El círculo - Vacaciones sin destino

Comienza una serie de relatos que pretendo ir hilando en base a los personajes. Habrá distintas temáticas.

  • Mañana no contéis conmigo - dije a mis compañeros de café en el trabajo.

Era mi último día antes de las vacaciones. Merecidas vacaciones, ya que por diversos motivos no me pude coger días desde el verano anterior y a estas alturas el cuerpo me pedía descansar.

Cerré en el trabajo los temas pendientes, traspasé algunos otros temas a otros compañeros y lo que no se pudo, lo puse en standby. Y es que tenía por delante un mes entero de no tocar nada referente al trabajo. No quería ver nada de trabajo durante este tiempo. Como se suele decir, quería no recordar las contraseñas a mi vuelta.

Respecto a la planificación de las vacaciones, lo característico es que no tenía nada planificado. Me quedaría, eso sí, dos o tres días en Madrid arreglando algunas cosas pendientes y poniéndome con alguna reparación casera y después de esto pasaría unos días en mi pueblo de origen, en la sierra. Sí que tenía pensado hacer algún viaje, pero ya se me ocurriría dónde.

Y es que mi situación para esto es un poco particular. Dos años atrás me divorcié y seguía desde entonces sin pareja. Alguna vez (no tantas como yo habría querido) tuve algún rollete con alguna mujer, pero poca cosa. Mis amigos, por contra, no habían corrido la misma suerte que yo: Todos seguían felizmente casados y con hijos, lo que les dejaba poca libertad para viajar e incluso salir por las noches. Es por esto que inicialmente quería descansar y pensar que hacer con mis vacaciones.

Semanas atrás había estado viendo viajes para singles, incluso me había estado informando, pero no sé por qué, no me convencía. Es decir, sí que daba la impresión de que volvías habiendo echado unos cuantos polvos pero viendo fotografías de la agencia de viajes me parecía que fuera el último recurso para ligar. Al menos esa fue mi impresión, aunque admito que pueda estar equivocado.

Tampoco es que yo sea un Adonis, pero creo no aparentar los 38 años que tengo (tanto en el cabello como en mi forma física) y lo que se veía, incluso siendo fotografías promocionales, eran cuarentonas más bien. No es que yo pretenda llevarme a la cama a una jovencita de 25 años, claro, pero creo que aún no estoy para follarme a lo primero que haya.

Ya en mi primer día de vacaciones, por la mañana, bajé a hacer unas compras. Vivo en un barrio, como se dice, de toda la vida; es decir, mayormente gente mayor y poco a poco va viniendo gente joven con cierto poder adquisitivo, ya que se trata de un barrio céntrico, tranquilo y con precios de vivienda por encima de la media. Una de las cosas que me gustan de donde vivo es la afabilidad de la gente. En los comercios se vive un ambiente casi de pueblo. Mucha gente se conoce y no es extraño entablar una conversación mientras se espera.

La cosa es que estando en mi carnicería habitual charlaba con Marcelo, un dependiente, de las vacaciones. Me contaba que él en unos días se iba a Torrevieja a un apartamento que tienen sus suegros. Por mi parte, pues como os he contado...

  • Pues yo aún ni idea, chico. Al pueblo unos días y después donde surja.

  • Y no te vas a la playa? En Torrevieja se esta muy bien -me decía Marcelo.

  • Quita! tanta aglomeración no me gusta. Además allí es todo muy familiar... ya me entiendes.

  • Jaja -reía Marcelo-. Vamos que lo que quieres es pillar cacho. Para eso, es cierto, hay sitios mejores.

Después de dos años comprando allí, Marcelo conocía mi situación perfectamente.

  • Bueno, no es sólo eso -contesté-, pero ¿a quién le amarga un dulce?

  • Pues nada, esto ya está -dijo señalando el paquete con la carne que le había pedido-. ¿Algo más?

  • Nada, que para dos días tengo más que de sobra.

Le pagué la compra y al volverme pude ver a una chica de unos 32 o 33 años máximo. Vestía con unos leggins negros y una camiseta sin mangas amarilla. Evidentemente venía de hacer deporte ya que su cuerpo (aparte de su vestimenta) así lo aseguraba. Alta, de 1'75 aprox. y rubia, con el pelo ligeramente rizado. De su cara poco pude apreciar tras unas gafas de sol enormes.

La hice un buen repaso visual sin el más mínimo disimulo al tiempo que salía de la carnicería. Me entretuve comprando algunas piezas de fruta antes de volver a casa.

