eran melosos, apasionados. Aunque el parque estaba oscuro, la débil luz que desprendían las faroles iluminaban a esa pareja. La mano del chico de la izquierda, de tez ruda y cabello moreno, se paseaba por el paquete del otro, de rostro inocente y pelo rubio. Supuse que no notaban mi presencia. Siguieron besándose y tocándose, hasta que se alertaron de mi presencia. Estornudé. Pensé: Mierda, me van a ver. Y así fue. Los dos chicos, con una coordinación perfecta, giraron sus rostros y se volvieron hacia mi. Me observaron durante unos diez segundos. Acto seguido, el moreno le dijo algo al oído del rubio. El rubio dibujó una sonrisa perversa y le contesto susurrando. Esperaron unos segundos, se levantaron y se dirigieron hacia mi. Se sentaron cada uno a un lado: el rubio a mi izquierda, el moreno a mi derecha. Quedé paralizado, no supe que hacer. Pensé en levantarme, pero no pude reaccionar. Mi cuerpo no respondía. El primero que habló fue el moreno:

-¿Qué hace un chico tan joven como tu en este lugar tan solitario?

No respondí, no sabía que decir, mi lengua estaba congelada. El rubio siguió:

-No tengas miedo, no somos chicos malos. Bueno un poco-la afirmación hizo que los dos rieran suavemente-. Solo queremos conversar contigo, pareces un buen chico. ¿Cuantos años tienes?

-Tengo 16 años-dije tartamudeando.

-¡Qué joven! Te hubiera puesto quince por tu rostro tan de niño. ¿Ves como rondaba los quince?-dijo el moreno.

-Vale, ganaste. Así que dieciséis... Y que haces aquí, tan solo...-mientras hablaba, me tocó el hombro con su mano.

-Salí a pasear, y debo regresar a casa porque se está haciendo tarde y mañana he de madrugar...

-¡Eh! Adonde vas joven! ¿No te gustaría charlar un poco mas con nosotros? Tenemos muchas cosas que decirte-dijo el moreno.

-No te haremos daño, ni te robaremos. Solo queremos pasarlo bien. Siempre somos dos, y por un día que somos tres...-dijo el rubio.

-Yo... lo siento pero...-esos chicos quieren hacer algo más que charlar conmigo, lo sabía. Vale, eran muy guapos y sabían como ponerte cachondo, pero soy virgen y me harán daño y no sé que limite tienen... Aunque son muy guapos... Dios, que estoy pensando, ¡son desconocidos!

El rubio apoyó su cabeza en mi hombro y empezó a abrirme la chaqueta. El moreno me tocaba el cuello con la yema de sus dedos.

-Venga, te lo vas a pasar muy bien, ya verás...-dijo el rubio.

Susurré algo, pero fue ineludible. El rubio empezó a sobarme el paquete por encima del pantalón y a tocar mi pectoral, y el moreno me daba besos en el cuello y me lamía la oreja.

-Veo que te está empezando a gustar-dijo el rubio, viendo como se iba marcando la forma de mi pene en el pantalón-vayamos a un sitio mas prudente.

Me levantaron y el moreno pasó su brazo por mi hombro. Me conducían entre los árboles. Paramos al cabo de poco. Me estiraron en la hierba, con la cabeza apoyada el tronco de un árbol. Ponte cómodo, dijo el rubio. Y acto seguido se quitaron los dos la camiseta y los pantalones. Pude observar sus cuerpos desnudados. El rubio era delgado, con una tableta un tanto marcada, pero no mucho. Sus piernas eran largas y estrechas, pero marcaba un bulto alargado. El moreno era muy musculoso, con un pectoral enorme y una tableta perfilada, con un poco de pelo moreno; las piernas eran fuertes y morenas, con pelo. Llevaba unos bóxers ajustados Calvin Klein blancos y se marcaba un bulto gordo y grande.

-¿Te gusta eh, mariquilla?-dijo el moreno.

El rubio empezó a desvestirme. Primero la chaqueta, luego la camiseta, los zapatos, los pantalones... Iba a quitarme los calzoncillos pero le aparté la mano.

-Bueno, bueno, tranquilo, ya quitaremos eso luego. ¿Qué te parece Julio?-el moreno se llamaba Julio.

-No está mal, es delgado, pero habría que trabajar el abdomen y el brazo. ¿Así, ves chico?-y el moreno hizo fuerza con los dos brazos. Tenia unos brazos enormes y fuertes. Pude ver que tenia un poco de pelo en la axila. Pensé que era muy sexy.- Manos a la obra.

Ambos se quitaron los calzoncillos. El rubio la tenia larga. Calculé unos veinte centímetros. Era un poco pálida y la cabeza estaba muy morada y grande. El moreno la tenia gruesa y grande. Veinte centímetros por igual. Empezaron a tocárselas, masturbando sus miembros lentamente. El rubio me preguntó que si nunca había chupado una polla. Respondí que no. Solo me había liado con dos chicos de otros colegios, y fueron unos líos bastante penosos; pero nunca había hecho ninguna cosa sexual con ellos.

¿Apetitosas, verdad?, dijo el moreno. La mía sabe a hombre, y la suya a fresitas- y soltó una gran carcajada.

Se acercaron a mi con sus miembros erectos y empezaron a restregarlos por mi pecho y cara. Me daba un poco de asco, pero en el fondo me sentía excitado. El moreno acercó su miembro a mis labios y empezó a contornearlos. Salivaba mucho. Me estaba poniendo muy palote. Me ordenó que abriera la boca y así lo hice. Introduzco su miembro en mi boca. Noté como mi lengua la tocaba. Sabía bien. Me cogió la cabeza y me la fue acercando, lentamente.  Su pene iba entrando y saliendo de mi boca. Alcé la vista y vi como Julio se mordía el labio. Me dijo: sigue, no lo haces nada mal. El rubio cogió mi mano y la agarró con el pene de su compañero.

