El círculo de juego ii

Continuación de cómo entré a formar parte del Círculo de Juego. Introducción al Bondage

EL CÍRCULO DE JUEGO II

Muchos han sido los mensajes que he recibido animándome a continuar con el Circulo del Juego. Una vez recibidas las instrucciones oportunas sobre los límites que no puedo traspasar y obtenida la autorización para seguir con el relato, me puse a escribirlo. Por ello, a todo aquél o aquella que no haya leído “El Circulo del Juego”, le recomiendo su lectura.

La tarde del día siguiente a nuestro primer encuentro, a través del correo electrónico que me había creado para mis aventuras en la red, recibí el compromiso con las estipulaciones de las que ya me había hablado Mario el día anterior. Nada más recibirlo le eché un vistazo por encima, no obstante, fueron los días siguientes, cuando los estuve leyendo y releyendo. Como consecuencia de ello mi imaginación se fue disparando y fue recreando posibles situaciones que se encontraban amparadas por dicho documento. A pesar de que muchos os habéis interesado por el contrato e incluso me habéis pedido una copia del mismo, debo aclararos que no estoy autorizada para ello, se trata de un documento privado del que no se me permite su difusión. Pero sÍ que os puedo describir el mismo y esbozar algunas partes que considero esencial para el propósito de mi relato.

El compromiso estaba redactado en un formato parecido a los documentos notariales, una parte inicial en la que se identifican los participantes. Por supuesto, no incluí en ella mis datos reales, utilicé la personalidad que había creado para moverme por la red y que era la que Mario conocía. Después venía una parte en la que describía el objeto del documento, es decir, en qué consistía el Círculo de Juego, y, tras ella, las estipulaciones. Finalmente, el documento terminaba con un cierre y las firmas de los participantes. El lenguaje utilizado en su redacción era elegante, culto, sin la utilización de términos vulgares e innecesarios.

En relación con las estipulaciones, os comento gran parte de ellas, si bien sintetizadas y con el lenguaje que yo suelo utilizar.

-          Todas las estipulaciones se circunscribían al Juego de contenido sexual.

-          Se regulaba en ellas las formas de entrar y salir del juego, así como las forma de interaccionar y expresarse dentro de él (Sistema de Códigos).

-          También se establecía la confidencialidad que había que guardar sobre todos los que pudiesen participar en el juego, asimismo se recogía cómo se debía actuar ante los posibles contactos que por casualidad pudieran darse fuera del juego en la vida real.

-          Quedaba completamente claro que la relación de jerarquía no trascendía más allá de juego. Y que fuera de él la relación entre nosotros sería de absoluta cordialidad y normalidad.

-          También se recogía las condiciones higiénico-sanitarias necesarias para entrar en el Círculo (Necesidad de acreditar estar libre de ETS, mediante un Certificado Médico, por supuesto, con los datos personales tachados, aunque estableciéndose la forma o sistema para poder garantizar la veracidad del mismo).

-          Se incluía una cláusula que establecía que para participar en el juego no se requería exclusividad fuera del mismo, es decir, que cada uno, en su vida privada, podría tener su pareja, si bien, se establecían un protocolo en cuanto a cómo se debería proceder si se cambiaba de pareja, o si se tenía relaciones con una tercera persona, todo ello, en aras a garantizar las condiciones higiénico sanitarias del Círculo. También se incluía la posibilidad de pactar expresamente, en cualquier momento posterior, la renunciar a ciertas prácticas sexuales fuera del círculo.

-          Por el contrario, sí que se establecía la prohibición de participar en otro juego de este tipo.

-          La comunicación entre los miembros del Círculo para tratar sobre las prácticas a realizar y sus límites debe de ser máxima, estableciéndose cuales serían los canales de comunicación establecidos a tal efecto.