Cuando volvía llevaba por delante a la chica que había visto en la carnicería. Tenía un trasero como para admirar, y el movimiento de sus nalgas me estaba hipnotizando según caminaba detrás de ella, unos 15 metros. Para sorpresa mí se paró frente a la puerta de mi edificio. Mientras me acercaba la veía rebuscando en un bolsito que llevaba colgado al tiempo que pulsaba un botón del portero automático y antes de que hubiera encontrado la llaves, que era lo que suponía que buscaba, yo ya estaba en la puerta a su lado.

  • Buenos días -saludé mientras esperaba por si sacase su llave.

  • Ah! buenas -dijo girando su cabeza hacia mí-. Tienes la llave? Fíjate que tonta que me he dejado la llave del portal en casa - me contestó

  • Ya abro yo, no te preocupes -dije estirando el brazo al tiempo que metía la llave y abría.

Ambos fuimos hacia al ascensor y me comentó que llevaba en el piso sólo una semana y que a veces se hacía un lío con las llaves. Antes de coger el ascensor vio que también había olvidado la llave de su casa.

  • Ay que apuro me da... -dijo-, me podrías guardar en tu frigorífico lo que traigo, es que hasta que venga mi compañera de piso se me puede echar a perder.

  • No hay problema, mujer, para eso están los vecinos -respondí de modo sincero, es decir, sin tener en cuenta su cuerpazo.

Llegamos a mi casa (ella vivía dos pisos más arriba) y entramos a la cocina para dejar en la nevera sus cosas y las mías.

  • Vaya! que piso más bonito tienes.

Sin ser muy maniático del interiorismo, si que es cierto que me gusta vivir en un ambiente agradable y por esto he de reconocer que la decoración de mi piso es casi de revista, como se dice.

  • Si, es cómodo -contesté-. Por cierto, si no tienes llaves de tu casa puedes esperar aquí si quieres.

  • Ay, si! Cuánto te lo agradezco, que vengo cansada. He salido a correr se agradece el sentarme.

La indiqué donde estaba el salón y la dije que se sentase mientras yo miraba unas cosas en la cocina. La oí llamar por teléfono a su compañera de piso.

  • Un café? -pregunté a voces para que me oyera.

  • Si, gracias.

Preparé sobre una bandeja todo lo necesario para servir dos cafés y le llevé al salón. Le encontré sentada en el extremo del sillón, como sin querer acomodarse y pareciendo estar en una sala de espera del médico.

  • Siéntate cómoda, mujer! -la dije-. ¿Cómo quieres el café?

  • Con un poco de leche -respondió mientras se acomodaba en el sillón.

Serví los cafés y estuvimos charlando un rato. Tenía un par de tetas admirables, las cuales marcaba casi como una segunda piel la camiseta que llevaba. Ya sin las enormes gafas de sol, su cara era bonita, con unos ojos verdes con tonos color miel. Me estuvo comentando que vivía con una compañera de piso pero se había mudado a este edificio una semana atrás, coincidiendo con el inicio de sus vacaciones.

  • Antes en la carnicería te he oído -dijo-. No sabes dónde ir de vacaciones?

  • Pues la verdad es que no. Ya pensaré algo.

  • Playa o montaña?

  • Ya te digo -contesté-, ni idea. Para montaña ya tendré la semana, más o menos que estaré en mi pueblo de origen, aunque si me sale un buen plan en otro sitio, no lo descarto.

  • Yo tenía pensado ir a hacer rutas de senderismo por los Picos de Europa -me dijo como animándome a elegir ese destino.

  • Tiene buena pinta -dije-, pero ir solo a hacer senderismo.. no sé, no me motiva.

Al tiempo que estaba tentado de preguntarla si me podía ir con ella a esas rutas sonó su teléfono. Su compañera estaba de camino y en unos minutos la abriría la puerta. Mientras terminábamos el café y recogíamos sus cosas de mi cocina llamó a mi puerta su compañera a la cual sí que conocía de vista y me resultaba poco atractiva (si no tuviera la cara tan avinagrada y se quitara unos 10 kilos de encima, a lo mejor mi percepción cambiaba).

  • Muchas gracias por el café -dijo al despedirse con una amplia sonrisa.

  • A ti, ha sido un rato muy agradable. Ah! y ya me contarás de esas rutas.

  • Jaja, si, claro -dijo según entraba en el ascensor.

Pasé el resto del día haciendo varias tareas que tenía previstas. Ya por la noche bajaba a dejar las bolsas de basura cuando al abrir el ascensor bajaba en él la vecina rubia (aún desconocía su nombre) que había visto por la mañana.

  • Buenas, vecino -me saludó-, que casualidad.

  • Sí, por cierto, como te llamas?

