El círculo de juego

Iniciación a la Sumisión. Relato que recoge mi experiencia sobre como me introduje en este mundo, algo que suele ser dificultoso o una carrera de obstáculo para cualquier mujer que tenga interés en el asunto.

Hola mi nombre es Marga. Después de haber leído varios relatos en los que se pone de manifiesto las malas experiencias que han tenido algunas mujeres al intentar iniciarse en el Bondage, me veo en la obligación de escribir este relato, con el ánimo de que pueda servir de ejemplo o referencia para todas aquellas que se interesan por el tema y no saben cómo introducirse en él. Lo que cuento es mi experiencia personal y es completamente real, aunque, por supuesto, los nombres no coinciden con los reales.

Os doy ciertos datos descriptivos sobre mi persona: tengo 42 años, mi talla aproximada de 1,62 cm, y, a pesar de haber dado a luz dos veces, aún me conservo bastante bien, al menos eso es lo que me dicen tanto mis amigos como los conocidos, que siempre me echan muchos menos años de los que realmente tengo. Sin ser una belleza, mis rasgos faciales son agradables a la vista, mi pelo es moreno, ondulado y cortado a la altura de los hombros. Tengo una noventa de pecho y un culo que creo mantener aún muy apetecible.

Hace dos años, aproximadamente, tras reponerme de una conflictiva separación y ordenar nuevamente mi vida, empecé a detectar que mi cuerpo necesitaba cubrir sus necesidades, es por ello que decidí entrar nuevamente en el mercado del amor. Es sorprendente la cantidad de ofertas que te llueven desde que se hace oficial tu separación. Desde el minuto uno tuve proposiciones. Por supuesto, unas más interesantes que otras. En un principio, como no estaba el horno para bollos, todas eran ignoradas o rechazadas de plano, pero cuando la cosa se fue tranquilizando acepté alguna de ellas. Yo, que prácticamente sólo había intimado con mi exmarido, comencé a practicar sexo con algunos de mis pretendientes. Algunos encuentros sólo fueron ocasionales, otros dieron lugar a relaciones que intenté mantener en el tiempo, según mis apetencias y mi estado de ánimo. Incluso llegué a compaginar dos relaciones al mismo tiempo durante unos meses.

En fin, mi vida había dado un giro de 180 grados y estaba intentando adaptarme. No obstante, a nivel sexual sentía que no se cubrían todas mis expectativas. Fue entonces cuando desde el anonimato que hoy en día te ofrece Internet y las redes sociales, me puse a investigar con el ánimo de colmar mi interés. Así que fui buscando información de aquí y de allá. Desde un principio sentí cierto interés por la estética y el rollo Bondage, y fui recabando información al respecto. También buscaba y leía algún que otro relato relacionado con el tema. No tardé en formarme una opinión al respecto y enseguida tuve claro que era lo que me gustaba y que no.

Es sabido que en la viña del Señor tiene que haber de todo, y, desde el principio constaté que, alrededor del Bondage, hay mucho pirado, mucha morralla, si se quiere, que hay que saber apartar o sortear para poder llegar a lo realmente interesante. Por supuesto, de entrada aconsejo que se huya de todo lo que huela a sadismo, así como de todo aquél que consideren el Bondage como una forma de vida, en mi opinión estos personajes están más cercano de una patología mental que de una corriente o forma de practicar sexo.

En mi vida personal no soy para nada sumisa, todo lo contrario, tengo un carácter más bien fuerte y no es fácil doblegarme. Me sostengo sobre fuertes principios y convicciones que siempre me han ayudado a mantener el rumbo frente a las tempestades.

