El cisne que quería romper las cadenas y volar

¿No has tenido nunca fantasías o sueños sexuales? Si has contestado que sí deja que te haga otra pregunta ¿Qué te impide cumplirlas?

Soy lector de esta página desde hace años y hoy por fin me decido a publicar un relato. La categoría con la que me siento más identificado es la de “Dominación” y es aquí donde voy a hacer un inciso. En muchas ocasiones se asocia la dominación al BDSM y no tiene por qué ser así. Está claro que si practicas BDSM debe de existir el componente de dominación pero no al contrario. Me gusta la dominación/sumisión y no me llama la atención el BDSM.

Creo que el sexo está en la mente y nuestro cuerpo y genitales son el medio. A lo largo de nuestra vida vamos desarrollando nuestra sexualidad en nuestro cerebro y la vamos encorsetando y encerrando con paredes muy altas como puede ser la moral, la vergüenza o lo que dice la sociedad que está bien o está mal. Nos dejan abrir sólo unas ventanas que cada uno hace más o menos grandes según su osadía. De vez en cuando se acumula tal presión entre esas paredes que llega a producir grietas. Esas grietas son los sueños. Nuestra mente es tan sabia que nos permite escapes a modo de fantasías o sueños, despiertos o dormidos ¿No has tenido nunca fantasías o sueños sexuales? Si has contestado que sí deja que te haga otra pregunta ¿Qué te impide cumplirlas?

He tenido relaciones con mujeres que se han declarado sumisas y todas acaban diciéndome lo mismo: necesitan ponerse en manos de alguien que rompa esos muros y deje expresar su sexualidad de una manera espontánea, libre, sin complejos ni morales, pero no pueden hacerlo con su pareja porque creen que no les entendería. Por otro lado les da miedo buscarlo fuera porque temen que puedan abusar de ellas o hacerles daño. Mi manera de verlo es que si una mujer pone en mis manos algo tan valioso como su mente sólo puedo responder protegiéndola más que a mí mismo y en el momento en el que uno de los dos no se sienta pleno asumiendo su rol se acabará.

Voy a explicaros una experiencia que ocurrió esta primavera:

Tenía que estar tres días fuera visitando a unos clientes. Esa mañana llevé a mi mujer a su oficina y a los críos al instituto. La noche anterior había tenido una cena con mi jefe y entre el vino y el que ya hace dos años que cumplí los 50 hicieron que diera demasiadas vueltas en la cama por lo que estaba deseando llegar al AVE, sentarme y dormir un rato. Cuando estaba colocando la maleta en la estantería escuché una voz a mi espalda.

-Hola Nacho ¿cómo tú por aquí?

-Hola Susana, supongo que a lo mismo que tú.

Susana es una antigua compañera de trabajo. Coincidimos en la empresa casi 10 años pero hace poco le hicieron una propuesta de una gran multinacional que no pudo rechazar. Tendrá unos 40 años y podríamos definirla como milf, pero como a mí me gustan más las madalenas que los muffin diré que está muy buena. Ella ocupaba un mando intermedio justo por debajo de mi puesto pero en departamentos diferentes. Teníamos bastante confianza porque coincidíamos mucho en el patio de fumadores. Mandona y habladora se llegaba a hacer pesadita con su rol de “supermamá”, “superjefa” y “superesposa”. Siempre elegante y provocativa tenía fama de calientapollas (fea palabra pero definitoria) que yo podía confirmar en las dos últimas cenas de Navidad. Bailes, roces, palabras con doble sentido y al final un “ya sabes que soy una mujer casada” que te dejaba con el calentón.

Miramos los billetes y nos separaban tres filas, hecho que agradecí por mis ganas de dormir un rato y porque la tenía cruzada después de las dos cenitas que me dio. En cuanto me senté cerré los ojos y a los pocos minutos noté como el tren se ponía en marcha.

-Nacho, Nacho.

Abrí los ojos y vi a Susana que estaba de pie al lado de mi asiento.

-En el asiento de ventanilla no hay nadie, déjame pasar y así hacemos el viaje juntos.

¡A la mierda la cabezada! Con ella al lado no podría dormir ni con tapones en las orejas. Y entonces hizo una pregunta muy original:

-¿Y qué? ¿Qué te cuentas?

