El cine

Ir caliente de verdad es como tener una fiebre en todo el cuerpo que no deja tranquilo.

Ir caliente de verdad es como tener  una fiebre en todo el cuerpo que no deja tranquilo.

Si es verano es peor porque la vista se va detrás de cualquier escote que prometa algo o de cualquier cuerpo sobre el que transparente la tela por poco que sea.  Así estaba aquella tarde, en una ciudad lejos de casa y sin nada que hacer hasta el día siguiente. Al final, para no ir haciendo el ridículo por la calle, me decidí por meterme en un cine porno para bajarme la calentura.

Siempre me siento incómodo al entrar en un cine porno. Entras a tientas buscando discretamente no sentarte al lado de nadie pero sin ver siquiera si el lugar está ocupado.

Me senté pronto, hacia el fondo del cine,  no lejos del pasillo. Apenas me había sentando que viene un hombre mayor, de unos 50 años,  vestido de veraneo con sandalias, pantalones cortos y camiseta y se sienta a mi lado.

Más incomodo aún, me quedé con los ojos fijos en la pantalla hasta que poco a poco mi vista se fue adaptando a la oscuridad. Me percaté de que en el cine había poca gente. En la pantalla la película estaba en la típica escena en que una rubia con tetas de silicona se la chupa a un tío robusto y musculoso. La rubia intentaba con dificultades metérsela toda en la boca. Por lo general me interesan más los inicios de las escenas porno porque encuentro monótono y repetitivo el mete saca cuando están ya en plena faena, pero en este caso me gustaba la cara de ella haciendo esfuerzos por no ahogarse con aquel pedazo de carne en la boca. De todas formas no me acababa de sentir cómodo con

alguien sentado al lado y a medida que mis ojos se ajustaban a la oscuridad miraba a mi alrededor tratando de encontrar un lugar un poco más aislado y tranquilo.

La mamada era impresionante y la chica babeaba por las comisuras de los labios mientras el toro ese le apretaba la nuca para que tragara más adentro. Total que mirando la pantalla empecé a relajarme de verdad y, como no, la escenita empezó a tener efecto en mi entrepierna. Entonces, justo cuando me recoloqué en el asiento, un poco más estirado y tranquilo, noto un ligero roce de la pierna del tipo de al lado con la mía. No es un contacto largo como para intranquilizarme pero si lo suficiente como para notarlo.

Como la escena en la pantalla seguía al rojo vivo no hice caso y seguí mirando. El tipo agarraba por los pelos a la rubia y la guiaba. A veces la separaba de la polla y la forzaba hacia abajo para que lamiera los huevos o acababa metiéndole la nariz entre las nalgas para que le lamiera el ojete.

Esta vez el tipo de al lado apoyó directamente su pierna en la mía y la dejó ahí. Mierda,  pensé, se me ha sentado al lado un maricón. No tengo nada contra ellos ni era cuestión de montar ningún espectáculo, (soy más bien tímido para estas cosas),  sino más bien de cambiar de una vez a un sitio más tranquilo y discreto. Sin embargo la dichosa escena me tenia  pegado a la butaca y me resistía a moverme en ese momento. El tipo de la película estaba a punto de soltar la leche y por lo que veía lo iba a hacer en toda la cara de ella. Justo en el momento en que en la pantalla se llegaba al climax noté una mano encima de mi muslo, justo a tocar de mi erección de caballo. El gesto me dejó de piedra, como clavado. Seguí con la vista fija en la pantalla y la verdad es que con el calentón que llevaba el gesto más que repulsarme me excitó un tanto.

Por lo visto como no me quejaba el tio de al lado había pensado que me iba el rollo y se atrevió a más. Empezó a acariciarme el muslo rozando cada vez que subía la erección de mi entrepierna. Eso ya no, pensé, no voy a permitir que me soben sin más. Así que aparté la mano, me levanté y empecé a moverme para cambiar de sitio. Tenía que pasar por su butaca para alcanzar el pasillo el muy cerdo aprovechó para sobarme el culo mientras pasaba por delante suyo.

