El club (2)
Un suceso inesperado sumergen a Eliseo y a sus hermanastras en un mundo de placer inimaginable.
Con sus pechos al aire solo la falda escolar cubría el cuerpo de la muchacha; Eliseo pensó en quitársela pero le excitaba mucho verla así, de modo que decidió dejársela. Su verga ansiaba salir y se alcanzaba a ver bajo la toalla, fue entonces cuando decidió quitársela dejando libre una erecta verga dispuesta a follarse a aquella muchacha. Blanca, entre la excitación, pudo ver aquella verga que, estaba segura, la penetraría y la obligaría a dejar de ser virgen. Era más grande, por supuesto, que cualquier fruta u objeto que se hubiese metido antes pero era, por alguna extraña razón, algo que en aquel instante comenzaba a desear con desesperación.
Sin que ninguno de los dos se lo esperara, un extraño impulso llevó a la mano de Blanca a posarse sobre aquella verga; se detuvo un poco ante la nueva sensación de tocar un pene pero, tomando confianza, comenzó a acariciarlo como su solo instinto iba suponiendo, con la experiencia aprendida en los videos porno que había estado viendo durante los últimos seis meses de su vida. Inspirado por esta situación, Eliseo posó su mano sobre la nuca de su hermanastra y dirigió la cabeza de la chica lentamente hacia su pene; Blanca no solamente se dejó dirigir y se acomodó de rodillas sino que se apropió inmediatamente, con la frescura de su boca, a aquella verga encantada de recibirla. Era obvio que la chica había aprendido bastante con los videos porno pero lo realmente sorprendente era la facilidad con la que su hermanastra había aceptado aquella situación. El placer que recibía en cada bocanada de la muchacha le hacían retorcerse lentamente de placer; la chica chupaba con delicadeza y suavidad mientras su lengua acariciaba el glande de su afortunado hermanastro. Tras chupar aquella verga por casi cinco minutos el pobre muchacho no pudo evitar descargar su semen en la boca de Blanca, que lejos de apartarse asqueada siguió mamando con la misma suavidad mientras sus labios se embarraban de la leche de Eliseo. Emocionado por esta inexplicable e inesperada actitud de Blanca, el muchacho la levantó y, tomando las prendas de su hermana y su toalla, le pidió que le siguiera.
- Ven, vamos a tu cuarto. - le dijo mientras señalaba a su hermanastra las escaleras.
Obedeciendo, Blanca subía primero dejando a su hermanastro vislumbrar las dimensiones de su bien formado culito de Blanca que se dejaba ver apenas bajo la alzada falda escolar. Llegaron, y Blanca se dirigió a su cuarto mientras Eliseo corría al suyo; unos segundos después regresó al cuarto de sus hermanastras y se encontró con la bella imagen de Blanca, quien lo esperaba sentada sobre la cama, con las tetas al aire y un rostro de total incertidumbre.
Eliseo había ido por la videocámara e inmediatamente el rostro de la chica regreso a su anterior estado de rencor. Se le había olvidado por un momento el origen de su actual estado y le volvía a horrorizar el hecho de haberse atrevido a hacer todo aquello que su detestable hermanastro le había obligado. Pero Eliseo no perdió los ánimos y no paraba de grabar todos los detalles de aquella preciosa chica: su rostro furioso, sus tetas blancas con pezones rosados, su cintura estilizada y sus carnosas piernas abiertas, casi desnudas.
- Imbécil - declaró Blanca.
A Eliseo no le importó demasiado; colocó la cámara sobre un buró, de modo que apuntara hacia la cama de su hermanastra. La cámara continuaba grabando mientras Eliseo se acercaba hacia ella. Inició acariciándole los senos pero esta vez Blanca estaba un poco arisca y desviaba su pecho. Eliseo probó con las piernas, con el objetivo obvio de magrear el coño de la muchacha pero también había resistencia. Comenzándose a exasperar, Eliseo dirigió sus labios al oído de Blanca.
- No tienes opción - susurró.
Era cierto; Blanca sabía que no tenía opción, su hermanastro la había grabado en una situación tan desconcertante y tan difícil de explicar que cualquier cosa no sería peor que si toda sus amistades se enteraran de ello. No tenía opción y sus piernas perdieron fuerza al tiempo que permitían más y más que las ansiosas manos de Eliseo la recorrieran. Este aprovechó, masajeó las suaves y firmes piernas de la muchacha y jugueteó un rato con el coño de su hermanastra, que poco había logrado para resistir la excitación.