¡Que me has jodido el viaje y que te tengo una manía tremenda por cómo le vacilas a la gente, por lo creída que eres y por los dos calentones que me diste!

Bueno, eso es lo primero que pensé pero no es lo que dije. Se me ocurrió una respuesta acorde a su pregunta.

-Pues ya ves, todo como siempre.

Y entonces, sin yo preguntarle me contó tooooooda su vida.

-Pues yo estoy genial, mi jefe me adora porque… bla, bla, bla, … tengo un despacho precioso con plantas… bla, bla, bla, … y soy la jefa de un equipo genial que me valoran mucho y…

Yo creo que fue la combinación del sueño y la paliza lo que hizo que me entrara un dolor de cabeza horrible. Estaba empezando a sentir rabia y deseaba tener un trozo de cinta americana para ponérsela en la boca y una cuerda para amordazarla de pies y manos. Ese deseo no tenía ninguna connotación sexual pero al imaginarla así se me dibujó una sonrisa de venganza.

-¿De qué te ríes?

-No, de nada. Cosas mías.

-Oye, ya que vamos a coincidir un par de días podríamos quedar a cenar.

-Pues ahora no lo sé, tienen que pasarme la agenda de las reuniones y no sé si tenemos alguna cena.

No tenía ninguna cena programada pero no me apetecía nada pillar otro calentón sin motivo.

-Vale, ya iremos hablando por wasap ¿Y qué, se dice algo de mí?

Y pensé que ya que no podría dormir al menos me podría divertir.

-Bueno Susana, lo normal, cuando uno se va…

-¿Qué quieres decir?

-Nada, olvídalo.

-Ni hablar, ahora me lo dices.

-No vale la pena, la gente habla por hablar.

-¡Que me lo digas!

-Vale, tú lo has querido. En plan de broma se dice que te dejaste un maletín con un traje de cuero, un látigo y unas esposas.

-¡No puede ser! Serán…

-Ya te lo he dicho, no valía la pena.

-¡Sigue!

-¿En serio? Igual no te gusta.

-Cuéntamelo todo.

-Pues que estaba todo sin estrenar porque eres como una manta eléctrica que calienta pero no quema. Que quizás lo que necesitas es que alguien use todo eso contigo.

En ese momento Susana abrió los ojos como platos, giró la cabeza hacia la ventanilla y se quedó en silencio. Yo me había quedado con un sabor agridulce. Por un lado me supo un poco mal pero por otro no le había dado más que un poco de su propia medicina ya que no le mentí en nada de lo que se decía sobre ella.

Por suerte Morfeo vino a rescatarme de mis pensamientos. Al cabo de unos minutos desperté. Ella estaba leyendo el periódico y su expresión era más relajada. Me miró confirmando que estaba despierto y volvió a dirigir su mirada al periódico.

-¿Y tú qué piensas Nacho?

-A mí no me líes. Tú me has insistido en que te lo contara todo y yo lo he hecho.

-No te caigo bien ¿Verdad?

-Pues mira, si quieres poner las cartas boca arriba las ponemos. Es cierto que la gente habla demasiado y gratuitamente pero también es cierto que a veces nos lo ganamos a pulso.

-Estás molesto por la cena de Navidad ¿es eso?

-Por las DOS últimas cenas de Navidad.

-Ya, lo entiendo. Y no te culpo, me comporté mal, perdona.

-Bueno, ya pasó.

-Pero es que…

-…?

-Una cosa es lo que se quiere y otra lo que se puede.

-No te entiendo.

-Me da vergüenza hablarte de esto.

-Bueno, no te voy a obligar a que lo hagas.

-¿Quieres saber lo que pienso yo de ti?

-Estás en tu derecho.

-En la empresa se hablaba mucho de ti. Todos decían que eres un jefe muy duro pero justo, que exiges mucho pero recompensas y que defiendes a los tuyos ante todos. Siempre tan seguro de ti mismo arrancabas más de un suspiro entre las chicas. Yo te tenía mucha envidia. Soy muy insegura y me defiendo atacando. No paro de hablar porque pienso que así domino yo la situación pero no es más que una fachada. En la cena de hace 2 años, cuando coincidimos en la misma mesa hablamos mucho y me di cuenta de que la envidia era más admiración. Ese día estuve a punto de hacer una locura contigo. Durante el siguiente año te tomé como ejemplo e intenté cambiar pero la gente ya tenía una idea formada sobre mí. Lo de la última cena ya no te lo cuento y te pido disculpas, no era mi intención jugar contigo. Yo no quería cambiar de empresa pero al recibir la oferta me pareció que era una manera de empezar de cero y me va muy bien.