  • Ay que tonta, mira que no haberme presentado. Me llamo Sandra -dijo al tiempo que se me acercaba para darme un par de besos.

  • Yo Nacho -contesté tras los besos-. Encantado. Por cierto, ¿habrás salido con las llaves?

  • Jaja, Ah, sí. Mira que a veces soy despistada. Es que esta mañana no sabía que Ana, mi compañera, iba a salir y me descuidé.

  • En fin -contesté mientras abría la puerta del ascensor que había llegado al bajo-, que para eso estamos los vecinos.

Caminamos hacia la puerta y eche las bolsas de basura en el cubo.

  • Iba a dar un paseo -me dijo-, por si te apuntas.

Obviamente, dije que si. Esta vez vestía con un vestido largo estampado. Le dejaba parte de la espalda al aire y al llevar la cintura ceñida le marcaba también el trasero y sus pechos. Nos acercamos dando un paseo hasta un parque cercano y dentro del parque un rodeo. A la vuelta nos sentamos en una terraza en una mesa que estaba libre. Ella pidió una tónica y yo una cerveza. En todo momento, la conversación había girado en lo que hacíamos con nuestra vida. Ella trabajaba en una empresa de agencias de viajes, en un departamento jurídico, me pareció entender, no atendiendo al público. De ahí a que pasáramos a hablar de mis vacaciones.

Estuvo recomendándome varios sitios de playa que de forma irónica me dijo que eran "poco familiares", aunque a mí lo que me estaba interesando era dónde iba a ir ella ya que no me pareció mal plan el hacer senderismo (y otras cosas) con ella.

Resultaba que ella iba a ir con un grupo de amigos, lo cual desbarató mis intenciones. La opción de marcharme unos días a Ibiza ganaba peso.

Pasaron dos días en los que estuve resolviendo asuntos pendientes y en los cuales no la vi. Ya el día que me iba a ir al pueblo me crucé con Sandra en el portal.

  • Que tal, Nacho? como te va?

  • Bien, bien. Esta tarde ya me voy al pueblo y ya pensaré después que hago, que aún no lo tengo claro.

  • Pues a mí, fíjate, vaya putada -dijo con cara más bien triste-, los amigos al final se han rajado. Unos que se iban a la playa, otros que les daba pereza. Que me he quedado sin plan al final. Estoy como tú!

  • Pues oye -contesté ilusionado y sonriendo-, nos montamos el plan los dos!

  • En serio te apetece lo de las rutas de senderismo?

  • Tiene buena pinta, si!

  • Pues si quieres, aún está reservada la casa rural. Nos vamos para allá.

  • Y qué día sería? -pregunté, ya que me había apuntado a unas vacaciones sin saber ni dónde ni cuándo.

  • La reserva es para el lunes de la semana que viene (estábamos a jueves) y es en Cangas de Onís (en Asturias).

  • Ah, perfecto! Claro que me apunto... buen sitio y mejor compañía -dije sonriéndole.

  • Ya verás que sitios más bonitos. Lo conoces?

Estuvimos como 10 minutos charlando acerca de sitios que conocíamos ambos. La comenté que me tenía que ir a mi pueblo pero que el sábado ya estaría de vuelta aquí para ir preparando el viaje e intercambiamos nuestros teléfonos para estar en contacto.

Ya en mi pueblo mis padres se quejaron del poco tiempo que iba a pasar allí y por eso mismo aproveché esa misma noche para quedar con algún amigo hasta muy tarde. A las 12 del mediodía del sábado estaba ya de vuelta en casa y puse un mensaje a Sandra : "Buenos días, Sandra. Ya estoy de vuelta. Cuando quieras nos vemos para hablar del viaje". A la media hora me respondió: "Hoy no puedo, he salido de madrid. Mañana te veo. besos"

HUmmm... besos? que cariñosa me ha salido, pensé.

Pasé el resto del día y la mañana del domingo sin pena ni gloria. Por la tarde Sandra bajó a mi casa con un montón de papeles, mapas y folletos. Me estuvo comentando todos y cada uno de los sitios que tenía pensado visitar así como las rutas que pensaba hacer. Alguna tenía cierta dificultad pero no sería inconveniente para mí, ya que mis estado físico es más que aceptable. Estuvimos también repasando el material que necesitaríamos, sobre todo por mi parte, ya que ella sí que contaba con todo.

Tras unas horas de charla, se marchó a su casa. El lunes debía acudir a su trabajo a firmar unos documentos, con lo que quedamos en vernos por la tarde-noche para ultimar detalles. Por cierto... del beso del mensaje, nada. Yo ya comenzaba a temerme unas vacaciones en las que aparte de andar y, con suerte, ver el culo de Sandra, poco mas iba a hacer.