-¿Ves? Así. La agarras y te la vas comiendo, como un chupa-chups.

Me sentía genial. Noté que mi pene estaba muy duro. Y el rubio también. Aprovechando que estaba ocupado, me sacó el calzoncillo y empezó a masturbarme. Nunca otro me había masturbado. Era divino. El moreno me sacó la mano de su miembro y lo sacó de mi boca. Su miembro estaba mojado y húmedo.

-No lo haces nada mal, chico. Ya cogerás práctica. Ahora chúpasela un poco a mi compañero. Y así lo hice. El rubio introduzco su miembro en mi boca y empezó a embestirme, como los vídeos porno. Mientras me follaba la boca, noté como el moreno había empezado a lamer mi pene. Lo hacía tan bien. Sentía un cosquilleo por todo mi cuerpo, no notaba mis brazos, solo la polla del rubio en mi boca y la lengua de Julio limpiándome el sexo. Estaba en el paraíso. El rubio se la sacó de mi boca y me la pasó por mis mejillas, que quedaron empapadas de saliva.

-No lo haces nada mal, no. Tenía razón mi compañero. Tienes futuro chico-y ambos rieron.

El moreno se metió mi pene en su boca y empezó a felarlo.

-Y tu polla no está mal. ¿Cúanto te mide, dieciseis? Es bonita, recta. Yo la tengo un poco curvada, y algunos clientes no les gusta mucho-dijo el rubio.

Clientes? De qué estaba hablando.

Pero no pude responderle porque Julio me la estaba chupándo tan bien que no pude contenerme. Notaba que me correría en breves. No pude avisarle, y solté mi lefa. El moreno quedó lleno de semen. Pensé que se enfadaría y me pegaría, pero no fue así. El rubio, al ver que tenia la cara llena de semen, se acercó y lamió todo el semen de la cara de su compañero.

-Sabe fresca, debes comer bien. Un buen sabor, no es excelente, pero sí notable. Bueno, ahora es nuestro turno-dijo el rubio.

Se pusieron los dos cerca de mi cara y empezaron a masturbarse frenéticamente. Se intercalaban besos mientras presionaban a su miembro a que soltara su leche. Estoy a punto, dijo el moreno, y el rubio le tocó los testiculos. Los estaba masajeando. Lo hacia sutilmente pero con gracia, como si hubiera estudiado para hacerlo. El moreno jadeó y soltó un ah leve y descargó todo su semen en mi cara. Estaba caliente, y notaba que había mucha. Mis labios quedaron impregnados de semen, y notaba como bajaban gotas desde mi frente. El rubio me ordenó que abriera la boca, y acto seguido se corrió dentro de mi boca. Había tanto semen dentro de mi boca que no pude ni escupirlo, así que como si de un acto reflejo se tratara, me lo tragué. Noté como bajaba por mi faringe. Sabía como a fruta fresca pero caliente. Era muy gustosa. Al tragarmelo, el rubio me soltó un "buen chico", y me lamió toda la cara, limpiándomela del semen de su compañero.

-Tu semen siempre sabe tan bien Julio.

-Lo sé Marcos, lo sé-dijo el moreno, con chulería. Tengo un poco en mi polla, si quieres.

El rubio asintió y sus ojos brillaron intensamente. Parecía que Marcos, el rubio, era muy adicto al semen. Le limpió todo el pene a su compañero y luego se limpió el suyo, pasándose el dedo y chupándolo como si fuera una felación.

-Bueno, estuvo bien. Eres un buen provecho, sabes? Creo que a muchos hombres les gustarías. Eh, Marcos, le damos una tarjeta?

-No sé, Julio, es menor y no sé si al jefe le gustara...

-Claro que sí, no seas tonto. Eh, chico, si quieres puedes llamar a esta número, ahí podrás encontrarnos. Llámanos mañana a las cuatro de la tarde; tenemos una oferta para ti. A las cuatro, no mas tarde, de acuerdo?-y diciendo eso, el moreno  sacó una tarjeta del bolsillo trasero de sus tejanos y me lo tiró.

Asentí con determinación. Se vistieron y yo hice lo mismo. Cogí la tarjeta y me la guardé en el bolsillo.

-Confiamos en que nos llamarás, nos has gustado chico-dijo Marcos- ¿Por cierto, como te llamas?

-Alberto- le respondí.

-Alberto... Bueno, hasta mañana guapo, buenas noches.

Y se fueron desvaneciendo por el parque. Me dirigí a los lavabos públicos del parque. Entré en ellos y me senté en la taza. Estaba todo un poco guarro. Cogí la tarjeta y miré su contenido.

Club Apolo

945678124

No ponía nada mas. Un club de chicos, pensé. De gigolós, o chaperos. No ponia dirección, solo un teléfono. Me la guardé otra vez y meé. Me limpié la cara con agua fría y me miré al espejo. Tenia unas ojeras preocupantes, pensé. Me notaba cansado. Hice gárgaras y las escupí. Aun notaba el sabor de la carne fresca en mi boca. Era un poco desagradable, pero no era repulsivo. Salí de los lavabos y partí hacia mi casa. Miré el reloj. Eran las doce. Mañana tenía que madrugar. Un dia largo. Mientras caminaba hacia mi casa, pensé en el Club Apolo. Apolo, dios de la belleza y de las artes. Lo había estudiado en Latín el trimestre pasado. Me vino a la memoria una pintura de Apolo que estaba en el libro de latín. Tenía un aire a Julio.

Cuando llegué a casa, me quité la ropa y me estiré en la cama. Me dormí en seguida. Mañana sería otro día.