-Vaya, te agradezco tu sinceridad y me alegro de que te vaya muy bien, de veras.

-Estoy en un momento complicado de mi vida. Tengo un conflicto interno y es como si hubiera alguien dentro de mí que quisiera salir pero me cuesta mucho romper las cadenas yo sola. Lo he buscado en casa pero la frase preferida de mi marido es “lo que tú digas cariño” y no le culpo porque creo que le he llevado yo a eso. A veces pienso que necesito a alguien que tire de mí y que me ayude a romper las cadenas.

-A ver si será cierto que necesitas a alguien que use contigo el maletín que te dejaste.

Dije ese comentario a modo de broma para romper un poco la tensión pero su reacción me sorprendió. Se ruborizó y bajó la vista.

-No te creas que es fácil. Creí que mi nuevo jefe podía ser esa persona y hablo únicamente a nivel profesional pero él lo entendió a más niveles y tiene las manos muy largas. Ya le he tenido que parar los pies en un par de ocasiones. Creo que soy muy vulnerable y me da miedo que abusen de mí.

-Yo no puedo ayudarte, ya no trabajamos juntos.

-Pues precisamente por eso te estoy contando esto. Nunca lo haría con nadie de mi misma empresa y siempre me he sentido atraída por ti. Últimamente me repito que antes que nada soy mujer. Pienso que el aspecto profesional es sólo un apartado de mi vida y tengo la sensación de que se me escapa el tiempo.

En ese momento cambió mi opinión hacia ella. No estaba muy seguro de la sinceridad y la convicción de sus palabras pero no me podía quedar con la duda.

-¿Crees que te atreverías a dar el paso?

-Estoy casi convencida, pero tengo miedo. Mientras dormías he estado pensando en todo lo que me has contado y no quiero dar pie a que vuelvan a decir esas cosas de mí. Pero sobre todo no quiero volver a decírmelo a mí misma sin haberlo intentado.

-Mira Susana, creo que te puedo ayudar a romper esas cadenas porque ya lo he hecho en otras ocasiones pero tendrías que ponerte totalmente en mis manos y no sé si serás capaz. Esto no es un juego y no quiero acabar con un calentón y un “ya sabes que soy una mujer casada”. Te estoy hablando de sexo ¿has sido infiel alguna vez?

Susana se quedó pensativa unos segundos como calibrando lo que quería decirme.

-Bueno, a estas alturas no voy a ir de santa. He tenido alguna historia pero siempre he llevado yo la voz cantante y eso me aburría. Soy una mujer muy ardiente en pensamiento pero me reprimo constantemente. No es que esté orgullosa de haber sido infiel pero creo que es un precio que se debe de pagar, con él nunca podría.

-No sé si creerte.

-Ponme a prueba.

En ese momento estaban anunciando por megafonía el fin del trayecto. Tenía un mar de dudas porque a pesar de tener experiencia no sabía hasta dónde podría llegar ella. Cogí una hoja de papel y escribí algo en ella. La doblé un par de veces y se la entregué.

-Piensa en lo que acabamos de hablar. Si sigues convencida en seguir adelante abre esta hoja y sigue las instrucciones. Si por el contrario te arrepientes la tiras sin leerla y olvidas por completo la conversación.

-¿No puedo leerla ahora?

-No, quiero que al menos lo pienses hasta esta tarde. Si decides seguir adelante no quedes con nadie a cenar.

Nos despedimos con 2 besos y yo me dirigí a recoger un coche de alquiler para poder moverme por la ciudad.

A primera hora de la tarde recibí un mensaje por wasap: OK, leído.

En la nota que le entregué había el siguiente mensaje: Si estás leyendo este mensaje es que has decidido seguir adelante pero si después de leerlo te arrepientes, lo tiras y te olvidas todo. Esta tarde ve a una tienda de lencería y compra un tanga de encaje negro y unas medias al muslo a juego. Te lo pondrás esta noche para cenar conmigo. Ponte falda. Pasaré a buscarte por tu hotel a las 8.