El lunes por la noche quedamos en que iríamos en mi coche. El martes a las 8 de la mañana bajó a mi casa para salir. Llevaba unos shorts muy cortitos que dejaban a la vista sus largas piernas... largas y magníficamente torneadas. Ademas vestía una camiseta muy ajustada que le marcaba el pecho. Mal que bien, un festín para mis ojos si que iba a ser el largo viaje.

Durante el viaje paramos una única vez para tomar un café y descansar. Sobre las 2 y media estábamos llegando a la casa rural. Se trataba de una casita de piedra cerca del núcleo urbano pero rodeada de prados. Ya me había contado Sandra que tenía 4 dormitorios en la planta superior y un gran salón con chimenea con la cocina adjunta, sin separación de espacios. La dueña de la casa nos facilitó las llaves y fuimos colocando nuestro equipaje. Elegimos dos habitaciones que estaban consecutivas, ya que las otras dos estaban separadas por un pasillo largo. Bajamos después de colocar la ropa y fuimos a comer a un sitio cercano que nos había recomendado la señora, que en todo momento nos hablaba como si fuéramos pareja. Ojalá, pensaba yo.

Comimos y por el cansancio del viaje nos fuimos a descansar un rato. Yo me quedé mirando algunas cosas en la tablet en el salón y Sandra se subió a su dormitorio. Pasada más de media hora, subí al baño. Al pasar vi la puerta de su habitación ligeramente abierta. Se veía la cama y en ella a Sandra sólo con las braguitas. Apenas se veía su pecho que estaba tapado con su brazo. La verdad es que esta muy buena, pensaba. A la vuelta del baño volví a mirar y esta vez tuve más suerte. Estaba boca arriba con las tetas al aire. No es quizás la postura en la que un pecho de mujer luce mejor, pero se veían firmes con unas aureolas pequeñas y los pezones puntiagudos. Al final, por lo menos había visto tetitas...

Más tarde, yo ya estaba abajo, apareció ella con una camiseta muy grande (como varias tallas más) y el pelo algo revuelto.

  • Uff, necesitaba descansar -dijo.

  • Vaya, ya veo. Has dormido bien, no?

  • Quieres un café o algo? -preguntó mientras iba hacia la cocina.

Nos servimos unos cafés y nos sentamos frente a frente para hacer planes. Subió la pierna al sofá y se le subió la camiseta dejándome ver sus piernas y su braguita en la que se marcaba lo que sin duda era su coñito. Además quedó tirante y sus tetas se le marcaban mucho notándose sus pezones. Ante esto, comencé a empalmarme y como llevaba un pantalón de deporte muy ligero se me notaba. Trataba de moverme para que no se me notase sin quitar la vista de sus tetas y Sandra dijo:

  • Parece que estas más interesado en ver otras cosas que en los paisajes.

  • Es que ahora mismo, el paisaje es espectacular -dije.

  • No me seas salido -dijo al tiempo que con un movimiento destensó su camiseta y tapó su entrepierna.

  • A ver... tú compréndeme, jaja

  • Que hemos venido a hacer senderismo, eh -dijo con una cara que a mí personalmente me dejaba lugar a dudas que fuera su único objetivo.

Pero tras enfriar el ambiente hicimos un plan ya más detallado de los seis días que íbamos a estar allí. Aparte de las rutas de senderismo hablamos de acercarnos a algunos lugares que merecía la pena ver. De hecho, esa misma noche iríamos a una población cercana a dar una vuelta y cenar. Subimos a nuestras habitaciones a darnos una ducha antes de salir.

Me duché con agua tibia y dejé caer suavemente el agua sobre mí. Estaba tan a gusto que me demoré más tiempo de lo necesario para una ducha. Casi sin querer se me vino a la cabeza la imagen de los pezones y el coño de Sandra marcados bajo sus prendas. Eche mi mano a mi polla que empezaba a tener cierta consistencia y comencé a meneármela. Unos golpes en la puerta de mi dormitorio me interrumpieron la paja. Me anudé la toalla a la cintura y salí a abrir.

  • Tengo un problema -dijo Sandra-. He olvidado el secador y aquí no hay. No tendrás por casualidad tú?

  • No -dije un poco avergonzado porque bajo mi toalla era evidente mi erección y Sandra estaba fijando su mirada en ella.

  • Te puedo ayudar en algo más? -continué diciendo.

  • Mmmm, no sé - dijo dubitativa-. Bueno, ahora no.

