El club (3)

Un suceso inesperado sumergen a Eliseo y a sus hermanastras en un mundo de placer inimaginable.

Eliseo; que a pesar de las apariencias se encontraba en completo estado de incertidumbre, repleto de nervios, respiró aliviado ante la respuesta de Blanca. Sacó su mano de las bragas de la chica y con unas palmaditas en el culo le ordenó que subiera. La chica subía mientras Eliseo la seguía por detrás con los mismos o más nervios que la chica; hasta entonces se estaba dando cuenta de la gravedad de su proposición pero no pensaba echarse hacia atrás, se fundió en el mismo aura de valor que hacía unas horas le habían hecho conseguir el cuerpo de Blanca. Tenía nervios pero también toda la intención de hacerlos a un lado.

Blanca se dirigió a su cuarto, donde Pilar se encontraba. Eliseo, por su parte, se desvió hacia su cuarto donde rápidamente tomó la videocámara; en menos de un minuto ya se encontraba en la recamara de sus hermanastras, colocó la videocámara sobre la misma mesa donde hacia unas horas se había grabado mientras follaba con Blanca. Esta vez a la muchacha no le sobresaltó tanto la presencia del aparato; Pilar, por su parte, no se daba cuenta de nada pues no apartaba la mirada de la pantalla de la computadora.

Ahora Eliseo era el que estaba realmente nervioso; miró a Blanca, quien comprendió el sentir del muchacho e intentó tranquilizarlo con la mirada. Llenándose de valor el muchacho se acercó a ella y se tumbó sobre la cama; Blanca se hizo a un lado, incorporándose para después colocarse de cuclillas sobre las piernas del muchacho.

  • ¡Tú, vete! - alcanzó a gritar Pilar al sentir la presencia del muchacho, pero este no respondió y Pilar, desde luego, no se tomó la molestia de voltear la mirada.

Eliseo y Blanca se miraron un rato y de pronto las manos de la chica se dirigieron a la cintura del muchacho, desamarrando las cintas de sus bermudas, tomando la parte superior de la prenda al mismo tiempo que las de sus calzoncillos y arrastrándolos hacia sí, quedando frente a ella la erecta verga del muchacho. Esta vez Blanca había tomado la iniciativa.

Pero Pilar, ignorante de esta situación, no se pudo dar por enterada, lo que ayudó a que ambos muchachos mantuvieran el mismo ritmo de la adrenalina y continuaran con lo suyo. De estar en cuclillas la chica cambió a una posición arrodillada; una liga en sus muñecas le fue útil para amarrar sus cabellos rizados que le hacían ver tan preciosa. Sin pena ni gloria se inclinó hasta el pubis de del muchacho que se estremeció al sentir la fresca y suave boca de su hermanastra masajeando el glande de su pene. Algunos rizos llegaban a caer y posarse sobre el vientre y los testículos de Eliseo pero Blanca los recogía y colocaba sobre su oreja, y de vez en cuando lanzaba miradas fugaces a su hermano que acariciaba el rostro que en aquel momento le llenaba de placer.

La suavidad de las primeras mamadas se tornaron más apasionadas; el falo del muchacho comenzaba a desaparecer dentro de la boca de su hermanastra que empezaba a engullir con más fuerza hasta lograr en algunos momentos devorar casi toda la envergadura de aquel pedazo de carne. La mano de Blanca ya masajeaba y sobaba los testículos del afortunado muchacho. Todo había sucedido en un relativo silencio hasta que, al engullir casi todo el pene de su hermanastro, Blanca no pudo evitar lanzar una arcada.

A Pilar le llamó la atención el extraño sonido por lo que volteó; lo que miraban sus ojos era algo que no podía creer. Lo primero que alcanzo a ver fue a su hermana, de rodillas frente a Eliseo que miraba como la pobre Blanca tosía levemente, con su verga metida en la boca y su mano ocupada con los huevos de su hermanastro. La chica enmudeció con esta escena y un gritito ahogado dio aviso a la pareja de que su plan comenzaba a tomar forma.

Ahora también Blanca se había puesto nerviosa pero recobró la actitud y siguió mamando. Pilar no supo que hacer de modo que se giró de nuevo a mirar la pantalla de la computadora mientras sus manos temblaba; su piel estaba erizada con la escena que acaba de ver. Entonces, lentamente, comenzó a ponerse de pie; Blanca la miró, y al ver esto se puso de pie inmediatamente y se dirigió a cerrar la puerta con llave; le lanzó el llavero a Eliseo y, sin más, volvió a su posición a seguir chupando aquella pija.