Al momento recibí otro mensaje: No tengo ninguna falda pero tengo un vestido ¿te parece bien?

-Está bien ¿A qué hora crees que llegarás al hotel?

-A eso de las 6 y media.

-Cuando llegues me mandas un mensaje.

-Lo haré.

La verdad es que se me pasó la tarde volando entre reuniones pero de vez en cuando me venía Susana a la cabeza. No estaba seguro de que aceptara continuar y menos cuando miré el reloj y eran casi las 7 pero de pronto llegó un mensaje.

-Ya he llegado.

-Pensé que te habías arrepentido.

-No, es que me ha costado encontrar las medias.

-Perfecto, ahora empezaremos a comprobar si hablas en serio. Ponte lo que has comprado y mándame una foto.

-Estoy nerviosa.

-¿Y excitada?

-También, mucho.

A los 5 minutos me envió una foto de cintura para abajo con un precioso tanga de encaje negro con 2 lacitos rojos y unas medias negras.

-¿Qué sujetador debo ponerme?

-¿He hablado yo de sujetador? A las 8 debes de estar en la puerta del hotel.

-Allí estaré.

Cogí el coche y me dirigí a su hotel. Llegué a menos cinco y ella ya estaba en la puerta. Llevaba un elegante vestido negro palabra de honor ceñido que le llegaba por encima de las rodillas. Se subió al coche, me dio dos besos y al apoyarse noté sus pezones duros debajo de la tela.

Mientras yo conducía empecé a hablar.

-Antes que nada pondremos unas normas: mientras estoy contigo soy yo quien digo lo que has de hacer. La primera cadena que debes de romper es la que te impide decir según qué cosas. Vas a pensar en voz alta. Ni tenemos vagina, ni pene ni vamos a hacer el amor. Tenemos coño, polla y vamos a follar. Si te pregunto cómo te folla tu marido me lo explicarás sin dudar. Mi objetivo es que los dos disfrutemos obteniendo lo que buscamos y en cualquier momento me puedes decir que lo dejas, siempre serás libre,  pero yo también puedo hacerlo si no encuentro lo que busco. ¿Quieres poner algún límite?

-Ahora sólo se me ocurre que no me gusta el dolor extremo.

-Tranquila, ni a mí infringirlo. Sólo algún azote o apretón en los pezones ¿te parece bien?

-Nunca lo he probado pero he fantaseado con ello muchas veces.

-¿Estás excitada?

-Mucho, llevo así desde el tren.

-Yo también. Te miro y sé la ropa interior que llevas.

-Lo sé y me calienta mucho que lo hayas visto.

-¿Te has masturbado?

-Dos veces. Una al llegar al hotel esta mañana y otra después de enviarte la foto.

-A partir de ahora me pedirás permiso para masturbarte ¿Cómo lo has hecho hoy?

-Por la mañana ha sido muy rápido. En cuanto he llegado al hotel a dejar la maleta he entrado al baño y me he frotado el clítoris con los dedos. Me he corrido enseguida. Por la tarde después de enviarte la foto no he podido aguantarme. He usado un cepillo de dientes eléctrico que llevo en los viajes.

-¿Cuándo ha sido tu último polvo?

-El sábado, al irnos a dormir.

-Cuéntamelo.

-Yo le busqué. Me metí en la cama desnuda y empecé a acariciarle. Cuando se empalmó se la empecé a chupar y cuando estaba bien dura me senté sobre él y empecé a moverme hasta que nos corrimos. Él es muy tradicional en el sexo.

-¿Folláis con condón?

-No, llevo un DIU.

-Vas muy bien ¿te sientes incómoda con esto?

-Cada vez menos y me estoy excitando mucho.

-Pues ahora vamos a comprobar lo cachonda y obediente que puedes llegar a ser. Saca tu móvil y sujétalo en la cinta del parasol del coche. Ponlo mirando hacia abajo y empieza a grabar.

Las manos le temblaban al hacerlo pero los pezones estaban a punto de rasgar la tela del vestido.

-Ahora reclina un poco el respaldo del asiento y echas un poco el culo hacia adelante. Vete subiendo despacio la falda y no dejes de mirar al móvil.