Una vez clara mi postura frente al asunto, me empeñé en la ardua tarea de buscar a un compañero con el que iniciarme. Entré en algunos foros y chat temáticos. Al principio simplemente como observadora, luego interactuando con algunos de los participantes que iba seleccionando. Tras un par de semanas de búsqueda infructuosa, y al no encontrar nada que me satisfaciese, aparqué temporalmente el asunto por agotamiento. No obstante, soy una persona perseverante y, dos semanas más tarde, una vez recuperado el ánimo y las fuerzas, volví a intentarlo de nuevo. Mis pesquisas no terminaban de dar sus frutos, y nada de lo que encontraba colmaba mis expectativas. Encontré lunáticos creyéndose semidioses, narcisistas patológicos, manipuladores, degenerados, sádicos, gente mal educada profiriendo improperios, maltratadores de la palabra con muy mal gusto, etc. No obstante, cuando ya estaba a punto de abandonar nuevamente la búsqueda, apareció él y mi insistencia se vio recompensada. Mario, que era su nik, rápidamente captó mi atención. Enseguida me percaté de que se trataba de alguien culto, refinado, paciente, con cierta experiencia y con gran capacidad pedagógica. Vamos, lo que yo venía buscando y necesitaba en ese preciso momento. Mantuvimos una primera charla en la que puse de manifiesto mi interés por el tema y la necesidad de tener un compañero de juegos, igualmente le hice saber cuáles eran mis pretensiones al respecto, quedando patente lo perdida que me encontraba. Él se ofreció a ayudarme en lo que estuviera en su mano, en un principio aconsejándome. El primer consejo que me dio fue: “ Ten cuidado y no te precipites, tómate tu tiempo para tomar cualquier decisión y no des ningún paso sin estar completamente segura” . La alegría me duró bien poco, puesto que al rato de iniciar la charla, cuando se estaba poniendo la cosa interesante, me dijo que tenía que abandonar el Chat por motivos de trabajo. Antes de despedirse me emplazó a quedar para el día siguiente a una hora concreta, y acordamos usar unos nombres clave para identificarnos de forma rápida en el Chat. A pesar de haber durado poco el contacto, me encontraba contenta, después de tantos intentos infructuosos por primera vez había encontrado alago que, a priori, parecía ser interesante.

Al día siguiente, a la hora convenida, entré en el Chat con el nombre acordado, enseguida se conectó él y retomamos la conversación en el punto en el que la dejamos el día anterior. Pronto establecimos una rutina cuasi diaria. Primero a través del Chat, más tarde, nos creamos un perfil falso en Facebook para hacerlo a través de Messenger.

Para sintetizar os resumo cómo viví el proceso:

Durante los dos primeros meses, Mario se ganó mi confianza, fue agradable en el trato, paciente, sutil, sugerente y poco a poco fue instruyéndome con ejemplos y a través de sus experiencias, las cuales me relataba de forma magistral. No tardé en caer rendida a sus encantos. Todavía no nos conocíamos físicamente, tan sólo podía hacerme una idea de su persona por la descripción que él me había facilitado. Durante este tiempo básicamente se ocupó de conocerme y de ganarse mi confianza. Nunca se interesó por mi vida privada ni me preguntó nada que pudiese revelar mi identidad. Yo tampoco lo hice con él. Esto es algo que considero importantísimo y básico cuando te relacionas a través de internet. Así pues, desde el anonimato, las conversaciones que mantuvimos se centraron básicamente sobre sexo, versando sobre las experiencias sexuales que había tenido a lo largo de mi vida, desde mis primeros recuerdos eróticos hasta la fecha actual. También se interesó por mis fantasías y por todos los sueños eróticos que aún recordaba. La transmisión de información era en ambos sentidos, puesto que él también me contaba sus experiencias y cómo se fue iniciando en este mundo. Reconozco que la mayor parte de las veces terminaba la velada completamente mojada. Y en más de una ocasión tuve que aliviarme por mi cuenta.

Desde el inicio, una de sus preocupaciones era que intentase recuperar mi forma física que en esos momentos estaba algo descuidada. Así que animada por él, empecé a hacer una tabla diaria de ejercicios y comencé a salir tres días a la semana a correr, igualmente me obligué también a jugar un par de partidos de padel semanales. Como la que tuvo retuvo, no tardé en adquirir el hábito de hacer gimnasia diaria, y, al poco tiempo, ya era capaz de correr más 50 minutos seguidos. Como consecuencia de todo ello, mi cuerpo sufrió grandes cambios para mejor: perdí 4,5 kilos y estabilicé mi peso en los kilos que tenía con veinte años. Además, mis muslos, culo y pecho ganaron en musculatura y firmeza. Para que él pudiera controlar el proceso, le reportaba diariamente todo lo que había hecho. También le fui mandando fotos de la báscula durante el tiempo que estuve perdiendo peso, y, en alguna ocasión, también alguna sobre el contorno de mi cintura mientras la media con un metro de costura. De ese modo podía comprobar mis logros.