Se dio la vuelta y cerró la puerta de mi cuarto mientras salía. Yo me quedé mas caliente aún. No pude por menos que volver al baño y terminar de cascármela pensando en Sandra. Bajamos un rato mas tarde ya preparados para salir. Cogimos el coche y fuimos a Ribadesella, una población bonita, no muy lejana y ya en la costa. Dimos un paseo por la localidad y cenamos en un restaurante por el puerto. La comida exquisita, hay que decirlo!. La conversación a ratos se volvía muy sensual. No me cabía duda que a Sandra también la apetecía rollo pero cuando intentaba concretar algo ella cortaba de repente. Esto pasó varias veces hasta que dejé de intentarlo. Empezaba a suponer que estaba de vacaciones con una tía bipolar. Me quedaba la esperanza de pillarla en su "yo" caliente algún día. Volvimos a la casa y llegamos en torno a las 12 de la noche. Directamente nos despedimos y fuimos cada cual a su cuarto.

Al poco rato yo ya estaba en la cama prácticamente desnudo, sólo con un pequeño slip. No conseguía conciliar el sueño. Pensaba en cascármela de nuevo (es un buen somnífero a veces) cuando oí como se abría la puerta de mi dormitorio. Aunque me hice le dormido vi al trasluz la figura de Sandra que se acercaba a mi cama. Me puse en guardia, ya que realmente la conocía de poco tiempo atrás y tampoco es que supiera cómo era exactamente. Se sentó en mi cama y se echó a mi lado en silencio. Levantó las sabanas y se metió dentro acurrucándose contra mí. Entonces yo pregunté:

  • Sandra! que pasa?

  • Me da "no se qué" dormir sola. Te importa que duerma contigo?

Yo me quedé sorprendido. O era una estratagema para echar un polvo o era algo que no me esperaba en absoluto. No creí que fuera lo de echar un polvo porque durante la cena había cortado mis insinuaciones. Me quedé quieto esperando acontecimientos. Al rato se giró y poniendo su cabeza sobre mi hombro me abrazó. Pude notar que, al menos su pecho estaba desnudo y aplastado contra mí. Estaba jodido... sin sueño, sin poder cascármela y medio empalmado de tener a Sandra con sus tetas pegadas a mí.

Nunca habéis pensado eso de "de perdidos, al rio"? Pues eso hice. Eché mi mano sobre su espalda a lo que ella contestó con un ligero murmullo. Muy despacio fui bajando la mano hasta llegar a sus nalgas... y no llevaba nada de ropa. Tenía a un pibón como Sandra desnuda y abrazada a mí. No se me podía escapar!!!

Mi mano comenzó a masajear lentamente su culo mientras ella, no sé si dormida o despierta, emitía ligerísimos arrullos. Subí mi mano por su costado dirigiéndola sin dudarlo a su pecho. Me moví un poco para dejar espacio para la mano y nada mas acercarla a su teta ella puso su mano sobre mi polla, que a estas alturas estaba como un mástil bajo el slip. Me masajeaba la polla al tiempo que yo amasaba sus tetas y todo esto sin dar señales de que estuviera despierta. Me giré y con la otra mano me bajé el slip. Después la llevé a su coño que ya estaba húmedo. Tras un rato de toqueteos no aguntaba más y me puse sobre ella. Despacio le fui metiendo la polla hasta el final mientras seguía sobando las tetas. Ella seguía como dormida aunque en todo momento acompasaba mis movimientos.

Comencé a follarla suavemente al principio y poco a poco mas rápido. Ella, con los ojos cerrados, gemía cada vez más. Sin sacarla me incorporé un poco, lo justo para que una mano se pusiera sobre su clítoris. Entre mis empujones y el toqueteo en su clítoris al poco rato Sandra se agitó jadeando. Sin duda se estaba corriendo. A mí aún me faltaba un poco pero después de darla unos minutos más llegué al punto de no retorno... y caí en que estaba follándola sin condón. Saqué mi polla a toda velocidad y eché la corrida al lado. Me quedé casi sin resuello echado sobre la cama y al rato debió llegarme el sueño porque no me enteré de que me dormía.

A la mañana siguiente me desperté y Sandra no estaba en mi cama. Mientras me aseaba la oí en la cocina preparando un desayuno. Salí de mi cuarto y bajé.

  • Buenos días, Sandra. Que tal has descansado?

  • Uff, fenomenal.

  • De lo de anoche -dije queriendo aclararlo- ...

  • Si -me interrumpió-, perdona que ni me despidiese, estaba muerta de sueño.

  • Ahh -quedé completamente descolocado sin saber en qué estaba pensando ella.

No sabía qué estaba pasando. Sandra hablaba como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Nada dijo que evocara lo más mínimo al polvo que echamos, o que eché yo solo, que a estas alturas era lo que pensaba.