-          En cuanto al dolor físico, señalar que sólo es aceptado si proporciona o reporta placer en la sumisa. Por este motivo, el Amo está obligado a explorar y conocer el límite de su sumisa respecto del mismo, con el objeto de no sobrepasarlo durante el juego. Se pueden pactar situaciones de humillación en las mismas condiciones anteriores. No obstante, no cabe confundir las mismas con vejaciones, el empleo del maltrato verbal y cualquier otra acción de mal gusto, las cuales quedaban prohibidas y fuera del ámbito del juego.

-          Había un apartado en el que se podía incluir aquellas prácticas que no estaban consentidas en ningún caso y aquellas otras que requerían autorización previa para poderlas realizar. Esta cláusula quedaba abierta para poder modificarse a posteriori. Yo, ávida de nuevas experiencias, en principio, pensé en no excluir ninguna. Me consideraba un terreno virgen sobre el que se podía explorar y sembrar cuanto se quisiese, luego, según fuese experimentando, ya se vería si incluía o no alguna.

-          Por último, se establecía el consentimiento expreso para difundir imágenes relacionadas con el juego siempre y cuando no fuese posible identificar a los participantes, requisito éste que era imprescindible, no obsten, en este caso sí excepcioné que antes de su uso debería dar yo el visto bueno.

Como digo, durante el resto de la semana estuve leyendo y releyendo el compromiso con la imaginación disparada. Yo tenía claro que todo esto era un mero formalismo, una forma de iniciar el juego que Mario tenía protocolizada y que le daba a la historia cierto aire misterioso y elitista. Con toda seguridad también servía para estimular la imaginación de las aspirantes, al menos eso fue lo que me pasó a mí. Durante esa semana contacté en varias ocasiones mediante Messenger con Mario, no pedí aclaración sobre ninguna de las cláusulas del compromiso puesto que todo parecía estar claro. Si bien, me surgió una duda sobre la exclusividad, no por mi parte que estaba clara, sino por la suya, es decir, no se decía nada sobre si el amo podía tener o no más de una sumisa. Así que aproveché uno de nuestros contactos para preguntárselo. No se mostró en ningún momento molesto por mi pregunta. Me contestó que si no se decía nada era porque no existía límite. Un amo podía tener cuantas sumisas pudiese complacer y eso dependía de las capacidades y circunstancias personales de cada uno. Le pregunté cuántas tenía él. Y respondió que él se sentía incapaz de llevar a más de dos a la vez, que en la actualidad sólo tenía una, que hacía 6 meses. Su segunda fémina se había ido a vivir fuera de España por motivos de trabajo. Y su idea era que yo ocupase su lugar. También me dijo que guardaba buena relación con casi todas las sumisas que había pasado por su Círculo de Juego, y que, en ocasiones, las incorporaba ocasionalmente, siempre a petición de ellas y con las condiciones que él establecía. Sobre este tipo de relación le pedí aclaración. Me comentó que normalmente, las salidas del Círculo solían producirse por cambios en las circunstancias personales (traslados laborales, matrimonio y crianza de niños, etc.), pero no por haberse aburrido del juego. En estas situaciones, y según los casos, cuando les apetecía tener juego o romper con su rutina diaria, era cuando se ponían en contacto con Mario para poder participar en alguna sesión. Me gustó saber todo esto y ello no supuso ningún problema para mí. Tenía claro que lo que había encontrado era lo que andaba buscando y que Mario sería quien me introduciría en este fantástico mundo.