Pilar estaba completamente confundida; entendía perfectamente lo que estaba sucediendo pero simplemente no podía creerlo ni encontraba explicación alguna para el espectáculo que sus ojos presenciaban. Tomó asiento de nuevo e intentó desviar la mirada pero la escena era tan atrayente que por un tiempo no pudo dejar de ver el ir y venir de los labios de su hermana por casi medio minuto. La mano de Eliseo acariciaba el precioso cabello de Blanca mientras esta ya comenzaba a alternar entre besuquear el glande, lamer el tronco de la verga y chupar cada uno de los huevos de su hermanastro. De pronto Blanca sacó de su boca uno de los testículos para rápidamente deshacerse de su blusa y en seguida del sostén que cubría sus tetas; al dejarlas al aire libre regresó para seguir chupando y lamiendo los testículos del afortunado muchacho. Tan excitado se encontraba Eliseo como sorprendido por el inesperado comportamiento de la chica.

Pilar seguía petrificada, estaba visiblemente incomoda con la situación pero también atraída por todo aquello que sucedía frente a sus ojos. De pronto Eliseo se puso de pie; se deshizo definitivamente de su bóxer y sus bermudas y, ordenándole a Blanca que se mantuviera en aquella situación se subió sobre la cama y se colocó detrás de ella. Pilar no pudo evitar fijarse en las dimensiones del falo de su hermanastro ni tampoco fue capaz de desviar la mirada al ver como este comenzaba a bajar el short deportivo y enseguida las blancas bragas de su hermana; dejando a la vista el redondo culo de Blanca, que se acomodó sin más para recibir la verga de su hermanastro.

El muchacho apuntó su verga a la entrada de aquel rosado coñito y, lentamente, comenzó a cavar entre aquellas cálidas y suaves carnes hasta que todo el tronco de su verga se vio inmerso en las paredes de aquella vagina. Blanca se mordió los labios de placer al tiempo que su hermanastro iniciaba un lento ir y venir que le hicieron aumentar el ritmo de su respiración. Entonces Blanca volteó a mirar a su petrificada hermana Pilar; ese era el primer contacto visual que tenían desde que todo eso inició y ninguna de las dos pudo desviar la mirada. De pronto Blanca alzó su mano derecha y la dirigió hacia Pilar; esperando que esta posara la suya, pero Pilar no reaccionó, estaba completamente nerviosa.

Blanca insistió y movía sus dedos a fin de atraer la mano de Pilar que, finalmente, aceptó y posó su temblorosa mano sobre la de su hermana. Blanca apretujó aquella desconfiada mano y jaló para atraer a su hermanita hacia ella; Pilar estaba en un azoro total, sus piernas perdieron fuerza y se sentó sobre el colchón que se agitaba en cada embestida que su hermanastro repartía a Blanca. No sabía que hacer mientras miraba de cerca como su hermanastra gemía de placer en cada ir y venir de la verga que invadía su interior. Blanca miró de nuevo a la asustada Pilar, le sonrió con unos labios desfigurados por el placer que le provocaba la verga de Eliseo. La muchacha llevó sus manos al rostro de su asustada hermana y acarició sus ruborizadas mejillas. Después sus manos descendieron y apretujó el abdomen de la chica al sentir un impulso dentro de su vagina; se repuso y trató de tranquilizar a Pilar sobándole su tembloroso vientre. Ninguna de los tres cruzaba palabras.

Sin esperárselo, una mano comenzó a arrastrase por debajo de los pantaloncillos cortos de Pilar; se trataba de Blanca, que no paraba de gemir al tiempo que sus dedos se instalaban en el coño de una absorta Pilar que ni siquiera tuvo tiempo de evitarlo. Blanca manoseó las partes íntimas de su hermana y sonrió al darse cuenta de algo: Pilar tenía el coño completamente húmedo. De vez en cuando la mayor de las hermanas lanzaba gritos ahogados y daba retorcijones al sentir en su vientre el placer de un orgasmo.

La piel de Pilar se había enchinado; sentir los dedos de su hermana magreando su coño le causaban un insoportable placer que de ningún modo se atrevía a justificar. Su cuerpo comenzaba a retorcerse cada que vez que los dedos de Blanca se replegaban en los húmedos labios de su vagina y un sudor de nervios y goce surgía de su piel. Dio un vistazo a su alrededor y miró todo desde otra perspectiva; su hermanastro se había quitado su camiseta y su cuerpo desnudo y sudoroso se fundía con erotismo con el de su hermana Blanca.