Desayunamos y nos preparamos ya que lo planificado para esa mañana era la famosa ruta del Cares. Llegamos en el coche hasta el punto de salida. Se agolpaban muchos coches y un gentío más propio de una calle céntrica un día de rebajas. Poco a poco se fueron distanciando los grupos y nos quedamos solos en el camino. La charla que llevábamos ya podría ser mas privada. Traté de sacarla que había sentido ella por la noche, y, sinceramente, llegué a la conclusión de que actuó de forma sonámbula.

  • Pues yo esta noche... bueno, no sé si contártelo -dije.

  • Andaaaa, cuéntamelo, no me dejes con la intriga.

  • Prométeme que no te vas a enfadar.

  • No, para nada -contestó muy segura.

  • Pues a ver, he tenido un sueño erótico. He soñado que tú y yo follábamos -mentí para sonsacar que sabía ella.

  • En serio?? Mira que eres guarrete -dijo de forma pretendidamente ofendida.

  • Ya sabes, los sueños no se pueden controlar. Tú estás muy buena y yo no soy de piedra -trataba de calmarla.

  • Puessss -quedó pensativa-. Yo he soñado lo mismo.

  • Lo mismo??? a ver, explicate.

  • Si, que tu me follabas.

  • Vaya! - dije dudando si era de verdad un sueño o que recordaba perfectamente el polvo-. Y cómo lo hacía?

  • No seas salido, no quiero entrar en detalles -dijo.

  • Bueno, el caso es que si quieres cumplir tus sueños yo me ofrezco voluntario -dije sonriendo.

  • Anda calla, y sigue caminando que a este paso no llegamos -dijo acabando con la conversación.

La ruta muy bonita, tanto como el trasero de Sandra, enfundado en unos pantaloncitos cortos de montaña que llevaba y podía contemplar las veces que ella iba por delante de mí. Llegamos al final de la ruta, comimos los bocadillos que llevábamos y volvimos. A media tarde estábamos de vuelta en la casa.

Nos fuimos a dar una ducha muy reparadora ambos bajamos para salir a cenar. Elegimos un restaurante de la localidad en una terracita muy acogedora. Ya en la cena, y a riesgo de que se enfadara, decidí que tenía que contarla qué era lo que había pasado la noche anterior.

  • Sandra, ¿no te acuerdas de nada de anoche?

  • No -contesto pensativa-, ¿de qué me tendría que acordar?

  • Viniste a mi habitación y te metiste en mi cama...

  • Ay Dios! -dijo tapándose la boca-, ¿y que pasó?

  • Pues estabas desnuda ...

  • Dime que no hicimos... ya sabes -dijo interrumpiéndome.

  • Pues... me temo que sí. Te juro que pensé que sabías lo que hacías.

  • Dios mio, ¿que pensarás de mí? -dijo preocupada.

  • Nada. Que estas muy buena, que te apetecía pasar la noche conmigo, nada malo, sin duda.

  • Es que soy sonámbula -dijo tapándose los ojos avergonzada.

  • Me haces sentir mal -contesté-, ya te digo que pensé en todo momento que tu querías que pasara.

  • Y ..., dime, como fue la cosa?

  • Pues no sé -contesté sin saber muy bien qué decir-, como suelen ser estas cosas.

  • Ya, eso lo supongo. Te gustó?

  • Si esa es tu preocupación, tranquila, porque me encantó. De verdad no te enteraste de nada? -continué preguntando.

  • Ya te conté que tuve un sueño erótico contigo, igual es la forma como lo percibí.

  • Y ahora, pregunto yo... ¿Te gustó?

  • Si -dijo muy bajito y casi avergonzada.

  • Como te sientes después de saber esto? -lo pregunté más que nada por saber como iban a trascurrir los días siguientes.

  • Confundida -dijo muy seca-. No estoy molesta contigo, por ese lado puedes estar tranquilo. Sólo que...

Yo quedé esperando el fin de la frase que se demoraba ya unos cuantos segundos.

  • A ver -continuó por fin-, no descartaba que tú y yo echáramos un polvo, pero no de este modo.

  • Si es eso, tiene fácil solución, no te parece?

  • Lo ves? eres un salido -dijo sonriente al tiempo que me daba un cachete en el brazo.

La conversación quedaba ahí mientras pedíamos los postres. Después de cenar dimos un paseo por la localidad y andando volvimos a la casa. Ya en la casa nos estábamos despidiendo para ir cada uno a su dormitorio cuando la dije:

  • Por qué no vienes a mi cama? me refiero a que vengas de forma consciente.