Cuanto más lo trataba más interesante me fue pareciendo. Una de las actividades que me propuso y acepté fue la de escribir e intercambiarnos relatos cortos sobre nuestras fantasías. Cada semana uno de nosotros proponía un tema sobre el que teníamos que fantasear y elaborar el relato. Su forma de escribir puso de manifiesto que realmente se trataba de alguien culto, divertido, calculador, metódico, con una imaginación y una creatividad bastante ejercitadas y fuera de lo común. Me encantaba leer y releer sus historias y, por supuesto, disfrutar de ellas en la intimidad, especialmente en la ducha. Mi actividad sexual se vio incrementada durante todo ese tiempo, la mayoría de las veces autosatisfaciéndome, otras tirando de agenda y llamando a alguno de mis pretendientes con los que terminaba echando un polvo pensando en Mario y en sus historias. Por supuesto, todo cuanto acontecía al respecto se lo contaba luego a Mario, así lo acordamos y establecimos al entender que el responsable de los calentones debía ser informado de forma inmediata (Messenger) de todas sus consecuencias.

A finales del tercer mes, mi opinión sobre el Bondage ya se había matizado gracias a las aportaciones e instrucciones que había recibido de Mario. Así pues, mi forma de entenderlo, que claro está, no tiene por qué coincidir con la de todo el mundo, es la siguiente: se trata de participar en un juego de temática sexual, que te brinda, en mi caso, la posibilidad de asumir de forma puntual y temporal el rol de sumisa, si bien sólo en apariencia, puesto que quien determina cuándo, cuánto y hasta dónde estoy dispuesta a llegar, siempre es la sumisa. Por mucho que durante el juego, parezca que tu voluntad está siendo doblegada, como digo, es sólo en apariencia, puesto que si deseas condicionar, modular o poner fin a la sesión, sólo tienes que recurrir a los códigos que están establecido. En fin, considero que se trata más bien de un acto o representación teatral con bastante margen de libertad para la interpretación de los actores. Quizás el término más apropiado sea el de una especie de “performace”. No obstante, hay que tener presente que todo este fascinante juego descansa sobre un requisito fundamental:

el nivel de confianza entre los participantes

, el cual tiene que ser "

máximo"

. Mientras que este nivel de confianza no se alcance, yo no recomiendo su práctica.

Al tercer mes de mantener los contactos, además de seguir con el flujo de información, Mario empezó a interesarse por conocerme ya físicamente, primero me pidió una foto de cuerpo entero. Para evitar fraude en la foto, algo muy común en la red, convenimos hacerla de una forma concreta, con ropa seleccionada y colocando el dedo anular de la mano derecha dentro del bolsillo de un pantalón vaquero. Él me mando a mi otra suya. Su físico era tal cual me lo había descrito: cuerpo atlético, alto, de 1:81 cm de altura, aproximadamente. Ese día vestía una camisa azul de lino y unos vaqueros Jack & Jones que le quedaban de miedo. A partir de ese momento fuimos protocolizando el intercambio de fotos. Por cada tres mías una suya. Poco a poco las fotos fueron ganando en intensidad y provocación, eso sí, cuidando siempre nuestra identidad y procurando que no se nos pudiese reconocer, bien cortando la cara o bien tapándola con los pelos o algún objeto. También le mandé por mi cuenta algún que otro video insinuante: una levantada de camiseta sin sujetador y una bajada de pantalón.

A los cuatro meses desde el primer contacto, la confianza entre ambos era ya bastante considerable. Mario me propuso tener un primer contacto real, la idea era quedar en una cafetería del centro de Madrid, tomar algo juntos, pasear y charlar. Era importante comprobar si la atracción sexual que sentíamos a través de la red se mantenía en vivo y en directo. Además, lo considerábamos un paso previo necesario e imprescindible para valorar si estábamos dispuesto a pasar a mayores.