Por fin llegó el viernes, esa mañana no pude concentrarme en mi trabajo, mi cabeza sólo pensaba en lo que me traía entre manos. A nivel laboral, posiblemente fue el día menos productivo de mi vida. En lo personal lo tenía ya todo organizado: Las niñas las recogía el padre del colegio y pasaban ese fin de semana con él; sobre la cama ya tenía preparada y colocada toda la ropa que iba a meter en la maleta para pasar el fin de semana, y en un sobre tenía metido la copia de las estipulaciones y el certificado médico que me había hecho en una clínica médica cercana, ya con los datos tachados. A los pies de la cama, en una bolsita, tenía preparado los zapatos y, en el baño, el neceser con cuantas cosas podría necesitar para la ocasión. Cuando llegué a casa, comí algo liviano e intenté descansar un rato sin éxito como consecuencia de los nervios. A las 16:30 horas me duché, me alisé el pelo y me puse algo de maquillaje. Me puse unas braguitas brasileñas negras y un sujetador del mismo color, la cadenilla de oro con la cruz, unos pendientes dorados de aros pequeños, un vaquero ajustado, una camisa verde y unas zapatillas de deportes. Mi intención era ir algo cómoda para el viaje y luego cambiarme allí. A las 18:00 horas, ya estaba cerrando la puerta de casa, y tirando de la maleta con el bolso colgado del hombro. La Estación de Trenes no estaba lejos de mi casa, por lo que me trasladé andando. Una vez en ella compre el billete de ida y vuelta y cogí me embarqué en el tren para Madrid. Sobre las 7:45 horas ya estaba en la Estación de Atocha. Mario había alquilado un apartamento turístico cerca de la Estación, en la propia Calle Atocha, dejándome el juego de llaves en un bar cercano, puesto que él no llegaría hasta las 20:30 horas, por motivos de trabajo. No me costó nada dar con el bar y luego con el apartamento. Intenté acomodarme, pero no había terminado de deshacer la maleta cuando sonó el telefonillo. Era Mario que llegaba. Estaba impresionante vestido con traje de chaqueta. Nos saludamos con un beso en los labios y entró dentro del apartamento. Nada más cerrar la puerta me estrechó entre sus brazos y me comió la boca como si no hubiese mañana. Me fue empujando hasta la cama mientras se deshacía de mi ropa y se quitaba la suya con mi ayuda. Dentro de la habitación la agitación se detuvo durante el tiempo necesario para bajar la maleta al suelo, acomodar todo cuanto había encima de la cama y quitarnos los pantalones. Ambos en ropa interior reiniciamos la acción con el mismo ímpetu. Él me comía la boca, el cuello, se deshizo del sujetador y chupeteaba mis pechos mientras que con las manos me sobeteaba el culo y el sexo por encima y debajo de las braguitas, que no tardaron en desaparecer de la escena. Yo a la vez hacía lo propio con él. Entre muerdos, chupetones y sobeteos me preguntó si el sobre que había en la mesita era el certificado médico. Le dije que sí. Refiriéndose a él me volvió a preguntar si todo estaba correcto. Sí, volví a contestar. Pues entonces prepárate porque sin más preámbulos me voy a comer tu sexo, se fue deslizando por mi cuerpo lamiendo con su lengua todo cuanto se ponía por delante hasta que llegó a mi centro. Su lengua ávida repasó lentamente todos mis recovecos y se introdujo en mi vagina hasta donde pudo. Después se centró en mi clítoris, lamiendo y chupeteando hasta terminar succionándolo de forma suave y tranquila al principio y más frenética después. En ningún momento se olvidó del resto del sexo, de vez en cuando detenía el proceso de succión para dar un repaso con su lengua a todo él. Maniobra que servía para bajar la tensión y alargar el proceso. Mientras procedía de ese modo con su boca y lengua, con sus manos parecía un auténtico pulpo, lo mismo estaban presionando mis pechos como haciéndome cosquillas con la punta de sus dedos por el abdomen, caderas y cachas del culo. Cuando más concentrada estaba acercó sus dedos tímidamente por el periné y primero con cosquillas y luego sin ellas comenzó a estimular la zona hasta que terminó introduciendo algunos dedos dentro de mi culo. El proceso fue tan sutil que cuando quise darme cuenta ya estaban dentro. La situación no se demoró mucho porque ante tanta estimulación no tardé en deshacerme en su boca con un orgasmo de los mejores que he tenido. Todavía estaba temblando cuando sentí como su miembro se introducía dentro de mí sexo. En la básica postura del misionero empezó a bombearme a un ritmo lento que fue incrementando poco a poco hasta terminar percutiéndome como si fuese un martillo hidráulico. Sus manos firmes me agarraban las muñecas con fuerza mientras su cuerpo se tensaba marcando gran parte de su musculatura. Su excitación era tanta que tampoco tardó mucho en llegar al orgasmo. Momento en el que aprovechó para salirse y correrse sobre mi abdomen y pechos. Tras reponerse del esfuerzo se levantó de la cama para traer algo de papel higiénico con el que limpiarme.