Se me quedó mirando sin saber que hacer. Estaba en la puerta de su dormitorio y me lanzó un beso con la mano y se metió a su cuarto. Yo hice lo propio mas bien desilusionado y a los pocos minutos abrió la puerta de mi habitación. Esta vez con luz pude ver el cuerpo de Sandra completamente desnudo. Me quedé casi sin aliento. Sandra es una mujer de bandera. No sólo la forma perfecta de sus pechos y cintura sino la tira de vello que tiene en su pubis que me pareció terriblemente sexy y que la noche anterior apenas aprecié.

  • Si vamos a follar por lo menos quiero enterarme -dijo.

Me acerque a ella y la abracé por la cintura y la di un morreo de película. Ella me abrazó también al tiempo que correspondía al beso. Así como estábamos dimos unos pasos al lado hasta tropezar y caer sobre la cama. Mi boca se dirigió a su cuello, el cual recorrió dando pequeños lametones. Ella mientras trataba de quitarme el slip para dejarme tan desnudo como ella, pero mi polla ya completamente tiesa se lo impedía. Cundo mi boca llegaba a la aureola de su pecho con su mano cogió mi pene para sacarlo del slip y poder quitármelo. Después me masajeó los huevos mientras daba pequeños gemiditos que correspondían a los mordisquitos que daba en uno de sus pezones y los pellizcos en otro. Las tetas de Sandra eran deliciosas, y para quedarse adorándolas un buen rato, pero el cuerpo me pedía degustar ese chochito tan sexy que minutos atrás me había sorprendido.

Bajé mi boca por su tripa completamente plana hasta llegar a su pubis. Mi lengua jugueteaba y caracoleaba por encima de sus labios mayores. Ella asía fuertemente mi polla meneándomela lentamente. Por fin mi lengua llegó a su clítoris, si bien no me entretuve mucho en él buscando que no se corriera rápido. Le metí la lengua por la vagina y la movía al ritmo de los pellizcos que seguía dando a su pezón.

  • Hummm, que bueno -decía entre gemidos.

Pasaba de vez en cuando la lengua hacia su clítoris y el ritmo de su respiración se agitaba. Cuando veía que se excitaba mucho volvía a introducir la lengua y uno de mis dedos en su coño. Varias veces hice estas maniobras hasta que tiró de mí hacia arriba.

  • Como sigas así me voy a correr muy pronto -dijo.

No la hice caso y volví, y esta vez dándola más caña. Los dedos (ya tenía dos en su coño) se agitaban y mi lengua atacaba su clítoris con frenesí. Sandra se agitaba, jadeaba y uno minutos mas tarde estalló en un orgasmo que me dejó sorprendido por su intensidad (nada parecido a lo de la noche anterior). Cuando se calmó un poco, esta vez sí, me hizo subir. Al tiempo ella se escurrió hasta llegar con su boca a mi polla. Como si se tratar de un helado, fue chupándola e introduciéndola en su boca. No pudo llegar a tragársela entera ya que, y no por ser presuntuoso, calzo una herramienta considerable. Comenzó entonces a subir y bajar su cabeza. Con una de sus manos sujetaba la base de mi polla mientras la parte restante entraba y salía de su boca notando el abrazo de sus labios y el jugueteo de la lengua.

Intensificaba y ralentizaba sus movimientos, tal y como había hecho con ella, para mantenerme en un estado de excitación casi constante sin que llegara a correrme. Lo hacía fenomenal, de las mejores mamadas que he recibido. Tras un buen rato sacó la polla de su boca:

  • Fóllame, la quiero dentro -me dijo.

  • Claro que sí, súbete y cabalga sobre mi polla -dije, ya que estaba tumbado boca arriba.

Se subió, apuntó la polla a su coño y se dejó caer. La vi hacer un pequeño gesto que supuse sería por el tamaño de mi polla pero al instante dilató y comenzó a cabalgar salvajemente. Llevó su mano a su clítoris. Yo tenía las mías amasando sus ricas tetas. Al poco rato estalló en otro orgasmo. Dejó sus ojos en blanco mientras cabalgaba ya con menos intensidad. Me giré y caímos hacia el lado. Sin sacar la polla volví a girarla para ponerme encima de ella. Ahora yo percutía su coño con fuerza. Ella casi con lágrimas en los ojos pedía más.

  • Vamos, vamos, fóllame.. Dios! que polla!

  • Toda para ti, guapísima, toma!