Al ir subiendo la falda fue apareciendo el final de sus medias y el contraste con sus muslos. Siguió subiendo hasta llegar a su cintura y pude ver el precioso tanga que ya lucía una pequeña mancha.

-Ahora empieza a acariciarte los muslos pero sin tocar el tanga. Suave, sólo con las uñas y la yema de los dedos. Así, sigue así mirando al móvil.

-Me estoy poniendo muy caliente.

-Ese es el objetivo. Olvida lo que está bien o mal y céntrate en lo que te apetece hacer en este momento. Empieza a romper cadenas. Ahora aparta el tanga y pasa los dedos por los labios de tu coño.

Tenía el coño brillante de lo mojada que estaba. Pasó la yema de su dedo por los labios y lo levantó quedando un hilo de flujos de lo más excitante.

-¿Te apetece masturbarte ahora?

-Mucho.

-Pues empieza a hacerlo, despacio. Coge el clítoris entre los dos dedos y apriétalo.

El coche empezó a llenarse de la combinación explosiva del aroma a sexo y sus gemidos. Ella seguía masturbándose cada vez más fuerte y hacía que sus gemidos aumentaran al mismo ritmo.

-Ahora quiero que mientras te masturbas le hables a la cámara.

-Estoy en un coche circulando por el centro de la ciudad. Me estoy masturbando a punto de correrme y no recuerdo una situación … mmmm … tan morbosa. No sabía que podía ser tan puta ni que … mmmm … me pudiera gustar tanto. No puedo aguantar más ¿me puedo correr? Por favor, por favor.

-Córrete.

Cerró los ojos muy fuerte y abrió la boca mientras gritaba y gemía cuando su cuerpo se tensó durante unos eternos segundos hasta que empezaron unos temblores que la dejaron desmadejada encima del asiento. Tardó un par de minutos en recobrar fuerzas, se recompuso la ropa, puso bien el asiento y me preguntó:

-¿Puedo apagar ya el móvil?

-Sí. Esto ha sido un ejemplo de lo que puede pasar a partir de ahora ¿quieres seguir?

-Sí, ha sido brutal. Empiezo a darme miedo de hasta dónde puedo llegar.

Al rato llegamos y entramos en un pequeño garaje. Estaba bastante lleno y tuvimos que bajar hasta la tercera planta donde estaba casi oscuro y no había movimiento. En cuanto aparqué el coche la cogí por la nuca atrayéndola hacia mí y le comí la boca mientras mi mano empezó a apretarle las tetas sobre el vestido. Al momento bajé la goma de su escote y vi lo duros y grandes que tenía los pezones y empecé a apretarlos fuerte arrancando sus gemidos. En ese momento oímos algo de ruido y tuvimos que parar.

Entramos a un bar de pinchos famoso por su surtido y calidad con una larga barra que al final hacía una pequeña L y allí nos pusimos en dos taburetes. Justo después de pedir sonó mi móvil. Era mi jefe que me decía que necesitaba unas previsiones para el día siguiente a primera hora sin falta, que sentía mucho avisarme a esas horas pero que los habían pedido desde la central ¡Vaya putada!

-Después de cenar te dejaré en el hotel. Mañana por la noche recuperaremos el tiempo.

-Mañana he quedado con una amiga que vive aquí.

-Pues arréglalo. Si viene será para que me la folle también. Si no, que no venga.

-Pues conociéndola no te digo que no viniera pero creo que es mejor que le ponga una excusa.

-¿Y a ti te gustaría?

-Hoy me da miedo lo que pueda responder ¿Puedo contestarte más adelante?

No quise forzar la situación tan pronto y nos pusimos a comer. No dejé que bajara el tono de la conversación.

-¿Te la han metido por el culo?

-Con un amigo que tuve lo hicimos y no me desagradó. Una vez que se lo insinué a mi marido y me dijo que ni hablar, que le parecía asqueroso.

-Pues mejor para mí, me gustan los culos poco usados.

Y así seguimos toda la cena preguntándole sobre sus andanzas y de vez en cuando le dejaba que me preguntara a mí. Ella estaba de espaldas a la barra por lo que la gente sólo le veía la espalda y yo aprovechaba de vez en cuando para darle grandes pellizcos en los pezones o subirle el vestido y comprobar cómo seguía mojando el tanga.

-Veo que estás muy cachonda.