El sudor estaba en la piel de aquel trio de cuerpos; Pilar comenzó a degustar el placer que las manos de su hermana provocaban en ella. De pronto sintió que una fuerza jaloneaba la tela de sus pantaloncillos cortos y la alzaba levemente; se trataba de la mano de Eliseo que acerco a la chica hacia él, Pilar pensó en resistirse pero no podía, simplemente no podía. La mano de su hermana seguía aferrada a su coño y su piel se estremeció al sentir una segunda mano, más grande y menos delicada, arrastrándose bajó la tela de la parte trasera de su uniforme escolar. Era la mano de su hermanastro que se escabullía bajo sus bragas y acariciaba con pasión su suave y firme culito. Los dedos del muchacho se pasearon entre las nalgas de la perturbada chica que reventó en sensaciones al sentir la caricia de aquellos dedos sobre el asterisco de su ano.

Las embestidas de Eliseo sobre Blanca no cesaban; pero Blanca le obligó a detenerse un instante; tiempo  en el que, además de tomarse un respiro, utilizó para desvestir a Pilar de su blusa y su sujetador deportivo. Esto permitió a Eliseo admirar por primera vez los tiernos senos que apenas iban brotando del pecho blanco y virgen de Pilar; que ya no oponía, porque no podía o no quería, resistencia a todo aquello que en aquella recamara sucedía. Eliseo bajó de la cama y se colocó inmediatamente detrás de Pilar, a quien orientó para que se pusiera de pie. La muchacha obedeció, cegada por aquel ambiente de erotismo; no opuso resistencia cuando las manos de su hermanastro apretujaron las carnes de sus senos ni tampoco cuando sus pantaloncillos cortos y sus bragas amarillas descendieron hasta el suelo.

Eliseo estaba completamente ensoñado con toda aquella situación; en unas cuantas horas su vida había dado un giro de trescientos sesenta grados. Las mismas muchachas que apenas esa misma mañana le habían tratado de la forma más grosera posible, como lo hacían diario, ahora estaban ahí, a su merced. Se dio cuenta de que lo que imaginaba era cierto: el sexo, de alguna forma u otra, lo cambia todo, y a todos.

Sentía que sus manos se hacían trizas en cara caricia que daba a la suave piel de Pilar; volteaba a mirar a la cama donde Blanca seguía esperándolo en cuatro y sentía que su verga estallaba de placer. Dirigió a la menor de sus hermanastras sobre la cama, de rodillas a un lado de Blanca. Volvió a su anterior posición y sin previo aviso volvió a penetrar hasta lo más profundo del coño de Blanca. Inició de nuevo un va y viene sobre las nalgas de Blanca al tiempo que su mano derecha se posaba sobre el culo de Pilar, a quien le masajeaba el húmedo coñito con sus dedos. Les estaba dando placer a sus dos hermanastras; las dos gemían en un coro casi celestial. Eliseo se sentía en el cielo, se sentía feliz; más feliz que nunca.

Todo aquello le obligó, irremediablemente, a sentir como el placer de la eyaculación venía a él. No dio ningún aviso y rellenó el interior de Blanca de su leche. La chica se percató al sentir el semen caliente en su vientre. Eliseo pudo dar unas cuantas embestidas más antes de hacer a un lado a Blanca y caer rendido sobre la cama.

Descansando sobre la cama atrajo los cuerpos de las chicas hacia sí, una a cada lado; pensó que así debían sentirse los reyes. Sus manos acariciaban las caderas, los glúteos y las piernas de aquellas bellas chicas. Manoseó durante un rato sus coños mojados, especialmente el de Blanca, del que brotaba su semen que hacía unos momentos había depositado en su interior. El delicado cuerpo de Pilar era un sueño; una piel suave, limpia y pulcra que podía toquetear a su antojo y un coñito rosado y virgen que apenas había comenzado a saborear los placeres del sexo. La felicidad de aquel momento no cabía en la mente del afortunado muchacho; cada uno de los pasos de su arriesgado plan habían funcionado, por mera suerte quizás pero realmente estaba seguro en la teoría que retumbaba en su mente: el sexo, el maldito sexo cambia a todos, a todos.

Lo ajetreado del día le devino en un cansancio repentino; ni siquiera dijo nada cuando se levantó, se metió al baño, se dio una ducha, regresó desnudo y confiado a la recamara de sus hermanastras que lo miraban recostadas sobre la cama. El muchacho se vistió con la misma ropa y solo alcanzó a decirles algo a sus también agotadas hermanastras.

  • Tengo mucho sueño, iré a dormirme.

Eliseo entró a su cuarto y de un sueño hecho realidad paso inmediatamente a otro; durmió como un bendito y no despertó hasta la mañana siguiente.