Rebajada la tensión estuvimos comentando lo que había pasado como consecuencia de las ganas tan locas que ambos nos teníamos. En fin, fue el primer escarceo. Nos dimos una ducha ligera y nos vestimos rápido puesto que tenía reservada una mesa en un restaurante y ya se nos estaba haciendo tarde. Me puse un vestido azul con unos zapatos negros de medio tacón, me recoloqué el pelo en su sitio y me puse un rimen rojo. Él, que previamente había llevado una maleta pequeña al apartamento, se cambió y vistió de sport con un vaquero, un polo Ralph Lauren de color negro y unas zapatillas New Balance.

Durante el camino me preguntó si tenía ganas de entrar en su Círculo de Juego, sí contesté. Bueno, pues mañana se verá cumplido tu deseo y el mío. Disfruta de la velada y déjate llevar por tus sensaciones. Me llevó a un restaurante situado en una de las calles aledañas a Fuencarral. Nos atendió una atractiva y elegante metre, vestida con un traje de chaqueta que le quedaba perfecto y una camisa blanca que destacaba sobre el moreno de su piel. Tenía un rostro con aires suramericano, con el pelo moreno y rizado y con una caja de dientes envidiable. Se ve que Mario y ella se conocían porque se saludaron amablemente. Nos tomó nota y se marchó a seguir con su trabajo. Posteriormente, otros camareros nos sirvieron la bebida y más tarde la comida, cuando estábamos terminado volvió la misma chica a preguntarnos por los postres, aprovechando para indagar si nos había gustado la comida. La verdad es que todo estuvo perfecto. Nos recomendó un postre nuevo de chocolate que fue el que nos pedimos para compartir. Una vez terminamos de comer, Mario se levantó y estuvo un rato charlando animosamente con la metre mientras pagaba. Al volver y antes de irnos nos sirvieron un licor de hierbas cortesía de la casa. Al levantarnos, la metre nos acompañó amablemente hasta la puerta y nos deseó una agradable velada. Le pregunté a Mario si era cliente asiduo del restaurante, y me dijo que sí, que él conocía a sus propietarios y que en tiempo les ayudó a montar el negocio. También le pregunté si la metre era una de los dueños. No, respondió, ella es Joana, es la que realmente dirige el negocio. Es atractiva y bella a la vez, le dije. Sí, contestó, es de madre francesa y padre mulato brasileño. Es una brillante y eficiente mujer que maneja el negocio a la perfección.