Como los ojos ya se me habían acostumbrado a la oscuridad busqué un sitio tranquilo en el lateral, al final de una fila donde no había nadie. Estaba completamente

confundido por lo que me había pasado. Sobretodo porque mi reacción había sido de excitación más que de asco. Pensé que si el tipo hubiera sido una mujer no estaría tan confundido y que al fin y al cabo la sensación cuando una mano te soba es la misma si la mano es de hombre o de mujer.

La escena en la pantalla había acabado así que me senté a mis anchas y me dispuse a seguir mirando la película. Como estaba sólo, disimuladamente  empecé a acariciarme la polla por encima del pantalón. Tenía una erección terrible pero esto si que ya era algo que tenía previsto. Llevaba un condón en el bolsillo que quería ponerme para no

manchar la ropa si eyaculaba. Lentamente, con cuidado de no hacer gestos delatores me bajé la cremallera y me saqué la polla por la banda del calzoncillo. Justo cuando había terminado de ponérmelo apareció un hombre al final de mi fila que vino a sentarse  dejando sólo una butaca en medio de los dos. A mi me dio solo tiempo a meterme la tranca en el pantalón pero no pude entrarla dentro del calzoncillo ni subirme la

cremallera porque se hubiera notado. No me quedaba más remedio que taparme con la mano aunque al final con eso parecía que me estaba tocando el paquete por encima del pantalón.

La vergüenza me tenía clavado en la butaca. Miraba fijamente la pantalla sin ver la película. Por el rabillo del ojo vi como el tipo me miraba de arriba abajo y se me quedaba mirando un momento la mano en el paquete. Entonces hizo algo que me acabó de poner nervioso. Se levantó y se movió un asiento quedando sentado en la butaca de al lado.

Yo tenía aún el pantalón abierto con la mano encima para disimular las dos cosas: el que lo tuviera abierto y el bulto por la erección que llevaba. El hombre, sin ningún reparo rozó su pierna con la mía. Obviamente esta vez no me podía levantar así que seguí con la vista fija en la pantalla aunque de reojo no dejaba de seguir sus movimientos, un poco nervioso. Para mi propia sorpresa el roce de la pierna no me hacia sentir incómodo sino que más bien me excitaba. Con los ojos en la pantalla, en la que seguía la película porno, sentí como poco a poco la presión de su pierna en la mía se iba incrementando.

Yo ya empezaba a prepararme mentalmente para cuando me pusiera la mano encima.

¿Qué iba a hacer? ¿Qué pensaría si notaba que tenía la bragueta del pantalón abierta?

Lo que hizo a continuación me dejó aún más bloqueado. El tipo hurgó en sus pantalones y se sacó el pene en plena erección. ¡Joder! Pensé, ¡ahora se va poner a meneársela al lado mío! Yo estaba de los nervios. La erección que llevaba era descomunal y no podía apartar los ojos de la tranca de mi vecino de butaca. Entonces me miró sonriente y sin más me agarró la mano con la que me tapaba el paquete y la puso encima de su polla apretándola para que la agarrara.

Sentí como una descarga eléctrica. Nunca había tocado un pene que no fuera el mío. La verdad es que la situación se hacía de lo más morbosa.

El notó que yo estaba con la bragueta bajada y liberó mi tranca a punto de explotar pero en lugar de agarrarla como yo había hecho con la suya, entró su mano en mi bragueta y me acarició los huevos. Bueno, más que acariciármelos me los estrujó. El efecto fue devastador. Por suerte llevaba el condón puesto porque sino hubiera mojado de semen dos filas por delante de la mía.

¡Vaya! Que rápido – me dijo. Yo en cambio parecía que con la eyaculación había descargado también toda la calentura acumulada. De pronto me di cuenta de la situación en la que estaba y me entraron todas las vergüenzas del mundo. Rápidamente me subí la bragueta sin quitarme el preservativo siquiera y salí como pude de aquel cine.

Al salir me pareció que todo el cine me miraba como diciendo ¡Ahí va otro maricón! Tardé bastante en asumir lo que había pasado y lo mucho que me había gustado. Tardé bastante más en volver a entrar en un cine porno. Pero acabé volviendo.