Mi residencia está aproximadamente a una hora de Madrid, por lo que tenía que desplazarme. No obstante, eso no suponía ningún problema, al revés, me sentía mucho más cómoda situando la historia fuera de mi ciudad. El día acordado me coloqué un vestido corto de color negro, con tirantas y buen escote, y unos zapatos también negros con algo de tacón. Como complemento llevaba una cadenilla de oro con un crucifijo pequeño, una pulsera de cuero trenzado y un bolso Wayuu blanco y negro que es una auténtica chulada. Las uñas las llevaba hechas e iba sin maquillaje salvo los labios que estaban pintados con carmín rojo intenso. Llegué a la cafetería antes que él, me senté en una mesa y pedí al camarero un agua con gas. No paraba de mirar la puerta de entrada del local y mi pierna derecha no dejaba de moverse. ¡Qué nervios! Cuando finalmente entró en el establecimiento, rápidamente me identificó y se dirigió directamente hacia donde me encontraba. El corazón me latía con tanta fuerza que pensaba que se me saldría de su sitio. Al llegar a mi altura me levanté de la silla y lo saludé. Él se quitó las gafas de sol, me dijo ¡Hola Marga! Y me plantó un beso en los morros que me pilló completamente desprevenida. Mi impresión no pudo ser mejor. Era algo mayor que yo, pero con aspecto jovial, barba arreglada y pelo algo largo y entrecano. Su rostro era bello, de corte clásico. En fin, el típico madurito que cualquier veinteañera estaría dispuesta a follarse. Enseguida entablamos conversación, la tensión sexual entre ambos era patente, no obstante, habíamos consensuado evitar cualquier tipo de contacto físico, más allá del saludo y la despedida. En realidad, era él quien proponía y dirigía la operativa. Y lo hacía de tal forma que provocaba en mi cada vez más ganas y deseos de entregarme. Todo parecía obedecer a un plan infalible que había diseñado, programado y calculado de forma meticulosa desde el mismo día en el que me conoció en el Chat.

A esta altura de la historia, y gracias al volumen de información que de forma natural yo le había estado facilitando, Mario era la persona en el mundo que mejor conocía mis necesidades y preferencias sexuales. Por supuesto, me conocía mucho mejor que el pusilánime de mi marido con el que había desperdiciado casi 20 años de mi vida. Y todo ello, sin que Mario supiera mi identidad real ni a qué me dedicaba profesionalmente. En fin, todo estaba ya claro, transparente. Mario se sabía ganador y sólo quedaba negociar con él los términos de mi rendición.

Durante el paseo posterior, me propuso ya de forma explícita entrar en su “Círculo de Juego”, tal y como él lo llamaba, y me fue informando sobre las condiciones o estipulaciones a cumplir en caso de que yo aceptara firmar el compromiso. A pesar de que mi decisión ya estaba decidida, Mario me dijo que no me precipitase, que lo pensase tranquilamente, que me mandaría las estipulaciones por escrito para que las estudiase detenidamente y que si algo no lo entendía o lo quería modificar lo podíamos tratar. Me propuso quedar nuevamente el fin de semana siguiente, él se encargaría de reservar un apartamento turístico donde poder tener intimidad y ratificar mi entrada en este apasionante mundo. Su idea era que el viernes gozásemos con sexo vainilla y el sábado, si estaba dispuesta, firmaríamos el contrato y me convertiría en su sumisa.

Nos despedimos con un besazo en la boca mientras me estrechaba entre sus brazos, dejando caer sus manos poco a poco hasta llegar a mis glúteos, donde hizo cierta presión para arrimar su cuerpo al mío todo lo máximo posible. Su autocontrol me dejó perpleja, si por mí hubiese sido me hubiese dejado follar allí mismo en cualquier callejón de la zona. Tal era mi excitación que sentía las pulsaciones del corazón en mi sexo. Finalmente me fui en taxi hasta la Estación de Atocha. Durante el viaje de regreso a casa no paraba de pensar en el fin de semana siguiente. Llegué a casa con las bragas chorreando y no pude evitar masturbarme hasta conseguir aliviar mi calentón. El resto de la semana se me hizo eterna, hasta que finalmente llegó el viernes, pero eso ya es otra historia que posiblemente contaré otro día.

En fin, este fue mi proceso de acceso a este mundo, que culminó el 14 de septiembre de 2019, fecha en la que me entregué definitivamente a Mario. Desde aquél día me encuentro dentro de su Círculo de Juego, del que no deseo salir nunca. Siento que ese es mi sitio y disfruto y gozo sobre manera cada vez que entro en él. Ni que decir que Mario, respetando siempre de los márgenes de nuestro acuerdo, me cuida y trata como a una reina. Sumisa, pero una reina.

Espero que os haya gustado y que os pueda servir de referencia. No dudéis en consultarme las dudas que podáis tener sobre el asunto, intentaré contestaros de forma ordenada. Por supuesto, absténganse los hombres de hacerme perder el tiempo con enredos o con cualquier tipo de proposición, puesto que caerán en saco roto.