El Ciclo del Amor: de la Alborada al Ocaso.

De cómo los mismos silencios no siempre son los mismos.

El Ciclo del Amor: de la Alborada al Ocaso. Por Vinka.

De cómo los mismos silencios no siempre son los mismos.

I. Prólogo: Alborada.

Tu silencio me mata…

Tiene el color de la ternura cuando, súbitamente, callas al sentirte observada y un sonrosado candor enciende tu rostro.

Mi mirada clandestina recorre cada uno de tus gestos y siente celos de aquel lápiz que llevas descuidadamente a tus labios. Tu cabello azabache amenaza con opacar el destello matutino que traspasa la ventana. Eres como una aparición, bella y luminosa. Silenciosa.

Lo que tu timidez no se atreve a decir, me lo gritan tus ojos cuando encuentran mi mirada, estallando en un cortejo que nadie más nota, comunicándose sin palabras como desde aquel primer día, danzando al precipitado ritmo de nuestros corazones y huyendo, miedosos, de la historia que comienza a ser… sin saber que ya es demasiado tarde.

Te vas y me dejas de regalo la sonrisa que me acompaña hasta el siguiente encuentro, mientras, inquieta, esa pregunta que ronda mi cabeza intenta dar el paso hacia mi boca.

¿Acaso no sabes que muero por ti?

Tu silencio llena mi existencia de ilusión.

II. Desarrollo: Apogeo.

Tu silencio me mata…

Tiene el color del deseo, cuando súbitamente callas y te quedas mirando mis labios.

Cuando acortas la distancia que separa tu boca de la mía y te detienes, provocándome, jugando con mis ansias antes de la mortal acometida de tus besos.

Sin palabras me desarmas, tus caricias me arden en la piel como la primera vez de nuestros cuerpos. Yo, nerviosa y tú, ansiosa, sin sospechar que ya te había poseído cientos de veces en mis sueños.

Tienes la potestad de inundar mi alma y de vaciar mis labios… y todo lo contrario.

Tu silencio me desborda cuando buscas mi mirada para acompañarte en el éxtasis y, entre suspiros temblorosos, te sigo hacia el cielo de tu amor.

Me preguntas sin palabras cuánto te amo y no encuentro la respuesta que haga mérito a lo que siento.

¿Acaso no sabes que muero por ti?

Tu silencio llena mi existencia de pasión.

III. Epílogo: Ocaso.

Tu silencio me mata…

Tiene el color de la tristeza, de la condena astillada entre tus dientes, que hiere más porque no emerge de tus labios cuando espero tu respuesta. Fría, te quedas callada. Ya no tengo nada de ti, sólo el dolor de tu silencio.

¿Cómo permites que este amor agonice?

Tu ausencia me lastima, tu indiferencia es una daga que lentamente atraviesa mi alma y asesina lo que existe en mi corazón.

¿Acaso no sabes que muero por ti?

Tu silencio me vacía de existencia.

…Y es entonces cuando aparece, llorando, mi silencio…

A cada uno, muchísimas gracias por el privilegio de su lectura.

Nos vemos en comentarios, un abrazo: Vinka.