Al rato me dijo de cambiar de posición. Se puso a cuatro patas y me situé detrás. De un empujón, como una estocada, le metí la polla hasta el fondo. Sandra pegó un respingo tras el cual aullaba de placer. Yo la sujetaba con mis manos en su cintura, apretándola contra mi en cada uno de mis empujones. Sus tetas se bamboleaban al ritmo. Echó de nuevo su mano a su coño y se frotó el clítoris, lo que la proporcionó otro orgasmo más. Entre las convulsiones saqué un poco la polla.

Tal y como la tenía, eche una vistazo a su ano rosadito y puse sobre él uno de mis dedos untado en sus propios fluidos. Poco a poco fue cediendo. Sandra, ya repuesta del orgasmo fue siendo consciente de mi intención de follarla el culo.

  • Espera -dijo entre jadeos-, me va a doler.

  • Tranquila -contesté-, déjame a mi. A la mínima que te moleste paro, de verdad.

Se tranquilizó un poco y seguí con el juego. Al poco rato tenía en su interior tres dedos que giraban y se movían tratando de dilatar un poco más su ano. De pronto, pero suavemente, le metí de nuevo la polla en el coño y los gemiditos que resultaban de mi masaje anal se incrementaron. Después de un rato que supuse que mi polla estaría bien lubricada la saqué y apunté a su año. Sandra se puso tensa pero la tranquilicé de nuevo y se relajó.

Muy muy despacio fui presionando hasta tener parte de mi capullo dentro. Me mantuve un buen rato quieto. Llevé una de mis manos a su clítoris y cuando se excitaba empujé otro poco y volví a esperar. No había quejas, y sí gemidos. Poco a poco, con caricias en su coño o en sus pezones, mi polla fue entrando hasta casi la mitad en su culo. Llegaba el momento de follar... Saque lentamente la polla, aunque no del todo, y volví a introducirla sin molestias por su parte. Fui incrementando la velocidad de la penetración hasta que notaba que mi polla entraba y salía fácilmente. Sandra jadeaba acompasadamente a mis embestidas y pedía más polla. Yo trataba de no empujar mucho más para no lastimarle. Alguna vez hizo ademán de llevarse la mano al clítoris pero la detuve. De hecho tiraba de ella agarrándola de sus muñecas, con sus brazo tendidos hacia mí. Mi intención era que tuviera una orgasmo puramente anal. Me costó contenerme ya que yo estaba al límite pero por fin noté como sus jadeos se hacían mas intensos.

  • Sííí, me corrooo -decía-, másssss, dame fuerte.

  • Yo también, preciosa, me voy a correr en tu culito.

  • Ahhh, sííí, lléname de leche

Unos empujones más, un poco mas intensos y Sandra comenzó a agitarse como poseída. Yo ya no pude más y la llené el culo de leche.

  • Diosss que corrida más buena -grité.

  • Sííí, que polla tienes, me has dejado el culo abierto... -y tras un rato-, que bueno!

Caímos los dos en la cama casi agotados.

  • Joder, jamás me había corrido así -dijo.

  • Pues me ha encantado follarte para que te corras tan rico.

Nos fundimos en un beso y al rato quedamos dormidos.

No es necesario decir que pasamos a usar una sola habitación el resto de los días y que una de las marchas previstas hubo que anularla ya que tras el polvazo de por la mañana estábamos cansados. Eso sí, ese día lo aprovechamos para hacer ejercicio mucho más placentero. Sandra había descubierto que podía correrse sin tocarse el clítoris y el gusto por recibir una polla en su ano. Yo, con gusto, la ayudaba a profundizar en sus aprendizajes. Hasta estos días nunca nadie se había corrido en su boca y terminó por gustarla el sabor del semen.

El penúltimo día por la noche Sandra recibió una llamada de su ex-novio. Algo debió cambiar en ella, ya que comenzó a mostrarse mas taciturna conmigo y solo echamos un polvo más y no muy intenso. De hecho, volvimos antes de lo pensado. De vuelta, ya en Madrid, algún día bajó a mi casa y terminamos en la cama, pero fueron ocasiones contadas y polvos rápidos como para desahogarse.

Dos meses después, pasó por mi casa para comentarme que iba a volver a vivir con su novio, aunque su verdadera intención era echar un último polvo conmigo, a modo de despedida, supongo. Yo, como buen profesor, hice un repaso de todo lo aprendido y volví a profanar todos sus agujeros.

Desde entonces poco o nada sé de ella, aparte de que, por lo que me dijo Ana, su antigua compañera de piso, con la que Sandra seguía teniendo contacto, se casó con su pareja. La deseo lo mejor, la verdad.

Claro, que algo de nuestros escarceos sexuales comentaría a Ana, ya que su mirada cuando nos saludábamos en el ascensor no era avinagrada en absoluto.

Eso quizás merece otra historia...