Nos dirigimos charlando al barrio de Chueca, nos sentamos en una terraza a tomarnos un Gin Tonic corto de ginebra. El ambiente del barrio era agradable y divertido. Durante el tiempo que estuvimos sentados observé cómo Mario contestaba algunos WhatsApp mientras se le dibujaba una sonrisa en su rostro. No le di mucha importancia al principio, pero la cosa se empezó a prolongarse demasiado en mi opinión. Llegó un punto en el que me empezaba a sentir un poco molesta. ¿Pasa algo? Pregunté. Él con una sonrisa pícara me contestó, nada, que tu posible compañera a partir de mañana, sabe que estoy contigo y quiere conocerte. ¿Está celosa? Pregunté. No, todo lo contrario, más bien lo que quiere es probar el género. ¿Y qué le has dicho? Que no me parece apropiado. Como mucho me pensaría dejarla tomarse algo con nosotros. Yo, intrigada ya por saber quién era, le di mi aprobación. Así que quedamos con ella en un pub de la zona una hora más tarde. Resuelto ya el enigma de los mensajes, le pregunté que cómo se había enterado de que yo estaba con él. Me dijo que había sido Joana quien le había mandado un mensaje diciéndole que estaba con la chica nueva y que era muy mona. Así que le picó la curiosidad y enseguida se puso en contacto conmigo. ¿Y Joana está al tanto de la situación? Mucho quieres saber antes de entrar en el Círculo de Juego, contestó él. No obstante, creo que la situación merece una explicación. Joana fue en tiempo sumisa mía y es una persona de mi máxima confianza, al verme contigo sin necesidad de yo decirle nada se lo ha imaginado. Así que como conoce a Matilde, y le gusta hacerla de rabiar, le ha puesto un mensaje diciéndole que habíamos estado cenando. Lo demás te lo puedes imaginar. Terminamos la copa y nos trasladamos al pub donde habíamos quedamos con Matilde. Al llegar, ella estaba en la puerta, era algo más joven que yo, más alta, de unos 28 años, bien formada, estilosa en su forma de vestir y con un punto de atrevimiento. Su rostro era más atractivo que bello, llevaba gafas de empollona y su pelo era moreno rizado y casi del mismo color que sus ojos. Al vernos, dibujo una sonrisa en su rostro dejando ver sus dientes blancos y perfectos. Ellos se saludaron con un pico en los labios, dispensándome a mí dos besos en las mejillas que fueron correspondidos. Entramos en Pub. Nos situamos en la barra y el camarero nos pidió la bebida. Mario pidió otro Gin Tonic y yo también. Ella se acercó a mi oído y me dijo: ¿Te importa que comparta contigo además de dueño copa? No, contesté. Poco a poco fui conociéndola, era alegre, divertida, con un punto de humor que me agradó desde el principio, me hizo sentirme cómoda y tranquila. Ya avanzada la noche me dijo que si le acompañaba al baño y accedí. Juntas entramos en el servicio y nada más entrar atrancó la puerta con el pestillo y me propinó un beso en los labios que me cogió de sorpresa, luego me dijo: Veo que Mario no pierde el gusto, me encantas. Espero que a partir de mañana podamos disfrutar juntas y por separado. Mario es un hombre con muchos recursos y te garantizo que te hará tocar el cielo cada vez que se lo proponga. Eso espero, respondí. Después de darme un morreo y sobarme con sus manos tetas, culo y sexo, me dijo: Bueno, por hoy está bien, esto es una licencia que me he permitido con el beneplácito de Mario, un anticipo de lo que te puedo llegar a hacer si él así me lo pide. Creo que ya es suficiente, os dejaré disfrutar de vuestro momento. Que sepas que me ha encantado conocerte. Si decides quedarte con nosotros ya nos iremos viendo. Salimos del baño, se despidió de Mario y se marchó. Nos quedamos otra vez solos y yo más caliente que los palos de un churrero. Mario me propuso volver al apartamento y yo acepté. Cuando llegamos, después de lavarnos los dientes y ponernos cómodos, nos metimos en la cama y empezaron los fuegos artificiales. Con lo caliente que estaba por lo ocurrido con Matilda y las ganas que tenía de Mario, me empleé a fondo y él también. Practicamos en todas las posiciones que se nos fueron ocurriendo, me atravesó por todos mis orificios y me provocó tres orgasmos. Demostró tener un dominio de su cuerpo excepcional, también demostró conocer el cuerpo de la mujer a la perfección. Yo intenté dar lo mejor de mí y le saqué a él dos orgasmos. Quedamos los dos rendidos en la cama, aunque yo no podía conciliar el sueño, pensando en todo lo que podía llegar a aprender de este magistral hombre. Ya con él dormido, me levanté, abrí el sobre, saqué el contrato y lo puse encima de la mesa. Lo tenía claro y nada me haría cambiar de opinión, quería que Mario me hiciese tocar el cielo, así que lo abrí por su última página y lo rubriqué, dejando el bolígrafo sobre el contrato para que Mario lo firmase nada más levantarse.