El pene de Eliseo recobró su excitación; estaba completamente desnudo y Blanca alcanzó a observar las dimensiones de aquella verga que hacía unos minutos había engullido y que, estaba casi segura, la penetraría ese mismo día. Más tardó en pensarlo que en suceder porque Eliseo abrió de lleno las piernas de la muchacha y la colocó frente a sí; sin mediar palabra con su hermanastra apuntó su falo a los jugosos labios vaginales de la chica y comenzó a empuñar su pene al tiempo que penetraba el virginal coño de su hermanastra.
Un arco apareció entre la espalda alta y el carnoso culo de Blanca, que se retorció al sentir la verga completa de su hermanastro en su interior. Más se retorció conforme el muchacho comenzaba el ir y venir de su verga; penetrando una y otra vez la vagina de Blanca que sentía lo que ni con todos los plátanos y vegetales había llegado a sentir. Las embestidas de Eliseo eran lentas pero venían adicionadas con cierto grado de ferocidad. La pobre muchacha gemía al tiempo que rogaba a su hermanastro que se detuviera un momento siquiera para respirar. Pero Eliseo no se detenía; seguía moviéndose al tiempo que el placer de su hermanastra reventaba en un orgasmo que mojaba su interior. Los gemidos se habían convertido en gritos ahogados de placer y su cuerpo se había rendido al goce de ser cogida por su propio hermanastro.
Eliseo se encontraba fabuloso; su verga se movía en un ir y venir del coño de su bella hermanastra al tiempo que sus manos acariciaban las nalgas y las tetas de aquella muchacha que hasta apenas esa misma mañana le había humillado con sus groserías de diario. La misma chica que junto a su otra irritante hermanita le habían hecho de la vida un martirio ahora era follada por su verga hasta los gritos. Eliseo se encontraba bien, bastante bien.
El interior de Blanca pulsaba de placer y se humedecía en cada orgasmo; está agotada y también Eliseo podía calcular que la eyaculación estaba cercana. Sacó su falo del coño de la muchacha y rápidamente la giró, de modo que el rostro de la chica se encontró sorpresivamente frente a la verga de su hermanastro que, sin mayor aviso, le salpicó la cara con tal cantidad de semen que su ojo izquierdo perdió completamente la visión y poco pudo hacer para limpiarlo porque inmediatamente sintió un empujón sobre su nuca que le obligó a engullir el pene del muchacho. Solo hasta ese momento pudo hallar las verdaderas dimensiones de su humillación; se preguntó en su interior si no hubiese sido mejor acusarlo, advertirle a su padre de sus intenciones y que algo se hiciera para evitar a toda costa lo que en ese momento sucedía. Pero no se le ocurría mucho que hacer; se sentía completamente frágil y débil para enfrentar los hechos y no tuvo más opción que aceptar aquello mejorara; porque en el fondo todavía tenía la tenue esperanza de que, de alguna manera, todo aquello se solucionaría.
Sus pensamientos se apartaron cuando una fuerza la apartó, sacó aquel pedazo de carne de su boca y volvió a empujarla hacia adelante, engulléndolo de nuevo. La chica posó sus manos sobre las caderas de Eliseo y obligó a detenerle. El muchacho apartó sus manos y Blanca comenzó a mamar su verga ella misma; podía hacerlo sola, no había por que empujarla con tanta brusquedad. Y así, con la cara embarrada en la leche del muchacho, Blanca se dispuso a chupar aquel falo hasta dejarlo limpio; eso era lo que Eliseo quería, supuso.
Veinte minutos después Eliseo se preparaba para salir a la calle; tenia, como cada inicio de semana, que ir a recoger a la menor de sus hermanastras a sus clases de inglés. En unos minutos también llegarían sus padres, que solo dejaban su negocio de agencia de viajes para comer en casa; e incluso muchas veces llamaban por teléfono para avisar que comerían en el local. Dando las tres y cuarto de la tarde escuchó el motor del automóvil de su padrastro y este era el aviso de que se le hacía tarde para recoger a Pilar. Salió y se encontró en el patio con su madre.
¿No has recogido a Pilar?
Apenas voy
Trata de apurarle, ya es tarde
¡Sí! - alcanzó a decir Eliseo mientras aceleraba el paso y saludaba con la mirada a su padrastro que aún no terminaba de estacionar el automóvil.
La escuela se encontraba a no más de diez minutos a pie, por lo que no corría tanta prisa, pero Eliseo tenía el leve temor de que Blanca fuese a decirles algo de lo sucedido a sus padres. Aceleró el paso pero llegó tan pronto que Pilar ni siquiera salía aun.