-A más no poder.

-Vete al baño y te haces un par de fotos. Un primer plano metiéndote dos dedos en el coño hasta el fondo y otra chupando esos dos dedos llenos de tus jugos. No quiero que te llegues a correr.

-Uf, me costará no correrme.

Se fue hacia el baño y yo aproveché para pagar. Susana volvió en unos minutos y me fijé en que su cara era el reflejo de su lujuria.

-Me ha costado no correrme. Nunca había probado mi sabor.

-Ahora pásame las fotos por wasap.

En cuanto entraron las abrí delante de ella.

-Muy bien, veo que estás bien cachonda.

-Eres un cabronazo, me pones bien perra.

-El cabronazo es tu marido y mucho más que lo va a ser.

-Uf… bien perra.

Salimos del bar y nos fumamos un cigarrillo hasta llegar al garaje. Al entrar en el ascensor le cogí un pezón bien fuerte mientras le miraba a los ojos y veía cómo los gestos de placer eran muy superiores a los de dolor.

Nos dirigimos al coche, le abrí su puerta y en cuanto se sentó me quedé de pie y le puse el paquete delante de su cara.

-Sácame la polla.

Le costó un poco por el temblor de sus manos.

-Hazme una mamada como nunca la hayas hecho.

Y empezó a mamarla como si le fuera la vida en ello. Se la metía hasta el fondo mientras me cogía los huevos y los apretaba. Notaba como jugaba con su lengua en mi capullo y seguidamente se la metía hasta el fondo hasta que aguantaba y la sacaba para respirar. Se la pasaba por toda la cara dejándola pringada y se la volvía a meter. Yo le bajé el vestido y saqué sus tetas para empezar a amasarlas y pellizcarlas. La paré varias veces porque no me quería correr tan rápido pero cuando ya no me podía aguantar…

-Sal del coche. Apóyate en el capó de cara a mí y súbete el vestido con una mano.

Le abrí el tanga por arriba, le puse la polla entre sus labios del coño y volví a soltar el tanga tapando parte de mi polla.

-Ahora cógemela con la otra mano por encima del tanga y frótate mi capullo en el clítoris hasta que me corra.

-¡Cabrón, hijo de la gran puta! Vas a hacer que me convierta en una perra, en tu perra. Vamos, córrete y lléname el coño con tu leche.

El morbo de estar en un parquing a oscuras y sus palabras hicieron de detonante de una excitación que me estaba durando todo el día.

-Me corro puta, toma mi leche, toma.

-Córrete, córrete en mi coño. Ohhh, yo también me corrooooo.

Y así, con mi capullo frotando su clítoris con su mano mientras me la cogía por encima del tanga nos corrimos los dos mirándonos a los ojos y viendo como la lujuria estaba rompiendo sus cadenas eslabón a eslabón.

-Joder Nacho, ha sido una pasada. Me cae la leche por los muslos.

-No te limpies y no te vas a quitar el tanga en toda la noche. Vas a dormir con mi leche en tu coño.

-Joder, eres un cabronazo y me encanta.

La vuelta en el coche la hicimos en silencio. Habían sido muchas emociones para Susana pero se la veía feliz.

-¿Quieres seguir con esto?

-Todavía no me has dejado y ya lo estoy echando de menos.

La dejé en la puerta del hotel y le dije que recibiría instrucciones para el día siguiente.

Eran las 12 de la noche y estaba liado con las previsiones en mi habitación del hotel cuando me llegó un mensaje al móvil.

-¿Cómo vas?

-Liadillo.

-Estoy tumbada en la cama. Llevo una camiseta larga y el tanga que está empapado. Noto como tu leche me va bajando por los muslos.

A los pocos segundos…

-Necesito masturbarme ¿me das permiso?

No le respondí.

-Por favor, por favor.

Hasta aquí mi primer relato, espero que os haya gustado y que hayáis disfrutado al menos tanto como yo al escribirlo. Os pediría vuestras opiniones para saber si el publicar mis historias puede despertar emociones. En cualquier caso yo seguiré escribiendo aunque tenga que guardar los textos en mi desván entre recuerdos y deseos por cumplir. También me encantaría mantener correspondencia al mail [email protected]

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con personas a las que les agrade el tema o sientan curiosidad.

Un saludo.