En casa los padres de Blanca llegaron y colocaron la comida que habían comprado sobre la mesa. Blanca miraba televisión en la sala y, aunque un poco seria, se le veía con total normalidad. Su madrastra le llamó para que ayudara a colocar la vajilla sobre el comedor; aunque un poco desganada, Blanca obedeció.
Tres y media en punto y Pilar salió; se despidió de sus compañeros de clases pero ni siquiera saludo a Eliseo. Caminaba delante de él, ignorándolo, como si solo se tratase de un guardaespaldas. El chico estaba más que acostumbrado a todo aquello y también solía ignorarla; pero esta vez había algo distinto, la mirada del muchacho se desviaba constantemente a los ligeros pantalones cortos del uniforme deportivo que Pilar vestía los días lunes. Las piernas de la muchacha se adivinaban suaves a la vista; su recién pero bien formado culito se distinguía en la tela azul que se alzaba y que no dejaba mucho a la imaginación.
Pensar en Pilar antes resultaba irritante pero ahora no podía evitar mirarla con otros ojos y que pensamientos que jamás se le habían cruzado por su mente definieran lo que su vista alcanzaba a distinguir: unas nalgas alzadas y unas piernas delgadas pero carnosas, bien torneadas, con una cintura delicada que se unía a un pecho virgen en el que, se adivinaba, ya se comenzaban a erigir un par de tetitas preciosas. Su rostro era un poco distinto al de su hermana; su cara redonda y su negro cabello lacio y largo, agarrado de una coleta, acentuaban su aspecto infantil. No era una niña, desde luego pero sus grandes ojos negros y su naricita achatada, parecida eso sí a la de su hermana, hacían verla demasiado inocente para lo grosera que se comportaba por lo general; al menos con él.
Un sin fin de posibilidades, en su mayoría meras fantasías, se dibujaban en la mente del muchacho. Pero la realidad ahora era otra; hace unos minutos había logrado cogerse con todo el gusto a la mayor de sus hermanastras, ¿qué diferencia podía haber ahora? Las fantasías comenzaban a tocar tierra y en la mente de Eliseo ya no eran posibilidades las que se deslumbraban sino planes, un plan en especial que dibujo sobre su rostro una discreta sonrisa.
Llegaron a casa; la comida estaba servida ya y, de manera cotidiana, todos se sentaron a comer. Todo parecía normal, era normal. Eliseo no tenía mucha hambre, había estado comiendo demasiadas ansias, pero aun así, aunque de forma más lenta, terminó su platillo. Lavó los trastes y miró un poco la televisión junto a sus hermanastras y sus padres, hasta que estos últimos; dando las cuatro y media de la tarde, regresaron como siempre a su oficina.
Los tres se quedaron solos; no pasó mucho tiempo cuando Pilar subió a su cuarto, diariamente pasaba horas jugando en Internet y este día no debía ser la excepción. Blanca estaba tan incómoda con la presencia de Eliseo que se puso de pie y se dispuso a irse a su cuarto con su hermana. Eliseo se levantó de inmediato y la jaló hacia sí.
Me ayudaras a algo - susurró Eliseo
¿Qué? - respondió Blanca, con un claro tono de fastidió
Eliseo susurró en el oído largamente, diciéndole a su hermanastra lo que él deseaba que ella hiciera. El primer impulso de Blanca fue empujar al muchacho, alejarlo de si junto con sus asquerosos pensamientos. Pero Eliseo se resistió y comenzaba a acariciar a la muchacha mientras no paraba de narrar su plan; conforme hablaba la actitud de Blanca cedía, el muchacho no solo le describía la orden sino que le narraba a detalle los pormenores de sus deseos. La pobre Blanca no podía darse cuenta que la intención de su hermanastro no era más que excitarla; y solo pudo darse cuenta cuando debajo de su short la mano del muchacho se escabullía para masajear su clítoris. La chica estaba completamente caliente al tiempo que Eliseo no paraba de hablarle al oído.
- ¿Lo harás? - preguntó.
La muchacha no respondió; estaba muda ante la proposición de su hermanastro. Eliseo la atrajo hacia sí y la apretujó con su brazo mientras seguía magreando el húmedo coño de Blanca.
¿Lo harás? - repitió - tienes que hacerlo, dime; ¿lo harás si o…?
Sí - interrumpió Blanca - hay que hacerlo.